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La moda: expresión de lo que somos y representamos – Charla TED@Tommy

Charla «La moda: expresión de lo que somos y representamos» de TED@Tommy en español.

A nadie sorprende ver una mujer vestida con pantalón vaquero en la ciudad de Nueva York; pero cuando Malala, ganadora del premio Nobel, lo usa, es un acto político. En cualquier parte del mundo, la individualidad puede ser un delito; y la vestimenta, una forma de protesta. En una charla sobre el poder de lo que vestimos, Kaustav Dey explica que la moda puede ser un lenguaje no verbal para el disenso y nos anima a expresarnos con autenticidad.

  • Autor/a de la charla: Kaustav Dey
  • Fecha de grabación: 2017-11-14
  • Fecha de publicación: 2018-03-06
  • Duración de «La moda: expresión de lo que somos y representamos»: 753 segundos

 

Traducción de «La moda: expresión de lo que somos y representamos» en español.

Tendría unos 10 años cuando un día descubrí una caja con cosas viejas que eran de mi padre.

Allí, debajo de una pila de libros había unos pantalones acampanados de pana negra.

Eran espantosos, estaban pasados de moda y apolillados.

Por supuesto, me encantaron.

Nunca había visto algo parecido.

Hasta ese entonces lo único que conocía y usaba era mi uniforme escolar, por el que, de hecho, estaba muy agradecido, dado que desde muy chico me sentí distinto a los demás.

Nunca fui como los chicos de mi edad; era malísimo para los deportes y quizá el chico menos varonil.


(Risas)
Sufrí cierto acoso.

Y por eso pensé que para poder sobrevivir debía ser invisible, y el uniforme me ayudaba a pasar desapercibido.


(Risas)
O casi.

Mi plegaria de todos los días era: «Dios, hazme igual a los demás».

Pero creo que esa petición iba directa al contestador automático de Dios.


(Risas)
Y con el tiempo empezó a ser cada más evidente que no me estaba convirtiendo en el hijo que mi padre siempre había deseado.

Perdón, papá.

No, no iba a cambiar por arte de magia.

Con el tiempo, me convencía cada vez menos de querer cambiar realmente.

Así, cuando esos pantalones de pana llegaron a mi vida ese día, algo sucedió.

No vi pantalones; vi una oportunidad.

Al día siguiente, decidí usarlos e irme así a la escuela, pasara lo que pasara.

Y en cuanto me calcé esos horribles pantalones y me ajusté el cinturón, casi inmediatamente adopté lo que podría tildarse de aire fanfarrón.


(Risas)
Camino a la escuela, y de regreso a casa, pues me enviaron de vuelta al instante,
(Risas)
me sentí una pequeña estrella del rock moreno.


(Risas)
Ya no me importaba estar fuera de la normas impuestas.

Ese día, de pronto, lo celebraba.

Ese día, en lugar de hacerme invisible, elegí mostrarme, simplemente vistiendo algo distinto.

Ese día, descubrí el poder de lo que llevamos puesto.

Ese día, descubrí el poder de la moda, y desde entonces me enamoré de ella.

La moda nos permite comunicarle nuestras diferencias al mundo.

Y con este simple acto de sinceridad, me di cuenta de que esas diferencias dejaron de ser motivo para avergonzarnos.

Se transformaron en nuestra expresión, expresión de nuestra identidad particular.

Y debemos expresarnos, usar lo que queremos.

¿Qué podría pasar de malo?

¿Acaso la policía de la moda te arrestará por vestir de la temporada anterior?


(Risas)
Sí.

Bueno, a menos que la policía de la moda significara una cosa totalmente distinta.

Malala, ganadora del premio Nobel, sobrevivió a extremistas talibanes en octubre de 2012.

Pero en octubre de 2017 debió enfrentar otro enemigo, cuando fue duramente criticada en las redes sociales por una fotografía que mostraba a la joven de 20 años vistiendo un pantalón vaquero.

Los comentarios, el odio que transmitían, iban desde «

¿Cuánto falta para que dejes de usar el velo?

» hasta —palabras textuales— «Ese es el motivo por el que la bala fue directa a su cabeza hace un tiempo».

Ahora bien, cuando decidimos usar un pantalón vaquero en sitios como Nueva York, Londres, Milán, París, posiblemente no lo veamos como un privilegio, algo que, de estar en otro lugar, podria tener consecuencias, algo que algún día podría estar prohibido.

Mi abuela era una mujer que tenía gran fascinación por la ropa.

Vestía de manera muy colorida.

Y el color que tanto le gustaba usar era quizá lo único que la identificaba de verdad, lo único que podía decidir, porque al igual que la mayoría de las mujeres de su generación en India nunca había tenido la oportunidad de existir fuera de los cánones impuestos por la costumbre y la tradición.

Se había casado a los 17, y luego de 65 años de matrimonio, cuando un día mi abuelo murió inesperadamente, esa pérdida le resultó insoportable.

Pero ese día perdería algo más; su única alegría: usar ropa de colores.

Según la tradición india, cuando una mujer queda viuda, el único color que puede usar es el blanco desde el momento en que fallece su esposo.

Nadie la obligó a vestir de blanco.

Sin embargo, todas las mujeres que conocía y que habían sobrevivido a sus maridos, incluyendo a su propia madre, lo habían hecho.

Esta opresión estaba tan internalizada, tan arraigada, que hasta ella misma se negó a elegir.

Falleció este año, y hasta el día de su muerte siguió usando exclusivamente el color blanco.

Conservo una foto suya de años anteriores, más felices.

Allí no se ven los colores que usa.

Es una foto en blanco y negro.

Pero, a juzgar por su sonrisa, se deduce que su ropa es de colores.

Esta es otra cosa que la moda puede hacer.

Tiene el poder de llenarnos de alegría.

la alegría de poder elegir libremente y por nosotros mismos cómo vestirnos, cómo queremos vivir.

Es una libertad por la que vale la pena luchar.

Y en esa lucha por la libertad, la protesta adopta diversas formas.

Las viudas como mi abuela de la India viven, junto a otras miles, en una ciudad llamada Vrindavan.

Desde hace siglos, las viudas conforman allí un verdadero mar blanco.

Sin embargo, recién en el año 2013, las viudas de Vrindavan han empezado a celebrar el «Holi», el festival de color de la India, donde les estaba prohibido participar.

En este único día de marzo, las mujeres se arrojan polvos de colores, que es la tradición del festival.

Con cada puñado de polvo que arrojan al aire, sus saris blancos empiezan lentamente a cubrirse de colores.

Y no se detienen hasta estar completamente cubiertas con las tonalidades de un arco iris que les está prohibido.

El color desaparece al día siguiente, pero, al menos por una vez, son parte de una bella disrupción.

Esta disrupción, y cualquier otra disonancia, puede ser la primera chispa en la batalla contra la opresión.

Y la moda puede representar un quiebre en la estética visual en nosotros, literalmente.

Los grandes revolucionarios de la moda son los diseñadores que siempre han hecho demostraciones de verdadera rebeldía: Jean Paul Gaultier nos enseñó que las mujeres pueden ser reyes.

Thom Browne nos enseñó que los hombres pueden usar tacones.

Y Alexander McQueen, en la presentación de su colección de primavera en 1999, instaló dos enormes brazos robotizados en medio de la pasarela, y mientras la modelo Shalom Harlow giraba entre ellos, estos dos robots, tímidamente al principio y luego con furia empezaron a rociarla con pintura de color.

De este modo, McQueen nos enseñó -—antes de quitarse la vida— que nuestro cuerpo es un lienzo que podemos pintar del modo que nos plazca.

A quien le encantaba este mundo de la moda era a Karar Nushi.

Era un estudiante y actor iraquí.

Le fascinaba la ropa llamativa, ecléctica.

Pero empezó a recibir amenazas de muerte por la forma en que se vestía.

No se inmutó.

Siguió siendo fabuloso, hasta que en julio de 2017 fue encontrado muerto en una concurrida calle de Bagdad.

Lo habían secuestrado.

Lo habían torturado.

Un testigo dijo que el cuerpo presentaba múltiples heridas.

Heridas de arma blanca.

A 3200 km de Peshawar, Alisha, activista transexual pakistaní, recibió múltiples disparos en mayo de 2016.

Fue trasladada al hospital pero como vestía ropa de mujer se le negó el acceso al pabellón masculino y también al femenino.

La ropa que decidimos usar puede significar, literalmente, la diferencia entre la vida y la muerte.

Y a veces, ni siquiera podemos decidir sobre nuestra muerte.

Alisha murió ese día y fue sepultada como un hombre.

¿En qué mundo vivimos?

Pues bien, uno en el que sentir temor es natural; temor a esta vigilancia, a esta violencia contra el cuerpo y la manera en que nos vestimos.

Sin embargo, el gran temor es que si nos rendimos, si no nos diferenciamos y empezamos a desaparecer uno atrás de otro, más normal parecerá esta falsa aceptación, menos asfixiante nos resultará esta opresión.

Por los niños que estamos criando, la injusticia de hoy puede ser lo común de mañana.

Se acostumbrarán, y ellos también pueden llegar a creer que lo distinto es sucio, digno de ser odiado, suprimido, como luces que se apagan, una a una, hasta que la oscuridad se transforma en un modo de vida.

Pero si hoy yo, mañana Uds.

y quizá muchos otros algún día defendemos el derecho de vestirnos como deseamos, en un mundo que ha sido violentamente privado de color, y seremos ese rayo de color que abre una luz en el camino, como las viudas de Vrindavan.

¿Cómo es posible entonces que siendo tantos nosotros la mira de un armapueda apuntar a Karar, a Malala, a Alisha?

¿Pueden matarnos a todos?

Es hora de ponerse de pie, de salir del montón.

En un mundo donde la uniformidad brinda seguridad, con algo tan simple como la ropa podemos hacer que los ojos ajenos se posen en nosotros para decir que en este mundo hay diferencias y que siempre las habrá.

Acostumbrémonos a eso.

Y esto se puede decir sin pronunciar una sola palabra.

La moda puede ser un lenguaje de disenso.

Nos puede dar valor.

La moda es, literalmente, la oportunidad de ponernos el traje de la valentía.

Usémoslo.

Usémoslo como armadura.

Usémoslo porque es importante.

Y usémoslo porque Uds.

son importantes.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/kaustav_dey_how_fashion_helps_us_express_who_we_are_and_what_we_stand_for/

 

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