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La pobreza no es una falta de carácter sino de dinero – Charla TED2017

Charla «La pobreza no es una falta de carácter sino de dinero» de TED2017 en español.

«Las ideas pueden cambiar y cambian el mundo», dice el historiador Rutger Bregman, mientras presenta su argumento: el ingreso básico garantizado. Aprende más sobre la historia de 500 años de esta idea y sobre un experimento moderno olvidado que realmente funcionó – e imagina cuánta energía y talento se desencadenarían si nos deshiciéramos de la pobreza de una vez por todas.

  • Autor/a de la charla: Rutger Bregman
  • Fecha de grabación: 2017-04-24
  • Fecha de publicación: 2017-05-22
  • Duración de «La pobreza no es una falta de carácter sino de dinero»: 898 segundos

 

Traducción de «La pobreza no es una falta de carácter sino de dinero» en español.

Me gustaría empezar con una pregunta fácil:

¿por qué los pobres toman tantas malas decisiones?

Sé que es una pregunta dura pero miren los datos y verán que los pobres toman prestado más, ahorran menos, fuman más, hacen menos deporte, beben más y comen menos saludable.

¿Por qué?

Bueno, la típica explicación es una que concluyó una vez la primer ministra británica, Margaret Thatcher que definió la pobreza como «defecto de personalidad».


(Risas)
Básicamente, falta de carácter.

Estoy convencido de que no muchos de Uds.

dirían eso con tanta franqueza pero la idea de que hay algo inherentemente malo con los pobres no es algo que solo pensaba la señora Thatcher.

Algunos de Uds.

piensan que los responsables de la pobreza son los pobres mismos.

Mientras que otros opinan que hay que ayudarles a tomar las decisiones correctas.

Pero la suposición que está en la base de todo es la misma: que les pasa algo raro.

Si tan solo pudiéramos cambiarles, si pudiéramos por lo menos enseñarles a vivir sus vidas, si por lo menos nos hicieran caso.

Francamente, es lo mismo que pensé por mucho tiempo.

Y solo hace unos cuantos años descubrí que todo lo que pensaba que sabía acerca de la pobreza estaba equivocado.

Todo empezó por casualidad al toparme con un artículo escrito por unos psicólogos estadounidenses que viajaron casi 13 000 kilómetros hasta India para realizar un estudio fascinante.

Un estudio que hicieron con trabajadores de la caña de azúcar.

Hay que saber antes que estos trabajadores son los que obtienen un 60 % de su ingreso anual de golpe, con cada cosecha.

Lo que significa que son relativamente pobres una gran parte del año y bastante ricos en la otra.

Estos investigadores les hicieron pruebas de inteligencia antes y después de la cosecha.

Y lo que descubrieron a continuación me dejó boquiabierto.

Sus resultados eran muy inferiores antes de la cosecha.

Resulta que los efectos de vivir una vida en pobreza son sinónimos a perder 14 puntos de coeficiente intelectual.

Para que se hagan una idea, es algo similar a perder una noche de sueño o a los efectos del alcoholismo.

Unos meses más tarde, he oído que Eldar Shafir, profesor en la Universidad de Princeton y uno de los autores de este estudio iba a visitar Holanda, donde yo vivo.

Así que nos encontramos en Ámsterdam para conversar acerca de su nueva y revolucionaria idea sobre la pobreza.

Y les puedo resumir este encuentro en dos palabras: la mentalidad de la escasez.

Resulta que la gente se comporta de manera diferente cuando cree que hay una escasez de aquel artículo.

Y no importa mucho de qué se trata; puede ser falta de tiempo, de dinero, de comida.

Todos conocemos este sentimiento cuando tenemos demasiadas cosas por hacer o cuando se han saltado la comida y los niveles de azúcar empiezan a bajar.

De repente se concentran en lo que más les falta por ejemplo, el bocadillo que es imprescindible comer, la reunión que empezará en cinco minutos, o las facturas que hay que pagar mañana.

De modo que los planes a largo plazo se desvanecen.

Es algo similar al tener una computadora que tiene abiertas a la vez diez programas muy complejos.

Empezara a ralentizar sus resultados y cometer errores, para que, finalmente se bloquee.

Y no porque no sea una computadora buena sino porque le encomendamos hacer demasiadas cosas al mismo tiempo.

Los pobres sufren el mismo problema.

No toman malas decisiones porque son estúpidos sino porque su entorno y situación cualquiera cometería los mismos errores tontos.

Así que comprendí de repente por qué tantos proyectos antipobreza no tuvieron éxito o por qué ciertas investigaciones en el sistema educativo son a menudo totalmente ineficaces.

La pobreza no se debe a la falta de conocimiento.

Un análisis reciente de un total de 201 estudios acerca de la eficacia de los cursos sobre el manejo del dinero concluyó que estos cursos no tenían ninguna repercusión.

Que no se me malinterprete, no quiero decir que los pobres no son capaces de aprender; seguro aprenden cosas.

Pero no es suficiente.

Igual que me dijo el profesor Shafir: «Es algo parecido a enseñarle a alguien a nadar solo para luego tirarles a un mar en tormenta».

Aún recuerdo estar allí sentando perplejo.

Y me di cuenta de que podíamos haber resuelto esto hace décadas.

Es decir, estos psicólogos no recurrían a exploraciones cerebral complicadas; solo medían el coeficiente de inteligencia algo que se inventó hace más de 100 años.

De hecho, me di cuenta de que había leído sobre la psicología de la pobreza antes.

George Orwell, uno de los más grandes escritores de la historia, sufrió los efectos de la pobreza de primera mano en el 1920.

Es cuando escribió que: «La esencia de la pobreza anula el futuro».

Y se sorprendió «Cómo la gente da por sentado que tiene el derecho de sermonearte y aconsejarte tan pronto como tus ingresos bajan por debajo de un cierto nivel».

Estas palabras son igual de válidas hoy.

La gran pregunta es desde luego:

¿qué podemos hacer?

Los economistas modernos tienen unos cuantos ases en la manga.

Podemos ayudar a los pobres con el papeleo o mandarles un mensaje de texto para recordarles que tienen facturas que pagar.

Este tipo de solución es muy popular entre los políticos modernos, más que nada porque, bueno, no cuestan nada.

Creo que estas soluciones son un símbolo de esta época de algo que tan a menudo tratamos como síntomas mientras ignoramos la causa subyacente.

Así que me pregunto:

¿por qué no cambiamos el entorno en el que viven los pobres?

O, si volvemos al ejemplo anterior de la computadora,

¿por qué no dejamos de retocar el software cuando podríamos resolver fácilmente el problema instalando más memoria?

Llegados a este punto, el profesor Shafir respondió con una mirada vacía.

Y al cabo de unos segundos, dijo: «Entiendo.

Quieres decir que hay que darles más dinero a los pobres para erradicar la pobreza.

Bueno, claro, sería estupendo.

Pero me temo que el tipo de política de izquierdas que se practica en Ámsterdam…

no existe en EE.UU.»

¿Pero es de verdad esta idea algo anticuado y de izquierdas?

Recuerdo haber leído algo acerca de un plan antiguo, algo que propusieron unos de los mejores pensadores de la historia.

El filósofo Thomas More aludió a esto en su libro «Utopía», hace más de 500 años.

Y sus defensores han sido tanto de derechas como de izquierdas desde el activista para los derechos civiles, Martin Luther King, hasta el economista Milton Friedman.

Y se trata de una idea increíblemente simple: la garantía de un ingreso básico universal.

¿Qué es esto?

Bueno, es algo fácil.

Es un ingreso mensual que basta para cubrir necesidades básicas: comida, cobijo, educación.

Es algo totalmente exento de obligaciones de modo que nadie puede decirles qué tienen que hacer para obtenerlo y nadie puede decirles qué tienen que hacer con eso.

El ingresó básico no es un favor, es un derecho.

Y no es un estigma.

Mientras aprendía sobre la verdadera naturaleza de la pobreza, no pude dejar de preguntarme:

¿Es esta la idea que tanto esperábamos?

¿Realmente puede ser tan fácil?

Y en los siguientes tres años, me dediqué a leer todo lo que pude encontrar sobre el ingreso básico, las decenas de experimentos que se llevaron a cabo en todo el mundo, y muy pronto di con la historia de un pueblo que la puso en práctica, que realmente erradicó la pobreza.

Pero muy pronto cayó en el olvido.

Esta historia empieza en Dauphin, Canadá.

En 1974, a todos los que vivían en este pueblo se les otorgó un ingreso básico de modo que nadie viviera por debajo del umbral de la pobreza.

Al principio del experimento, un ejército de investigadores invadieron el pueblo.

Todo marchó bien durante cuatro años.

Pero luego, un nuevo gobierno ganó las elecciones y el nuevo gabinete canadiense pensó que este experimento resultaba caro de modo que al quedarse sin dinero para analizar los resultados del experimento los investigadores recogieron todos sus datos en 2000 cajas y se marcharon.

Veinticinco años más tarde, Evelyn Forget, una profesora canadiense volvió a topar con los expedientes, y durante tres años los analizó de todos los puntos de vista estadísticos y da igual lo que aplicaba a los registros, sus resultados eran los mismos: este experimento fue un éxito tremendo.

Evelyn Forget descubrió que los habitantes de Dauphin no solo se volvieron más ricos sino que también más listos y más sanos.

El rendimiento escolar de los niños mejoró sustancialmente.

La tasa de hospitalización disminuyó en un 8,5 %.

Los incidentes de violencia doméstica disminuyeron igual que los problemas de salud mental.

Y la gente seguía empleada.

Los únicos que trabajaron un poco menos eran las madres y los estudiantes, ya que estos prolongaban el tiempo dedicado a sus estudios.

Se han encontrado resultados similares en otros incontables experimentos a nivel global, desde EE.UU.

hasta India.

De modo que…

es es lo que yo aprendí: en materia de pobreza, nosotros, los ricos, deberíamos dejar de fingir que sabemos mejor como erradicarla y deberíamos dejar de enviarles a los pobres zapatos y peluches…

y a los que ni conocemos.

Y debemos deshacernos del vasto ejército de burócratas paternalistas que harían mejor en regalar sus ingresos a estos pobres si realmente quieren ayudar.


(Aplausos)
Porque lo importante del dinero es que la gente puede usarlo para comprar lo que les hace falta en lugar de las cosas que dictaminen expertos que nadie necesita.

Imagínense cuántos científicos brillantes y emprendedores y escritores como George Orwell lo pasaron mal en la escasez.

Imagínense cuánta energía y talento se desencadenaría si nos deshiciéramos de la pobreza de una vez por todas.

Creo que un ingreso básico funcionaría como capital de riesgo para el pueblo.

Y no nos podemos permitir no hacerlo porque la pobreza cuesta mucho.

Basta con mirar el costo de la pobreza infantil en EE.UU., por ejemplo.

Se estima en USD 500 000 millones cada año, en lo que viene a ser un gasto mayor en la atención sanitaria, mayores tasas de deserción escolar y más crímenes.

Esto es un desperdicio increíble del potencial humano.

Pero hablemos de lo que todos evitan hablar.

¿Cómo podríamos permitir asegurar un ingreso básico?

Bueno, en realidad es mucho más barato de lo que Uds.

piensan.

En Dauphin lo financiaron con un impuesto sobre la renta en negativo.

Esto significa que sus ingresos suben tan pronto como hayan bajado al umbral de la pobreza.

En este caso, y según las mejores estimaciones de nuestros economistas, por un costo neto de USD 175 000 millones — o un cuarto del gasto militar estadounidense, o 1 % del PIB — se pueden sacar a los estadounidenses empobrecidos de la pobreza.

Se puede realmente erradicar la pobreza.

Esa debe ser nuestra meta.


(Aplausos)
La época de las soluciones pobres y los pequeños empujones ha pasado.

Realmente creo que ha llegado el momento para las nuevas ideas radicales, y el ingreso básico es mucho más que solo otra política más.

De hecho, es un replanteamiento completamente novedoso de lo que realmente es el trabajo.

Y en este sentido, no solo liberará a los pobres sino a todos nosotros.

Hoy en día, millones de personas sienten que sus trabajos tienen poco sentido.

Una encuesta reciente entre 230 000 empleados de 142 países encontró que solo al 13 % de los encuestados les gusta su trabajo.

Otra encuesta encontró que hasta el 37 % de los trabajadores británicos creen que su trabajo ni siquiera debería existir.

Es como dice Brad Pitt en el «Club de la pelea»: «Demasiado a menudo tenemos trabajos que odiamos para poder comprar tonterías que no necesitamos».


(Risas)
Bueno, no me malinterpreten…

No estoy hablando de los profesores, los basureros o los auxiliares sanitarios porque entonces tendríamos un problema.

Estoy hablando de todos estos profesionales bien pagados y con currículos excelentes que ganan su dinero en reuniones estratégicas y transacciones personalizadas durante una tormenta de ideas que añade un valor suplementario a la co-creación disruptiva de una sociedad en redes.


(Risas)

(Aplausos)
O algo por el estilo.

Solo imagínense de nuevo cuánto talento estamos desperdiciando, simplemente porque les decimos a nuestros hijos que tendrán que «ganarse la vida».

O lo que un genio de la matemáticas trabajando para Facebook lamentaba hace unos años: «Las mejores mentes de mi generación se preocupan por cómo hacer que la gente haga clic en los anuncios».

Soy historiador.

Y si la historia nos ha enseñado algo es que las cosas pueden cambiar, que nada es inevitable en la estructura actual de nuestra sociedad y economía.

Las ideas pueden y realmente cambian el mundo.

Y creo que especialmente en los últimos años se ha vuelto muy evidente el hecho de que el statu quo actual no es sostenible y de que nos hacen falta nuevas ideas.

Sé que muchos de Uds.

ven un futuro de creciente desigualdad, xenofobia y cambio climático.

Pero no es suficiente con resaltar las cosas a las que nos oponemos, sino que también debemos afirmar aquello con lo que estamos a favor.

Martin Luther King no dijo que tenía una pesadilla.


(Risas)
Él tenía un sueño.


(Aplausos)
Así que…

aquí declaro mi sueño: creo en un futuro donde el valor de nuestro trabajo no se defina por la cantidad del ingreso sino por la cantidad de felicidad que uno infunda y la cantidad de sentido que uno genere.

Creo en un futuro donde la meta de un sistema educativo no sea prepararse para un trabajo inútil sino para una vida bien aprovechada.

Creo en un futuro donde vivir sin pobreza no sea un privilegio sino un derecho bien merecido de todos.

Hasta aquí hemos llegado.

Aquí estamos: hemos investigado, tenemos la evidencia y tenemos los medios.

Hace más de 500 años, Thomas More escribió por primera vez sobre el ingreso básico, y hace más de 100 años, George Orwell descubrió la verdadera naturaleza de la pobreza; lo único que hace falta cambiar es nuestra visión ya que la pobreza no es una falta de carácter sino una falta de dinero.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/rutger_bregman_poverty_isn_t_a_lack_of_character_it_s_a_lack_of_cash/

 

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