Saltar al contenido
Deberes escolares » Charlas educativas » La propiedad de uno mismo, ¿la lucha de la nueva generación? – Charla TEDxParis

La propiedad de uno mismo, ¿la lucha de la nueva generación? – Charla TEDxParis

Charla «La propiedad de uno mismo, ¿la lucha de la nueva generación?» de TEDxParis en español.

Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx

Solemos pensar, con razón, que nuestro cuerpo nos pertenece y que podemos usarlo a nuestra manera. Sin embargo, a través de ejemplos, en ocasiones cómicos, Gaspard Koenig demuestra lo contrario y plantea la siguiente pregunta: ¿Es el momento de que recuperemos la propiedad de nuestro cuerpo?

Gaspard Koenig, filósofo por la Escuela Normal Superior de Columbia, dirige el laboratorio de ideas liberal GénérationLibre. Trabajó previamente en el gabinete de Christine Lagarde en Bercy y en el BERD en Londres. Es autor de una decena de novelas y de ensayos, enseña filosofía en Ciencias Políticas París y aparece con regularidad en los medios de comunicación, principalmente en su crónica semanal en Les Échos.

  • Autor/a de la charla: Gaspard Koenig
  • Fecha de grabación: 2016-09-13
  • Fecha de publicación: 2018-05-25
  • Duración de «La propiedad de uno mismo, ¿la lucha de la nueva generación?»: 898 segundos

 

Traducción de «La propiedad de uno mismo, ¿la lucha de la nueva generación?» en español.

Me gustaría comenzar presentando a alguien que va aún peor vestido que yo.

Se fijarán, además de en la armonía de los colores, en el tatuaje.

«Mi cuerpo me pertenece».

¿Pero quién es esta persona?

¿Es un punk que ha tomado prestada la ropa de su abuela?

¿Es un adolescente de un barrio adinerado que quiere rebelarse?

No.

Es nuestra ministra de salud, Marisol Touraine, en las escalinatas del Elysée.

Esto fue hace un año, cuando se celebraban los 40 años de la ley sobre el aborto, que permitía a las mujeres controlar sus cuerpos mediante la interrupción voluntaria del embarazo.

«Mi cuerpo me pertenece» ahora es algo banal, todo el mundo lo dice.

Por cierto, por una vez, toda la Asamblea Nacional ha votado una ley simbólica para reaprobar la ley sobre el aborto.

Es algo banal, pues hasta los ministros se lo tatúan en el brazo.

Sin embargo, eso no es del todo cierto.

Me gustaría darles algunos ejemplos, un poco extremos, incluso ofensivos, que les mostrará que, para muchas personas, y en muchas circunstancias, bueno, «Mi cuerpo no me pertenece».

En primer lugar, no me pertenece mientras siga vivo.

No tengo el derecho a alquilar mi vientre, no tengo el derecho en muchos países a vender mi sexualidad, no tengo el derecho de definir el sexo al que pertenezco, ya que debo pasar por el médico o por el juez para declararle al estado civil si soy un hombre, una mujer, u otro, ni tengo el derecho a hacer lo que quiera con mi cuerpo.

Por ejemplo, no puedo hacer esto.

[Lanzar enanos] Así que, habrán reconocido a Leonardo Di Caprio en este hermoso ejercicio de lanzar enanos, pero existen versiones un poco menos elegantes, como las que se practicaban en la comuna de Morsang-sur-Orge en Essonne, al principio de los años 90.

El alcalde de Morsang-sur-Orge dijo: «Esto no es posible.

No podemos lanzar enanos».

Y así prohibió lanzar enanos.

Y

¿quién se quejó?

Los lanzadores encontraron otras actividades que hacer, probablemente volvieran a la pesca.

Fueron los propios enanos los que se quejaron, porque así tenían sustento, una cierta fama y un cierto éxito con las mujeres.

Y el Consejo de Estado del caso Morsang-sur-Orge, los juristas lo conocen bien, dijo: «No, está prohibido».

Tampoco puedo hacer lo que quiera con mi cuerpo para morir.

No tengo el derecho a recibir la eutanasia, pero tampoco tengo el derecho a que me coman.

En 2001, un ingeniero alemán encantador puso un anuncio que decía: «Busco un voluntario para comérmelo».

Recibió un gran número de candidatos, hizo una selección, tal vez varias entrevistas en la última fase, y, finalmente, encontró a Bernt, quien estaba totalmente de acuerdo.

Así que empezaron por cortar los genitales de Bernt y a comérselos juntos, probablemente a la luz de las velas.


(Risas)
Visiblemente satisfechos con este pequeño aperitivo, decidieron pasar a lo siguiente, y, por cierto, todo esto está grabado, lo podemos ver, se lo recomiendo, es muy agradable, «Armin se comió a Bernt», pero, fíjense, estaba prohibido.

Es increíble, no le habían hecho daño a nadie.

Y no, no tenemos el derecho a que nos coman.

Y tampoco tras la muerte puedo hacer lo que quiera con mi cuerpo.

Por ejemplo, no tengo el derecho a practicar la inmersión marina.

Aunque el salto está autorizado en vida.

Tampoco tengo el derecho a que me embalsamen, a no ser que me apellide Lenin, Mao, o Valéry Giscard d’Estaing.


(Risas)

(Aplausos)
Tampoco tengo el derecho, y esto es aún más grave, a que me criogenicen.

Ya saben de estas personas que…

que se hacen congelar esperando que en 10 años, 100 años o un millón de años los descongelen, porque habrán encontrado los medios para hacerles revivir, o curarles las enfermedades que los habían matado.

Esto ha tenido cierto éxito, en Rusia y en Estados Unidos hay bases de criogenia donde se pueden ver los ataúdes, algunos meten el cuerpo entero, otros solo la cabeza, es menos caro.


(Risas)
Y en Francia, un médico, Martineau, pensó que era buena idea congelar a su mujer,
(Risas)
y como eso parecía haber ido bien, decidió seguirla en la congelación.

Unidos para siempre en el descanso de la congelación.

En un castillo, alguien lo descubrió y se quejó: «Eso no es posible, hay gente que se congela en la ciudad,

¿es que no se da cuenta?

»
(Risas)
Su hijo estaba encantado, iba a verlos de vez en cuando, es mejor que visitar una tumba, y el mismo Consejo de Estado dijo: «Eso no es posible, tienen que descongelarlos y quemarlos, ¡vamos! Todo eso al fuego».

Después del juicio obligaron al hijo de Martineau a cremar a sus padres, se imaginarán al pobre Martineau, que pensaba que estarían unidos por millones de años y revivir en un futuro, con la sexualidad totalmente abierta, revivificada, rejuvenecida, pero no, ahora serán un montón de cenizas.


(Risas)
Y detrás de estas tragedias, aunque no nos conciernan a todos, si no queremos que nos coman, que nos congelen o que nos lancen, bueno, nos da igual.

Pero el problema es que esto se aplica a cada uno de nosotros, el Código Civil lo dijo en la ley de bioética de 1994, donde las convenciones…

Bueno, lo pueden leer.

Eso quiere decir que no hay propiedad privada de patrimonio del cuerpo, porque dicen que la persona no está disponible, por derecho, y por lo tanto, el cuerpo no es patrimonial, y no tenemos la propiedad de nuestro propio cuerpo.

Ahora Uds.

me dirán: «De todas maneras, en Francia lo prohíben todo».


(Risas)
Pero incluso en Estados Unidos, un país liberal, pasa algo parecido.

Esto se marcó de manera muy clara en una decisión de la Corte Suprema de California, la sentencia John Moore.

John Moore es un paciente que sufría leucemia en los años 80, y los médicos tuvieron que quitarle el bazo, y descubrieron que sus células tenían unas virtudes extraordinarias para producir un tipo de proteína, y los médicos extrajeron, sin decirle nada a John Moore, muchas de sus células, de su sangre, su esperma, su médula espinal.

No sé cómo le explicaron que, por su leucemia, tenían que extraerle esperma, pero bueno, aparentemente eso es así.


(Risas)
De hecho, crearon un linaje de células, el linaje John Moore, que vendieron por cientos de miles de dólares a grandes institutos farmacéuticos.

Y cuando John Moore se dio cuenta de esta estafa, dijo: «

¿Por qué no he tenido nada que ver?

Son mis células.

Lo siento».

Y por eso hizo un juicio inmenso, y el juez concluyó que no, no eran «sus» células, que él no era propietario de sus células.

Entonces,

¿de dónde viene todo esto?

Hay buenas razones para creer que esto viene de los grandes monoteísmos.

Esta idea…

San Pablo: «El cuerpo es para el Señor, y el Señor para el cuerpo».

En los grandes monoteísmos, sobre todo en las religiones judeocristianas, mi cuerpo no me pertenece a mí, sino a Dios, el cuerpo es un reflejo del espíritu, como dijo Tomás de Aquino.

El cuerpo es el reflejo del espíritu, mi alma es inmortal, e irá al reino de los cielos.

Y yo puedo resucitar si el Consejo de Estado no decide cremarme.


(Risas)
El papa Pío XII lo dijo de manera extremadamente explícita.

Es la primera vez que cito al papa Pío XII en público.

En 1954, delante de un congreso de médicos, él explicó que el hombre solo era el usufructuario de su cuerpo, y no su pleno poseedor.

En nuestro derecho secular, secularizado, ya no es cuestión de Dios, el concepto de Dios ha sido reemplazado por el de dignidad.

Es esta sentencia, la de Morsang-Sur-Orse, por ella el Consejo de Estado prohibió lanzar enanos, porque la dignidad de la persona humana es un elemento del orden público.

Eso quiere decir que hoy en día, esta trascendencia divina que hemos abolido la ha recuperado el Estado, o la sociedad, si lo prefieren, que define la dignidad de cada uno.

La dignidad, es lo sagrado sin Dios, la idea de que incluso el cuerpo es sagrado, no podemos hacer lo que queramos con él.

Y yo les propongo que intenten ir al borde de la lógica de la modernidad.

Y si vamos a entrar completamente en la inmanencia,

¿a quién sino le pertenece mi cuerpo?

¿Quién puede definir mi dignidad, si no soy yo mismo?

Y aquí es donde entra John Locke, no John Moore, hay demasiados John.

John Locke fue el primero en escribir, que yo sepa, que cada uno posee la propiedad de su propia persona.

No lo escribió por casualidad porque era médico, conocía bien la carne y las reacciones del cuerpo, y porque vivió la gloriosa revolución británica, la revolución del «Bill of Rights», la teoría sobre el contrato social, sobre los derechos primarios, fundamentales, la resistencia civil, y el hecho de decir que tengo derechos naturales que preexisten en la propiedad de mí mismo.

Él fue aún más lejos: «Si puedo poseer cosas exteriores, si puedo apropiarme del mundo trabajando, y añadiéndole valor».

Esta idea de propiedad nació de la apropiación de mí mismo.

Reflexionen: si poseemos la propiedad del cuerpo, tenemos, según los términos clásicos, el usus, fructus y abusus.

El usus, es decir, siempre con palabras en latín, el usus es el uso, si tengo el uso del cuerpo, bueno, los enanos pueden ejercer su profesión con dignidad.

Después, el fructus, puedo hacerlo fructificar, así que John Moore puede cobrar el dinero de sus células.

El abusus, puedo abusar de él y hacer lo que quiera con él.

Y si lo quiero criogenizar, ese es mi problema.

Me parece que la nueva generación se niega a las estructuras preconcebidas, quiere definir su propia profesión, quiere definir su propia vida viajando, quiere construirse, poseerse, ser su propio creador.

Y podemos ver de manera un poco anecdótica, sociológica, hasta qué punto esta generación se apropia de su cuerpo, tatuándose, por ejemplo.

También la manera de definir su sexualidad de manera mucho más fluida.

Ha salido un estudio que muestra que la generación Z, es más que Y, ahora es la Z, va más allá de los géneros, ella es más que «bi», es lo que ella defina, cada uno define su propia sexualidad, con un poco de esto, un poco de aquello.

Esto nos da muchas cosas.

Por ejemplo, podemos ser demisexuales, gris-asexuales, ginesexuales, pansexuales, strausskanhsexuales no, eso no.

En fin, hay muchas versiones.

No las conozco todas, pero es interesante, recomiendo que les echen un vistazo.

Y lo más importante es que nos permite tratar los tres grandes temas del futuro: el tema del aumento del hombre, de uno mismo, el tema del transhumanismo, y el de los datos.

Si mañana puedo, aunque puedo ahora, aumentarme, es decir, construirme brazos artificiales, aumentar mis miembros o mi capacidad cerebral, incluso modificar mi propio ADN.

Si modifico mi ADN, debo ser su propietario.

Si mañana quisiera probar la inmortalidad, por criogenia, volvemos siempre al mismo tema, o, como lo imagina Ray Kurzweil, el papa del transhumanismo, transfiriendo mi consciencia a un USB.

Del mismo modo yo mismo voy a definir, de manera contractual incluso, la manera en la que mi cuerpo está ligado al mundo.

Y hay una tercera gran cuestión, un poco adyacente, es la cuestión de los datos.

Producimos muchísimos datos, su valor es gigantesco ya que se estima que en Europa, en 2020, valdrá mil millones de euros.

Sin embargo, estos datos que valen tanto dinero y con los que algunas personas ganan tanto dinero, estos datos personales no les pertenecen, al igual que no hay patrimonio del cuerpo, tampoco hay patrimonio de los datos, y es por la misma razón: porque se considera que los datos son el reflejo de nuestra personalidad y que, por derecho, la personalidad es inalienable y el cuerpo no es patrimonial.

Si mañana nos damos cuenta de que podemos construir una propiedad privada de datos que será, en la Era Digital, lo que la propiedad intelectual fue a la Revolución Industrial, seremos los propietarios en términos verdaderamente jurídicos y financieros de nuestros datos, con los que podremos negociar; en otras palabras, por fin nos pagarán por entrar a Facebook.

Así que «mi cuerpo me pertenece» no es una banalidad, es un tatuaje que, al final, todos deberíamos llevar, porque la nueva generación tendrá que hacerle frente a estos temas.

El transhumanismo llega, los comités de bioética se han quedado atrás.

Y para que cada uno pueda elegir sus propios valores en este universo complejo, tenemos que poseer, en primer lugar, nuestro propio cuerpo.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/gaspard_koenig_do_we_really_own_our_bodies/

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *