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Las trabajadoras domésticas hacen posibles todos los demás trabajos – Charla TEDWomen 2018

Charla «Las trabajadoras domésticas hacen posibles todos los demás trabajos» de TEDWomen 2018 en español.

Las trabajadoras domésticas se encargan de los aspectos más preciados de nuestras vidas: son niñeras, cuidan a los ancianos y limpian nuestros hogares. En fin, hacen el trabajo que hacen posibles todos los demás trabajos. Muy a menudo, se las invisibiliza, se las da por sentadas o se las considera solo «ayuda», pero, aun así, continúan dando lo mejor de ellas para las familias y los hogares en los que trabajan. En esta charla sensacional, la activista Ai-Jen Poo comparte sus esfuerzos para asegurar la igualdad de derechos y salarios justos para las trabajadoras domésticas. Y además nos explica cómo nos pueden inspirar. «Piensa como una trabajadora doméstica que aparece y cuida sin importar nada», nose dice.

  • Autor/a de la charla: Ai-jen Poo
  • Fecha de grabación: 2018-11-28
  • Fecha de publicación: 2018-12-07
  • Duración de «Las trabajadoras domésticas hacen posibles todos los demás trabajos»: 961 segundos

 

Traducción de «Las trabajadoras domésticas hacen posibles todos los demás trabajos» en español.

Quiero hablarles esta noche sobre el trabajo que hace todos los demás trabajos posibles, sobre el millón de mujeres que trabajan en nuestros hogares todos los días, cuidando a los niños como niñeras, cuidando a nuestros seres queridos con discapacidades y a los ancianos como cuidadoras domiciliarias, y manteniendo la limpieza de nuestras casas.

Este es el trabajo que hace todos los demás trabajos posibles.

Realizado principalmente por mujeres, más de 90 % de mujeres, y de manera desproporcionada, mujeres de color.

Y este trabajo se asocia con trabajo que las mujeres realizaron históricamente, trabajo que se invisibilizó de manera increíble que se da por sentado en nuestra cultura.

Pero que es esencial para todo lo demás en nuestro mundo.

Hace que podamos salir y hacer lo que hacemos en el mundo todos los días, conscientes de que lo más preciado de nuestras vidas está en buenas manos.

Pero no lo vemos de esa forma.

Está casi definido por su invisibilidad.

Puedes ir a cualquier vecindario y no saber cuáles casas son también lugares de trabajo.

No hay ningún indicio.

No hay ninguna lista o registro.

Es invisible.

Este es el trabajo que ni siquiera se denomina trabajo verdadero.

Se denomina «ayuda».

Se lo considera un trabajo no especializado, no se lo considera profesional.

Y la raza juega un papel crucial en la manera en que valoramos este trabajo.

Las primeras empleadas domésticas en EE.

UU.

eran mujeres de color que fueron esclavizadas, y sus condiciones se vieron afectadas por la exclusión racial por generaciones.

En la década de 1930, cuando el Congreso debatía las leyes laborales que serían parte del «New Deal», y protegerían a todos los trabajadores, los sureños se negaron a apoyar esas leyes laborales si incluían protección para los trabajadores agrícolas y domésticos.

Esa historia de exclusión racial y nuestra subestimación cultural del trabajo asociado a las mujeres significa que millones de mujeres van a trabajar todos los días, trabajan muy duro y aun así no pueden llegar a fin de mes.

Ganan salarios de miseria sin un sistema de seguridad, por eso, las mujeres que cuidan de nosotros y nuestras familias no pueden cuidar de las suyas, debido a este trabajo.

Pero mi trabajo durante estos 20 años consistió en cambiar precisamente eso.

Se trata de hacer que estos trabajos sean dignos y puedan sustentar a una familia.

En la Alianza Nacional de Trabajadoras del Hogar, estuvimos trabajando mucho para promulgar leyes que protejan a las trabajadoras domésticas contra la discriminación y el abuso sexual, que establezca días de descanso, incluso vacaciones pagadas.

Hasta ahora, 8 estados aprobaron derechos para las trabajadoras domésticas.

Sí.

(Aplausos) Durante el gobierno de Obama, logramos asegurarles a 2 millones de trabajadoras domésticas salario mínimo y protecciones de horas extras por primera vez desde 1937.

(Aplausos) Estamos emocionados de lanzar una plataforma de beneficios portables para trabajadoras domésticas, que se llama «Alia», y que permite a las trabajadoras con múltiples clientes tener acceso a beneficios por primera vez.

Estamos logrando avances muy importantes.

Pero esta noche voy a argumentar que una de las cosas más importantes que estas trabajadoras nos pueden brindar es en realidad lo que nos pueden enseñar sobre humanidad y sobre lo que se necesitará para crear un mundo más humano para nuestros niños.

Frente a la inmoralidad extrema, las trabajadoras domésticas pueden ser nuestra brújula de moral.

Y tiene sentido, porque lo que hacen es fundamental para las bases de la necesidad humana y la humanidad.

Están allí cuando llegamos a este mundo; forjan aquello en lo que nos convertimos en este mundo; y nos acompañan mientras nos preparamos para dejar este mundo.

Y sus experiencias con las familias son muy diversas.

Tienen relaciones con las familias para las que trabajan que son increíblemente positivas y de apoyo mutuo y duran por años y años.

Pero también ocurre lo contrario.

Hemos visto casos de violencia y agresión sexual, de formas extremas de abuso y explotación.

Hemos visto casos de trata de personas.

Las trabajadoras domésticas viven en barrios pobres, y van a trabajar a barrios de ricos.

Cruzan culturas y generaciones y fronteras y barreras, y su trabajo, no importa cuál, se trata de llegar y cuidar…

criar, alimentar, vestir, bañar escuchar, alentar, garantizar seguridad, apoyar la dignidad…

cuidar, pase lo que pase.

Quiero contarles la historia de una mujer que conocí hace tiempo.

Se llama Lily.

Lily y su familia vivían en Jamaica, y cuando tenía 15 años, la contactó una pareja estadounidense que buscaba una niñera interna que fuese a vivir con ellos a EE.

UU.

y que los ayudara a cuidar a sus hijos.

Dijeron a su familia que si trabajaba como su niñera tendría acceso a educación, y que enviarían un salario semanal a su casa para ayudar a su familia.

Pensaron que era una buena idea y decidieron aceptar la oportunidad.

Lily cumplió el trato y ayudó a criar a tres niños.

Pero la comunicación con su familia se cortó: ni cartas, ni llamadas.

Nunca le permitieron ir a la escuela y nunca le pagaron durante 15 años.

Un día vio un artículo en el diario sobre otra trabajadora doméstica con una historia muy parecida a la suya, otro caso en el que yo estaba trabajando en ese momento, y encontró una forma de contactarme.

También encontró una forma de contactar a su hermano, que también vivía en EE.

UU.

Entre los dos la ayudamos a escapar.

Y también recibió la ayuda de uno de los niños.

Uno de ellos ya era grande como para darse cuenta de que el modo en que trataban a su niñera estaba mal y le dio el dinero que había estado ahorrando durante su infancia para ayudarla a escapar.

Pero esta es la realidad de la historia.

Lily fue esclavizada durante 15 años.

La trata de personas y la esclavitud son delitos.

Y sus abogados y yo le preguntamos a Lily, si quería presentar cargos por lo que le había pasado.

Y tras reflexionar sobre lo que eso significaría dijo que no, porque no quería que separaran a los niños de sus padres.

En cambio, presentamos una demanda civil, y finalmente ganamos el caso, que se convirtió en un ejemplo motivador para las demás trabajadoras domésticas.

Se reunió con su familia y decidió formar la suya propia.

Pero lo que me resulta tan profundo sobre esta historia es que a pesar de que le hubieran robado 15 años de su vida, eso no afectó el cariño y la compasión que sentía por los niños.

Y esto lo noto en las trabajadoras domésticas todo el tiempo.

A pesar de la indignidad y lo poco que respetamos y valoramos este trabajo en nuestra cultura, ellas aun llegan, y cuidan.

Simplemente están muy cerca de nuestra humanidad compartida.

Saben cómo deben sostener a tu hijo, mientras toma su mamadera antes de dormir.

Saben cómo le gusta el té a tu madre, cómo hacerla sonreír y que cuente historias a pesar de su demencia.

Están tan cerca de nuestra humanidad.

Saben que al final del día, estas personas son parte de familias: la madre de alguien, la abuela de alguien, el mejor amigo de alguien, el hijo de alguien.

indudablemente humanos, y por ello, no son descartables.

Ellas saben que si una persona se vuelve descartable, se trata de un camino peligroso.

La subestimación cultural del trabajo doméstico es un reflejo de la jerarquía del valor humano que define todo en nuestro mundo, una jerarquía que valora más la vida y las contribuciones de algunos grupos de personas que de otros, y se basa en la raza, el género, la clase, condición inmigratoria…

cualquier tipo de categoría.

Y esa jerarquía necesita las historias de esos grupos de personas para sostenerse.

Estas historias se impregnaron profundamente en nuestra cultura sobre cómo algunas personas son menos inteligentes, algunas son menos intuitivas, más débiles, por ende, menos confiables.

menos valiosas y finalmente, menos humanas.

Los trabajadoras domésticas saben que es un terreno peligroso cuando vemos a un trabajador como algo menos que un trabajador de verdad, a una mujer como algo menos que una mujer, a una madre como algo menos que una madre, a un niño como algo menos que un niño.

En la primavera de 2018, el gobierno de Trump anunció una política nueva en la frontera de México y EE.

UU., una política de tolerancia cero, para separar a la fuerza a todos los niños de sus padres, que llegaban a la frontera buscando asilo; fueron separados niños de 18 meses de sus padres después de un largo y arduo viaje para llegar a la frontera en busca de seguridad y un nuevo comienzo.

Miles de niños separados de sus padres.

Y porque eran migrantes, los trataron como si fueran menos que niños.

En consecuencia, ayudé a organizar Familias Unidas, No Divididas en el centro de procesamiento Úrsula en McAllen, Texas, el día del padre.

En ese centro de procesamiento, había cientos de niños detenidos, procesados y preparados para que los distribuyeran por todo el país para que los encerraran en lugares, miles de kilómetros lejos de sus padres.

Vi con mis propios ojos a niños menores de tres años en autobuses, que estaban siendo enviados a prisiones a miles de km de distancia.

Y cuando pasaban cerca de nosotros, se acercaban a las ventanas, mientras manteníamos la vigilia para que supieran que no estaban solos, y que luchábamos por ellos.

Los trabajadoras domésticas vinieron desde todo Texas para ser parte de la vigilia.

Vieron en esas familias su propia historia familiar.

Ellas también habían llegado en busca de seguridad y un nuevo comienzo, una vida mejor para sus familias, y vieron en los ojos de esos niños a sus propios hijos.

Y con los ojos llenos de lágrimas, nos miramos unos a otros y nos preguntamos, «¿Cómo llegamos a esto…

a poner niños en jaulas…

y separarlos de las personas que más los aman en el mundo?».

¿Cómo? Y lo que pensé fue: si las trabajadoras domésticas estuvieran a cargo, esto nunca habría pasado.

Nuestra humanidad nunca hubiera sido tan descartable como para tratar a los niños de esta forma.

El Dalai Lama dijo que el amor y la compasión son necesidades, no lujos.

Sin ellos, la humanidad no puede sobrevivir.

En otras palabras, son esenciales para la vida humana.

Las trabajadoras domésticas están a cargo de lo esencial.

Ellas aman y cuidan, y muestran compasión sin importar nada.

Vivimos en una época de elecciones morales en todos lados que miremos: la frontera, la urna electoral, nuestros trabajos, nuestras casas están llenos de elecciones morales.

Mientras vivan su día a día y se encuentren ante estas elecciones, piensen en Lily.

Piensen como Lily.

Piensen como una trabajadora doméstica que aparece y cuida sin importar nada.

Amor y compasión, por encima de todo.

Hagan como una trabajadora doméstica, porque nuestros niños cuentan con nosotros.

Gracias.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/ai_jen_poo_the_work_that_makes_all_other_work_possible/

 

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