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Lemn Sissay: Un niño del estado – Charla TEDxHousesOfParliament

Charla «Lemn Sissay: Un niño del estado» de TEDxHousesOfParliament en español.

La literatura siempre se ha fascinado con los niños en acogida, adoptados o huérfanos, de Moisés a Cenicienta a Oliver Twist a Harry Potter. Entonces, ¿por qué tantos niños sin padres se sienten obligados a ocultar su pasado? El poeta y dramaturgo Lemn Sissay cuenta su propia conmovedora historia.

  • Autor/a de la charla: Lemn Sissay
  • Fecha de grabación: 2012-06-22
  • Fecha de publicación: 2012-10-24
  • Duración de «Lemn Sissay: Un niño del estado»: 917 segundos

 

Traducción de «Lemn Sissay: Un niño del estado» en español.

Tras haber pasado 18 años como un niño del estado en hogares y familias de acogida, podría decirse que soy un experto en el tema, y siendo un experto, quiero haceros saber que ser un experto no significa estar en lo cierto a la luz de la verdad.

Si estás a cargo del estado, legalmente el gobierno es tu padre, «loco parentis».

Margaret Thatcher fue mi madre.


(Risas)
Mejor ni hablamos de la lactancia.


(Risas)
Harry Potter era un niño en acogida.

Pip en «Grandes Esperanzas» era adoptado; Superman era un niño en acogida; Cenicienta era una niña en acogida; Lisbeth Salander, la chica del dragón tatuado, estaba en acogida e internada; Batman era huérfano; Lyra Belacqua en «Luces del Norte» de Philip Pullman estaba en acogida; Jane Eyre, adoptada; James de «James y el Melocotón Gigante» de Roald Dahl; Matilda; ¡Moisés! —¡Moisés!
(Risas)
¡Moisés!—
(Risas)
Los chicos de «Friend or Foe» de Michael Morpurgo; Alem en «Alem Kelo, refugiado» de Benjamin Zephaniah; Luke Skywalker —¡Luke Skywalker!—
(Risas)
Oliver Twist; Cassia en «La Concubina de Shanghái» de Hong Ying; Celie en «El Color Púrpura» de Alice Walker.

Todos estos grandes personajes de ficción, todos ellos estaban heridos por su condición, todos los que dieron lugar a miles de otros libros y otras películas, todos ellos estaban en acogida, adoptados o huérfanos.

Parece que los escritores saben que el niño que está fuera de la familia reflexiona sobre lo que realmente es la familia más allá de lo que esta promociona ser.

Es decir, también usan habilidades extraordinarias para lidiar con situaciones extraordinarias a diario.

¿Cómo no hemos hecho esa conexión?

¿Y por qué no hemos hecho la conexión, entre —

¿Cómo ha pasado eso?

— entre estos increíbles personajes de la cultura popular y las religiones, y los acogidos, adoptados o huérfanos a nuestro alrededor?

No es nuestra lástima lo que necesitan.

Es nuestro respeto.

Conozco a músicos famosos, conozco actores y estrellas de cine y millonarios y novelistas y grandes abogados y executivos de televisión y editores de revistas y periodistas nacionales y basureros y peluqueros, todos niños a cargo del estado, acogidos, adoptados o huérfanos, y muchos de ellos llegan a su vida adulta con miedo de hablar de su pasado, como si fuera de alguna manera a perjudicar su posición social, como si fuera Kryptonita, como si fuera una bomba de relojería amarrada en su interior.

Los niños en acogida, que han tenido una vida a cargo del estado, merecen el derecho a apropiarse y vivir el recuerdo de su propia niñez.

Es así de simple.

Mi propia madre —y debería decir esto ahora— vino a este país a finales de los años 60 y quedó, ya sabéis, se encontró con que estaba embarazada, como era normal en las mujeres de los 60.

¿Sabéis lo que quiero decir?

Se encontraban con que estaban embarazadas.

Y básicamente no tenía ni idea del contexto en el que había aterrizado.

En los 60 —debería daros algo de contexto— en los 60, si quedabas embarazada y estabas soltera eras vista como una amenaza a la comunidad.

El estado te separaba de tu familia.

Te separaban de tu familia y te metían en casa de acogida para madres solteras.

Se te adjudicaba un trabajador social.

Los padres adoptivos hacían cola.

Era el propósito principal del trabajador social, el objetivo, hacer que la mujer que estaba pasando el momento más vulnerable de toda su vida firmara los papeles de la adopción.

Así que los papeles de la adopción se firmaban.

Las casas de acogida para madres a menudo estaban dirigidas por monjas.

Los papeles de la adopción se firmaban, el niño se entregaba a los padres adoptivos, y se enviaba a la madre de vuelta a su comunidad y decía que se había tomado unas pequeñas vacaciones.

Pequeñas vacaciones.

Pequeñas vacaciones.

El primer secreto del que avergonzarse para una mujer por ser mujer, «unas pequeñas vacaciones».

El proceso de adopción era cuestión de meses, así que era un sistema cerrado, sabéis, cosa dada, una solución elaborada y funcional: el gobierno, el granjero, los padres adoptivos, el consumidor; la madre, la tierra; y el niño, la cosecha.

Es bastante fácil ser condescendiente con el pasado, para evitar nuestras responsabilidades en el presente.

Lo que pasaba entonces es un reflejo directo de lo que está pasando ahora.

Todo el mundo creía estar haciendo lo correcto para Dios y para el estado, para el bien común, agilizando la adopción.

En cualquier caso, viene aquí, 1967, está embarazada, y viene de Etiopía que estaba celebrando su propio jubileo en aquel momento bajo el Emperador Haile Selassie, y llega meses antes del discurso de Enoch Powell, el discurso de los «Ríos de Sangre».

Llega antes de que los Beatles lancen «El Álbum Blanco», meses antes de que Martin Luther King fuera asesinado.

Era un verano de amor si eras blanco.

Si eras negro, era un verano de odio.

Así que se marcha de Oxford, y la mandan al norte de Inglaterra a una casa de acogida para madres solteras, y le asignan un trabajador social.

Es su plan…

sabéis, tengo que contar esto en el Parlamento.

Su plan es tenerme en acogida por un corto espacio de tiempo mientras estudia.

Pero el trabajador social tenía otros planes.

Encontró a los padres de acogida y les dijo: «Tratad esto como una adopción.

Es vuestro para siempre.

Su nombre es Norman».


(Risas)
¡Norman!
(Risas)
¡Norman! Así que me llevaron.

Yo era un mensaje, decían.

Una señal de Dios, decían.

Yo era Norman Mark Greenwood.

Así que durante los 11 años siguientes, todo lo que sé es que esta mujer, esta comadrona, deberían arrancarle los ojos por no firmar los papeles de la adopción.

Era una mujer mala demasiado egoísta para firmar, así que me pasé esos 11 años arrodillándome y rezando.

Intenté rezar.

Juro que intenté rezar.

«Dios,

¿puedo tener una bici por Navidad?

» Pero siempre me respondía a mí mismo, «Sí, claro que puedes»
(Risas)
Y entonces se supone que tenía que distinguir si esa había sido la voz de Dios o la voz del Diablo.

Y resulta que tengo el Diablo dentro de mí.

¿Quién se lo iba a imaginar?


(Risas)
Así que, pasan dos años más o menos, y tienen un hijo propio, y entonces pasan dos años más, y tienen otro hijo propio, y pasa más tiempo aún y tienen otro niño que llaman «un accidente», que pensé que era un nombre inusual.


(Risas)
Y yo estaba en el umbral de la adolescencia, o algo así, así que empecé a coger galletas de la lata sin preguntarles.

Empecé a irme a dormir un poco más tarde, etc., etc.

Entonces, en su religiosidad, en su ingenuidad, mi papá y mamá, que pensé que serían para siempre, como dijeron que eran, mi mamá y papá concibieron que tenía al Diablo dentro de mí.

Y lo que…

debería decir esto ahora, porque así es cómo maquinaron mi despedida.

Me sentaron en una mesa, mi madre de acogida, y me dijo: «Tú no nos quieres,

¿verdad?

» A los 11 años.

Habían tenido otros tres niños.

Yo soy el cuarto.

El tercero fue un accidente.

Y yo respondí, «Sí, claro que os quiero».

Porque los quieres.

Mis madre de acogida me dijo que me fuera a pensar sobre el amor y lo que es, y leer las Escrituras y volver al día siguiente y darles mi respuesta más honesta y sincera.

Esta era una oportunidad.

Si me estaban preguntando si los quería o no, entonces no debo quererlos, lo cual me llevó al pensamiento milagroso al que yo pensaba que querían que llegara.

«Pediré el perdón de Dios y Su luz brillará a través de mí hasta ellos.

¡Fantástico!».

Esta era una oportunidad.

La teología era perfecta, el momento incuestionable, y la respuesta la más honesta que puede dar un pecador.

«No debo amaros», les dije.

«Pero le pediré a Dios su perdón».

«Dado que no nos quieres, Norman, claramente has elegido tu camino».

Veinticuatro horas después, mi trabajador social, este hombre extraño que solía visitarme cada par de meses, me está esperando en el coche mientras me despido de mis padres.

No le dije adiós a nadie, ni a mi madre, ni a mi padre, ni a mis hermanas, ni a mis hermanos, ni a mis tías, ni a mis tíos, ni a mis primos, ni a mis abuelos, a nadie.

De camino a la casa de acogida, empecé a preguntarme, «

¿Qué me ha pasado?

» Más que haberme quitado la alfombra bajo mis pies de un tirón me habían quitado el suelo entero.

Cuando llegué a…

Durante los siguientes cuatro, cinco años, me tuvieron en cuatro casas de acogida diferentes.

En la tercera casa de acogida, a los 15, empecé a rebelarme, y lo que hice fue que cogí tres latas de pintura Airfix de la que se usa para las maquetas, y me subí —era una casa de acogida grande, una casa de acogida victoriana— y me subí a una pequeña torrecilla en lo alto y los volqué, rojo, amarillo y verde, los colores de África, escurriéndose por las tejas.

No se podía ver desde la calle, porque la casa estaba rodeada por hayas.

Por hacer esto me encarcelaron un año en un centro de evaluación que en realidad era un centro de detención.

Era una cárcel virtual para gente joven.

Por cierto, años más tarde, mi trabajador social me dijo que nunca me deberían haber metido allí.

No se me acusaba de nada.

No había hecho nada malo.

Pero como no tenía familia que se preocupara por mí, no podían hacer nada por mí.

Tengo 17 años, y tenían una celda acolchada.

Me hacían desfilar por pasillos por orden.

Ellos —me pusieron en un dormitorio con un simpatizante Nazi declarado—.

Todos los empleados eran expolicías —interesante— y exagentes de libertad condicional.

El hombre que lo dirigía era un exoficial del ejército.

Cada vez que tenía una visita de una persona que no conocía que me daba uvas para comer, una vez cada tres meses, me desnudaban para registrarme.

Este centro estaba lleno de chicos jóvenes que estaban en prisión preventiva por cosas como asesinato.

Y esta es la preparación que se me estaba dando después de 17 años como niño del estado.

Tengo que contar esta historia.

Tengo que contarla, porque no ha habido nadie que sume dos y dos.

Poco a poco me fui dando cuenta de que no conocía a nadie que me hubiera conocido por más de un año.

Veréis, eso es lo que hace la familia.

Te da puntos de referencia.

No estoy distinguiendo familias buenas de malas.

Solo digo que sabes cuándo es tu cumpleaños por el hecho de que alguien te dice cuándo es tu cumpleaños, una madre, un padre, una hermana, un hermano, una tía, un tío, un primo, un abuelo.

Le importa a alguien, y por lo tanto te importa a ti.

Comprendedlo, tenía 14 años, me refugiaba en mí mismo, me encerraba en mí mismo, y nadie me tocaba tampoco, físicamente.

Estoy dando el parte.

Doy el parte solo para decir que cuando dejé la casa de acogida tenía dos cosas que quería hacer.

Una era encontrar a mi familia, y la otra escribir poesía.

En la creatividad vi la luz.

En la imaginación vi las infinitas posibilidades de la vida, la verdad infinita, la permanente creación de la realidad, el lugar donde la rabia era una expresión de la búsqueda del amor, un lugar donde la disfunción es una verdad reacción a la falsedad.

Tengo que decíroslo: encontré a toda mi familia cuando fui adulto.

Me pasé toda mi vida adulta encontrándolos, y ahora tengo una familia totalmente disfuncional como todo el mundo.

Pero os doy el parte para deciros simplemente que se puede saber cómo de fuerte es una democracia por cómo un gobierno trata a sus niños.

No me refiero a los niños.

Me refiero a los niños del estado.

Muchas gracias.

Ha sido un honor.


(Aplausos)

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/lemn_sissay_a_child_of_the_state/

 

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