Contenidos
Charla «Lo que aprendí cuando conquisté el más duro triatlón del mundo» de TEDWomen 2017 en español.
Casi 4 kilómetros de natación, un recorrido en bicicleta de 180 kilómetros y una maratón completa en terreno caliente y seco, sin interrupciones: el legendario triatlón Ironman en Kona, Hawái, es un objetivo primordial para los atletas campeones. Pero cuando Minda Dentler decidió asumirlo, tenía aspiraciones más grandes que solo otra medalla alrededor de su cuello. Ella cuenta la historia de cómo conquistó esta carrera épica y a lo que la inspiró a hacer a continuación.
- Autor/a de la charla: Minda Dentler
- Fecha de grabación: 2017-11-01
- Fecha de publicación: 2018-03-05
- Duración de «Lo que aprendí cuando conquisté el más duro triatlón del mundo»: 795 segundos
Traducción de «Lo que aprendí cuando conquisté el más duro triatlón del mundo» en español.
Era el 13 de octubre de 2012, un día que nunca olvidaré.
Iba en mi bici, empujando por lo que parecía una cuesta árida e interminable.
Y no era cualquier cuesta: era una escalada de 24 km hasta una ciudad llamada Hawi en la gran isla de Hawái.
Y no era un simple recorrido: era el Campeonato mundial de Ironman Todavía puedo sentir mis músculos ardiendo.
Estaba luchando, cansada y deshidratada, sintiendo el calor que emanaba del asfalto, casi 37 ºC.
Estaba casi a medio camino del recorrido en bici de una de las más prestigiosas y largas carreras de resistencia de un día del mundo.
Todos los años, durante mi niñez, veía esta carrera en televisión en nuestra sala de estar familiar.
Me sentaba junto a mi padre en nuestro sofá naranja y marrón de los años 70 y recuerdo estar completamente asombrada por cómo esos atletas se empujaban a sí mismos hasta el límite en esta agotadora carrera.
Para que no se hagan una idea errada, los miembros de mi familia no eran solo espectadores.
Eran increíblemente atléticos, y yo siempre participaba desde los lados, animando a mis tres hermanos o repartiendo agua en las carreras locales.
Recuerdo querer desesperadamente poder competir, pero no podía.
Y aunque no pudiera practicar deportes, decidí mantenerme activa en mi comunidad.
Fui voluntaria en el hospital local en el instituto.
En la universidad, hice prácticas en la Casa Blanca, estudié en España y viajé sola de mochilera por toda Europa con mis aparatos ortopédicos y muletas.
Tras graduarme, me mudé a Nueva York por un trabajo como consultaa de empresa.
obtuve un Máster en Administración y me casé.
Ahora, tengo una niña.
(Aplausos)
A los 28, me introduje en el mundo del ciclismo manual, y después en el triatlón y por suerte, conocí a Jason Fowler, un campeón mundial de Ironman, en un campamento para atletas con discapacidades.
Y como yo, competía en silla de ruedas.
Y con su estímulo, a los 34 años, decidí ir a por Kona.
El Kona o el Ironman de Hawái, es la carrera tipo Iron más antigua en este deporte, y si no están familiarizados, es como el Super Bowl en triatlón.
Y el Ironman para un atleta en silla de ruedas como yo, consiste en nadar 4 km en aguas abiertas por el Océano Pacífico, un recorrido de 180 km en bicicleta manual por campos de lava…
Suena exótico, pero no es tan pintoresco como parece, y está bastante desolado…
y luego se completa con un maratón, o una carrera de 42,2 km a una temperatura de 32 ºC usando una silla de ruedas de carreras.
Eso es, es una distancia total de 226,3 km usando solo tus brazos, en menos de 17 horas.
Ninguna atleta en silla de ruedas había nunca completado la carrera por sus aparentemente imposibles tiempos límites.
Y ahí estaba yo, jugándomelo todo.
Y cuando finalmente llegué a la cima de esa escalada de 24 km, estaba desanimada.
No había manera de nadar ese recorrido con mi tiempo límite de 10 horas y media, porque estaba casi dos horas fuera de tiempo.
Tuve que tomar la angustiosa decisión de abandonar.
Me quité mi chip de sincronización y se lo entregué a un oficial de carrera.
Mi día había terminado.
Mi mejor amigo Shannon y mi esposo Shawn estaban esperando en la cima de Hawi para llevarme de vuelta a la ciudad.
Y en mi camino de regreso a la ciudad, comencé a llorar.
Había fallado.
Mi sueño de completar el Campeonato Mundial de Ironman se había acabado.
Estaba avergonzada.
Sentí que me había confundido.
Me preocupaba lo que mis amigos, mi familia y mi gente en el trabajo pensarían de mí.
¿Qué iba a poner en Facebook?
(Risas)
¿Cómo iba a explicarles a todos que las cosas no salieron como yo había asumido o planeado?
Unas semanas más tarde estaba hablando con Shannon sobre el «desastre» de Kona, y me dijo esto: «Minda, los grandes sueños y las metas solo pueden hacerse realidad cuando estás lista para fracasar».
Yo sabía que tenía que superar ese fallo para avanzar, y no sería la primera vez que enfrentaría unas probabilidades insuperables.
Nací en Bombay, India, y justo antes de mi primer cumpleaños, contraje polio, lo que me dejó paralizada de las caderas hacia abajo.
Incapaz de cuidarme, mi madre biológica me dejó en un orfanato.
Afortunadamente, fui adoptada por una familia estadounidense, y me mudé a Spokane, Washington, justo después de mi tercer cumpleaños.
En los años siguientes, me sometí a una serie de cirugías en mis caderas, mis piernas y mi espalda que me permitió caminar con rodilleras y muletas.
De niña, luché con mi discapacidad.
Sentía que no encajaba.
La gente me miraba todo el tiempo, y me avergonzaba usar un corrector de espalda y aparatos ortopédicos, siempre escondía mis piernas de pollo debajo de los pantalones.
Cuando era niña, pensaba que esos aparatos gruesos y pesados no eran nada bonitos ni femeninos.
Soy una de las pocas personas de mi generación en los EE.
UU.
que aún vive con parálisis provocada por la polio hoy.
Muchas personas que contraen polio en los países desarrollados no tienen acceso a la misma atención médica, educación, u oportunidades como yo las he tenido en EE.
UU.
Muchos ni siquiera viven para llegar a la edad adulta.
Tengo el mortificante conocimiento de que,si no hubiera sido adoptada, sin ninguna duda, no estaría frente a Uds.
hoy.
Puede que incluso…
ni viva.
Todos nosotros, en nuestras propias vidas podemos enfrentarnos a metas aparentemente insuperables.
Quiero compartir con Uds.
lo que yo aprendí, cuando lo intenté de nuevo.
Un año, después de mi primer intento, la mañana de un soleado sábado, mi esposo Shawn me arrojó al océano en el muelle de Kona y, con 2500 de mis mejores amigos y competidores, comenzamos a nadar cuando la pistola sonó tempranamente las 7 am.
Me concentré en una brazada cada vez, manteniéndome entre esos cuerpos, contando mis brazadas una, dos, tres, cuatro…
y levantando mi cabeza para mirar de vez en cuando solo para no desviarme demasiado.
Cuando finalmente llegué a la costa, Shawn me recogió y me sacó del agua.
Estaba tan aturdida y emocionada cuando Shawn me dijo que había logrado un tiempo de natación de una hora y 43 minutos.
En el circuito de bicicletas, tenía ocho horas y 45 minutos para completar un recorrido de 180 km.
Fraccioné los tramos entre 11 y 16 km en mi mente solo para reducir la magnitud de la carrera.
Los primeros 64 km, se recortaron al beneficiarnos de un poco de viento de cola.
A las 4 pm había llegado al km 151.
Hice cuentas y comprendí que estaba en serio peligro de tiempo porque tenía 29 km que recorrer y menos de 90 minutos, incluyendo unas cuantas subidas de considerable dificultad.
Estaba estresada y me temía que otra vez no iba a superar el tiempo límite.
Y entonces, aparté mi voz interna que decía, «Esto duele.
Abandona».
Y me dije, «Minda, mejor concéntrate.
Concéntrate en lo que puedes controlar, en tu actitud y tu esfuerzo».
Decidí sentirme bien estando incómoda, y me dije: «Empuja más fuerte, olvídate del dolor, y mantén ese enfoque láser».
Durante los siguientes 90 minutos, maniobré como si mi vida dependiera de eso.
Y cuando conseguí llegar a la ciudad, escuché por el altavoz, «Minda Dentler es uno de los últimos competidores que pasa el turno de bici».
¡Lo hice!
(Aplausos)
Por solo tres minutos.
(Risas)
Eran las 5:27pm, y yo había estado corriendo durante 10 horas y media.
Los primeros 16 km de la carrera fueron bastante rápidos, ya que estaba tan emocionada de finalmente pasar a la gente con mis tres ruedas frente a sus dos pies.
El sol bajó rápidamente, y me encontré empujando cuesta arriba al pie de la colina Palani, mirando directamente a una colina de 800 m que parecía el Mt.
Everest en el km 200 de la carrera.
Mis amigos y familia estaban listos en sus estaciones para animarme durante la subida.
Estaba luchando, cansada, agarrando desesperadamente esas llantas para no volcarme hacia atrás.
Cuando finalmente llegué a la cima, giré a la izquierda por un tramo muy solitario de 24 km por la autopista Queen K, totalmente exhausta.
Seguí presionando, enfocándome en un empujón cada vez.
A las 9:30 pm hice ese último giro a la derecha en Ali’i Drive.
Escuché el rugido de la multitud, y me embargó la emoción.
Crucé esa línea de meta.
(Aplausos)
(Termina el aplauso) Y mi tiempo final fue 14 horas y 39 minutos.
Por primera vez en 35 años de historia, una mujer atleta en silla de ruedas completó el Campeonato Mundial de Ironman.
(Aplausos)
(Termina el aplauso) Y no fue solo una atleta femenina.
Fui yo.
(Risas)
Una huérfana paralítica de la India.
Contra todo pronóstico, logré mi sueño, y gracias a este compromiso personal conmigo misma, comprendí que que completar el Ironman era algo más que conquistar el Kona.
Era conquistar la polio y otras enfermedades discapacitantes pero evitables.
No solo por mí misma, sino por los millones de niños que han sido y aún serán afectados por enfermedades prevenibles con vacunas.
Hoy, estamos más cerca que nunca de eliminar una de esas enfermedades en todas partes del mundo.
A mediados de los 80, la polio paralizaba a más de 350 000 niños cada año en más de 125 países.
Eso equivalió a una asombrosa suma de 40 casos por hora.
Por el contrario, en lo que va de año, los últimos países endémicos han informado un total de solo 12 casos.
Desde 1988, más de dos y medio millones de niños han sido vacunados contra la polio, y alrededor de 16 millones de niños, que de lo contrario tendrían parálisis como yo, están caminando.
A pesar de este increíble progreso, sabemos que hasta que se erradique, la polio sigue siendo una amenaza muy real, especialmente para los niños en las comunidades más pobres del mundo.
Puede resurgir en algunos de los lugares más remotos y peligrosos, y a partir de ahí, se puede propagar.
Y este es mi nuevo Ironman: acabar con la polio.
Me viene a la mente todos los días, cuando miro a mi hija de dos años y medio, Maya.
Ella es capaz de subir una escalera en el parque, empujar su scooter o patear una pelota sobre la hierba.
Casi todo lo que la veo hacer a su edad me recuerda lo que no pude hacer a esa edad.
Y cuando ella tenía dos meses, la llevé a que le pusieran su primera vacuna contra la polio.
Y cuando el médico entró a la habitación para prepararla, le pregunté si podía tomar una foto para documentar el momento.
Cuando salimos de la habitación, pude sentir mis ojos llenándose de lágrimas.
Lloré todo el camino a casa.
Fue en ese momento que me di cuenta de que la vida de mi hija sería muy diferente a la mía.
Ella nunca se enfrentará con la paralizante discapacidad de la polio, porque existe una vacuna y elegí vacunarla.
Ella puede hacer lo que quiera, como lo pueden cada uno de Uds.
(Risas)
Ahora me gustaría dejarles a todos con una pregunta:
¿Cuál es su Ironman?
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/minda_dentler_what_i_learned_when_i_conquered_the_world_s_toughest_triathlon/