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Charla «Los agentes de datos han vendido mi identidad» de TEDxExeter en español.
Esta charla es de un evento TEDx, organizado de manera independiente a las conferencias TED. Más información en: http://ted.com/tedx
¿Cuánta información personal las compañías tienen sobre nosotros para comercializar con ella? Madhumita Murgia decidió investigar esto y lo que descubrió le escandalizó. La corresponsal de tecnología europea del Financial Times cuestiona si es el momento de despertar y reclamar nuestra identidad.
- Autor/a de la charla: Madhumita Murgia
- Fecha de grabación: 2017-04-21
- Fecha de publicación: 2018-05-24
- Duración de «Los agentes de datos han vendido mi identidad»: 980 segundos
Traducción de «Los agentes de datos han vendido mi identidad» en español.
Soy mujer, británica de origen asiático y tengo 26 años.
Trabajo en los medios de comunicación y vivo en un barrio al sudeste de Londres.
Antes vivía en Sussex donde tuve dos direcciones distintas y otras dos al noreste de Londres.
De pequeña vivía con mi familia en una vivienda unifamiliar en Kent y viajábamos a India todos los años por vacaciones.
Mis padres hacían la compra en Ocado por Internet, donaban dinero a varias organizaciones y leían el periódico Financial Times.
Ahora vivo de alquiler en un piso reconvertido de un propietario particular, y tengo un compañero de piso.
Me interesan el cine y las compañías nuevas, y he estado cinco veces de vacaciones en el último año, principalmente para visitar a amigos en el extranjero.
En los próximos 14 días, compraré otros vuelos.
Mi sueldo anual se encuentra entre las 30 000 y 40 000 libras al año.
No tengo TV ni sigo ningún programa, pero uso plataformas como Netflix y NowTV para ver lo que me gusta.
La semana pasada, pasé por la calle Upper Street en el norte de Londres, el lunes y el miércoles a las 19 hs.
Cocino poco y normalmente como fuera o compro comida para llevar.
Mi comida favorita es la comida tailandesa y la mexicana.
Ni soy dueña del mobiliario de mi casa ni tengo hijos.
Durante la semana, suelo pasar las tardes cenando con mis amigos de la universidad.
Normalmente hago la compra en Sainsbury’s porque esa de camino a casa.
No me interesan los autos ni tengo uno.
No me gusta ninguna tarea del hogar, así que tengo una limpiadora que va a casa mientras estoy trabajando.
Los viernes al salir del trabajo me encontrarán en un pub.
Cuando estoy en casa, es más probable que esté leyendo reseñas de restaurantes que gestionando mis cuentas o consultando precios de viviendas en Internet.
Me gusta la idea de vivir en el extranjero algún día.
Prefiero trabajar en grupo que sola.
Soy ambiciosa, y es importante para mí que mi familia sepa que me va todo bien.
Me influye poco lo que otros piensan.
Este surtido de características, actitudes, pensamientos y deseos prácticamente me definen como persona.
Es una descripción precisa y exacta que un grupo de empresas de las que nunca he escuchado, los rastreadores de datos personales, han elaborado sobre mí.
Mi plan para destapar lo que saben las compañías de datos comenzó en 2014, cuando empecé a interesarme por el oscuro mundo de los agentes de datos, una industria multimillonaria de compañías que recogen y agrupan datos, y venden un perfil personal detallado de sus usuarios basado en su comportamiento cuando están conectados y desconectados.
Decidí escribir sobre este tema para la revista Wired Magazine.
Lo que descubrí me escandalizó y reafirmó mis preocupaciones sobre una industria que se mueve por los beneficios, diseñada para registrar nuestro comportamiento cada vez que nos conectamos a Internet.
Yo sabía que ciertas compañías registran datos sobre mí a diario, como Google Maps, Search, Facebook o los movimientos con tarjeta sin contacto, pero si se combinan estos datos con información pública, como el catastro, impuestos municipales y censo electoral, junto con hábitos de compra e información en tiempo real sobre la salud y la ubicación, este conjunto de datos benignos empieza a revelar mucho más.
Por ejemplo, si son optimistas, políticos, ambiciosos o arriesgados.
Incluso ahora, mientras están sentados escuchándome sus teléfonos pueden revelar su ubicación exacta y puede que su postura.
Sus vidas se han convertido en un paquete de datos para vender.
Básicamente, Uds.
son el producto.
Supuestamente, las leyes de protección de datos nos amparan.
En el Reino Unido, la ley dice que todo conjunto de datos personales no puede incluir datos identificadores, tales como el nombre o el número de la seguridad social.
Se consideran datos personales cualquier dato asociado directamente con uno, sin necesidad de información adicional.
Esto no significa que no se puedan vender.
Simplemente significa que se necesita su consentimiento.
Son, por ejemplo, datos personales el número completo de la tarjeta de crédito, un extracto bancario o los antecedentes penales.
Sin embargo, descubrí que el anonimato en Internet es todo un mito.
Con otros datos específicos como el código postal, fecha de nacimiento y género sí que se puede comerciar libremente y sin su permiso, porque no se consideran datos personales sino seudónimos.
Es decir, no pueden ser directamente relacionados con uno sin otra información adicional.
Pensarán qué importa si un grupo de empresas de las que nunca han escuchado conocen su edad o código postal.
Pues importa bastante.
Hace alrededor de una década, Latanya Sweeney, una profesora de la Universidad de Harvard demostró que un 87 % de los ciudadanos de EE.UU.
pueden ser identificados únicamente con solo tres datos: su código postal, fecha de nacimiento y género.
En el Reino Unido, dado que la población es menor y los códigos postales son más largos, la probabilidad es mayor.
La profesora Sweeney probó su teoría de forma atrevida cuando William Weld, antiguo gobernador de Cambridge, en Massachusetts, EE.UU.
apoyó la difusión comercial de los historiales clínicos de 135 000 funcionarios, junto con los de sus familias, incluido el suyo propio.
Estos historiales no incluían el nombre ni el número de la seguridad social pero contenían mucha información médica confidencial de distinta índole, incluidas las prescripciones médicas, hospitalizaciones e intervenciones médicas de esos funcionarios.
Por solo USD 20, la profesora Sweeney compró el registro de votantes de Cambridge, Massachusetts, que incluye el nombre, código postal, fecha de nacimiento y sexo de todos los votantes de la ciudad, para efectuar referencias cruzadas con los historiales clínicos.
En cuestión de minutos, dio con el historial clínico del gobernador Weld.
Solo había seis personas en Cambridge con la misma fecha de nacimiento.
Tres de ellos eran hombres, y solo él tenía ese código postal.
La profesora Sweeney le envió su historial clínico por correo postal.
(Risas)
Todos los días escuchamos ejemplos nuevos de compañías que se entrometen cada vez más en nuestras vidas.
En las elecciones presidenciales de EE.UU.
de noviembre, una empresa británica poco conocida, llamada Cambridge Analytica, se encargó de que el ganador fuera un candidato concreto, Donald Trump, mediante análisis de datos.
La compañía usó cookies para rastrear usuarios en Internet, registrando los sitios web visitados, los término de búsqueda introducidos y los vídeos reproducidos.
Hasta crearon un cuestionario viral en Facebook para extraer información sobre la personalidad de las más de 6 millones de personas que participaron.
En total, recogieron información de 220 millones de votantes americanos, con un promedio de 5000 datos por persona.
Usaron estos datos para entender mejor a la gente y dirigir determinada publicidad en Facebook según la persona.
Los investigadores llaman a estas compañías máquinas de propaganda política.
No son solo las grandes compañías las que se entrometen en sus vidas, sino también las aplicaciones gratuitas y start-ups.
Me di cuenta de que cada vez que en el teléfono añadía datos de entrenamiento en la aplicación Endomondo, se estaban compartiendo mis datos, incluida mi ubicación y sexo con otras empresas de publicidad.
WebMD, una aplicación para consultar enfermedades, compartía aun más información confidencial, como los síntomas, tratamientos y medicamentos, que el usuario haya consultado en la aplicación, con terceras partes.
Fitbit compartía datos con Yahoo.
Una aplicación para el seguimiento del embarazo vendía información sobre los ciclos de ovulación y fertilidad de los usuarios a otras compañías y publicistas como inMobi.
Tan pronto como enciendo mi teléfono, se puede registrar mi ubicación, y no solo lo hacen las aplicaciones más obvias como Google Maps, sino también una multitud de servicios no relacionados, desde Uber a Twitter, Fotos, Snapchat, TripAdvisor y muchos otros.
No están seguros ni en su propia casa.
En 2015, se descubrió que Samsung grababa a gente en sus casas a través de los televisores con sistemas de reconocimiento de voz vendidos.
Ya han realizado los ajustes necesarios para que solo se grabe cuando el sistema de reconocimiento de voz esté activo, pero aun así resulta turbador.
Incluso compañías como Google y Facebook, usadas con confianza por millones de personas en todo el mundo, han recibido acusaciones por sobrepasar los límites.
Hace un par de semanas, mi marido y yo volvíamos a casa del trabajo debatiendo qué íbamos a cenar, mientras íbamos en auto.
Yo sugerí un restaurante que sabía que quedaba de camino y al abrir Google Maps lo encontré directamente.
Resulta que ya estaba marcado con una burbuja en el mapa.
No soy la única que siente la intranquilidad de ser observada.
Se han reportado casos de personas que reciben publicidad personalizada basada en eventos y conversaciones que mantienen en persona, y han denunciado que Facebook y Google están observando a la gente a través de sus dispositivos.
Para juntar todos los datos que estas compañías tenían sobre mí, hablé con Eyeota, un administrador de datos de perfil.
Eyeota usa cookies para enmarcarme en miles de categorías distintas, incluida mi profesión, cantidad de hijos que tengo, y si es probable que compre objetos de colección de Star Wars.
(Risas)
No saben cómo me llamo, pero saben más sobre mí de lo que saben mis vecinos.
Además, Eyeota compra información a terceras partes, como Experian, una agencia de calificación crediticia que reúne una base de datos inmensa de 15 clases demográficas distintas y 66 estilos de vida, con base en los códigos postales de los usuarios.
Al comprar esta información, Eyeota sabe que es más probable que tome un taxi que un autobús por la noche y que difícilmente me verán en una tienda de bricolaje.
(Risas)
Esta información se puede vender al mejor postor.
A veces, estos perfiles de datos pueden ser de utilidad pública, por ejemplo, en investigaciones médicas o planificaciones urbanísticas, pero la mayor parte de la información que se recoge la sustentan los publicistas para su comercialización.
De hecho, eMarketer prevé que la industria de la publicidad en línea, que se basa prácticamente en el rastreo y personalización de datos, alcanzará su récord de ganancias este año con USD 77 000 000 000.
Si no les importa que se conozca su identidad quizás quieran reconsiderarlo.
Los anuncios personalizados en su navegador no suponen ningún peligro, pero si se conectan distintos aspectos de su vida para predecir su futuro puede tener consecuencias inesperadas.
Por ejemplo, la desión que tomen sobre a qué universidad irá su hijo o el precio del seguro de su casa o auto, puede estar basada en los datos que terceras partes tienen sobre Uds.
sin que lo sepan, como sus hábitos de estilo de vida o la salud de los miembros de su familia.
En 2014, Ross Anderson, profesor de Privacidad y Seguridad en la Universidad de Cambridge, descubrió que el NHS había estado compartiendo sus bases de datos, que incluye datos de hospitalización de todos los ciudadanos británicos, con el Instituto y Facultad de Actuarios, un organismo que investigaba qué probabilidades hay de que la gente desarrolle enfermedades crónicas a determinadas edades.
Obviamente, esto supuso un aumento de los seguros médicos.
Dado que la cantidad de datos que se recogen aumenta exponencialmente, resulta cada vez más fácil identificarles.
Por ejemplo, Fitbit analiza su pulso y forma de andar, lo que se puede usar para estimar datos como altura, peso o incluso sexo.
Estos datos no se pueden disimular ni alterar fácilmente.
Ya no se trata de datos sobre uno.
Son Uds.
mismos.
Las compañías están empezando a anticipar comportamientos futuros, como si son conductores prudentes, buenos empleados o candidatos para un préstamo, con base en su actividad en las redes sociales, su salud y estado físico, o el uso energético de su casa.
Cuanto más saben las compañías sobre Uds.
– dónde viven, cuántos hijos tienen, qué enfermedades tienen, qué productos compran – su anonimato se vuelve irrelevante.
Y lo que es peor, pierden el derecho a elegir libremente, mientras que las compañías deciden por uno sin que lo sepa.
Durante mi descubrimiento, mi primera reacción fue escandalizarme.
Inmediatamente le escribí al gobierno local pidiéndoles que no revelaran mis datos del censo electoral.
Me creé un correo electrónico falso, y me registraba con una edad y sexo falsos.
Deshabilité la publicidad personalizada y le pedí a Facebook que me eviase toda la información que tenía sobre mí, incluido lo que había eliminado.
Me pasé horas buscando obsesionada con esto, pero tras unas semanas me di cuenta de que no tenía sentido.
No podía convertirme en un ermitaño digital.
Siendo realista, no podía dejar de usar redes sociales, aplicaciones de búsqueda y navegación, ni el iPhone, todas esas cosas de la vida moderna que tanto preciaba y necesitaba.
En su lugar, me di cuenta de que saber todo esto me hacía poderosa.
Conocer las distintas formas en las que se registran y comparten mis datos hace que sea más responsable a la hora de usarlos.
Por ejemplo, dejé de registrarme en servicios supuestamente gratuitos, como la tarjeta VIP de mi peluquería o un cupón de descuento en el supermercado.
Cuando me descargo una aplicación me aseguro de los ajustes de privacidad que tiene.
Quito todo lo que no sea necesario, como acceder a mi ubicación.
Por fin, hay esperanza.
Cuantos más seamos conscientes de nuestra huella de datos, empezaremos a demandar la custodia y control de estos datos.
Algunos críticos han incluso sugerido que se pague a las personas por sus datos para otorgarles más control.
Esto haría que fuera muy caro para las compañías, gobiernos e organizaciones sin ánimo de lucro, indagar, custodiar y vender nuestros datos negligente e indiscriminadamente.
Sin embargo, hasta que la economía de datos madure y los usuarios recuperen el poder otorgado a las compañías, he perdido algo más, no solo mi anonimato.
He perdido el derecho de libre determinación y elección.
Lo único que me queda es mi nombre.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/madhumita_murgia_how_data_brokers_sell_your_identity/