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Los cohetes pequeños son la próxima revolución espacial – Charla TED2019

Charla «Los cohetes pequeños son la próxima revolución espacial» de TED2019 en español.

Estamos en los albores de una nueva revolución espacial, según el ingeniero Peter Beck: la revolución de lo pequeño. En una charla impregnada con conocimientos sobre el panorama de la industria espacial, nos habla de su experiencia en la construcción de cohetes capaces de transportar pequeñas cargas útiles al espacio de forma rápida y segura, contribuyendo a la búsqueda de vida extraterrestre, a conocer mejor el sistema solar y a crear una red global de Internet.

  • Autor/a de la charla: Peter Beck
  • Fecha de grabación: 2019-04-15
  • Fecha de publicación: 2019-11-12
  • Duración de «Los cohetes pequeños son la próxima revolución espacial»: 692 segundos

 

Traducción de «Los cohetes pequeños son la próxima revolución espacial» en español.

Ya que estamos en una central eléctrica, si alguna vez se han preguntado cómo lucen dos millones de caballos de fuerza, es algo parecido a esto.

Para mí, todo ha girado en torno a los cohetes.

Tanto que, de niño, el colegio convocó a mis padres a una breve charla porque consideraban que mis objetivos no eran realistas.


(Risas)
Y sugirieron que buscara un trabajo en la fundición de aluminio local porque era muy hábil con las manos.

Pero el aluminio no formaba parte de mis planes en absoluto.

Empecé a construir cohetes en el colegio, y cada vez eran más grandes.

De hecho, tengo un récord no oficial de velocidad en tierra para una moto cohete con patines y mochila propulsora.


(Risas)
Pero, a medida que los cohetes se volvían más grandes y complejos empecé a creer que podía dedicarme a ello.

Hoy en día oímos hablar de cohetes enormes que llevan, o pretenden llevarnos a la Luna, a Marte y más allá.

Algo muy importante, pero está ocurriendo una revolución en la industria espacial, y no es una revolución de lo grande, es una revolución de lo pequeño.

Aquí vemos una nave espacial de tamaño medio a grande en 1990.

Sabemos el año por las batas azul claro de los operarios de la sala blanca.

Así era una nave espacial de tamaño medio a grande en 1990.

Esta es una nave espacial que será lanzada este año.

Esta nave espacial tiene cuatro cámaras de alta resolución, numerosos sensores y un sistema de comunicación CoMP.

Vamos a enviar un gran número de ellas al sistema solar para buscar vida extraterrestre.

En otra nota.

La ley de Moore se aplica por completo a las naves espaciales.

Sin embargo, los cohetes que construimos fueron diseñados para poner en órbita naves espaciales de gran tamaño, tan grandes como un autobús escolar.

Pero este tipo de lanzadera espacial no es del todo apropiada para poner en órbita algo que cabe en la punta de un dedo.

Para que se hagan una idea de su escala, este cohete es tan pequeño que puse una foto mía en mi ropa interior con la plena certeza de que no podrían encontrarla.

Así de pequeño es este cohete.


(Risas)
Cambiando de tema.


(Risas)
Este es nuestro cohete, lo llamamos «Electrón».

Es una lanzadera espacial pequeña para poner en órbita pequeñas cargas útiles.

Y la clave no es el tamaño del cohete, la clave es la frecuencia.

Si queremos democratizar el espacio y que se pueda acceder a él la frecuencia de lanzamiento es el factor más importante.

Ahora bien, para democratizar el espacio es necesario llevar a cabo tres acciones, y cada una de estas acciones tiene una magnitud de esfuerzo similar.

La primera es, obviamente, que hay que construir un cohete.

La segunda concierne a la normativa y la tercera a la infraestructura.

Hablemos sobre la infraestructura.

Este es nuestro punto de despegue; es obvio que no es Cabo Cañaveral, es una base de despegue pequeña.

De hecho, es la única base de despegue de orbitadores privada del mundo y está en Nueva Zelanda.

Quizá les parezca un lugar inusual para construir una empresa aeroespacial y una base de despegue, pero cada vez que se lanza un cohete hay que cercar alrededor de 2000 km de espacio aéreo y 2000 km de espacio marítimo de transporte.

Curiosamente, es una de las cuestiones que EE.

UU.

no gestiona bien, porque cuando se cerca todo ese espacio aéreo se altera el viaje de muchos pasajeros que intentan llegar a su destino.

Las aerolíneas detestan a las empresas aeroespaciales porque les supone un gasto de unos EUR 62 500 por minuto.

Lo que se necesita para tener un acceso inmediato al espacio, un acceso seguro y frecuente, es una pequeña nación insular en medio de la nada, sin vecinos y sin tráfico aéreo.

Y resultó ser Nueva Zelanda.


(Risas)
Esa es la parte relativa a la infraestructura.

Lo siguiente es la normativa.

Lo crean o no, Nueva Zelanda no es famosa por su dominio espacial, o al menos no lo era.

Y no se puede equipar a un país con lo que se considera un misil balístico de largo alcance porque, por desgracia, si se puede poner un satélite en órbita, puede usarse para hacer cosas muy peligrosas.

De pronto, uno se enfrenta a un montón de normas y reglamentos y a los tratados internacionales de no proliferación de armas de destrucción masiva y demás.

Resulta bastante complejo.

Para hacer el lanzamiento en Nueva Zelanda, tuvimos que hacer que los gobiernos de EE.

UU.

y Nueva Zelanda accedieran a la firma de un tratado bilateral.

Y cuando se firmó ese tratado bilateral para salvaguardar la tecnología, el gobierno de Nueva Zelanda asumió muchas responsabilidades y tuvo que elaborar un sinfín de normas y reglamentos: tuvo que aprobar leyes por medio del Parlamento y de un comité selecto, en última instancia, hasta concretar las leyes.

Y cuando hay leyes, es necesario administrarlas, así que creó una agencia espacial.

Y una vez que lo hizo, los australianos se sintieron excluidos y crearon una agencia espacial.

y así sucesivamente.

Como ven, una gran parte de todo esto, de hecho, dos terceras partes, ni siquiera tiene que ver con cohetes.


(Risas)
Hablemos de cohetes.

Lo que no he mencionado es que tenemos licencia para hacer lanzamientos cada 72 horas en los próximos 30 años.

Tenemos más disponibilidad de lanzamiento como empresa privada que los EE.

UU.

en su totalidad.

Y un lanzamiento cada 72 horas significa que hay que construir un cohete cada 72 horas.

Y, por desgracia, no existe algo como un servicio integral para cohetes.

No se pueden comprar piezas para construir un cohete.

Cada cohete está hecho totalmente a medida.

Cada pieza está hecha totalmente a medida.

Es una lucha continua con la física todos los días.

Todos los días libro una batalla con la física.

Y les pondré un ejemplo de ello: en el lateral de nuestro cohete hay una franja plateada.

Esto es porque hay piezas de aviónica ahí detrás.

Debíamos reducir la emisividad de la superficie para evitar que las piezas se quemaran con la luz del sol, y pintamos una franja plateada.

Por desgracia, al atravesar la atmósfera de la Tierra se genera mucha electricidad estática, y sin la pintura conductora se enviarían descargas a la Tierra.

Incluso la pintura plateada debe ser triboelectrificada, certificada, aplicada y demás; por no hablar de las placas adhesivas…

Hasta la cosa más simple es siempre una auténtica batalla.

El núcleo de cualquier lanzadera espacial es el motor.

Este es nuestro motor de cohete Rutherford.

Por lo general, los motores de los cohetes se evalúan en función del tiempo de producción, meses o incluso a veces años, en los motores de gran tamaño.

Pero con lanzamientos cada 72 horas y con 10 motores por cohete, es necesario fabricar motores de forma rápida.

Tuvimos que idear un nuevo método y ciclo para el motor del cohete.

Creamos un nuevo ciclo llamado turbobomba eléctrica, pero también conseguimos imprimir los motores de cohete en 3D.

Cada uno de estos motores se imprime en 3D en una superaleación de inconel, y ya podemos imprimir alrededor de un motor cada 24 horas.

El ciclo de la turbobomba eléctrica es un modo totalmente distinto de bombear el propulsor en el motor del cohete.

Cargamos cerca de un megavatio en la batería de a bordo y obtenemos mini turbobombas eléctricas, del tamaño de una lata de Coca-Cola, no mucho más grandes.

Giran a 42 000 RPM, y cada una de esas turbobombas genera la misma potencia que un coche familiar promedio.

Nuestro cohete tiene 20 turbobombas.

Como ven, algo tan simple como el bombeo de propulsor produce quebraderos de cabeza.

Este es Electron, ¡y funciona!
(Risas)

(Aplausos)
No solo una vez, lo hace con cierta frecuencia, algo útil con muchos clientes a los que poner en órbita.

Hasta ahora, hemos puesto 25 satélites en órbita.

Y lo mejor de todo es que podemos hacerlo con una gran precisión.

De hecho, ubicamos los satélites con un radio de precisión de 1,4 km.

Supongo que, si van en taxi, 1,4 km no es un radio de precisión alto, pero en términos espaciales, equivale a unos 180 milisegundos.

Atravesamos 1,4 km en unos 180 milisegundos.

La verdad es que es bastante difícil.


(Risas)
Voy a hablarles ahora de la basura espacial.

Ya he hablado a lo largo de la charla de cómo nos proponemos hacer lanzamientos cada 72 horas, y todo lo demás.

Pero no quiero pasar a la posteridad como el tipo que puso en órbita la mayor cantidad de basura espacial.

Ese es el gran secreto de la industria.

La mayoría de la gente ignora que una gran parte del total de la basura espacial no son satélites, sino restos de cohetes.

Porque para ascender a órbita hay que expulsar partes del cohete, con la batalla de la física.

Voy a mostrarles un poco de mecánica orbital básica y a explicar cómo llegamos a órbita y cómo nuestra forma de hacerlo difiere mucho del resto.

En el transcurso de la segunda etapa se separa una pieza de la parte superior, llamada «kick stage», pero esta etapa permanece en una órbita altamente elíptica.

Y en el perigeo de la órbita, o el punto más bajo, penetra en la atmósfera de la Tierra y es propulsada hacia arriba.

Lo que queda es la «kick stage», la pieza blanca en la parte inferior de la pantalla.

Tiene su propio sistema de propulsión, usado para elevar y ajustar la órbita y luego desplegar el vehículo espacial.

Como tiene su propio motor, lo ponemos en una órbita retrógrada, lo reubicamos en una órbita altamente elíptica, lo reintroducimos en la atmósfera y lo propulsamos hacia arriba, y no queda ningún rastro.

El resto de la industria es francamente repugnante, deja su basura por todos lados.


(Risas)

(Aplausos)
Voy a contarles una pequeña anécdota que revelará mi edad: fui a un colegio en el límite meridional de la Isla Sur de Nueva Zelanda, un colegio pequeño, y teníamos un ordenador parecido a este.

Conectada al ordenador había una pequeña caja llamada módem y cada viernes, la clase se reunía junto al ordenador y enviábamos un correo a otro colegio en EE.

UU.

con el mismo tipo de configuración, y ellos enviaban un correo de vuelta.

Nos parecía algo totalmente increíble.

Muchas veces me pregunto qué pasaría si retrocediera en el tiempo y me contara a mí mismo todo lo que llegaría a ocurrir debido a esa pequeña caja conectada al ordenador.

Lo vería como una fantasía.

Y la realidad es que es justo donde nos encontramos con respecto al espacio.

Estamos a punto de democratizar el espacio, y acabamos de enviar nuestro primer correo electrónico al espacio.

Les pondré algunos ejemplos: el año pasado, lanzamos un pequeño satélite construido por un grupo de estudiantes de secundaria.

Estudiaban la atmósfera de Venus.

Un grupo de estudiantes que lanzaban su propio satélite.

Otro buen ejemplo: hay un gran número de proyectos muy importantes ahora mismo para poner en órbita grandes constelaciones de pequeños satélites para que Internet llegue a cada milímetro cuadrado del planeta.

Algo muy útil para muchos de los que están en esta sala porque nos permite ver Netflix donde queramos.

Pero si se piensa en los países menos desarrollados, es una forma de difundir todo el conocimiento que tenemos a todo el mundo.

Y eso tendrá un impacto muy significativo.

Muchas gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/peter_beck_small_rockets_are_the_next_space_revolution/

 

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