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Charla «Los pigmentos más mortíferos de la historía – J. V. Maranto» de TED-Ed en español.
Ver la lección completa en: http://ed.ted.com/lessons/history-s-deadliest-colors-j-v-maranto
Cuando se descubrió el radio, su intenso color verde hizo que la gente lo añadiese a productos de belleza y joyas. No fue hasta mucho más tarde que nos dimos cuenta de que los efectos nocivos del radio superaban sus atractivos visuales. Desafortunadamente, el radio no es el único pigmento que parecía inofensivo o útil en el pasado y que resultó ser letal. J. V. Maranto detalla los colores más mortíferos de la historia.
Lección de J. V. Maranto, animación de Juan M. Urbina.
- Autor/a de la charla: J. Maranto
- Fecha de grabación: 2017-05-22
- Fecha de publicación: 2019-03-01
- Duración de «Los pigmentos más mortíferos de la historía – J. V. Maranto»: 300 segundos
Traducción de «Los pigmentos más mortíferos de la historía – J. V. Maranto» en español.
En 1898, Marie y Pierre Curie descubrieron el radio.
Afirmando que tiene propiedades curativas, añadieron radio a la pasta de dientes, a los medicamentos, al agua y la comida.
Debido a su color verde brillante y luminoso, también se usó en productos de belleza y joyas.
Hasta mediados del siglo XX no nos dimos cuenta de que los efectos nocivos del elemento radiactivo radio superaban sus atractivos visuales.
Desafortunadamente, el radio no es el único elemento químico que parecía inofensivo o útil en el pasado como pigmento pero resultó ser letal.
Esta lamentable distinción incluye un trío de colores y pigmentos que hace mucho que usamos para embellecernos y decorar las cosas que hacemos: se trata del blanco, el verde y el naranja.
Nuestra historia comienza con el blanco.
Ya en el siglo IV antes de Cristo, los antiguos griegos trataron de obtener del plomo un brillante pigmento blanco que hoy conocemos.
¿El problema? En los seres humanos, el plomo se absorbe directamente en el cuerpo e invade la sangre, los tejidos blandos y los tejidos mineralizados.
Una vez que llega al sistema nervioso, el plomo imita y altera las funciones normales del calcio, causando daños como problemas de aprendizaje o presión arterial alta.
Sin embargo, la práctica de usar este pigmento tóxico continuó a lo largo del tiempo y de las culturas.
El plomo blanco fue la única opción práctica para el aceite blanco o pintura témpera hasta el siglo XIX.
Para hacer su pintura, los artistas molían un bloque de plomo en polvo, quedando expuestos a partículas de polvo altamente tóxicas.
El uso libre del pigmento resultó en lo que se conoce como cólico del pintor, o lo que ahora llamaríamos envenenamiento por plomo.
Los artistas que trabajaron con el plomo se quejaron de parálisis, melancolía, tos, aumento de retina e incluso ceguera.
Pero la densidad del plomo blanco, su opacidad y el tono caliente fueron irresistibles para artistas como Vermeer y más tarde, los impresionistas.
Su resplandor no podía ser igualado y el pigmento continuó usándose ampliamente hasta que fue prohibido en los años 70.
Por malo que suena todo esto, los efectos nocivos del plomo no son nada en comparación con otro pigmento aún más extendido, el verde.
Dos colores verdes sintéticos llamados el verde de Scheele y el verde de París se introdujeron por primera vez en el siglo XVIII.
Eran mucho más vibrantes y llamativos que los verdes relativamente aburridos hechos de pigmentos naturales, así que se convirtieron rápidamente en dos opciones populares para la pintura así como tinte para los textiles, el papel pintado, el jabón, decoración para postres, juguetes, dulces y ropa.
Estos pigmentos verdes se hacían a base de un compuesto llamado acetoarsenito de cobre.
En humanos, la exposición al arsénico puede dañar la manera en la que las células se comunican y funcionan.
Y altos niveles de arsénico se han vinculado directamente al cáncer y las enfermedades cardíacas.
Como resultado, los que trabajaban en fábricas el siglo XVIII sufrían a menudo de envenenamiento y las mujeres que llevaban vestidos verdes aparentemente se desmayaban debido al contacto del arsénico con su piel.
Se rumoreaba que los insectos caseros no vivían en cuartos de color verde, e incluso se ha especulado que Napoleón murió por envenenamiento lento con arsénico por dormir en su dormitorio decorado con papel pintado de color verde.
La gran toxicidad de estos verdes se mantuvo en secreto hasta que la receta de arsénico se hizo pública en 1822.
Y un siglo más tarde, se usaba como insecticida.
El verde sintético fue probablemente el color más peligroso de uso común pero al menos no compartía la propiedad de radioactividad del radio.
No obstante otro color, el naranja, sí que era también radioactivo.
Antes de la Segunda Guerra Mundial era normal para los fabricantes de vajillas de cerámica usar el óxido de uranio para dar color a los esmaltes.
El compuesto obtenido al combinar brillantes rojos y naranjas, constituyan atributos atractivos si no fuera por la radiación que emitían.
Por supuesto, no estuvimos conscientes de la radiación hasta finales de 1800, y mucho menos de los riesgos asociados al cáncer que descubrimos mucho más tarde.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de EE.UU.
confiscó todo el uranio para usarlo en el desarrollo de bombas.
Sin embargo, la comisión de energía atómica relajó estas restricciones en 1959 y el uranio empobrecido fue devuelto a la cerámica y la fabricación de suelos de vidrio.
Los platos color naranja hechos durante la próxima década pueden aún tener ciertas cualidades peligrosas a la superficie hasta el día de hoy.
Más notablemente, los objetos para las fiestas pueden aún dar positivo en radiactividad.
Y mientras los niveles son lo suficientemente bajos para no representar oficialmente un riesgo para la salud si están en una estantería, el Instituto Nacional de Estadística de EE.UU.
advierte no comer alimentos de estos objetos.
Aunque todavía surgen ocasionalmente con los colorantes alimentarios sintéticos, los datos científicos nos ha ayudado a eliminar los colores peligrosos de nuestras vidas.
https://www.ted.com/talks/j_v_maranto_history_s_deadliest_colors/