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No temas a las máquinas inteligentes, trabaja con ellas – Charla TED2017

Charla «No temas a las máquinas inteligentes, trabaja con ellas» de TED2017 en español.

Debemos enfrentar nuestros miedos si queremos sacar el máximo provecho de la tecnología, y debemos superar esos miedos si queremos sacar lo mejor de la humanidad, dice Garry Kasparov. Kasparov, uno de los jugadores de ajedrez más grandes de la historia, perdió un partido memorable con la supercomputadora Deep Blue de IBM en 1997. Ahora comparte su visión para un futuro en el que las máquinas inteligentes nos ayuden a convertir en realidad nuestros sueños más grandes.

  • Autor/a de la charla: Garry Kasparov
  • Fecha de grabación: 2017-04-24
  • Fecha de publicación: 2017-05-30
  • Duración de «No temas a las máquinas inteligentes, trabaja con ellas»: 920 segundos

 

Traducción de «No temas a las máquinas inteligentes, trabaja con ellas» en español.

Esta historia empieza en 1985, cuando a mis 22 años, gané el Campeonato Mundial de Ajedrez tras vencer a Anatoli Kárpov.

A principios de ese año, jugué lo que se llama partidas simultáneas contra 32 de las mejores máquinas de ajedrez en el mundo en Hamburgo, Alemania.

Gané todas, y no se consideró una gran sorpresa que pudiera ganarle a 32 computadoras al mismo tiempo.

Para mí, esa fue la edad de oro.


(Risas)
Las máquinas eran débiles, y mi cabello era fuerte.


(Risas)
Doce años después, luchaba a muerte contra una computadora en una partida llamada en la portada de «Newsweek» «El último combate del cerebro».

Sin presión.


(Risas)
De la mitología a la ciencia ficción, el humano contra la máquina se ha retratado a menudo como una cuestión de vida o muerte.

John Henry, llamado el «martillo de acero» en la leyenda popular de EE.UU.

del siglo XIX, se enfrentó en una carrera contra un «martillo de vapor» perforando un túnel a través de la roca en la montaña.

La leyenda de John Henry es parte de una larga narrativa histórica que enfrenta a la humanidad contra la tecnología.

Y esa retórica competitiva ahora es algo común.

Estamos en una carrera contra las máquinas, en una lucha o incluso en una guerra.

Los trabajos se están acabando.

Se reemplaza a la gente como si hubieran desaparecido de la Tierra.

Basta pensar que las películas como «Terminador» o «Matrix», ya no son ficción.

Hay muy pocas áreas en las que el cuerpo humano y la mente puedan competir de igual a igual con una computadora o un robot.

En realidad, me gustaría que hubiera unas cuantas más.

En cambio, fue tanto mi bendición como mi maldición literalmente convertirme en el hombre proverbial, en la lucha del hombre contra la máquina, de la que todavía hoy se sigue hablando.

En el combate hombre-máquina más famoso desde la época de John Henry, jugué dos partidas contra Deep Blue, la supercomputadora de IBM.

Nadie recuerda que yo gané la primer partida…


(Risas)

(Aplausos)
en Filadelfia, antes de perder la revancha al año siguiente, en Nueva York.

Pero supongo que eso es justo.

No hay día en la historia, un día especial en el calendario, para cada persona que no llegó a la cima del Everest antes de que llegaran Sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay.

Y en 1997, yo todavía era el campeón del mundo cuando las computadoras de ajedrez llegaron finalmente a la mayoría de edad.

Yo era el Everest, y Deep Blue llegó a la cima.

Debo decir, por supuesto, que no lo hizo Deep Blue, sino sus creadores humanos…

Anantharaman, Campbell, Hoane, Hsu.

Me quito el sombrero ante ellos.

Como siempre, el triunfo de la máquina fue un triunfo humano, algo que solemos olvidar si las máquinas superan a los humanos.

Deep Blue tuvo la victoria, pero

¿era inteligente?

No, no lo era, al menos no como esperaban Alan Turing y otros fundadores de la informática.

Resultó que al ajedrez se le podía ganar por fuerza bruta, con un hardware suficientemente rápido y algoritmos suficientemente inteligentes.

Aunque al ver el resultado que produjo, un ajedrez de nivel de gran maestro, Deep Blue era inteligente.

Pero incluso con esa velocidad increíble, 200 millones de posiciones por segundo, el método de Deep Blue no permitió penetrar el misterio de la inteligencia humana como soñamos.

Pronto, las máquinas serán taxistas, médicos y profesores, pero

¿serán «inteligentes»?

Dejaría estas definiciones a los filósofos y al diccionario.

Lo que realmente importa es cómo, como humanos, nos sentimos al vivir y trabajar con estas máquinas.

Cuando conocí a Deep Blue en febrero de 1996, ya había sido campeón mundial durante más de 10 años, y había jugado 182 partidas de campeonatos del mundo y cientos de partidas contra otros jugadores de alto nivel en otros torneos.

Sabía qué esperar de mis oponentes y qué esperar de mí mismo.

Estaba acostumbrado a medir sus movimientos y su estado emocional, a ver su lenguaje corporal y a mirarlos a los ojos.

Y luego me senté frente al tablero de ajedrez de Deep Blue.

De inmediato sentí algo nuevo, algo inquietante.

Puede que sientan algo similar la primera vez que suban a un auto sin conductor, o la primera vez que un gerente de TI emita una orden en el trabajo.

Pero en esa primera partida, no podía estar seguro de qué era capaz esta cosa.

La tecnología avanza de a saltos, e IBM había invertido mucho.

Perdí esa partida.

Y no pude evitar preguntarme,

¿será invencible?

¿Mi amado ajedrez llegó a su fin?

Estas eran dudas humanas, temores humanos, y lo único que sabía con certeza era que mi oponente Deep Blue no tenía esas preocupaciones.


(Risas)
Batallé tras ese golpe devastador para ganar la primera partida, pero la suerte estaba echada.

Al final perdí contra la máquina pero no corrí la suerte de John Henry que ganó, pero murió con el martillo en la mano.

Resultó que el mundo del ajedrez todavía quería tener un campeón humano.

E incluso hoy, cuando una aplicación gratuita de ajedrez en el último móvil es más potente que Deep Blue, las personas siguen jugando ajedrez, incluso más que antes.

Los alarmistas predijeron que todos abandonarían el juego, que podría ser conquistado por las máquinas, y estaban equivocados, se puede ver claramente, pero el alarmismo siempre ha sido un pasatiempo popular en materia de tecnología.

De mi experiencia personal aprendí que debemos enfrentar los temores si queremos aprovechar al máximo nuestra tecnología, y debemos superar esos temores si queremos obtener lo mejor que pueda dar nuestra humanidad.

Mientras asimilaba la derrota, me inspiré mucho en las batallas contra Deep Blue.

Como dice el viejo refrán ruso, si no puedes vencerlos, únete a ellos.

Entonces pensé, y si pudiera jugar con una computadora, con una computadora a mi lado, y combinar nuestras fortalezas, la intuición humana más el cálculo de la máquina, la estrategia humana, la táctica de la máquina, la experiencia humana, la memoria de la máquina.

¿Sería esa la partida más perfecta de la historia?

Mi idea se hizo realidad en 1998, bajo el nombre de «ajedrez avanzado», cuando jugué esta partida humano y máquina contra otro jugador de élite.

Pero en este primer experimento, ambos fracasamos en la combinación efectiva de elementos humano y máquina.

El ajedrez avanzado encontró su hogar en Internet.

Y en 2005, un estilo llamado torneo de ajedrez libre produjo una revelación.

Participaron un equipo de maestros y máquinas de alto nivel, pero los ganadores no fueron ni grandes maestros, ni supercomputadoras.

Ganó un dúo de aficionados estadounidenses al mando de tres PC comunes en simultáneo.

El talento para acompañar a sus máquinas contrarrestó con eficacia el conocimiento superior de ajedrez de sus oponentes que eran grandes maestros y tenían mayor poder computacional.

Y llegué a esta formulación.

Un jugador humano débil más una máquina más un mejor proceso, es superior a una máquina muy potente sola, pero aún más notable, es superior a un jugador humano fuerte más una máquina y un proceso inferior.

Esto me convenció de que necesitaríamos mejores interfaces para entrenar a nuestras máquinas hacia una inteligencia más útil.

El humano más la máquina no es el futuro, es el presente.

Todos hemos usado herramientas de traducción en línea para entender la idea de un artículo de la prensa extranjera, a pesar de sus imperfecciones.

Después usamos la experiencia humana para darle sentido a eso, y luego la máquina aprende de nuestras correcciones.

Este modelo se desarrolla en diagnóstico médico y análisis de seguridad.

La máquina analiza los datos, calcula las probabilidades, hace 80 % o 90 % del camino, lo que facilita el análisis y la toma de decisión humana.

Pero uno no enviaría a sus hijos a la escuela en un auto sin conductor que tuviera un 90 % de exactitud, ni uno con un 99 %.

Por eso necesitamos un gran avance para ganar algunos decimales cruciales.

Veinte años después de mi partida con Deep Blue, la segunda partida, la del titular sensacionalista, «El último combate del cerebro», se ha vuelto algo común conforme las máquinas inteligentes incursionan en todos los sectores, aparentemente a diario.

Pero a diferencia del pasado, cuando las máquinas reemplazaban a los animales de granja, al trabajo manual, ahora vienen a reemplazar a personas con diplomas, o personas con influencia política.

Como alguien que luchó contra la máquina y perdió, vine a decirles que es una noticia excelente.

Un día, todas las profesiones deberán enfrentar esta presión, de lo contrario, la humanidad habrá dejado de progresar.

No seremos nosotros quienes elijan, cuándo y dónde se detendrá el progreso tecnológico.

No podemos desacelerar.

De hecho, tenemos que acelerar.

Nuestra tecnología se destaca por quitar dificultades e incertidumbres de nuestras vidas, así que tenemos que ir en busca de mayores desafíos, aún más inciertos.

Las máquinas hacen cálculos.

Nosotros comprendemos las cosas.

Las máquinas reciben instrucciones.

Nosotros tenemos propósito.

Las máquinas tienen objetividad.

Nosotros tenemos pasión.

No deberíamos temer a lo que pueden hacer las máquinas hoy.

En cambio, deberíamos preocuparnos por lo que todavía no pueden hacer, porque vamos a necesitar la ayuda de nuevas máquinas inteligentes para hacer realidad nuestros más grandes sueños.

Y si fracasamos, si fallamos, no será porque nuestras máquinas sean muy inteligentes, o no lo suficientemente inteligentes.

Si no lo logramos, será porque nos dejamos llevar y limitamos nuestras ambiciones.

Ninguna habilidad define nuestra humanidad, ni martillar, ni siquiera jugar al ajedrez.

La humanidad solo puede hacer una cosa.

Soñar.

Soñemos en grande.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/garry_kasparov_don_t_fear_intelligent_machines_work_with_them/

 

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