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Nuestros esfuerzos por salvar uno de los últimos reductos vírgenes del planeta – Charla TED2018

Charla «Nuestros esfuerzos por salvar uno de los últimos reductos vírgenes del planeta» de TED2018 en español.

Entre hipopótamos que defienden su territorio y campos de minas activas, el TED Fellow Steve Boyes y un equipo de científicos atravesaron el delta del Okavango, el humedal natural más grande de África, para explorar y proteger este hábitat en estado casi prístino contra la amenaza creciente del desarrollo. En una inspiradora charla llena de imágenes, Boyes habla de las detalladas investigaciones científicas que ha llevado a cabo con la esperanza de proteger esta inmensa y frágil naturaleza virgen.

  • Autor/a de la charla: Steve Boyes
  • Fecha de grabación: 2018-04-10
  • Fecha de publicación: 2018-07-03
  • Duración de «Nuestros esfuerzos por salvar uno de los últimos reductos vírgenes del planeta»: 541 segundos

 

Traducción de «Nuestros esfuerzos por salvar uno de los últimos reductos vírgenes del planeta» en español.

Visible desde el espacio, el delta del Okavango es el humedal natural más extenso de África que se conserva intacto.

Este delta resplandeciente en Botsuana, un país que no tiene salida al mar, es la joya del Kalahari, más valiosa que los diamantes para el mayor productor de diamantes del mundo, y declarado en 2014 Patrimonio de la Humanidad número 1000 por la UNESCO.

Aquí vemos los dos principales afluentes, el Cuito y el Cubango, desapareciendo hacia el norte en las ignotas mesetas de Angola.

Esta es la cuenca más grande no desarrollada del planeta, con una extensión superior a la de California.

Esta inmensa cuenca no desarrollada de Angola estuvo congelada en el tiempo por 27 años de guerra civil.

De hecho, la mayor batalla de tanques en África desde la Segunda Guerra Mundial se libró en un puente que cruza el río Cuito del Okavango, allí a la derecha, desapareciendo hacia lo desconocido en la ‘Terra do fim do mundo’, o la tierra del fin del mundo, como la llamaron los primeros exploradores portugueses.

En 2001, a los 22 años, trabajé como encargado de las tareas de mantenimiento en el campamento de Vundumtiki en el delta del Okavango, un mosaico de canales, llanuras aluviales, lagunas y miles y miles de islas por explorar.

El hábitat de la población más grande de elefantes en el planeta.

Los rinocerontes llegan aquí a bordo de aviones C130 para encontrar refugio en esta naturaleza silvestre.

Leones, leopardos, hienas, perros salvajes, guepardos, añejos baobabs que se yerguen como catedrales bajo la Vía Láctea.

En este lugar, descubrí algo obvio: la naturaleza también es nuestro hábitat natural.

Necesitamos estos últimos reductos vírgenes para reconectarnos con quienes realmente somos.

Nosotros, los 7000 millones de personas que somos, nunca debemos olvidar que somos una especie biológica unida para siempre a este mundo biológico particular, como las olas conectadas con el océano; no podemos existir sin él.

Es un constante flujo de átomos y energía entre individuos y especies cada día, en todo el mundo y en el cosmos.

Nuestro destino está ligado para siempre a los millones de especies de las que dependemos de manera directa e indirecta cada día.

Hace cuatro años, se anunció que el 50 % de toda la vida silvestre del planeta había desaparecido en tan solo 40 años.

Vemos aquí la muerte masiva por ahogo de 15 000 ñus, que yo mismo presencié en el Maasai Mara hace dos años.

Decididamente, somos responsables.

Se estima que para el 2020, la vida silvestre en el mundo se reducirá de manera dramática en dos tercios.

Somos la sexta extinción porque no hemos dejado espacio seguro para que millones de especies puedan coexistir de manera sustentable.

Desde 2010, crucé el delta del Okavango ocho veces para hacer estudios científicos detallados en un transecto de investigación de más de 321 km y durante 18 días.

¿Por qué lo hago?

¿Por qué arriesgo mi vida cada año?

Pues porque necesitamos esta información como punto de referencia de este sitio casi virgen antes de que llegue el desarrollo aguas arriba.

Estos son los ribereños wayeyi, pobladores del delta del Okavango.

Me enseñaron todo lo que sé sobre la Madre Okavango, sobre la presencia en la naturaleza.

El peregrinaje que hacemos juntos cada año por el delta del Okavango en nuestros ‘mokoros’, sus canoas típicas, recuerda milenios de vida en la naturaleza silvestre.

Hace diez mil años, el mundo entero era la naturaleza.

Hoy, la naturaleza es lo poco que queda de ese mundo que ya desapareció.

Hace diez mil años, éramos lo mismo que hoy: una inteligencia moderna, soñadora, nunca antes vista.

La vida en la naturaleza nos enseñó a hablar, a buscar técnicas como el fuego y la piedra, el arco y la flecha, la medicina y el veneno, a domesticar plantas y animales y a depender unos de otros, de todos los seres que nos rodeaban.

Somos esta última naturaleza silvestre, todos y cada uno de nosotros.

Más del 80 % de la superficie del planeta sufre actualmente el impacto de la actividad humana: la destrucción del hábitat y el comercio ilegal de animales están diezmando las poblaciones silvestres del mundo.

Necesitamos urgentemente crear espacios seguros para estos animales silvestres.

Para ello, a fines de 2014 lanzamos un ambicioso proyecto de exploración y protección.

Para mediados de mayo de 2015, habíamos abierto el acceso a través de campos de minas activas, al lago donde nace el río Cuito, nunca antes documentado; un lugar mágico, con su naturaleza intacta y ancestral.

El 21 de mayo, comenzamos el megatransecto del Okavango en siete canoas.

Al cabo de más de 2400 km y 121 días de remar y avanzar, y de muchas investigaciones, cruzamos la cuenca completa del río hasta llegar al lago Xau en el desierto del Kalahari, a 480 km del delta del Okavango.

El agua se convirtió en mi mundo: cada onda del río, cada remolino, cada nenúfar, cada corriente, cada señal de peligro, cada manifestación de vida.

Imaginen millones de abejas del sudor revoloteando alrededor, bacterias antropófagas, el peligro permanente de que explote una mina o un hipopótamo que dé vuelta el mokoro.

Aquí vemos el momento posterior a ese ataque: un hipopótamo clavó los colmillos en el bote.

Allí se ven las dos perforaciones, en la base del casco.

Absolutamente aterrador, y todo por culpa mía.


(Risas)
Mucho transporte de carga por tierra, árboles que bloquean el camino y botes que vuelcan en los rápidos rocosos.

Nos alimentábamos de arroz y frijoles, nos bañábamos en un balde de agua fría y remábamos una maratón de seis a ocho horas por día.

Luego de 121 días, había olvidado las claves de acceso a mis cuentas bancarias y redes sociales; un verdadero reseteo del sistema.

Pregúntenme ahora si extraño aquello, les diré que todavía estoy allí.

Pero

¿por qué salvar lugares que casi no visitamos?

¿Por qué salvar lugares donde uno arriesga su vida?

No soy particularmente religioso ni espiritual, pero en la naturaleza, creo haber encontrado el lugar de origen de la religión.

Estar frente a un elefante, lejos de todo lo demás, es lo más cercano a Dios que encontraré jamás.

Moisés, Buda, Mahoma, Jesús, los maestros, profetas y místicos hindúes fueron todos a la naturaleza, a las montañas, al desierto, para contemplar en silencio y escuchar los secretos que guiarían sus sociedades durante miles de años.

Yo voy al Okavango en mi mokoro.

Deben venir conmigo algún día.

Más del 50 % de los terrenos vírgenes que quedan está desprotegidos.

Una enorme oportunidad, para todos nosotros.

Es necesario actuar de manera urgente.

Desde el megatransecto en 2015, hemos explorado todos los ríos principales de la cuenca del río Okavango, cubriendo 6430 km de transectos de investigación detallada en nuestras canoas y nuestras bicicletas de montaña.

En este momento hay 57 científicos de primera línea que están redescubriendo lo que llamamos la torre de agua del Okavango-Zambezi, esta inmensa naturaleza virgen de posguerra con lagos no documentados, cascadas sin nombre enclavadas en el mayor bosque de miombo que queda en África.

Hemos descubierto 24 nuevas especies para la ciencia y cientos de especies que se desconocían en la zona.

Este año iniciamos el proceso con el gobierno de Angola para establecer uno de los sistemas más grandes de áreas protegidas del mundo, a fin de preservar la torre de agua del Okavango-Zambezi que venimos explorando.

Río abajo, esto significa agua segura para millones de personas y para más de la mitad de los elefantes que quedan en el planeta.

Sin duda esta es la mayor oportunidad para impulsar la conservación que África haya tenido en décadas.

En los próximos 10 a 15 años, necesitamos una inversión sin precedentes para preservar la naturaleza virgen en todo el mundo.

Para mí, preservar la naturaleza va más allá de la simple protección de los ecosistemas que limpian el agua que bebemos y crean el aire que respiramos.

Preservar la naturaleza virgen protege nuestro derecho humano a ser silvestres, nuestro derecho humano a explorar.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/steve_boyes_how_we_re_saving_one_of_earth_s_last_wild_places/

 

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