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¿Por qué capacito a las abuelas en el tratamiento de la depresión? – Charla TEDWomen 2017

Charla «¿Por qué capacito a las abuelas en el tratamiento de la depresión?» de TEDWomen 2017 en español.

Dixon Chibanda es uno de los 12 psiquiatras en Zimbabwe para una población de más de 16 millones. Al darse cuenta que su país nunca iba a ser capaz de tratar por métodos tradicionales a personas con problemas de salud mental, Chibanda ayudó a desarrollar una solución hermosa con un recurso ilimitado: las abuelas. En esta charla extraordinaria e inspiradora, descubrirá más sobre el Programa de Banco de Amistad, que capacita a las abuelas en la terapia conversacional basada en la evidencia y brinda atención y esperanza a quien la necesita.

  • Autor/a de la charla: Dixon Chibanda
  • Fecha de grabación: 2017-11-01
  • Fecha de publicación: 2018-02-14
  • Duración de «¿Por qué capacito a las abuelas en el tratamiento de la depresión?»: 744 segundos

 

Traducción de «¿Por qué capacito a las abuelas en el tratamiento de la depresión?» en español.

En una mañana cálida de agosto en Harare Farai, una madre de 24 años de dos hijos camina hacia un banco del parque se siente miserable y abatida.

En el banco del parque se sienta una mujer de 82 años, bien conocida en la comunidad como Abuela Jack.

Farai le da a la Abuela Jack un sobre de la enfermera de la clínica.

Abuela Jack invita a Farai a sentarse mientras abre el sobre y lo lee.

Hay un silencio de tres minutos o algo así mientras lee.

Y después de una larga pausa, Abuela Jack respira profundamente, mira a Farai y dice, «Estoy aquí para ti.

¿Te gustaría compartir tu historia conmigo?

» Farai comienza, sus ojos se hinchan de lágrimas.

Dice, «Abuela Jack, Tengo SIDA.

He estado viviendo con SIDA los últimos cuatro años.

Mi esposo me dejó hace un año.

Tengo dos niños de menos de cinco.

Estoy desempleada.

Difícilmente puedo cuidar a mis niños.» Las lágrimas fluyen por su rostro.

Y en respuesta Abuela Jack se acerca más, pone las manos en Farai, y dice «Farai, está bien llorar.

Has pasado por mucho.

¿Te gustaría compartir más conmigo?

» Y Farai continúa.

«En las últimas tres semanas, he tenido pensamientos recurrentes de matarme, llevarme a mis dos niños conmigo.

Ya no puedo más.

La enfermera de la clínica me mandó a verte.» Hay un diálogo entre las dos, que dura como 30 minutos.

Y finalmente, Abuela Jack dice, «Farai, me parece que tienes todos los síntomas de kufungisisa.» La palabra «kufungisisa» abre la compuerta de lágrimas.

kufungisisa es la equivalencia local a la depresión en mi país.

Literalmente significa «pensar demasiado».

La Organización Mundial de la Salud estima que más de 300 millones de personas globalmente, sufren, hoy de depresión, o lo que en mi país llamamos kufungisisa.

Y la Organización Mundial de la Salud también nos dice que cada 40 segundos, alguien en algún lugar del mundo comete suicidio porque es infeliz, en gran parte debido a la depresión o kufungisisa.

Y la mayoría de estas muertes suceden en países de bajo y mediano ingreso.

De hecho, la Organización Mundial de la Salud va más lejos al decir que cuando se observan los grupos de edades entre 15 y 29, una de las principales causas de muerte es realmente el suicidio.

Pero hay una variedad de eventos que llevan a la depresión y en algunos casos al suicidio, como el abuso, los conflictos, la violencia, eñ aislamiento, la soledad…

la lista es interminable.

Pero una cosa que sabemos es que la depresión puede tratarse y evitar los suicidios.

El problema es que no tenemos suficientes psiquiatras o psicólogos en el mundo para lograrlo.

En la mayoría de los países de bajo y mediano ingreso, por ejemplo, la proporción de psiquiatras respecto a la población es algo como uno por cada un y medio millón de personas, lo que literalmente significa que el 90 % de las personas que necesitan servicios de salud mental no los obtendrán.

En mi país, hay 12 psiquiatras, y yo soy uno de ellos, para una población de aproximadamente 14 millones.

Déjenme ponerlo en contexto.

Una tarde mientras estaba en casa, me llamaron de ER, o sala de urgencias, desde una ciudad que está a unos 200 km de distancia de donde vivo.

Y el doctor de urgencias dice, «Uno de tus pacientes, alguien que trataste hace 4 meses, acaba de tomar una sobredosis, y está en urgencias.

Hemodinámicamente, parecen estar bien, pero va a necesitar evaluación neuropsiquiatrica.» Obviamente no podía subirme al auto en medio de la noche y conducir 200 km.

Así que lo mejor que pudimos hacer, en el teléfono con el doctor de urgencias, hicimos una evaluación.

Nos aseguramos de que la observaciones de que era suicida estuvieran presentes.

Nos aseguramos de comenzar a revisar los antidepresivos que este paciente había estado tomando, y finalmente concluimos que tan pronto como Érica, ese era su nombre, de 26 años, que tan pronto como Érica estuviera lista para salir de Urgencias, debería venir directamente a mí con su madre, y la evaluaría y establecería lo que se podía hacer.

Y asumimos que eso podía tomar cerca de una semana.

Una semana pasó.

Tres semanas pasaron.

Érica, no.

Y un día recibo una llamada de la mamá de Érica, y me dice, «Érica se suicidó hace tres días.

Se colgó de una árbol de mango en el jardín familiar.» Casi como una reacción instintiva, no pude evitar preguntar, «Pero,

¿por qué no vinieron a Harare, donde vivo?

Habíamos acordado que tan pronto como fuera dada de alta de Urgencias, vendría a verme,» Su respuesta fue corta.

«No teníamos los 15 dólares de la tarifa del autobús para ir a Harare.» El suicidio no es un evento inusual en el mundo de la salud mental.

Pero había algo en la muerte de Érica que me impactó en lo profundo de mi ser.

Esa declaración de la madre de Érica: «No teníamos los 15 dólares de la tarifa del autobús para ir a verte,» me hizo darme cuenta que no solo era ir a trabajar, esperando que la gente me viniera a ver.

Y entré en ese estado de examen de conciencia, tratando de realmente descubrir mi papel como un psiquiatra en África.

Y tras considerables consultas y examen de conciencia, hablando con colegas, amigos y familia, de repente me di cuenta de que, en realidad, una de los recursos más confiables que tenemos en África son las abuelas.

Sí, las abuelas.

Y pensé, hay abuelas en cada comunidad.

Hay cientos de ellas.

Y —
(Risas)
Y no dejan sus comunidades en búsqueda de mejores lugares.


(Risas)
La única vez que se van es cuando van a un lugar mejor llamado cielo.


(Risas)
Así que pensé,

¿qué tal capacitar a las abuelas en terapia conversacional basada en evidencia, para realizarla en un banco?

Empoderarlas con las habilidades de escuchar, de mostrar empatía, todo lo arraigado en la terapia cognitiva conductual; empoderarlas con las habilidades de proveer activación conductual, planeación de actividades; y apoyarlas usando tecnología digital.

Saben, la tecnología del celular.

Casi todos en África tienen un celular hoy en día.

Así en el 2006, comencé mi primer grupo de abuelas.

(Aplauso) Gracias.

(Aplauso) Hoy, son cientos de abuelas quienes están trabajando en más de 70 comunidades.

Y tan solo el año pasado, más de 30 000 personas recibieron tratamiento en un «Banco de la Amistad» por una abuela en una comunidad en Zimbabwe.

(Aplauso) Y recientemente, publicamos este trabajo que fue realizado por estas abuelas en el diario de la Asociación Médica Americana.

Y…


(Aplausos)
Y nuestros resultados muestran que seis meses después de recibir tratamiento de una abuela, las personas seguían sin síntomas, sin depresión, las ideas suicidas reducidas por completo.

De hecho, nuestros resultados, hicimos un ensayo clínico, de hecho, este ensayo clínico mostró que las abuelas eran más efectivas tratando la depresión que los médicos y…


(Risas)

(Aplausos)
Así que ahora estamos trabajando en expandir este programa.

Hay más de 600 millones de personas en el mundo que tienen más de 65 años.

Y para el año 2050, serán 1.5 billones de personas de 65 años y más.

Imaginen si pudiéramos crear una red global de abuelas en cada ciudad importante del mundo, quiénes estuvieran capacitadas en la terapia converacional basada en evidencia apoyadas a través de las plataformas digitales, conectadas.

Y marcarían la diferencia en las comunidades.

Reducirían la brecha en el tratamiento para los trastornos mentales, neurológicos y de abuso de sustancias Finalmente, esta es una fotografía de archivo de Abuela Jack.

Así que Farai, tuvo seis sesiones en el banco con Abuela Jack.

Hoy Farai está trabajando.

Tiene sus dos niños en la escuela.

Y como para Abuela Jack, una mañana de febrero, la esperábamos ver con su cliente número 257 en el banco.

No se presentó.

Había ido a un lugar mejor llamado cielo.

Pero creo que la Abuela Jack, desde arriba, anima a todas las demás abuelas a aumentar el número de abuelas quienes marcan la diferencia en la vida de miles de personas.

Y estoy seguro de que ella está asombrada cuando se da cuenta de que algo en lo que ella ayudó a ser pionera está ahora expandiéndose a otros países, como Malawi, la isla de Zanzíbar, y llegando más cerca de casa aquí a EE.

UU.

en la ciudad de Nueva York.

Que su alma descanse en paz.

Gracias.


(Aplausos)
(Vítores)
(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/dixon_chibanda_why_i_train_grandmothers_to_treat_depression/

 

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