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Por qué el arte prospera en Burning Man – Charla TED2018

Charla «Por qué el arte prospera en Burning Man» de TED2018 en español.

La curadora de arte Nora Atkinson nos lleva de viaje al desierto de Black Rock en Nevada para ver el arte maravillosamente diseñado y participativo de Burning Man, y revela cómo descubrió allí lo que a menudo falta en los museos: la curiosidad y la participación. «¿Para qué es el arte en nuestro mundo contemporáneo si no es esto?», pregunta.

  • Autor/a de la charla: Nora Atkinson
  • Fecha de grabación: 2018-04-10
  • Fecha de publicación: 2018-08-28
  • Duración de «Por qué el arte prospera en Burning Man»: 621 segundos

 

Traducción de «Por qué el arte prospera en Burning Man» en español.

Es como un sueño.

Imaginen, en el desierto vacío, se topan con una gran rueda bordeada de esqueletos, y alguien los invita a tirar de una serie de cuerdas pesadas en su base, entonces caminan hacia un lado, donde un equipo los está esperando, se disponen a tirar con todas sus fuerzas, cada uno a su turno, y, finalmente, la rueda se pone en movimiento, las luces comienzan a parpadear, y el público aplaude, y acaban de activar el «Charon» de Peter Hudson, uno de los zoótropos más grandes del mundo.

Esto es lo más alejado del arte comercializable.


(Risas)
Es enorme, es peligroso, se necesita una docena de personas para moverlo y no va con el sofá.


(Risas)
Está bellamente diseñado y es completamente inútil, y es maravilloso.

Es poco probable ver obras como «Charon» en los titulares del mundo del arte.

En estos días, la compra y venta de obras de arte a menudo recibe más atención que las obras mismas.

En el último año, un Jean-Michel Basquiat se vendió por 110 millones de dólares, el precio más alto jamás logrado por el trabajo de un artista estadounidense, y una pintura de Leonardo da Vinci se vendió por 450 millones, estableciendo un nuevo récord de subasta.

Aun así, estos son artistas grandes e importantes, pero igualmente, cuando miras estas obras y lees los titulares, tienes que preguntarte: «

¿Me interesan estas obras porque me conmueven, o me interesan porque son caras y creo que deberían serlo?

«.

En nuestro mundo contemporáneo, puede ser difícil separar esas dos cosas.

Pero

¿y si lo intentamos?

¿Y si redefinimos el valor del arte no por su precio, sino por la conexión emocional que crea entre el artista y la audiencia, o los beneficios que le da a nuestra sociedad, o la satisfacción que le da a los mismos artistas?

Esto es el desierto de Black Rock en Nevada, muy lejos de las galerías de Nueva York, Londres y Hong Kong.

Y aquí, por casi 30 años, en Burning Man, se ha formado un movimiento que hace exactamente eso.

Desde sus primeros años anarquistas, Burning Man creció.

Hoy es más un experimento de soñar colectivamente.

Es una comunidad que trabaja todo el año, y cada agosto, durante una semana, 70 000 personas abandonan su tecnología y peregrinan al desierto para construir una sociedad anticonsumista fuera de los límites de su vida cotidiana.

Las condiciones son brutales.

Los extraños te abrazarán, y cada año, jurarán que fue mejor el último, pero sigue siendo ridículo y liberador y vivo, y lo que aquí prospera es el arte.

Esta soy yo en la playa del desierto el año pasado con mi hermano, obviamente trabajando duro.


(Risas)
Estuve estudiando el arte de Burning Man durante varios años para una exposición que organicé en la Galería Renwick del Smithsonian, y lo que me fascina no es la calidad del trabajo, que en realidad es bastante alta, es que la gente viene aquí al desierto una y otra vez a ensuciarse las manos para crear en nuestra era cada vez más digital.

Porque parece que esto llega a algo que es esencialmente humano.

Realmente, todo el campamento de Burning Man podría considerarse como una instalación gigante de arte interactivo impulsada por la participación de todos.

Algo que diferencia este evento del mundo del arte comercial es que cualquiera puede mostrar su creación.

En estos días, van a la playa alrededor de 300 instalaciones de arte e innumerables expresiones artísticas.

Ninguna se vende allí.

Al final de la semana, si las obras no se queman, los artistas tienen que llevarlas de vuelta y almacenarlas.

Es un tremendo trabajo de amor.

Aunque ciertamente hay una estética de Burning Man, iniciada por artistas como Kate Raudenbush y Michael Christian, gran parte del carácter distintivo del trabajo proviene del desierto mismo.

Para que un trabajo tenga éxito, tiene que ser lo suficientemente portátil para hacer el viaje, lo bastante resistente para soportar el viento, el clima y los participantes, estimulante a la luz del día y en la oscuridad, y atractivo sin interpretación.

El encuentro con obras monumentales e íntimas se vive de manera surrealista.

La escala tiene una tendencia a engañar a los ojos.

Lo que parecía enorme en el estudio de un artista podría perderse en la playa, pero virtualmente no hay límites espaciales para que los artistas puedan soñar lo más grande que puedan construir.

Algunas piezas te desconciertan por su gracia y otras por la gran audacia que llevó traerlas aquí.

El humor irreverente de Burning Man se manifiesta en obras como «Church Trap» de Rebekah Waites, una pequeña capilla rural apoyada precariamente sobre una viga de madera, como una trampa para ratones, que tentaba a los participantes a encontrar religión —fue construida y quemada en 2013— mientras que otras obras, como «Firmament» de Christopher Schardt apuntan a lo sublime.

Aquí, bajo un dosel de luces danzantes al son de música clásica, los participantes podían escapar de la música ensordecedora y del caos que había en todas partes.

Por la noche, la ciudad se llena de vehículos mutantes, los únicos autos permitidos para circular por la playa.

Y si la necesidad es la madre de la invención, aquí, el absurdo es su padre.


(Risas)
Zigzaguean de obra de arte en obra de arte como un extraño sistema de transporte público aleatorio, en un despliegue de luz y sonido.

Cuando los artistas dejan de preocuparse por los críticos y coleccionistas y comienzan a hacer el trabajo para sí mismos, estos son los tipos de juguetes maravillosos que crean.

Y lo sorprendente es que, en general, cuando la gente llega por primera vez a Burning Man, no sabe cómo hacerlo.

Es la comunidad activa y solidaria de creadores quien lo hace posible.

Colectivos como «Five Ton Crane» se unen para compartir habilidades y asumir proyectos complejos que un solo artista nunca intentaría, de un cohete gótico que parece listo para despegar en cualquier momento a una casa de cuento de hadas dentro de una bota gigante con estantes llenos de libros hechos por artistas, un pastel de mirlo en el horno y una planta de judías que puede treparse.

Calificados o no calificados, todos son bienvenidos.

De hecho, parte del encanto y la innovación de las obras es que muchos participantes no son artistas en absoluto, sino científicos o ingenieros o soldadores o recolectores de basura, y sus obras cruzan los límites disciplinarios, de un bosque de setas de origami que se desarrolló a partir del diseño de una yurta, a un árbol que responde a las voces y los biorritmos de todos los que lo rodean a través de 175 000 lámparas LED incrustadas en sus hojas.

En los museos, un visitante típico pasa menos de 30 segundos con una obra de arte, y a menudo miro a la gente pasear de etiqueta en etiqueta, buscando información, como si toda la historia de una obra de arte pudiera estar contenido en ese texto de 80 palabras.

Pero en el desierto, no hay guardianes y no hay carteles que expliquen el arte, solo curiosidad natural.

Ves un trabajo en el horizonte y te diriges hacia él.

Cuando llegas, caminas alrededor, lo tocas, lo pruebas.

¿Es lo suficientemente resistente como para subir?

¿Seré empalado por eso?


(Risas)
El arte se convierte en un lugar para la interacción extendida, y aunque la exhibición puede ser de corta duración, la experiencia se queda contigo.

En ninguna parte es más cierto que en el Templo de Burning Man.

En 2000, David Best y Jack Haye construyeron el primer Templo, y después de que un miembro de su equipo muriera trágicamente en un accidente poco antes del evento, el edificio se convirtió en un monumento improvisado en su memoria.

Por sí misma, es una magnífica obra de arquitectura, pero la estructura es solo un caparazón hasta que desaparece bajo una gruesa capa de mensajes.

«Te echo de menos».

«Por favor perdóname».

«Incluso un crayón roto todavía colorea».

Testimonios íntimos de la experiencia humana más universal, la experiencia de la pérdida.

La emoción colectiva en este lugar es abrumadora e indescriptible, antes de incendiarse en la última noche del evento.

Cada año, algo obliga a personas de distintos ámbitos de la vida, de todo el mundo, a salir al desierto y hacer arte sin dinero de por medio.

El trabajo no siempre es refinado, no siempre es viable, ni siquiera es siempre bueno, pero es auténtico y optimista de una manera que rara vez vemos en otro lado.

En estos tiempos cínicos, es reconfortante saber que todavía somos capaces de grandes hazañas de imaginación, y que cuando buscamos conexión, nos unimos y construimos catedrales en el polvo.

Olviden las etiquetas de precio.

Olviden los grandes nombres.

¿Para qué sirve el arte en nuestro mundo contemporáneo sino para esto?

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/nora_atkinson_why_art_thrives_at_burning_man/

 

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