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¿Por qué la gran arquitectura debe contar una historia? – Charla TEDGlobal>London

Charla «¿Por qué la gran arquitectura debe contar una historia?» de TEDGlobal>London en español.

Para el arquitecto Ole Scheeren, las personas que viven y trabajan dentro de un edificio son tan parte de ese edificio como el hormigón, el acero y el vidrio. Se pregunta: ¿Puede la arquitectura basarse en la colaboración y la narración, en vez de hacerlo en el aislamiento y la jerarquía de un rascacielos típico? Recorre cinco de los edificios de Scheeren, desde una torre torcida en China a un cine que flota en el océano en Tailandia, y conoce las historias que se esconden detrás de ellos.

  • Autor/a de la charla: Ole Scheeren
  • Fecha de grabación: 2015-09-29
  • Fecha de publicación: 2016-01-14
  • Duración de «¿Por qué la gran arquitectura debe contar una historia?»: 986 segundos

 

Traducción de «¿Por qué la gran arquitectura debe contar una historia?» en español.

Durante gran parte del siglo pasado, la arquitectura estuvo bajo el influjo de una famosa doctrina.

«La forma sigue a la función», el ambicioso manifiesto de la modernidad y una camisa de fuerza perjudicial que despoja a la arquitectura de lo decorativo y la condena al rigor utilitario confinado al propósito.

Claro, la arquitectura tiene que ver con la función, pero quiero recordar una reescritura de esta frase de Bernard Tschumi, y quiero proponer una cualidad totalmente diferente.

Si la forma sigue a la ficción, podríamos pensar la arquitectura y los edificios como espacios de historias, historias de las personas que viven allí, de las personas que trabajan en estos edificios.

Y podríamos empezar a imaginar las experiencias que crean los edificios.

En este sentido, me interesa la ficción no por lo inverosímil, sino por lo real, por la realidad que implica la arquitectura, por las personas que viven en ella y con ella.

Nuestros edificios son prototipos, ideas de posibles diferencias en el espacio que habitamos o en el espacio laboral, y del posible aspecto actual del espacio cultural y de medios.

Nuestros edificios son reales; se construyen.

Constituyen un compromiso explícito en la realidad física y en la posibilidad de los conceptos.

Pienso nuestra arquitectura como estructuras organizativas.

En su núcleo, de hecho, hay pensamiento estructural, de sistema:

¿Cómo disponer los elementos de forma funcional y a la vez dar una experiencia?

¿Cómo crear estructuras que generen una serie de relaciones y narrativas?

¿Cómo hacer que las historias ficticias de los habitantes y usuarios de nuestros edificios guíen la arquitectura, y que la arquitectura guie esas historias al mismo tiempo?

Y aquí entra en juego el segundo término, lo que denomino «híbridos narrativos».

Estructuras de múltiples historias simultáneas que se despliegan a lo largo de los edificios que creamos.

Por eso podríamos pensar la arquitectura como sistemas complejos de relaciones, en lo programático y en lo funcional, en lo emotivo, lo social y como parte de una experiencia.

Esta es la sede de la emisora nacional de China, que diseñé junto a Rem Koolhaas en OMA.

En mi primera vez en Pekín en 2002, los planificadores mostraron esta imagen: un bosque de varios cientos de rascacielos en el centro del distrito financiero, salvo que en ese momento, solo existía un puñado de edificios.

Tuvimos que diseñar en un contexto del que sabíamos casi nada, salvo una cosa: todo iba a ser vertical.

Claro, un rascacielos es vertical, es una estructura profundamente jerárquica.

La parte superior siempre es la mejor, la inferior la peor, y cuanto más alto estés, mejor, por lo que parece.

Y queríamos preguntarnos:

¿Podría tener un edificio una cualidad totalmente diferente?

¿Podría deshacer esta jerarquía y tratarse de un sistema más basado en la colaboración que en el aislamiento?

Así que tomamos esta aguja y la inclinamos de nuevo sobre sí misma, en un bucle de actividades interconectadas.

Nuestra idea era poner todos los aspectos de la producción de TV en una estructura simple: noticias, producción de programas, transmisión, investigación y entrenamiento, administración, todo dentro de un circuito de actividades interconectadas donde las personas se encuentren en un proceso de intercambio y colaboración.

Todavía me gusta mucho esta imagen.

Recuerda una clase de biología, si recuerdan el cuerpo humano con todos sus órganos y el sistema circulatorio, como en la escuela.

Y, de repente, uno ya no piensa la arquitectura como algo construido sino como un organismo, como una forma de vida.

Y conforme diseccionamos este organismo, identificamos una serie de grupos técnicos primarios: producción de programas, centro emisor y noticias.

Están estrechamente entrelazados con los grupos sociales: salas de reuniones, comedores, áreas para conversar, espacios informales para reunirse e intercambiar.

La estructura organizativa de este edificio era un híbrido entre lo técnico y lo social, entre lo humano y el rendimiento.

Y, claro, usamos el bucle del edificio como sistema circulatorio, para entrelazar todo y permitirle tanto a visitantes como al personal experimentar estas funciones diferentes en un marco de gran unidad.

Con 473 000 metros cuadrados, es uno de los edificios más grandes del mundo.

Tiene una población de más de 10 000 personas, y, por supuesto, es una escala que excede la comprensión de muchas cosas, y la escala de la arquitectura típica.

Por eso detuvimos el trabajo un tiempo, nos sentamos a cortar 10 000 palitos y los pegamos en un modelo, para confrontarnos con esa cantidad en la realidad.

Pero, claro, no es un número, son las personas, es una comunidad que habita el edificio, y para entenderlo, pero también para guionar esta arquitectura, identificamos cinco personajes, personajes hipotéticos, y los seguimos durante todo un día en la vida de este edificio, pensamos dónde se reunirían, qué experimentarían.

Era una manera de guionar y diseñar el edificio pero, por supuesto, también de comunicar sus experiencias.

Esto fue parte de una exposición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y de Pekín.

Esta es la sala principal de control de transmisión, una instalación técnica tan grande que puede transmitir más de 200 canales en simultáneo.

Así se ve hoy el edificio en Pekín.

Su primera emisión en directo fue de los JJ.OO.

de 2012 en Londres, tras haber sido terminada en el exterior para los Juegos Olímpicos de Pekín.

Y se puede ver en la punta de este voladizo de 75 metros, esos tres circulitos.

Y de hecho son parte de un bucle público que pasa por el edificio.

Es de vidrio y uno se puede parar allí y mirar la ciudad que pasa debajo en cámara lenta.

El edificio se ha convertido en parte cotidiana de la vida en Pekín.

Está allí.

También se ha convertido en un telón de fondo muy popular para fotografías de bodas.


(Risas)
Pero su momento más importante quizá siga siendo este.

«That’s Beijing» es similar a «Time Out», un magazine que difunde lo que ocurre en la ciudad durante la semana, y de repente uno ve que el edificio ya no se presenta como algo material, sino como un actor urbano, como parte de una serie de personajes que definen la vida de la ciudad.

De repente, la arquitectura adquiere la cualidad de actor, de alguien que escribe historias y actúa historias.

Y creo que podría ser uno de los significados primarios en los que creemos.

Pero claro, este edificio tiene otra historia.

Es la historia de las personas que lo hicieron…

400 ingenieros y arquitectos a los que yo guié durante más de una década de trabajo colaborativo que pasamos juntos guionando este edificio, imaginando su realidad, y en última instancia haciendo que se construya en China.

Este es un desarrollo residencial en Singapur, de gran escala.

Si vemos, en Singapur como en la mayoría de Asia y cada vez más en el mundo, dominan las torres.

Una tipología que crea, de hecho, más aislamiento que conexión.

Y quería preguntar:

¿cómo podríamos pensar en vivir, no solo en términos de privacidad y de individualidad propia y de nuestros apartamentos, sino en una idea de lo colectivo?

¿Cómo podríamos pensar en crear un entorno comunal en el que compartir cosas fuera tan bueno como tenerlas uno mismo?

La respuesta típica a la cuestión de diseñar 1040 apartamentos habría tenido este aspecto: una altura de 24 pisos impuesta por las autoridades de planificación, 12 torres con espacios residuales entre medio, un sistema muy compacto que, aunque la torre aísle, no da privacidad porque están tan encimadas unas de otras, que las cualidades de las mismas serían muy cuestionables.

Por eso propuse derribar las torres, pasar de lo vertical a lo horizontal y apilarlas, y lo que parece un poco aleatorio desde un lado, si se mira desde el punto de vista del helicóptero, puede verse que se organiza en una estructura de rejilla hexagonal, en la que se apilan bloques de construcción horizontales para crear enormes patios al aire libre, espacios centrales para la comunidad, programados con una variedad de servicios y funciones.

Y se ve que estos patios no son espacios herméticamente sellados.

Son abiertos, permeables; están interconectados.

«El entrelazado», lo llamamos, pensando que entrelazamos e interconectamos seres humanos y espacios por igual.

Y la calidad detallada en todo lo que hemos diseñado tuvo que ver con animar el espacio y dar espacio a los habitantes.

De hecho, era un sistema principalmente de capas de espacios comunes, apilados a espacios cada vez más individuales y privados.

Abriríamos así un espectro entre lo colectivo y lo individual.

Un poquito de matemáticas: si contamos todo el verde que dejamos en el suelo, restamos la huella de carbono de los edificios, y sumamos el verde de las terrazas, tenemos 112 % de espacio verde.

O sea, más naturaleza que si no construíamos el edificio.

Y, claro, ese pequeño cálculo muestra que estamos multiplicando el espacio disponible para quienes viven allí.

Este es, de hecho, el piso 13 de una de esas terrazas.

Ven nuevos planos de referencia, nuevos terrenos para actividad social.

Prestamos mucha atención a la sustentabilidad.

En los trópicos, el sol es lo más importante a prestarle atención, de hecho, se busca la protección contra el sol.

Primero demostramos que los apartamentos tendrían suficiente luz del día durante todo el año.

Luego optimizamos los vidrios de las fachadas para reducir al mínimo el consumo de energía del edificio.

Pero lo más importante, podríamos probar que a través de la geometría del diseño del edificio, el edificio en sí proporcionaría suficiente sombra a los patios y entonces se podrían usar durante todo el año.

Además colocamos espejos de agua en los corredores de viento que predominan, así el enfriamiento por evaporación crearía microclimas que, de nuevo, mejorarían la calidad de los espacios disponible para los habitantes.

Esa fue la idea de crear esta variedad de opciones, de la libertad de pensar dónde quieres estar, a dónde quieres escapar, quizá, con la complejidad propia del complejo en el que vives.

Pero pasemos de Asia a Europa: un edificio para una empresa alemana de medios con sede en Berlín, que pasa de los medios impresos tradicionales a los medios digitales.

Su director general nos hizo unas preguntas muy pertinentes:

¿Por qué alguien todavía hoy querría ir a la oficina, si en realidad puede trabajar desde cualquier lado?

¿Y cómo encarnar la identidad digital de una empresa en un edificio?

Creamos no solo un objeto, sino que en el centro de este objeto creamos un espacio gigante, y este espacio tenía que ver con la experiencia colectiva, la experiencia de colaboración y de unión.

La comunicación, la interacción como centro del espacio que de por sí flotaría, como eso que llamamos nube de colaboración, en el medio del edificio, rodeada por una envoltura de oficinas modulares estándar.

Así, a solo unos pasos de tu tranquilo escritorio, podrías participar de la experiencia colectiva gigante del espacio central.

Finalmente, llegamos a Londres, un proyecto a pedido de la Corporación para el Desarrollo del Legado de Londres, del alcalde de Londres.

Se nos pidió realizar un estudio e investigar el potencial de un sitio en Stratford, en el Parque Olímpico.

En el siglo XIX, el príncipe Alberto había creado Albertópolis.

Y Boris Johnson pensó en crear Olimpicópolis.

La idea era reunir algunas de las mayores instituciones británicas, algunas internacionales, y crear un nuevo sistema de sinergias.

El príncipe Alberto, creó Albertópolis en el siglo XIX, con la idea de mostrar los logros de la humanidad, para acercar las artes y las ciencias.

Y construyó Exhibition Road, una secuencia lineal de esas instituciones.

Pero, claro, la sociedad actual ya no es la misma de entonces.

Ya no vivimos en un mundo en el que todo está tan claramente delineado o separada una cosa de la otra.

Vivimos en un mundo en el que los límites empiezan a desdibujarse entre las diferentes esferas, y en el que la colaboración y la interacción son mucho más importantes que mantener las separaciones.

Por eso queríamos pensar en una máquina cultural gigante, un edificio que pudiera orquestar y animar varias esferas, y que les permitiera interactuar y colaborar.

En la base hay un módulo muy simple, un módulo anular.

Puede funcionar como un corredor de doble carga, tiene luz y ventilación.

Se le pueden colocar vidrios y transformarse en un espacio gigante de exposiciones.

Estos módulos se apilan con la idea de que casi cualquier función podría, con el tiempo, ocupar cualquiera de estos módulos.

Las instituciones podrían reducirse o contraerse, pues, claro, el futuro de la cultura es, en cierto modo, el más incierto de todos.

El edificio se ubica al lado del Centro Acuático, frente al Estadio Olímpico.

Y pueden ver cómo sus volúmenes en voladizo proyectan y participan del espacio público y cómo sus patios animan el interior público.

La idea era crear un sistema complejo en el que las entidades institucionales pudieran mantener su propia identidad, y que no quedaran subsumidas en un volumen singular.

Esta es una comparación de escala con el Centro Pompidou de París.

Ambos presentan la escala y el potencial enormes del proyecto, pero también la diferencia: Esta tiene la multiplicidad de una estructura heterogénea, en la que pueden interactuar distintas entidades sin perder su propia identidad.

Y fue pensada para crear una estructura organizativa que permitiera múltiples narrativas, para los encargados de educación que crean y piensan cultura; para quienes presentan artes visuales, la danza; y para recibir al público con una serie de posibles trayectorias, para guionar su propia lectura de estas narrativas y su propia experiencia.

Y quiero terminar con un proyecto muy pequeño, en cierta forma, muy diferente: un cine flotante en el océano de Tailandia.

Unos amigos míos crearon un festival de cine, y pensé: si pensamos en las historias y en las narrativas de las películas, también hay que pensar en los relatos de las personas que las miran.

Así que diseñé una pequeña plataforma flotante modular, con base en las técnicas de los pescadores locales, en su forma de construir factorías de peces y langostas.

Colaboramos con la comunidad local y construimos, con materiales reciclados de su propiedad, esta estupenda plataforma flotante que se movía suavemente en el océano mientras veíamos películas del archivo de cine británico, «Alicia en el país de las maravillas», de 1914, por ejemplo.

La experiencia más fundamental del público mezclada con las historias de las películas.

Por eso creo que la arquitectura excede la esfera de lo físico, del entorno construido, y se trata más bien de cómo queremos vivir nuestras vidas, de cómo guionamos nuestras historias y las de los otros.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/ole_scheeren_why_great_architecture_should_tell_a_story/

 

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