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¿Por qué la población civil sufre más cuando la guerra termina? – Charla TEDxBeaconStreet

Charla «¿Por qué la población civil sufre más cuando la guerra termina?» de TEDxBeaconStreet en español.

La guerra no solo mata personas; destruye las instituciones que hacen que una sociedad funcione, como los servicios públicos, los bancos y los hospitales. Margaret Bourdeaux, médica y analista de políticas sanitarias, propone una estrategia audaz para lidiar con la recuperación posconflicto que se centra en construir sistemas de salud fuertes y resistentes que protejan a las poblaciones vulnerables.

  • Autor/a de la charla: Margaret Bourdeaux
  • Fecha de grabación: 2015-11-14
  • Fecha de publicación: 2017-03-22
  • Duración de «¿Por qué la población civil sufre más cuando la guerra termina?»: 861 segundos

 

Traducción de «¿Por qué la población civil sufre más cuando la guerra termina?» en español.

¿Alguna vez se han preguntado cómo sería vivir en un lugar donde no existieran normas?

Suena genial.


(Risas)
Sin embargo, te despiertas un día y descubres que el motivo por el cual no hay normas es porque no hay un gobierno, y no hay leyes.

De hecho, todas las instituciones sociales desaparecieron.

No hay escuelas, no hay hospitales, no hay policías, no hay bancos, no hay clubes deportivos, no hay servicios.

Bueno, creo que sé de qué se trata, porque cuando estudiaba medicina en 1999, trabajé en un campo de refugiados en los Balcanes durante la guerra de Kosovo.

Al terminar la guerra, la facultad de medicina, increíblemente, me permitió tomarme un tiempo libre y acompañar a las familias con las que había entablado amistad en el campo de vuelta a su pueblo en Kosovo, y comprender cómo encararon la vida en este marco de posguerra.

El Kosovo de posguerra era un lugar muy interesante porque las tropas de la OTAN estaban allí, más que nada para asegurar que la guerra no estallara nuevamente.

Pero aparte de eso, era, de hecho, un lugar anárquico, y casi todas las instituciones sociales, públicas y privadas, habían sido destruidas.

Por lo tanto, puedo decirles que cuando pasas por este tipo de situaciones y contextos, es absolutamente emocionante…

por unos 30 minutos, porque eso es más o menos lo que tardas en encontrarte con una situación en la cual te das cuenta de lo extremadamente vulnerable que eres.

Para mí, ese momento fue cuando tuve que cruzar el primer control, y me di cuenta mientras me acercaba que tendría que negociar el paso por aquel control con un individuo fuertemente armado que, si decidía dispararme en ese mismo momento, no estaría cometiendo ningún acto ilegal.

Pero el sentimiento de vulnerabilidad que sentí no era nada en comparación con la vulnerabilidad de las familias que conocí durante aquel año.

Como ven, la vida en una sociedad donde no hay instituciones sociales está plagada de peligros e incertidumbre, y las preguntas más simples como, «

¿Qué vamos a cenar hoy?

» son muy difíciles de responder.

Las preguntas sobre la seguridad, cuando no existen sistemas de seguridad, son aterradoras.

¿Acaso el altercado que tuve con el vecino de la esquina va a volverse un episodio violento que podría terminar con mi vida o la vida de mi familia?

Los problemas de salud cuando no hay sistemas de salud también son aterradores.

Solía escuchar a muchas familias hacerse preguntas del tipo, «Mi niño tiene fiebre.

¿Qué voy a hacer?

» «Mi hermana, que está embarazada, está sangrando.

¿Qué debo hacer?

¿A quién debo acudir?

«

¿Dónde están los médicos y las enfermeras?

Si encuentro uno,

¿cómo sé si son merecedores de confianza?

¿Cómo les voy a pagar?

¿Con qué moneda les voy a pagar?

» «Si necesito medicamentos,

¿dónde los encuentro?

¿Y si tomo esos medicamentos y en realidad son equivocados?

Y así sucesivamente.

Entonces, al vivir en este contexto, el tema principal, la característica principal de la vida es la extrema vulnerabilidad en la que las personas viven día a día, por la falta de sistemas sociales.

Y, de hecho, resulta que esta característica de la vida es sumamente difícil de explicar y de ser comprendida por aquellos que no la viven.

Me di cuenta de esto cuando me fui de Kosovo.

Volví a Boston, me convertí en médica, me convertí en investigadora de políticas sanitarias públicas mundiales.

Ingresé en la Facultad de Medicina de Harvard y a la División Salud Mundial del Brigham and Women.

Como investigadora, lo que realmente quería era resolver este problema.

Pensaba, «

¿Cómo reducir la vulnerabilidad devastadora de las personas que viven en este tipo de situaciones delicadas?

¿De qué manera podemos comenzar a pensar sobre cómo proteger y recuperar rápidamente a las instituciones que son esenciales para la subsistencia, como el sistema de salud?

» Y debo decir que he tenido colegas increíbles.

Pero lo que me resultó interesante fue que esta era una pregunta inusual para ellos.

Decían, «Ah, si trabajas en la guerra, entonces significa que trabajas en campos de refugiados, y documentas atrocidades masivas,

¿no?

– lo cual, de hecho, es muy pero muy importante.

Me llevó un tiempo explicar por qué me apasionaba tanto este asunto, hasta hace casi seis años.

Allí fue cuando este estudio histórico que atendía y describía las consecuencias de la guerra en cuanto a la salud pública fue publicado.

Llegaron a una conclusión increíble y provocativa.

Estos investigadores concluyeron que la mayoría de las muertes y discapacidades ocasionadas por la guerra suceden luego de finalizado el conflicto.

Por eso, la época más peligrosa para vivir en un estado afectado por el conflicto es tras el cese de las hostilidades; es luego de la firma del tratado de paz.

Es cuando se ha logrado dicha solución política.

Eso suena muy desconcertante, pero definitivamente no lo es, porque las guerras matan a las personas al privarlas de sus clínicas, de sus hospitales, de sus sistemas de suministro.

Los médicos se convierten en el blanco, son asesinados; huyen.

Y más invisible, e incluso más mortal es la destrucción de las instituciones de gobernanza de salud y de sus finanzas.

Entonces esto no me sorprende en lo más mínimo.

Pero lo que sí me sorprende y me preocupa es el poco impacto que ha tenido esta introspección, en cuanto a cómo pensamos sobre el sufrimiento humano y la guerra.

Déjenme darles un par de ejemplos.

El año pasado, quizás se acuerden, el Ébola alcanzó a Liberia, país del África occidental.

Hubo muchos reportajes sobre este grupo, Médicos Sin Fronteras, que daban la alarma y solicitaban ayuda.

Pero casi ninguno de los reportajes contestaba la pregunta:

¿Por qué motivo está Médicos Sin Fronteras en Liberia?

Médicos Sin Fronteras es una organización increíble, dedicada y diseñada para proporcionar cuidado de emergencia en zonas de guerra.

La guerra civil en Liberia había terminado en el 2003, 11 años antes de que el Ébola afectara al país.

Cuando el Ébola atacó en Liberia, habían menos de 50 médicos en todo el país de 4,5 millones de personas.

Médicos Sin Fronteras se encuentra en Liberia porque Liberia aún no tiene un sistema de salud en funcionamiento, 11 años más tarde.

Cuando el terremoto azotó Haití en 2010, la efusión de ayuda internacional fue impresionante.

Pero,

¿sabían que solo el 2% de los fondos fueron para reconstruir las instituciones públicas de Hatí, incluso el sector sanitario?

Desde ese punto de vista, los haitianos siguen muriendo a causa del terremoto incluso hoy en día.

Hace poco conocí a este hombre.

Este es el Dr.

Nezar Ismet.

Es el Ministro de Salud de la región autónoma del norte de Iraq, en Kurdistán.

Está aquí para anunciar que en los últimos nueve meses, su país, su región, ha aumentado de cuatro millones de personas a cinco millones de personas.

Eso es un aumento del 25 %.

Miles de estos recién llegados han sufrido grandes traumas.

Sus médicos trabajan 16 horas por día sin percibir sueldo.

Su presupuesto no ha aumentado un 25 %: ha disminuido un 20 %, ya que los fondos se han invertido en temas de seguridad y ayuda a corto plazo.

Cuando su sector sanitario falla, y como demuestra la historia, sucederá,

¿cómo creen que afectará la toma de decisiones de cinco millones de personas en su región porque piensan si deberían huir de estas condiciones de vida vulnerables?

Como pueden ver, este es un tema frustrante para mí, y de verdad trato de entender:

¿Por qué la reticencia a proteger y apoyar sistemas de salud y seguridad autóctonas?

Generalmente, tengo dos preocupaciones, dos argumentos.

La primera preocupación es la corrupción, las personas en estos contextos son corruptas y poco fiables.

Y admito que he conocido personajes desagradables trabajando en ámbitos de salud en estos contextos.

Pero les diré que lo contrario es completamente cierto en todos los casos en los que trabajé, desde Afganistán a Libia, Kosovo, Haití, Liberia — he conocido personas inspiradoras, quienes, cuando a su país le llegó la hora, arriesgaron todo para salvar las instituciones de salud.

La clave para aquellos terceros que quieren ayudar está en identificar quiénes son esos individuos, y en construir un camino para que ellos lideren.

Esto es exactamente lo que sucedió en Afganistán.

Una de las historias de éxito olvidadas y nunca contadas de nuestro esfuerzo por construir una nación en Afganistán implicaba una gran inversión del Banco Mundial en 2002 para identificar, capacitar y promover a líderes afganos del sector sanitario.

Estos líderes han llevado a cabo una gran hazaña en Afganistán.

Han incrementado activamente el acceso a la asistencia médica para la mayoría de la población.

Están mejorando el estatus sanitario de la población afgana, que solía ser el peor del mundo.

De hecho, el Ministro de Salud afgano hace cosas que ojalá hiciéramos en EE.

UU.

Usan, por ejemplo, datos para elaborar políticas.

Es increíble.


(Risas)
La otra preocupación que se oye mucho es «Simplemente no podemos pagarlo; no tenemos el dinero.

Es insostenible».

Les informo que la situación actual y el sistema que tenemos actualmente es el más caro e ineficiente que uno pueda imaginar.

La situación actual es que cuando gobiernos como el de EE.

UU.

o, digamos, el conjunto de gobiernos que integran la Comisión Europea, gastan 15 mil millones de dólares cada año en asistencia humanitaria, de emergencia y en casos de catástrofe en todo el mundo.

Eso no es asistencia externa, simplemente auxilio ante catástrofes.

El 95 % se destina a agencias de asistencia internacional, que luego deben importar recursos a estas zonas, y desarrollar algún tipo de, digamos, sistema sanitario provisorio, que luego desmantelan cuando se quedan sin dinero.

Por tanto, nuestro trabajo es evidente.

Para nosotros, como expertos en políticas comunitarias de salud a nivel mundial, nuestro primer trabajo es volvernos expertos en cómo observar las fortalezas y debilidades de los sistemas de salud en situaciones de amenaza.

Y ahí es cuando vemos a los médicos huir cuando vemos que los recursos se agotan, que las instituciones se desmoronan — esa es la urgencia.

Ahí es cuando debemos sonar la alarma y sacudir los brazos.

¿De acuerdo?

Ahora no.

Todos pueden ver que es urgente, no necesitan que les digamos.

Número dos: los lugares como Harvard, donde trabajo, deben seguir el ejemplo de la experiencia del BM en Afganistán, y debemos — y lo haremos — construir bases sólidas para apoyar a los líderes de los sectores de salud.

Estas personas arriesgan sus vidas.

Creo que podemos emular su valor al brindar apoyo.

Número tres: debemos establecer nuevas asociaciones de colaboración.

En nuestro centro mundial de la salud, hemos lanzado una iniciativa con la OTAN y otros responsables de la seguridad para explorar qué pueden hacer ellos para proteger a las instituciones de salud durante su despliegue.

Queremos que vean que proteger a los sistemas de salud y otras instituciones sociales esenciales es una parte fundamental de su misión.

No se trata simplemente de evitar el daño colateral; se trata de alcanzar la paz.

Pero los socios más importantes a los que debemos captar son Uds., el público estadounidense, y por supuesto el público mundial.

Porque a menos que comprendan el valor de las instituciones sociales, como los sistemas de salud en contextos delicados, nunca apoyarán las iniciativas para salvarlos.

Nunca harán clic en ese artículo que dice «Miren, en tal país todos esos médicos están huyendo.

¿Qué querrá decir?

¿Qué significará en cuanto a la habilidad de esos sistemas de salud para detectar la gripe?

» «Mmm, probablemente no sea bueno».

Eso es lo que les diría.

En la pantalla pueden ver a mis tres defensores y creadores de instituciones favoritos.

Aquí tenemos a George C.

Marshall, él fue quien propuso el Plan Marshall para salvar, tras la 2ª Guerra Mundial, a las instituciones económicas europeas.

Y esta es Eleanor Roosevelt.

Su labor en materia de derechos humanos realmente sirve de cimiento para toda organización internacional de derechos humanos.

Mi gran favorito es Ben Franklin, quien realizó mucho en cuanto a la creación de instituciones, pero dio a luz a nuestra constitución.

Y les diré que estas personas quienes, cuando nuestro país se veía amenazado, o cuando el mundo se veía amenazado, no dieron marcha atrás.

No hablaron de construir muros.

Hablaron de crear instituciones para proteger la seguridad humana, para su generación y para la nuestra.

Y creo que nuestra generación debería hacer lo mismo.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/margaret_bourdeaux_why_civilians_suffer_more_once_a_war_is_over/

 

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