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¿Por qué las mujeres ambiciosas tienen cabezas planas? – Charla TED2015

Charla «¿Por qué las mujeres ambiciosas tienen cabezas planas?» de TED2015 en español.

Dame Stephanie Shirley es la empresaria de tecnología más exitosa de la historia. En la década de 1960, fundó una compañía de software solo de mujeres pionera en el Reino Unido, que llegó a valer 3000 millones de dólares, e hizo millonarios a 70 de sus empleados. En esta charla franca y a menudo hilarante, explica por qué se hacía llamar de «Steve», cómo cambió las expectativas de la época, y comparte algunos trucos certeros para identificar mujeres ambiciosas…

  • Autor/a de la charla: Dame Stephanie Shirley
  • Fecha de grabación: 2015-03-18
  • Fecha de publicación: 2015-03-27
  • Duración de «¿Por qué las mujeres ambiciosas tienen cabezas planas?»: 819 segundos

 

Traducción de «¿Por qué las mujeres ambiciosas tienen cabezas planas?» en español.

Cuando escribí mis memorias, los editores estaban muy confundidos.

¿Hablaba de mí como niña refugiada, o como mujer que creó una empresa de software de alta tecnología en los 60, que cotizó en bolsa y llegó a emplear a más de 8500 personas?

¿O de mí como madre de un hijo autista?

¿O de la filántropa que ha donado sumas importantes?

Bueno, resulta que soy todo eso.

Les contaré mi historia.

Todo lo que soy empieza el día que subí a un tren en Viena, parte del Kindertransport que salvó a casi 10 000 niños judíos de la Europa Nazi.

Tenía 5 años, agarrada de la mano de mi hermana de 9 años y tenía muy poca idea de lo que estaba pasando.

«

¿Qué es Inglaterra?

¿Por qué voy allí?

» Vivo solo gracias a que hace mucho, me ayudaron unos extraños generosos.

Tuve suerte, y fui doblemente afortunada de reencontrarme luego con mis padres biológicos.

Pero, por desgracia, nunca me vinculé con ellos de nuevo.

Pero he hecho más en las 7 décadas desde aquel día desgraciado en que mi madre me puso en un tren de lo que jamás habría soñado posible.

Amo Inglaterra, mi país adoptivo, con la pasión que quizá solo siente alguien que perdió sus derechos humanos.

Decidí hacer de mi vida, una vida digna de ser salvada.

Y luego, seguí adelante.


(Risas)
Vayamos a principios de los años 60.

Para sortear las cuestiones de género de la época, creé mi propia empresa de software, una de las primeras startups de Gran Bretaña.

Pero era también una empresa de mujeres, una empresa para mujeres, una empresa social temprana.

La gente se burlaba porque el software, en esa época, era algo que venía gratis con el hardware.

Nadie compraba software, y claramente no de una mujer.

Aunque las mujeres salían de las universidades con títulos decentes, había un límite invisible a nuestro progreso.

Y yo alcancé ese límite muy a menudo, y quería dar oportunidades a las mujeres.

Recluté mujeres profesionales que dejaron la industria al casarse, o cuando esperaban al primer hijo y las estructuré en una organización de trabajo en la casa.

Fuimos pioneros en el concepto de la mujer que vuelve al mercado laboral después de una pausa en su carrera.

Fuimos pioneros en muchos métodos nuevos y flexibles: acciones de empleo, participación en beneficios y, finalmente, copropiedad cuando dejé una cuarta parte de la empresa en manos del personal sin costo alguno para nadie más que para mí.

Durante años fue la primer mujer ‘esto’, o la única mujer ‘lo otro’, Y en aquellos días, no podía trabajar en la bolsa de valores, no podía conducir un autobús ni pilotar un avión.

De hecho, no podía abrir una cuenta bancaria sin permiso de mi marido.

Mi generación de mujeres luchó por el derecho al trabajo y el derecho a la igualdad de remuneración.

En realidad, nadie esperaba mucho de nosotras en el trabajo o en la sociedad porque todas las expectativas entonces estaban puestas en la casa y en las responsabilidades familiares.

Y yo no podía soportar eso, así que empecé a cuestionar las convenciones de la época, al punto de cambiar mi nombre de «Stephanie» a «Steve» en mis cartas de desarrollo de negocios, para pasar la puerta antes de que alguien se diera cuenta de que era mujer.


(Risas)
Mi empresa llamada Freelance Programmers, era precisamente eso.

No pudo empezar más pequeña: en la mesa del comedor y financiada con el equivalente a USD 100 en términos actuales, financiados por mi trabajo y pidiendo un crédito con mi casa como garantía.

Mis intereses eran científicos, el mercado era comercial; cosas como la nómina, me parecían bastante aburridas.

Así que tuve que aceptar trabajos de investigación operativa, que tenía el desafío intelectual que me interesaba y el valor comercial valorado por los clientes: cosas como programación de trenes de carga, cronograma de autobuses, control de mercadería, mucho de eso.

Y finalmente, entró trabajo.

Disfrazamos el trabajo doméstico y a tiempo parcial del personal ofreciendo precios fijos, uno de los primeros en hacerlo.

¿Quién habría dicho que la programación de la caja negra del Concord supersónico fue programado por un puñado de mujeres que trabajaban desde sus casas?


(Aplausos)
Solo usamos un enfoque simple de «confía en el personal» y un simple teléfono.

Solíamos preguntarles a las interesadas, «

¿Tienes acceso a un teléfono?

» Un proyecto inicial fue desarrollar estándares de software sobre protocolos de control de gestión.

El software fue y sigue siendo una actividad muy difícil de controlar, por eso fue de enorme valor.

Nosotras mismas usábamos los estándares, incluso nos pagaron para actualizarlos durante años, y, finalmente, fueron adoptados por la OTAN.

Nuestras programadoras —recuerden, solo mujeres, incluyendo gays y transgénero— trabajaban con lápiz y papel para desarrollar diagramas de flujo, definían cada tarea a realizar.

Luego escribían código, por lo general código máquina, a veces código binario, que luego enviaban por correo a un centro de datos para perforar con eso cintas de papel o tarjetas y luego volver a perforarlos para verificación.

Todo esto, antes de que llegue a la computadora.

Así se programaba a principios de los años 60.

En 1975, a 13 años de empezar, se legisló la igualdad de oportunidades en Gran Bretaña y eso hizo ilegal tener nuestras políticas pro-mujer.

Y como ejemplo de consecuencias no deseadas, mi compañía femenina tuvo que dejar entrar a los hombres.


(Risas)
Cuando creé mi empresa de mujeres, los hombres dijeron: «Interesante, funciona solo porque es pequeña».

Luego, cuando se hizo más grande lo aceptaron: «Sí, ahora es más grande, pero no es de interés estratégico».

Y luego, cuando era una compañía de más de USD 3000 millones, —hice millonarios a 70 empleados— dijeron: «¡Bien hecho, Steve!»
(Risas)

(Aplausos)
Siempre pueden reconocer a las mujeres ambiciosas por la forma de sus cabezas: Son planas arriba por exceso de palmadas condescendientes.


(Risas)

(Aplausos)
Y tenemos los pies más grandes para estar lejos del lavadero de la cocina.


(Risas)
Compartiré con Uds.

2 secretos del éxito: Rodéense de personas de primera, y personas que les gustan; y elijan a sus parejas con mucha atención.

Porque el otro día cuando dije: «Mi marido es un ángel», una mujer se quejó: «Tienes suerte», dijo, «el mío todavía está vivo».


(Risas)
Si el éxito fuera fácil, todos seríamos millonarios.

Pero en mi caso, vino en medio de trauma familiar y, de hecho, de crisis.

Nuestro difunto hijo, Giles, era hijo único, un bebé hermoso y feliz.

Y luego, a los 2 años y medio, como un niño cambiado en un cuento de hadas, perdió lo poco que hablaba y se convirtió en un niño salvaje, ingobernable.

No eran «los terribles 2 años»; era profundamente autista y nunca volvió a hablar.

Giles fue el primer residente de la primera casa de caridad que creé, pionera en servicios para el autismo.

Y luego fue una escuela innovadora en Prior’s Court para alumnos con autismo, y una organización benéfica de investigación médica para el autismo.

Porque cada vez que encontré un hueco en los servicios, traté de ayudar.

Me gusta hacer cosas nuevas y hacer que ocurran cosas nuevas.

Creé una usina de pensamiento de 3 años para autismo.

Algo de mi riqueza vuelve a la industria que la forjó, también fundé el Oxford Internet Institute y otras empresas de TI.

El Oxford Internet Institute no solo hace hincapié en la tecnología, sino en el aspecto social, económico, jurídico y ético de Internet.

Giles murió inesperadamente hace 17 años.

He aprendido a vivir sin él, y he aprendido a vivir sin su necesidad de mí.

Ahora solo hago filantropía.

No me preocupa perderme porque varias organizaciones benéficas vendrían rápidamente al rescate.


(Risas)
Una cosa es tener una idea para crear una empresa, pero como sabrán muchos en esta sala, hacer que suceda es algo muy difícil y requiere una energía extraordinaria, confianza en uno mismo y determinación, el valor para arriesgar familia y hogar, y un compromiso 24/7 que raya en la obsesión.

Es justo decir también que soy adicta al trabajo.

Creo en la belleza del trabajo cuando se hace correctamente y con humildad.

El trabajo no es algo que hago cuando preferiría estar haciendo otra cosa.

Vivimos la vida hacia adelante.

¿Qué me enseñó todo esto?

Me enseñó que el mañana nunca será como hoy, y ciertamente tampoco como ayer.

Eso me hizo enfrentar el cambio, y, de hecho, con el tiempo, dar la bienvenida al cambio, aunque me han dicho que sigo siendo muy difícil.

Muchas gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/dame_stephanie_shirley_why_do_ambitious_women_have_flat_heads/

 

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