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Charla «Por qué los lagos y ríos deberían tener los mismos derechos que los humanos» de TEDWomen 2019 en español.
El agua es esencial para la vida. Aun así, ante los ojos de la ley, permanece enormemente desprotegida, dejando a muchas comunidades sin acceso a agua potable segura, dice la experta legal Kelsey Leonard. En esta poderosa charla, demuestra por qué otorgar a lagos y ríos «personalidad» jurídica, proporcionándoles los mismos derechos legales que a los humanos, es el primer paso para proteger nuestros cuerpos acuáticos y transformar en esencia cómo valoramos este recurso vital.
- Autor/a de la charla: Kelsey Leonard
- Fecha de grabación: 2019-12-04
- Fecha de publicación: 2019-12-13
- Duración de «Por qué los lagos y ríos deberían tener los mismos derechos que los humanos»: 801 segundos
Traducción de «Por qué los lagos y ríos deberían tener los mismos derechos que los humanos» en español.
Aquay Wunne Kesuk.
Kelsey Leonard Nooweesuonk.
Hola, buenos días a todos.
Soy de la nación de Shinnecock.
Gracias a la tribu Cahuilla, en cuya tierra nos reunimos hoy.
Me enseñaron que el agua está viva.
Puede oír, retiene recuerdos.
Y por ello he traído un recipiente de agua conmigo hoy, porque quiero que retenga los recuerdos de nuestra conversación de hoy.
¿Quién obtiene derechos legales? La historia nos ha demostrado que algunas personas sí, pero otras no.
En EE.UU., personas indígenas como yo no fuimos ciudadanos según la ley hasta 1924.
Mis ancestros de Shinnecock, que aquí muestro, no eran ciudadanos según la ley.
Entonces, ¿por qué decimos ser naciones gobernadas por la ley si algunas personas están protegidas, pero otras no? Porque sigue siendo una de las mejores formas de combatir la injusticia.
Y, como personas indígenas, conocemos la injusticia.
Una querida amiga, mentora, caminante del agua, Nokomis, Abuela Josephine Mandamin-ba, me habló de una profecía procedente de su poblado, los Anishinaabe de la Sociedad Midewiwin.
Y en esa profecía, me dijo que cuenta que llegará un día donde una onza de agua costará más que una onza de oro.
Cuando me contó la profecía, me senté un momento y pensé sobre todas las injusticias que vemos en el mundo hoy, las crisis de agua que vemos en el mundo hoy, y dije: «Nokomis, Abuela, siento que ya se está cumpliendo la profecía».
Y me miró a los ojos y dijo: «¿Y qué vas a hacer al respecto?» Por eso estoy aquí con Uds.
hoy, porque creo que una de las muchas soluciones para resolver las injusticias del agua que vemos en el mundo hoy es reconocer que el agua es un familiar vivo y otorgarle la personalidad jurídica que se merece.
Para conseguirlo, necesitamos transformar la manera en la que valoramos el agua.
Tenemos que empezar a pensar en cómo conectamos con el agua.
Normalmente, alguien podría preguntarles: «¿Qué es el agua?» Y responderían con: «Lluvia, océano, lago, río, H2O, líquido.» Podrían incluso entender la esencialidad sagrada del agua y decir que el agua es vida.
Pero y si les preguntase, en cambio: «¿Quién es el agua?» De la misma forma en la que podría preguntarles: «¿Quién es su abuela?» «¿Quién es su hermana?» Ese tipo de orientación transforma en esencia la forma en la que pensamos sobre el agua, transforma la manera en que tomamos decisiones en cómo podríamos proteger el agua, protegerla de la misma forma como protegerían a su abuela, a su madre, a su hermana, a sus tías.
Ese es el tipo de transformación que necesitamos si vamos a enfrentarnos a las múltiples crisis de agua que vemos en nuestro mundo hoy, estas horrorosas crisis de agua transmitidas en nuestros dispositivos digitales como cuentas atrás hasta el Día Cero, el momento en el que los suministros municipales de agua son cerrados.
Lugares como Cape Town, en Sudáfrica, donde en 2018 los residentes fueron restringidos a ducharse en dos minutos y a 87 litros de agua al día por persona; o este pasado verano, donde el mal empleo del agua llevó a las calles de Chennai a llenarse de miles de jarras de agua de plástico mientras los residentes esperaron durante horas a que los tanques de agua les diesen agua, primero en ferrocarriles, luego en camiones, para cubrir sus necesidades diarias.
O incluso aquí en EE.
UU., uno de los países más desarrollados del mundo.
A día de hoy Flint, en Michigan, todavía no tiene agua limpia.
Pero quizás no hayan oído hablar de estas crisis de agua, como la de Neskantaga First Nation en el norte de Ontario, en Canadá, donde sus residentes han estado bajo aviso de hervir su agua desde 1995.
O en Grassy Narrows First Nation, que durante décadas ha estado tratando con la contaminación del agua causada por fábricas de papel y donde un reciente estudio encontró que cerca del 90 % de la población indígena tenía algún tipo de intoxicación por mercurio, causándoles severas complicaciones de salud.
O incluso entre la nación Navajo.
Aquí os muestro el río de las Ánimas una mañana de 2015 antes del derrame de la mina Gold King.
Después de que se vertiesen millones de residuos mineros peligrosos al sistema fluvial, asçi era el río más tarde en el mismo día.
Hoy, la Nación Navajo y el poblado Diné y el propio río están intentando recuperarse de la contaminación.
O incluso aquí mismo en Palm Springs, California, donde la Banda Agua Caliente de Indios Cahuilla ha luchado durante décadas por proteger la explotación de aguas subterráneas para que futuras generaciones no solo puedan vivir sino también prosperar en su tierra natal, tal y como lo han hecho desde tiempos inmemorables.
Verán, un estudio reciente de DIGDEEP y la US Water Alliance demostró que la etnia, en EE.
UU., es el mayor indicador de acceso a agua y sanidad; y eso para nosotros, como americanos nativos, somos el grupo con mayor probabilidad de tener problemas de acceso relacionados con el agua y la sanidad.
Así que, como experta legal y científica indígena, creo que muchas de estas injusticias del agua son resultado del sistema legal occidental fallando al reconocer la personalidad jurídica del agua.
Y debemos preguntarnos a nosotros mismos: ¿Para quién es la justicia? ¿Solo para la humanidad? Hemos otorgado personalidad jurídica a corporaciones.
En EE.
UU., la Corte Suprema encontró en «Ciudadanos Unidos» que una corporación era una persona con protecciones similares bajo la Constitución, tales como la libertad de expresión, y aplicó un razonamiento similar en «Hobby Lobby», viendo que una corporación tenía derecho a la libertad de religión como defensa contra la implementación de la Ley del Cuidado Accesible sobre sus empleados.
Ahora bien, esto son casos controvertidos, y como mujer Shinnecock y experta legal, me hacen cuestionarme el compás moral del mundo occidental, donde uno puede garantizar personalidad jurídica a una corporación, pero no a la naturaleza.
Verán, la personalidad jurídica nos otorga la capacidad de ser visibles en un Tribunal de Justicia y que oigan nuestra voz como la de una persona protegida por la ley.
Y si pueden otorgar eso a una corporación, ¿por qué no a los Grandes Lagos? ¿Por qué no al río Misisipi? ¿Por qué no a los muchos canales de agua alrededor del planeta de los que depende nuestra supervivencia? Sabemos que estamos ante una crisis climática global pero, globalmente, nuestras aguas también son amenazadas, y estamos enfrentándonos a una crisis de agua global, y si queremos abordar estas crisis durante nuestras vidas, necesitamos cambiar.
Necesitamos transformar en esencia la forma en la que valoramos el agua.
Y esto no es algo nuevo para nosotros, el poblado indígena.
Nuestros sistemas jurídicos indígenas tienen un principio fundamental de entender a nuestros parientes no humanos como seres vivos y protegidos por la ley.
E incluso en el mundo occidental, teóricos jurídicos ambientales han luchado por los derechos de la naturaleza desde los años 70.
Pero necesitamos hacerlo mejor.
Necesitamos cambiar.
Y necesitamos otorgarle personalidad jurídica al agua porque permite los siguientes derechos y protecciones.
Le garantiza al agua el derecho a existir, prosperar y evolucionar de forma natural, y sobe todo, protege al agua de nosotros, de seres humanos que le harían daño, de impactos ambientales causados por el ser humano, de contaminantes, y de la contaminación causada por humanos.
Además, revierte la jerarquía aceptada del dominio humano sobre la naturaleza.
Como humanos en este planeta, no somos superiores a otros seres del planeta.
No somos superiores a la propia agua.
Tenemos que aprender a ser buenos mayordomos de nuevo.
A menudo imaginamos que el mundo está lleno de agua infinita.
De hecho, no lo está.
Este planeta, Ohke, la Madre Tierra, tiene unos recursos de agua dulce muy finitos.
Actualmente, cerca de 2000 millones de personas viven en países que experimentan altas crisis de agua.
También se ha estimado que para el 2030, hasta 700 millones de personas podrían ser desplazadas a lo largo del mundo debido a la escasez de agua.
Tenemos que abordar esta crisis.
Y por ello es hora de que cambiemos.
Tenemos que transformar la forma en la que valoramos el agua.
Y podemos hacerlo.
Podemos aprender a ser buenos mayordomos de nuevo.
Podemos crear leyes a través de las que se otorgue personalidad jurídica al agua.
Podemos empezar a honrar los tratados originales entre poblados indígenas y no indígenas para proteger el agua.
Podemos designar guardianes para el agua que aseguren que los derechos del agua estén siempre protegidos.
También podemos desarrollar estándares de calidad del agua que tengan un enfoque holístico, que asegure el bienestar del agua por encima de nuestras necesidades humanas.
Y, además, podemos trabajar en desmantelar la propiedad exclusiva sobre el agua.
Y hay buenos ejemplos sorprendentes de esto alrededor del mundo.
El río Whanganui en Aotearoa, en Nueva Zelanda, y el río Ganges en India fueron otorgados personalidad jurídica en 2017.
E incluso este año, los residentes de la ciudad de Toledo reconocieron la personalidad jurídica del lago Erie.
Y aquí mismo en California, la tribu Yurok otorgó personalidad jurídica al río Klamath.
Verán, imagino un mundo donde valoremos el agua como a un pariente vivo, donde trabajemos por restaurar nuestra conexión con el agua.
Como mujeres, somos transportadoras de agua.
Nutrimos al agua en nuestros vientres durante nueve meses.
Es la primera medicina a la que cada uno de nosotros, seres humanos, somos expuestos.
Verán, todos nacemos como seres humanos con una conexión natal con el agua, pero en algún punto de nuestro camino, perdimos esa conexión, y tenemos que trabajar por restaurarla.
Porque imagino un mundo donde el agua esté sana y los ecosistemas prosperen.
Imagino un mundo donde cada uno de nosotros tome nuestro derecho de responsabilizarnos como ciudadanos del agua y protejamos el agua.
Así que, en palabras de Nokomis: ¿qué van a hacer al respecto? ¿Qué van a hacer por el agua? Bueno, pueden llamar a un político local.
Pueden ir a una asamblea popular.
Pueden promover la concesión de personalidad jurídica al agua.
Pueden ser como los habitantes de la ciudad de Toledo y edificar desde la base, y construir su propia legislación, si los políticos no van a escribirla, reconociendo la personalidad jurídica del agua.
Pueden aprender acerca de las tierras y aguas indígenas que ahora ocupan y el sistema jurídico indígena que aún las gobierna.
Y sobre todo, pueden conectar con el agua.
Pueden restaurar esa conexión.
Vayan al agua más próxima a su hogar y descubran por qué está amenazada.
Pero, sobre todo, si hacen algo, les pido que se prometan a sí mismos que cada día, se preguntarán: «¿Qué he hecho por el agua hoy?» Si somos capaces de cumplir esa promesa, creo que podremos crear un mundo audaz y brillante donde futuras generaciones sean capaces de formar la misma relación con el agua que hemos tenido el privilegio de tener, donde todas las comunidades de parientes humanos y no humanos tengan agua para vivir, porque el agua es vida.
Tabutni.
Muchas gracias.
(Aplauso)
https://www.ted.com/talks/kelsey_leonard_why_lakes_and_rivers_should_have_the_same_rights_as_humans/