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Charla «¿Por qué permanecer en Chernóbil? Porque es el hogar.» de TEDGlobal 2013 en español.
Chernóbil fue el lugar de uno de los peores accidentes nucleares de la historia y, durante los últimos 27 años, la zona alrededor de la planta se ha conocido como la Zona Exclusión. Pese a esto, una comunidad de unas 200 personas viven ahí; casi todas mujeres ancianas. Estas orgullosas abuelas desafían las órdenes de reubicación porque su conexión con su tierra natal y su comunidad son «fuerzas que compiten hasta contra la radiación».
- Autor/a de la charla: Holly Morris
- Fecha de grabación: 2013-06-12
- Fecha de publicación: 2013-10-31
- Duración de «¿Por qué permanecer en Chernóbil? Porque es el hogar.»: 531 segundos
Traducción de «¿Por qué permanecer en Chernóbil? Porque es el hogar.» en español.
Hace tres años, me encontraba a unos 100 metros del reactor número 4 de Chernóbil.
Mi contador Geiger, que mide la radiación, se estaba volviendo loco, y cuánto más me acercaba, mayor era la agitación.
Dios mío.
Me encontraba allí cubriendo el 25.° aniversario del peor accidente nuclear de la historia, y como pueden ver por mi cara, de mala gana, pero con una buena razón, porque el fuego nuclear que ardió durante 11 días en 1986, liberó 400 veces más radiación que la bomba arrojada en Hiroshima, y el sarcófago, que es la cubierta del reactor número 4, construido apresuradamente hace 27 años, permanece ahora agrietado y oxidado y liberando radiación.
Yo estaba grabando.
Quería simplemente hacer mi trabajo y salir de allí rápidamente.
Entonces, miré a lo lejos y vi humo saliendo de una granja, y pensé: «
¿Quién podrá vivir aquí?
» Quiero decir, después de todo, el suelo, el agua y el aire de Chernóbil están entre los más altamente contaminados de la Tierra, y el reactor está ahí, en medio de una zona de exclusión, o Zona Muerta, y es un estado policial nuclear, con guardias en las fronteras.
Tienes que medir continuamente la radiación, has de tener un escolta del gobierno, y hay reglas draconianas sobre radiación y un control constante de la contaminación.
Es decir, ningún ser humano debería vivir cerca de la Zona Muerta.
Pero lo hacen.
Resulta que una comunidad poco común de unas 200 personas vive dentro de la Zona.
Se denominan «auto-instalados».
Y casi todos son mujeres; los hombres tienen menor esperanza de vida, en parte por el abuso de alcohol, cigarrillos, si no por la radiación.
Cientos de miles de personas fueron evacuadas en el momento del accidente, pero no todos aceptaron ese destino.
Las mujeres en la Zona, ahora con 70 u 80 años, son los últimos supervivientes de un grupo que desafió a las autoridades, y, al parecer, al sentido común, y volvieron a sus hogares ancestrales en la Zona.
Lo hicieron ilegalmente.
Como una mujer le explicó a un soldado que intentaba evacuarla por segunda vez: «Dispáreme y cave la tumba.
Si no, me vuelvo a casa».
Ahora bien,
¿por qué volver a esa tierra mortífera?
Quiero decir,
¿no eran conscientes de los riesgos o estaban tan locos como para ignorarlos, o ambos?
La cosa es, ellos ven sus vidas y, sin duda, los riesgos que corren, de otro modo.
Ahora hay dispersas alrededor de Chernóbil aldeas fantasmas espeluznantemente silenciosas, extrañamente encantadoras, bucólicas, totalmente contaminadas.
Muchas fueron derribadas en el momento del accidente, pero otras quedaron así, como silenciosos vestigios de la tragedia.
Otras tienen algunos residentes, una o dos «babushkas» o «babas», «abuela», en ruso y ucraniano.
Otra aldea puede tener 6 o 7 habitantes.
Así que esta es la extraña demografía de la Zona: aislados solos juntos.
Y cuando llegué hasta esa chimenea humeante que había visto en la distancia, vi a Hanna Zavorotnya, y la conocí.
Ella es la autonombrada alcaldesa de la aldea de Kapavati, de 8 habitantes.
(Risas)
Y cuando le pregunté lo obvio, me contestó: «La radiación no me asusta.
Morir de hambre, sí».
Recuerden que estas mujeres han sobrevivido las peores atrocidades del siglo XX.
Las hambrunas impuestas por Stalin en los años 30, el Holodomor, que mató a millones de ucranianos, y se enfrentaron a los nazis en los 40, que llegaron cortando, quemando, violando, y de hecho, muchas de estas mujeres fueron enviadas a Alemania a trabajos forzados.
Así que, cuando tras un par de décadas de gobierno soviético, ocurrió lo de Chernóbil, no estaban dispuestas a huir frente a un enemigo invisible.
Así que volvieron a sus aldeas, y les dijeron que enfermarían y morirían pronto, pero su lógica dice que 5 años felices son mejores que 10 atrapadas en un rascacielos en las afueras de Kiev, lejos de las tumbas de sus madres, de sus padres y de sus bebés, del susurro de las alas de las cigüeñas una tarde de primavera.
Para ellas, la contaminación medioambiental no es el peor tipo de devastación.
Resulta que esto también es cierto para otras especies.
Jabalíes, linces, arces…
han vuelto en masa a la zona.
Los efectos, tan reales y negativos de la radiación, han sido superados por el éxodo masivo de humanos.
Resulta que, la Zona Muerta, está llena de vida.
Y hay una especie de resiliencia heroica, una especie de franco pragmatismo para aquellos que empiezan su día a las 5 a.m.
sacando agua de un pozo y la terminan a media noche listos para golpear un cubo con un palo para espantar a los jabalíes que podrían destrozar las patatas, con la única compañía de un poco de vodka casero ilegal.
Y hay una capa de desafío entre ellos: «Nos dijeron que nos dolerían las piernas, y nos duelen.
¿Y qué?
» Quiero decir,
¿qué pasa con su salud?
Los beneficios de una vida de dura actividad física, pero un medio ambiente contaminado por la radiación, un enemigo complejo del que se entiende poco.
Es increíblemente difícil de analizar.
Los informes sobre salud de la zona son incompatibles y opuestos.
La OMS establece el número de muertes relacionadas con Chernóbil en 4 000, al final.
Greenpeace y otras organizaciones hablan de decenas de miles.
Todos están de acuerdo en que la tasa de cáncer de tiroides está por las nubes, y que los evacuados de Chernóbil sufren el mismo trauma que todos las personas reubicadas: altos niveles de ansiedad, depresión, alcoholismo, desempleo y, más importante, redes sociales cortadas.
Bueno, como muchos de Uds., yo me he mudado unas 20 o 25 veces en toda mi vida.
El concepto de hogar es transitorio.
Yo tengo una conexión más profunda con mi portátil que con cualquier pedazo de tierra.
Así que se nos hace difícil comprenderlo, pero el hogar es todo el cosmos de la babushka rural, y la conexión con la tierra es palpable.
Y quizás porque estas mujeres ucranianas fueron a la escuela soviética, y aprendieron sobre los poetas rusos, aforismos relacionados con estas ideas escapan de sus bocas continuamente.
«Si te vas, mueres».
«Todos los que se fueron están ahora peor.
Están muriendo de tristeza».
«La tierra natal es la tierra natal.
Nunca me iré».
Lo que suena a fe, una fe blanda, podría ser verdad, de hecho, porque la sorprendente realidad, quiero decir, no hay estudios, pero parece ser que, lo cierto es que estas mujeres que volvieron a sus hogares y han vivido sobre uno de los suelos más radioactivos de la Tierra durante los últimos 27 años, han sobrevivido a sus vecinos que aceptaron la reubicación, en unos 10 años.
¿Cómo es posible?
He aquí una teoría:
¿Podría ser que esos vínculos con la tierra ancestral, las variables blandas que reflejan sus aforismos.
realmente afecten a la longevidad?
El poder de la tierra natal tan esencial para esa parte del mundo parece ser paliativo.
El hogar y la comunidad son fuerzas capaces de competir hasta contra la radiación.
Ahora bien, con o sin radiación, estas mujeres están en sus últimos años de vida.
Dentro de 10 años, los humanos de la Zona habrán desaparecido y este volverá a ser un lugar salvaje y radioactivo, ocupado solo por animales y, ocasionalmente, por intrépidos científicos desconcertados.
Pero el espíritu y la existencia de las babushkas, cuya cifra se ha reducido a la mitad en estos tres años que llevo conociéndolas, nos dejarán nuevos y poderosos patrones con los que pensar y enfrentarnos a la relativa naturaleza del peligro, a las transformativas conexiones con el hogar, y al magnífico…
tónico de nuestra autoconciencia y autodeterminación.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/holly_morris_why_stay_in_chernobyl_because_it_s_home/