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Por qué vale la pena escuchar a quienes piensan diferente – Charla TED2018

Charla «Por qué vale la pena escuchar a quienes piensan diferente» de TED2018 en español.

«Nos hacemos más fuertes, no más débiles, al involucrarnos con ideas y personas con las que disentimos», dice Zachary R. Wood. En una charla importante sobre cómo encontrar puntos en común, Wood argumenta que podemos desarrollar la empatía y el entendimiento involucrándonos diplomática y reflexivamente con ideas controvertidas y con perspectivas desconocidas. «Rechazar los puntos de vista opuestos no hace que desaparezcan», dice Wood. «Para progresar frente a la adversidad, necesitamos un compromiso genuino por alcanzar un entendimiento más profundo de la humanidad».

  • Autor/a de la charla: Zachary R. Wood
  • Fecha de grabación: 2018-04-10
  • Fecha de publicación: 2018-04-19
  • Duración de «Por qué vale la pena escuchar a quienes piensan diferente»: 682 segundos

 

Traducción de «Por qué vale la pena escuchar a quienes piensan diferente» en español.

En 1994, Charles Murray y Richard Herrnstein escribieron «The Bell Curve», un libro extremadamente controvertido que afirma que, en promedio, algunas razas son más inteligentes y más propensas al éxito que otras.

Murray y Herrnstein también sugieren que la falta de inteligencia crítica explica el alto nivel de crímenes violentos en las comunidades afroestadounidenses pobres.

Pero Charles Murray y Richard Herrnstein no son los únicos que piensan así.

En 2012, un escritor, periodista y comentarista político, llamado John Derbyshire, escribió una supuesta versión «no negra» de la charla que muchos padres negros sienten que tienen que tener con sus hijos: consejos sobre cómo mantenerse a salvo.

El artículo ofrecía sugerencias como: «No asista a eventos que puedan convocar a mucha gente negra».

«Manténgase alejado de barrios de gente negra» y «No sea un ‘buen samaritano’ si un negro está en problemas».

Sin embargo, en 2016, invité a John Derbyshire, al igual que a Charles Murray, a hablar en mi escuela.

Sabía perfectamente que les estaba dando un espacio y atención para ideas que yo despreciaba y rechazaba.

Pero esta fue solo una evolución más del viaje de aprendizaje incómodo de toda mi vida.

Cuando yo tenía 10 años, le diagnosticaron esquizofrenia a mi madre, una enfermedad mental caracterizada por cambios de humor y paranoia.

A lo largo de mi vida, la ira de mi madre convirtió nuestra pequeña casa en un campo minado.

Y aunque temía su ira a diario, también aprendí mucho de ella.

Nuestra relación era complicada y desafiante y cuando yo tenía 14 años, se decidió que yo debía vivir alejado de ella.

Pero con los años, he llegado a valorar las importantes lecciones que mi madre me enseñó sobre la vida.

Ella fue la primera persona que me habló sobre aprender de la perspectiva del otro.

Ambos nacimos y fuimos criados en una familia de comprometidos liberales demócratas.

Aun así, ella me incitó a ver al mundo y a los problemas que enfrenta como complejos, controvertidos y en constante cambio.

Un día me encontré con el término «acción afirmativa» en un libro que leía.

Y cuando le pregunté qué significaba ese término, ella me dio una larga explicación, minuciosa y reflexiva, que tenía sentido para un niño.

Incluso logró que el tema sonara interesante, al menos tanto como el de cualquiera de mis profesores.

Me explicó por qué la gente con distintos puntos de vista políticos rechazan o apoyan la «acción afirmativa», remarcando que, aunque ella la apoyaba fervientemente, era importante que yo lo viera como un tema controvertido, de larga data, con futuro incierto y con una serie de factores complicados.

Aunque la «acción afirmativa» puede aumentar la presencia de las minorías en las instituciones educativas de élite, ella pensaba que también podía perjudicar a gente trabajadora de distintas etnias y de orígenes más pudientes.

Mi mamá quería que yo entendiera que nunca debía descalificar las opiniones con las que disentía o que no me gustaban porque siempre se puede aprender algo de la perspectiva de los otros, aunque pueda resultar difícil hacerlo.

Pero vivir con mi mamá no fue el único aspecto de mi viaje que ha sido formativo e incómodo.

En cuarto grado, ella decidió que yo debía entrar a una escuela privada para recibir la mejor educación posible.

Como estudiante negro en una escuela privada con mayoría de blancos, me encontré con actitudes y conductas que reflejaban estereotipos raciales.

Muchos de los padres de mis amigos suponían, a los pocos minutos de conocerme, que mi mayor habilidad era jugar al baloncesto.

Realmente me molestaba pensar que mi color les dificultaba verme como un estudiante que amaba leer, escribir y hablar.

Este tipo de experiencia me motivó a trabajar incansablemente para refutar lo que yo sabía que ellos habían supuesto.

Mi madre incluso me dijo que para dar una buena impresión, debía ser paciente, estar alerta y ser extremadamente bien educado.

Para probar que ese era mi lugar, debía mostrarme elegante y confiado, ser un buen orador y escuchar atentamente.

Solo entonces mis pares verían que yo merecía estar allí tanto como ellos.

A pesar de los estereotipos raciales y de la incomodidad que sentía a menudo, el aprendizaje que obtuve de otros aspectos de la educación privada de élite fue increíblemente valioso.

Mis profesores me alentaron a explorar mi curiosidad, a desafiarme en nuevas formas y a profundizar en los temas que me fascinaban.

El siguiente paso fue la universidad.

Ansiaba llevar mi impulso intelectual y mi interés por el mundo de las ideas al siguiente nivel.

Anhelaba involucrarme en debates apasionados con mis pares, profesores y oradores invitados, para escuchar, aprender y profundizar el entendimiento de mí mismo y de los otros.

Aunque tuve la suerte de encontrarme con pares y profesores interesados en hacer lo mismo, mi deseo de involucrarme con ideas difíciles también encontró resistencia.

Para prepararme para enfrentar la controversia del mundo real, me uní a un grupo que invitaba al campus a oradores controvertidos.

Pero mucha gente se oponía ferozmente al grupo y yo enfrenté una importante resistencia por parte de estudiantes, profesores y de la administración.

Para muchos, era difícil entender cómo traer oradores controvertidos al campus podía ser valioso, cuando ellos causan daño.

Y fue decepcionante sufrir ataques personales, ver que la administración cancelaba disertaciones y ver cómo mis intenciones eran distorsionadas.

Mi trabajo también hirió los sentimientos de muchos y lo entendí.

Por supuesto, a nadie le gusta ser ofendido y, ciertamente, no me gusta escuchar a oradores controvertidos decir que el feminismo se ha convertido en una lucha contra los hombres o que los negros tenemos menor CI que los blancos.

Y también entiendo que algunas personas han tenido experiencias traumáticas en sus vidas.

Y para algunos, escuchar un punto de vista ofensivo puede ser como revivir los traumas que tanto han luchado para superar.

Muchos argumentan que darle un espacio a esa gente es más perjudicial que beneficioso, y me acuerdo de eso cada vez que escucho estos puntos de vista y siento el estómago revuelto.

Pero ignorar esos puntos de vista no hace que desaparezcan porque millones de personas coinciden con ellos.

Para entender el potencial que tiene la sociedad para progresar, debemos entender las fuerzas opuestas.

Al involucrarnos con ideas controvertidas y ofensivas, creo que es posible hallar puntos en común, quizá no con los oradores mismos, pero sí con la audiencia que atraen y adoctrinan.

Al involucrarnos creo que podemos alcanzar un mejor entendimiento, un entendimiento más profundo de nuestras convicciones y preservar nuestra capacidad para resolver problemas, lo cual no se puede hacer si no hablamos entre nosotros y si no hacemos un esfuerzo por escuchar activamente.

Poco después de que anuncié que John Derbyshire iba a hablar en el campus, el rechazo de los estudiantes estalló en las redes sociales.

La ola de resistencia fue tan grande que el decano de la universidad canceló la invitación.

Me sentí profundamente decepcionado porque, en mi entender, no habrá nada que ninguno de mis pares o yo podamos hacer para acallar a quien comparta esas ideas en el ámbito de oficina de nuestros futuros empleos.

Veo lo que sucede en los campus universitarios y veo el enojo.

Y lo entiendo, pero desearía poder decirle a la gente que la incomodidad vale la pena, que vale la pena escuchar y que nos hacemos más fuertes, no más débiles, gracias a eso.

Cuando pienso en mis experiencias con el aprendizaje incómodo y reflexiono sobre ellas, veo que es muy difícil cambiar los valores de la comunidad intelectual de la cual he sido parte.

Pero siento esperanza al pensar en las interacciones individuales que he podido mantener, tanto con los estudiantes que apoyan mi trabajo y lo toman como un desafío, como con los que no me apoyan.

Descubrí que aunque puede ser difícil cambiar los valores de una comunidad, tenemos mucho por ganar de las interacciones individuales.

Aunque no pude debatir con John Derbyshire porque el decano canceló la invitación, sí pude cenar con Charles Murray antes de esta charla.

Sabía que la conversación sería difícil y no esperaba que fuera agradable, pero fue cordial y pude entender mejor sus argumentos.

Descubrí que él, al igual que yo, quiere crear una sociedad más justa, pero su entendimiento de qué implica la justicia es muy diferente del mío.

La forma en que él quiere entender el problema, la forma en que quiere abordar el problema de la desigualdad también es diferente de la mía.

Descubrí que su entendimiento de la asistencia social y la «acción afirmativa» está profundamente arraigado en su entendimiento de varias convicciones libertarias y conservadoras, lo que disminuye e incrementa su presencia en nuestra sociedad.

Aunque expresó su punto de vista elocuentemente, yo sigo completamente en desacuerdo.

Pero sí me fui con un entendimiento más profundo.

Estoy convencido de que para progresar frente a la adversidad, necesitamos un compromiso genuino por alcanzar un entendimiento más profundo de la humanidad.

Quisiera ver un mundo con más líderes que conozcan en profundidad los criterios de aquellos con los que disienten profundamente, para que puedan entender los matices de aquellos a quienes representan.

Veo esto como un proceso continuo que implica un aprendizaje constante y confío en que podré hacer mi aporte en el futuro si sigo desarrollando la empatía y el entendimiento, al involucrarme con perspectivas desconocidas.

Gracias.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/zachary_r_wood_why_it_s_worth_listening_to_people_you_disagree_with/

 

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