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¿Qué obligación tienen las plataformas de redes sociales con el bien común? – Charla TEDSummit 2019

Charla «¿Qué obligación tienen las plataformas de redes sociales con el bien común?» de TEDSummit 2019 en español.

Las redes sociales se han convertido en nuestro nuevo hogar. ¿Podemos construirlo mejor? Tomando referencias de planificadores urbanísticos y de científicos sociales, el tecnólogista Eli Pariser demuestra cómo los problemas que nos encontramos en las plataformas digitales no son nada nuevos, y comparte cómo, siguiendo el modelo de ciudades prosperas, podemos construir comunidades en línea de confianza.

  • Autor/a de la charla: Eli Pariser
  • Fecha de grabación: 2019-07-20
  • Fecha de publicación: 2019-11-07
  • Duración de «¿Qué obligación tienen las plataformas de redes sociales con el bien común?»: 1026 segundos

 

Traducción de «¿Qué obligación tienen las plataformas de redes sociales con el bien común?» en español.

Estaba en una fiesta en California, charlando con un tipo sobre plataformas tecnológicas y de los problemas que generan en la sociedad.

Y dijo: «Si los ejecutivos consumiesen más drogas y fuesen al Burning Man, no estaríamos en este aprieto».


(Risas)
Le dije: «No estoy de acuerdo contigo».

Para empezar, la mayoría ya estuvieron en el Burning Man.


(Risas)
Además, no estoy muy seguro de que mirar a un grupo de personas desnudas quemando cosas por ahí sea realmente la inspiración que necesitan.


(Risas)
Pero estoy de acuerdo en que todo está hecho un caos.

Así que, volveremos con este tipo, pero hablemos del caos.

El clima se está volviendo cada vez más caluroso.

Es cada vez más difícil discernir la verdad de la ficción.

Y tenemos esta crisis migratoria a nivel mundial.

Y justo en el momento donde más necesitamos herramientas nuevas y nuevas maneras de unirnos como sociedad, es como si las redes sociales estuviesen desgarrando la base misma del civismo y poniéndonos el uno contra el otro.

Tenemos desinformación viral por WhatsApp, acoso en Instagram, y piratas informáticos rusos por Facebook.

Y pienso que esta conversación que estamos teniendo ahora sobre los daños que ocasionan estas plataformas es sumamente importante.

Pero también me preocupa de que podríamos estar echando a perder una buena crisis existencial en el Silicon Valley si el listón es únicamente hacer a los adolescente macedonios un poquito más difícil publicar noticias falsas.

La gran pregunta, pienso, no es solo qué queremos que las plataformas dejen de hacer, sino que, ahora que han tomado control de nuestro parque público virtual,

¿qué necesitamos que hagan por el bien común?

Para mí, esta es una de las interrogantes más importantes de nuestro tiempo.

¿Qué obligaciones tienen las plataformas tecnológicas con nosotros a cambio del poder que les hemos otorgado sobre nuestro discurso?

Pienso que esa pregunta es muy importante, porque aunque las plataformas de hoy desaparezcan, tenemos que responder esta pregunta si queremos asegurar que las plataformas futuras sean mejores.

Estuve el último año trabajando con la Dra.

Talia Stroud, en la Universidad de Texas, Austin.

Hablamos con sociólogos y científicos políticos y filósofos tratando de responder esta pregunta.

Al principio preguntamos: «Si calificaras en Twitter o Facebook el contenido en términos de democracia y no por clics en un anuncio o nivel de participación,

¿cómo sería?

» Luego nos dimos cuenta de que esto sugiere que es un problema con la información o con el contenido.

Y para nosotros, la crisis de la plataforma es un problema con las personas.

Es un problema sobre las cosas extrañas que emergen cuando se congregan grandes grupos de gente.

Así que pasamos a una idea más antigua.

Preguntamos: «

¿Qué pasa cuando pensamos a las plataformas como espacios?

» Sabemos por la psicología social que los espacios condicionan el comportamiento.

Si pones al mismo grupo de gente en una habitación como esta, se comportarán de forma totalmente distinta que en un lugar como este.

Cuando los científicos pusieron muebles cómodos en las aulas los porcentajes de participación subieron un 42 %.

Y los espacios incluso tienen consecuencias políticas.

Cuando los investigadores miraron los vecindarios con parques junto a los que no tenían, después de ajustarlo a factores socioeconómicos, descubrieron que los que tenían parques tenían mayor confianza social y eran más capaces de valerse por sí mismos políticamente.

Así que los espacios condicionan el comportamiento, en parte por cómo están diseñados, y en parte por el modo en que codifican ciertas normas de conducta.

Todos sabemos las conductas que son aceptables en un bar y cuáles no en una biblioteca, y tal vez viceversa.

Y esto nos da una pista, porque existen espacios virtuales que codifican esas mismas normas de conducta.

Tomemos por ejemplo a LinkedIn, cuya conducta es bastante buena.

¿Por qué?

Porque es como un lugar de trabajo.

Y las personas respetan las normas de trabajo.

Pueden verlo incluso en cómo se visten en sus fotos de perfil.


(Risas)
Así que, si LinkedIn es un lugar de trabajo,

¿cómo es Twitter?


(Risas)
Pues, es como una vasto espacio sinuoso donde hay personas que hablan de deportes, que discuten de política, se gritan entre sí, coquetean, buscan trabajo, todo en un mismo lugar, sin paredes ni divisiones, y mientras más ruido hagan, más le pagan al dueño.


(Risas)
Con razón es un caos.

Y esto refuerza otra cosa obvia cuando pensamos a las plataformas como espacios físicos.

Los buenos espacios físicos casi siempre están estructurados.

Tienen normas.

Silicon Valley está construido con la idea de que un espacio no estructurado favorece la conducta humana.

Y de verdad pienso que hay una razón para esta miopía que se construyó en la misma ubicación del Silicon Valley.

Michele Gelfand es una socióloga que estudia cómo las normas varían en las culturas.

Y observa cómo culturas como la de Japón, que ella llama «rígidas», son muy conformistas y normativas, y que culturas como la de Brasil son muy flexibles.

Lo pueden en ver en cosas como el modo en que están sincronizados los relojes en una calle.

Así que, como pueden, uno de los países más flexibles son Estados Unidos.

Y el estado más flexible del país es, adivinaron, California.

Y la cultura de Silicon Valley surgió de la contracultura californiana de los 70.

Entonces, recapitulemos: los espacios donde viven todos surgieron de la cultura y del estado más flexibles de uno de los países más flexibles del mundo.

Es normal que infravaloren la estructura.

Y pienso que esto importa porque la gente necesita estructura.

Habrán escuchado la palabra «anomia».

En francés significa, literalmente, «ausencia de normas».

Fue acuñada por Émile Durkheim para describir una sensación vasta, agobiante que tienen las personas en espacios sin normas.

La anomia tiene consecuencias políticas.

Porque Gelfand descubrió que, cuando está todo muy flexibilizado, las personas buscan estructura y orden.

Y la búsqueda de orden y estructura se correlaciona fuertemente con apoyar a personas como estas.


(Risas)
No me parece una locura preguntar si la falta de estructuras en la vida virtual alimenta la ansiedad, aumentando la aceptación al autoritarismo.

Entonces,

¿cómo podrían las plataformas unir a las personas de una manera significativa y que ayude a una comprensión mutua?

Y esto me retrotrae a nuestro amigo del Burning Man.

Porque escuchándolo, me di cuenta de que Burning Man no es solo la solución, es en realidad la metáfora perfecta al problema.


(Risas)
Ya saben, un gran lugar para visitar una semana, con ese fabuloso arte urbano que surge de la nada.

Pero no les gustaría vivir ahí.


(Risas)
No hay agua corriente, no hay recolección de basura.

Al final terminan los efectos de los alucinógenos y se encuentras con un puñado de blancos adinerados en el medio del desierto.


(Risas)
Lo cual, para mí, es lo que siento a veces en las redes sociales en 2019.


(Risas)
Este lugar divertido y alucinatorio se ha convertido en nuestro hogar.

Así que, si miramos a las plataformas como espacio, nos preguntamos entonces:

¿Quién sabe cómo estructurar espacios para el bien público?

Y resulta que es una pregunta que se estuvo haciendo sobre las urbes por mucho tiempo.

Las ciudades fueron las plataformas originales.

¿Un mercado bilateral?

Comprobado.

¿Un lugar para contactar a viejos amigos y parientes lejanos?

Comprobado.

¿Un vector para la viralización?

Comprobado.

De hecho, las ciudades encontraron un montón de los mismos desafíos sociopolíticos que encuentran las plataformas ahora.

Han lidiado con crecimientos masivos que abrumaron a las comunidades existentes y con el surgimiento de nuevos modelos de negocios.

Incluso tenían tecnologías nuevas y libres que prometían conectar a todos y que, en su lugar, profundizaron las grietas sociales y étnicas existentes.

Pero por esta historia de decadencia y renovación, de segregación e integración, las ciudades son fuentes de algunas de las mejores ideas sobre cómo construir comunidades funcionales y prosperas.

Ante una visión de la vida urbana descendente y automovilista, pioneros como Jane Jacobs dijeron: «En vez de eso, centremos el diseño urbano en las relaciones humanas».

Jacobs y otros viajeros como Holly Whyte, quien fue su editora, fueron esos grandes observadores de lo que realmente pasaba en las calles.

Ellos miraron:

¿Cuándo las personas se detenían a charlar?

¿Cuándo los vecinos se volvían amigos?

Y aprendieron un montón.

Por ejemplo, vieron que los lugares públicos exitosos generalmente tienen tres maneras de estructurar la conducta.

Está el ambiente construido, ya saben, donde ponemos una fuente aquí o un parque de juegos allí.

Pero también está la programación, donde ponemos un grupo a las siete y sacamos a los niños de ahí.

Y luego la idea de los alcaldes, personas que asumen el dominio informal del espacio para mantenerlo limpio y agradable.

Estos tres elementos tienen sus equivalentes virtuales.

Pero las plataformas se enfocan más en el código, en lo físicamente posible en el espacio.

Y se preocupan menos por estas dos áreas sociales más blandas.

¿Qué está haciendo la gente ahí?

¿Quién se hace cargo de esto?

Así que, como hizo Jane Jacobs por las ciudades, Talia y yo opinamos que falta un movimiento de diseño nuevo para el espacio virtual, que no solo considere «

¿Cómo construimos productos que funcionen para los usuarios o consumidores?

» «

¿Cómo hacemos algo amigable para el usuario?

» sino «

¿Cómo hacemos productos amigables para el público?

» Porque no necesitamos productos que sirvan a los individuos al costo del tejido social del cual dependemos.

Y los necesitamos ahora, porque los científicos políticos nos dicen que las democracias saludables necesitan espacios públicos saludables.

El movimiento que Talia y yo imaginamos por un diseño virtual más amigable formula esta pregunta:

¿Cómo sería esta interacción si se diese en un espacio físico?

Y se pregunta en forma inversa:

¿Qué podemos aprender de los buenos espacios físicos sobre cómo estructurar la conducta en el mundo virtual?

Por ejemplo, yo crecí en un pequeño pueblo en Maine, y fui a un montón de reuniones municipales.

Y contrario a los cuentos, no siempre fueron agradables.

Las personas tenían grandes conflictos, emociones fuertes…

A veces fue duro.

Pero por la forma en que ese espacio estaba estructurado, lográbamos terminar bien.

¿Cómo?

Bueno, aquí hay una cosa importante.

La miradas bajas y de desaprobación, la ceja levantada, la tos…

Cuando las personas se pasaban o no seguían al rebaño no eran expulsadas, bloqueadas ni arrastradas por la policía, solo recibían esta reacción social sutil y negativa.

Y eso, en realidad, era muy poderoso.

Pienso que Facebook y Twitter podrían construirlo, así como esto.


(Risas)
Creo que hay más cosas que los espacios virtuales pueden aprender de los espacios reales.

Holly White observó que en espacios públicos saludables…

muchas veces hay distintos lugares que permiten distintas relaciones.

Así que la mesa de picnic donde almuerzas con tu familia puede que no sea apropiada para una caminata romántica con tu pareja o para charlar con colegas del trabajo.

Es valioso destacar que en el espacio real no ven grandes señales públicas de compromiso en ninguno de esos espacios.

Así que los diseñadores virtuales pudieron imaginar a qué tipos de conversaciones realmente queremos invitar y cómo nos preparamos específicamente para eso.

¿Recuerdan que hablamos del parque que construyó la confianza social?

No pasó porque los vecinos estuvieran discutiendo fuertemente sobre política.

La mayoría ni siquiera hablan con otros extraños las primeras tres, cuatro o cinco veces que se encuentran.

Pero cuando las personas aunque sean muy distintas, se ven a menudo desarrollan familiaridad.

Y eso crea los cimientos para las relaciones.

Realmente pienso que, ya saben, quizás la idea inicial de un ciberespacio como lugar de encuentro incorpóreo de ideas y mentes puras nos llevaron por la dirección errónea.

Quizás lo que necesitamos es encontrar una manera de mantenernos cerca, charlando entre nosotros, pero compartiendo el mismo sol cálido.

Y finalmente: Los espacios públicos sanos crean una sensación de pertenencia y equidad.

Aquí es donde la metáfora de la ciudad se pone en tela de juicio.

Porque si Twitter es una ciudad está adueñada por unos pocos y optimizada para las ganancias financieras.

Creo que realmente necesitamos ambientes digitales sobre los cuales tengamos algún tipo de dominio real, ambientes que respeten la diversidad de la existencia humana…

y nos permitan contribuir y poder de decisión en el proceso.

Y pienso que lo necesitamos con urgencia.

Porque Facebook ahora mismo es, a mi parecer, la Nueva York de los 70.


(Risas)
Los espacios públicos están decayendo, hay basura en las calles, la gente se calefacciona mental y emocionalmente quemando basura.


(Risas)
Y…


(Aplausos)
Y la respuesta natural a esto es encerrarte en tu departamento o considerar mudarte a los suburbios.

No me sorprende que la gente esté abandonando la idea de espacios públicos virtuales del mismo modo en que abandonaron las ciudades en su historia.

Y a veces, honestamente hablando, siento que todo este proyecto de conectar a una civilización y hacer que millones de personas entren en contacto unas con otras es simplemente imposible.

Pero las ciudades modernas nos demuestran que es posible para millones de personas diferentes, que a veces viven unos sobre otros, no solo no matarse entre sí, sino también construir cosas juntos, hallar nuevas experiencias, y crear infraestructuras importantes y hermosas.

Y no podemos abandonar esa promesa.

Si queremos resolver los grandes problemas que están frente a nosotros, necesitamos mejores espacios públicos virtuales.

Necesitamos planificadores urbanos digitales, nuevos Jane Jacobses, que construyan los parques y los bancos del mundo virtual.

Y necesitamos arquitectos digitales, cercanos al público, que construyan lo que Eric Klinenberg llama: «palacios para el pueblo» — bibliotecas, museos y ayuntamientos — Necesitamos un movimiento trasnacional donde estos aprendan mutuamente, como han hecho las ciudades, de todo, desde agricultura urbana, arte público, hasta tránsito rápido.

La especie humana avanzará cuando encontremos nuevas formas de comprensión y confianza mutua.

Y necesitamos esto más que nunca.

Si los espacios virtuales en línea van a ser nuestros nuevos hogares, convirtámoslo en un lugar hermoso y agradable para vivir, un lugar donde todos nos sintamos parte, con un verdadero sentido de propiedad.

Un lugar donde lleguemos a conocernos.

Un lugar que realmente quieran visitar y también llevar a sus hijos.

Muchas gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/eli_pariser_what_obligation_do_social_media_platforms_have_to_the_greater_good/

 

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