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¿Qué piensan las chicas sobre su placer sexual? – Charla TEDWomen 2016

Charla «¿Qué piensan las chicas sobre su placer sexual?» de TEDWomen 2016 en español.

¿Por qué las chicas se sienten capaces de participar en actividades sexuales pero no de disfrutarlas? Durante tres años, la autora Peggy Orenstein entrevistó a chicas de entre 15 y 20 años para conocer sus actitudes ante el sexo y saber sobre sus experiencias sexuales. Peggy habla sobre la carencia del placer en gran parte de sus encuentros sexuales y nos pide cerrar la «brecha del orgasmo» mediante conversaciones francas y abiertas con nuestras hijas desde temprana edad sobre el sexo, el cuerpo, el placer y la intimidad.

  • Autor/a de la charla: Peggy Orenstein
  • Fecha de grabación: 2016-10-26
  • Fecha de publicación: 2017-03-15
  • Duración de «¿Qué piensan las chicas sobre su placer sexual?»: 1020 segundos

 

Traducción de «¿Qué piensan las chicas sobre su placer sexual?» en español.

Desde hace varios años, estamos inmersos en un debate nacional sobre agresión sexual en los campus.

No hay duda, es crucial que los jóvenes comprendan las reglas básicas del consentimiento, pero es ahí termina la conversación sobre sexo.

Y en ese vacío de información los medios de comunicación e Internet, esa nueva esquina digital urbana, están asumiendo la educación de nuestros hijos por nosotros.

Si realmente queremos que los jóvenes se involucren con seguridad, ética, y sí, con placer, es hora de tener un debate abierto y honesto sobre lo que sucede tras el «sí».

Y eso incluye romper el tabú más grande de todos y hablar con los jóvenes sobre la capacidad y el derecho de las mujeres al placer sexual.

Sí.


(Aplausos)
Vamos, señoras.


(Aplausos)
Pasé tres años hablando con chicas entre 15 y 20 años sobre sus actitudes y experiencias sexuales.

Y encontré que si bien las jóvenes quizá se sienten con el derecho a participar en conductas sexuales, no necesariamente se sienten con derecho a disfrutarlo.

Veamos esta estudiante de 2º año en una universidad de prestigio quien me dijo: «Vengo de una larga línea de mujeres inteligentes y fuertes.

Mi abuela era pura dinamita, mi mamá es profesional, mi hermana y yo somos fuertes, y esa es nuestra forma de poder femenino».

Luego procedió a describirme su vida sexual.

Una serie de encuentros únicos, que comenzaron cuando ella tenía 13 años, y que fueron…

no especialmente responsables, no especialmente recíprocos y no especialmente agradables.

Se encogió de hombros.

«Creo que a las chicas nos socializan para ser criaturas dóciles que no expresamos nuestros deseos o necesidades».

«Espera un momento», respondí.

«

¿No me acabas de decir lo inteligente y fuerte que eres?

» Ella encogió los hombros y bajó la cabeza.

«Supongo», dijo finalmente, «nadie me dijo que esa imagen inteligente y fuerte se aplica al sexo».

Probablemente debería decir hasta la saciedad que, a pesar del bombo, los adolescentes no tienen relaciones sexuales más a menudo o a una edad más temprana de lo que lo hacían hace 25 años.

Sin embargo, están involucrados en otro comportamiento.

Y si ignoramos eso, el etiquetarlo como «no sexo», abre las puertas al comportamiento de riesgo y a la falta de respeto.

Esto es particularmente cierto en el caso del sexo oral, ya que los adolescentes lo consideran menos íntimo que las relaciones sexuales.

Las chicas me decían, «no es gran cosa», como si todas hubieran leído el mismo manual de instrucciones.

Por lo menos los chicos estaban en el lado receptor.

Las mujeres jóvenes tienen muchas razones para participar.

Les hace sentirse deseadas; es una manera de aumentar el estatus social.

A veces, era una manera de salir de una situación incómoda.

Como me dijo una estudiante de 1er año en una universidad de la Costa Oeste: «Una chica le hará a un chico una felación al final de la noche, porque ella no quiere tener sexo con él, pero él espera tener satisfacción.

Así que, si quiero que él se vaya, y no quiero que suceda nada más…» Escuché tantas historias de chicas que practicaban sexo oral unilateralmente que empecé a preguntar: «

¿Y si cada vez que estuvieras a solas con un tipo, él te pidiera que le trajeras un vaso de agua de la cocina, y él nunca te diera un vaso de agua, o si lo hiciera sería en plan, ‘Quieres que yo …?

‘» Ya saben, de absoluta mala gana.

No podrías soportarlo más.

Pero no siempre era que los chicos no quisieran.

Era que las chicas no querían que lo hicieran.

Las chicas expresaron un sentimiento de vergüenza en relación a sus genitales.

Una sensación de que eran tanto repulsivos como sagrados.

Los sentimientos de las mujeres sobre sus genitales han sido directamente vinculados a su disfrute del sexo.

Pero Debby Herbenick, investigadora de la Universidad de Indiana, cree que la imagen de las chicas sobre los genitales de las chicas está bajo agresión con más presión que nunca hasta considerarlos como inaceptables en su estado natural.

Según estudios, unas tres cuartas partes de las mujeres de la universidad se rasuran por completo el vello púbico, por lo menos a veces.

Y más de la mitad lo hace regularmente.

Las chicas me dijeron que depilarse las hacía sentirse más limpias, que era una elección personal.

Sin embargo, me preguntaba si se quedaran solas en una isla desierta, si así sería como ellas elegirían pasar su tiempo.


(Risas)
Y cuando investigué con más profundidad, surgió una motivación más oscura: evitar la humillación.

«Los chicos actúan como si eso les disgustara», me dijo una joven.

«Nadie quiere que se hable sobre eso».

La creciente depilación púbica me hizo recordar la década de 1920, cuando las mujeres comenzaron a afeitarse las axilas y piernas regularmente.

Eso fue cuando los vestidos de la aleta se pusieron de moda, Y las piernas de las mujeres estaban repentinamente visibles, Expuestas al escrutinio público.

Creo que esto también es una señal.

La parte más íntima de una chica está expuesta al escrutinio público.

Expuesta a la crítica, de cómo es en otra persona en vez de cómo lo siente ella.

La tendencia del afeitado ha provocado aumento en la labioplastía.

La labioplastía, es el recorte de los labios interior y exterior, y es la cirugía cosmética de mayor auge entre las adolescentes.

Aumentó un 80 % entre 2014 y 2015.

Y si bien las chicas menores de 18, son el 2 % de todas las cirugías cosméticas, representan el 5 % de la labioplastía.

El retoque más buscado, por cierto, es cuando los labios exteriores aparecen fundidos como una concha de almeja, se llama…

esperen…

«La Barbie».

(Quejidos) Espero no tener que explicar que Barbie es a) de plástico y b) no tiene genitales.


(Risas)
La tendencia a la labioplastía se ha vuelto tan preocupante que el Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos ha emitido una declaración sobre el procedimiento, que rara vez tiene una indicación médica, que no se ha demostrado que sea seguro, y cuyos efectos secundarios incluyen cicatrices, entumecimiento, dolor, y disminución de la sensación sexual.

Ahora bien, y alabado sea, el número de chicas involucradas sigue siendo bastante pequeño, pero se pueden ver como canarios en una mina de carbón, diciéndonos algo importante sobre la forma en que las chicas ven sus cuerpos.

Sara McClelland, psicóloga de la Universidad de Michigan, acuñó mi término preferido siempre en hablar de todo esto: «justicia íntima».

Esa es la idea de que el sexo tiene implicaciones políticas y personales, al igual de quién lava los platos en la casa, o quien pasa la aspiradora.

Y plantea cuestiones similares sobre la desigualdad, sobre la disparidad económica, la violencia, la salud física y mental.

La justicia íntima nos pide que consideremos quién tiene derecho a participar en una experiencia.

¿Quién tiene derecho a disfrutarlo?

¿Quién es el principal beneficiario?

¿Y cómo define cada miembro de la pareja «suficientemente bueno»?

Sinceramente, creo que esas preguntas son difíciles y a veces traumáticas para mujeres adultas que se enfrenten a ellas.

Pero cuando estamos hablando de chicas, sigo volviendo a la idea de que su experiencia sexual temprana no debería ser algo que deban superar.

En su investigación, McClelland encontró que las jóvenes eran más propensas que los jóvenes a usar el placer de su pareja como una medida de su propia satisfacción.

Así que decían cosas como: «Si él está sexualmente satisfecho, entonces yo estoy sexualmente satisfecha».

Los jóvenes eran más propensos a medir su satisfacción por sus propios orgasmos.

Las jóvenes también definieron el mal sexo de manera diferente.

En la encuesta más grande jamás llevada a cabo sobre el comportamiento sexual estadounidense, informaron dolor en sus encuentros sexuales el 30 % del tiempo.

También usaron palabras como «deprimente», «humillante», «degradante».

Los jóvenes nunca usaron esas expresiones.

Así, cuando las jóvenes informan niveles de satisfacción sexual iguales o mayores que la de los jóvenes, y lo hacen en la encuesta, puede resultar engañoso.

Si una chica entra en un encuentro con la esperanza de que no va a doler, esperando estar cerca de su pareja y esperando a que él tenga un orgasmo, ella obtendrá satisfacción, si esos criterios se cumplen.

Y no hay nada malo en querer sentirse cerca de su pareja, o querer que él sea feliz, y el orgasmo no es la única medida de una experiencia…

pero sí la ausencia de dolor.

Esa es una barra de medir muy baja para la propia satisfacción sexual.

Escuchando todo esto y pensando en ello, empecé a ver que realizamos una especie de clitoridectomía psicológica en las chicas estadounidenses.

Comenzando en la infancia, los padres de los bebés son más propensos a nombrar todas sus partes del cuerpo, al menos dirán, «aquí está tu pipí».

Los padres de las chicas van desde el ombligo hasta las rodillas y dejan aquí toda esta situación sin nombre.


(Risas)
No hay mejor manera de hacer algo indescriptible que no nombrarlo.

Entonces los niños entran en sus clases de educación en la pubertad y aprenden que los chicos tienen erecciones y eyaculaciones, Y las chicas tienen…

períodos y embarazos no deseados.

Y ven que el diagrama interno del sistema reproductivo de una mujer, ya saben, el que se parece un poco a una cabeza de buey.


(Risas)
Y siempre grises entre las piernas.

Así que nunca decimos vulva, por supuesto, nunca decimos clítoris.

No sorprende que, menos de la mitad de las adolescentes de 14 a 17 años se hayan masturbado.

Y luego entran en su experiencia de pareja y esperamos que de alguna manera piensen que el sexo les pertenece.

Que podrán expresar sus necesidades, sus deseos, sus límites.

No es realista.

Aquí hay algo, sin embargo.

La inversión de las chicas en el placer de su compañero permanece independientemente del sexo de la pareja.

Así que en encuentros del mismo sexo, la brecha del orgasmo desaparece.

Y las jóvenes llegan al clímax en la misma proporción que los hombres.

Las muchachas lesbianas y bisexuales me dirán que se sintieron liberadas al salirse del guion.

Libres para crear un encuentro que funcionó para ellas.

Las chicas gay también desafiaron la idea del primer coito y la definición de la virginidad.

No es que el coito sea un gran problema, pero vale la pena cuestionarse por qué consideramos este acto único, que la mayoría de las chicas asocian con malestar o dolor, que marca el límite de la edad adulta sexual, de forma más significativa, y mucho más transformadora que cualquier otra cosa.

Y vale la pena considerar de qué les sirve esto a las chicas; Ni las mantiene más protegidas de enfermedades, de coerción, traición, agresión, ni fomenta la reciprocidad y el cuidado – lo que significa cómo ven otros actos sexuales – ni les está dando más control, ni alegría en su experiencia, lo que significa en adolescentes gay, que pueden tener múltiples parejas sexuales sin relaciones heterosexuales.

Así que le pregunté a una chica gay que conocí: «

¿Cómo supiste que ya no eras virgen?

» Ella dijo que lo tuvo que googelear.


(Risas)
Y Google no estaba seguro.


(Risas)
Finalmente decidió que ya no era virgen tras haber tenido su primer orgasmo con una pareja.

Y yo pensé, ¡Guau!

¿Y si solo por un segundo nos imaginamos que esa era la definición?

Una vez más, no porque el coito no sea una gran cosa, por supuesto que lo es, pero no es «lo único».

Y en lugar de pensar en el sexo como una carrera hacia un objetivo, esto nos ayuda a reconceptualizarlo como un conjunto de experiencias que incluyen calor, afecto, excitación, deseo, tacto e intimidad.

Y vale la pena preguntar a los jóvenes:

¿Quién es realmente la persona más experimentada sexualmente?

¿Quién está con un compañero durante tres horas experimentando tensión sensual y comunicación, o quien se desperdicia en una fiesta y se conecta con alguien al azar para acabar con su «virginidad» antes de llegar a la universidad?

La única manera de cambiar de pensamiento es si hablamos con los jóvenes más sobre sexo, si normalizamos esas discusiones, integrándolas en la vida cotidiana, hablando de esos actos íntimos de una manera diferente.

En la forma en que hemos cambiado, en la forma en que hablamos de mujeres en el ámbito público.

Consideren una encuesta de 300 chicas elegidas al azar de una universidad holandesa y una estadounidense.

Dos universidades similares, hablando de su temprana experiencia sexual.

Las chicas holandesas encarnaron todo lo que decimos querer de nuestras chicas.

Tuvieron menos consecuencias negativas, como la enfermedad, el embarazo, el arrepentimiento, y resultados más positivos como poder comunicarse con su pareja, que dijeron que conocían muy bien; prepararse para la experiencia de manera responsable; divirtiéndose.

¿Cuál era su secreto?

Las chicas holandesas dijeron que sus médicos, maestros y padres les hablaron con franqueza, desde una temprana edad, sobre el sexo, el placer y la importancia de la confianza mutua.

Y es más, si bien los padres estadounidenses no necesariamente estamos incómodos hablando de sexo, tendemos a enmarcar esas conversaciones en términos de riesgo y peligro.

Mientras, los padres holandeses hablan de equilibrar responsabilidad y placer.

Tengo que decir, como madre yo misma, que me golpeó duro, porque yo sé que si no hubiera profundizado en esa investigación, habría hablado con mi hija sobre la anticoncepción, sobre la protección contra la enfermedad, sobre el consentimiento, porque soy una madre moderna, y habría pensado…

buen trabajo.

Ahora sé que no es suficiente.

También sé lo que espero para nuestras chicas.

Quiero que vean la sexualidad como una fuente de autoconocimiento, creatividad y comunicación, A pesar de sus riesgos potenciales, quiero que puedan deleitarse en la sensualidad de sus cuerpos sin ser reducidas a eso.

Quiero que puedan pedir lo que quieran en la cama, y que lo reciban.

Quiero que estén a salvo de un embarazo no deseado, enfermedad, crueldad, deshumanización, violencia.

Si son agredidas, quiero que tengan recursos en sus escuelas, en el trabajo, en los tribunales.

Es mucho pedir, pero no es demasiado.

Como padres, maestros, defensores y activistas, hemos educado una generación de chicas para que tengan voz, para esperar un tratamiento igualitario en el hogar, en el aula, en el trabajo.

Ahora es el momento de exigir justicia íntima en sus vidas personales también.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/peggy_orenstein_what_young_women_believe_about_their_own_sexual_pleasure/

 

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