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Charla «¿Qué puede enseñar una monja a un científico sobre ecología?» de TED@NAS en español.
Para salvar al achoque, una exótica (y adorable) salamandra que se encuentra en un lago en el norte de México, los científicos hicieron equipo con unos compañeros de investigación inesperados: un grupo de monjas llamadas las Hermanas de la Inmaculada de la Salud. En esta charla encantadora, Victoria Gill, periodista especializada en temas científicos, comparte la historia de cómo esta inusual colaboración salvó al achoque de la extinción, y demuestra cómo los pueblos locales e indígenas podrían tener el secreto para salvar a las especies raras, maravillosas y más amenazadas de nuestro planeta.
- Autor/a de la charla: Victoria Gill
- Fecha de grabación: 2019-11-01
- Fecha de publicación: 2020-02-12
- Duración de «¿Qué puede enseñar una monja a un científico sobre ecología?»: 839 segundos
Traducción de «¿Qué puede enseñar una monja a un científico sobre ecología?» en español.
Me gustaría presentarles a Uds., gente bella y de mente curiosa, a mi animal favorito en el mundo.
Este es el Peter Pan del mundo anfibio.
Es un ajolote.
Es un tipo de salamandra, pero nunca llega al tamaño de otras salamandras ni tampoco sale del agua.
Este pequeño tiene poderes al estilo X-Men.
Si pierde alguna extremidad, puede regenerarse por completo.
Es asombroso.
Observen la imagen: tiene en la cara una sonrisa permanente.
(Risas)
Está coronado con branquias plumosas.
En verdad…
¿cómo no amarlo?
Este tipo particular de ajolote, un pariente muy cercano, es conocido como un achoque.
Es igual de adorable, y vive solamente en un lugar, en un lago al norte de México.
Se llama lago Pátzcuaro, y como pueden ver, es increíblemente hermoso.
Pero, por desgracia, ha sido objeto de sobrepesca y está tan contaminado que todos los achoques están muriendo.
Y este es un panorama que se está replicando en todo el mundo.
Vivimos una crisis de extinción, y las especies son particularmente vulnerables cuando están adaptadas evolutivamente a solo un pequeño nicho o quizás un lago.
Pero esto es TED,
¿no?
Aquí es donde les doy la gran idea, la gran solución.
¿Cómo se salva una especie especialmente extraña de la extinción?
Bien, la respuesta, al menos mi respuesta, no es una gran intervención tecnológica.
De hecho, es muy simple.
Es encontrar personas que conozcan todo sobre este animal y preguntarles, escucharlas y trabajar con ellas, si están preparadas para eso.
Quiero contarles cómo he visto eso en la ciencia y en concreto en la conservación: si los científicos no forman un equipo con la gente local, que tiene un conocimiento muy valioso y una sabiduría práctica que no se publicará en revistas académicas, pueden no entender la cuestión.
Los científicos y la ciencia como empresa pueden caer ante el primer obstáculo si creen que los expertos saben más.
Pero si los científicos abandonan esas limitaciones académicas y acuden a quienes tienen una perspectiva diferente pero realmente importante de lo que están tratando de hacer, de verdad pueden salvar el mundo, un anfibio maravillosamente extraño a la vez.
Así que en el caso del achoque, esta es la gente que uno necesita en su equipo.
(Risas)
Estas son las hermanas de la Inmaculada de la Salud.
Son monjas que tienen un convento en Pátzcuaro, que es donde viven, y tienen una historia común con el achoque.
Es tan asombrosamente maravilloso que fui allí para hacer un audio documental sobre ellas, e incluso una selfi poco favorecedora para probarlo.
Sin embargo, en el centro de ese convento hay una habitación que luce así.
Es muy extraña.
Está llena de tanques llenos de agua fresca y cientos de achoques.
Y es porque esta criatura, debido a sus habilidades regenerativas, tendría poderes curativos si uno la consume.
Así que las hermanas hacen y venden un medicamento usando achoques.
Compré una botella.
Aquí está.
Sabe un poco como la miel, pero las hermanas creen que es buena para todo tipo de dolencias respiratorias.
Quiero que escuchen un audio de la hermana Ofelia.
(Audio) Hermana Ofelia: (habla en español) (Voz del intérprete) Nuestro convento fue fundado por monjas dominicas aquí en Pátzcuaro en 1747.
Algún tiempo después, nuestras hermanas empezaron a hacer jarabe de achoque.
Nosotras no descubrimos las propiedades del achoque.
Fue la gente originaria de la zona hace muchísimos años.
Pero luego nosotras también empezamos a hacer el jarabe.
Los lugareños se enteraron, y vinieron a ofrecernos los animales.
(Audio) Victoria Gill: Ya veo.
Los achoques se usan para hacer ese jarabe.
¿Qué cura el jarabe?
¿Para qué sirve?
(Audio) HO: (habla en español) (Audio) (Intérprete): Es bueno para la tos, el asma, la bronquitis, los pulmones y el dolor de espalda.
(Audio) VG: Y entonces aprovecharon esas propiedades para hacer un jarabe, una medicina.
¿Me puede decir cómo está hecho?
Está moviendo la cabeza y sonriendo.
(Risas)
VG: Sí, no están dispuestas a compartir la receta secreta de siglos.
(Risas)
Pero la escasez de achoque casi detuvo por completo la producción de esa medicina, razón por la que las hermanas comenzaron esto.
Es el primer criadero de achoque del mundo.
Todo lo que querían era una población sana y sostenible para poder continuar haciendo la medicina, pero, al mismo tiempo, crearon un programa de cría en cautividad para proteger una especie en peligro crítico.
Unos años después, estos científicos que pueden ver en esta imagen del zoológico de Chester en el Reino Unido, no lejos de donde vivo, y de la universidad Michoacana, en Morelia, México, persuadieron a las hermanas, lo cual tomó años de cuidadosa diplomacia, a unírseles en un equipo de investigación.
Las monjas les enseñan a los biólogos cómo criar achoques de Pátzcuaro perfectamente sanos y muy robustos, y los científicos han financiado los tanques, los filtros y las bombas que están en esta habitación extraña e inapropiada, pero maravillosa.
Este es el tipo de asociación que puede salvar una especie.
Pero no veo mucho este tipo de cosas, y he sido increíblemente afortunada en mi trabajo.
He viajado a muchos lugares y, básicamente, seguí a gente brillante que usa la ciencia para responder grandes preguntas y resolver problemas.
Pasé tiempo con científicos que resolvieron el misterio del origen de la menopausia siguiendo a las orcas por la costa del Pacífico norte.
Y he acompañado a científicos que colocaron cámaras en las colonias de pingüinos antárticos porque buscaban capturar los impactos del cambio climático, en tiempo real.
Pero este equipo realmente me atrapó, me mostró el impacto que pueden tener estas relaciones delicadas y muy importantes.
Y creo que también me atrapó porque no es común.
Y una de las razones por las que no es común es porque nuestro enfoque tradicional del sistema jerárquico de los logros académicos no alienta exactamente el tipo de humildad donde los científicos buscan a los no científicos y piden su opinión.
De hecho, creo que tenemos una tradición, sobre todo en Occidente, de una especie de arrogancia miope que ha mantenido históricamente a la ciencia como empresa de la élite.
Y aunque eso ha cambiado, en ocasiones sigue siendo su ruina.
Les mostraré un ejemplo de la historia y mi decepción ante un héroe científico: Sir Ernest Shackleton y su expedición transantártica hace más de un siglo, la célebre y desafortunada aventura.
En su camino hacia allí, Shackleton no escuchó a los balleneros en Georgia del Sur.
Conocían esa región, y le dijeron: «Este año no podrás atravesar el hielo.
Está demasiado extendido, muy al norte, y es demasiado peligroso».
Y miren qué sucedió.
Convengamos en que esa gran aventura, esa historia de liderazgo heroico que aún contamos, cuando salvó a cada uno de sus hombres, no la contaríamos si los hubiera puesto rumbo a casa y seguido los consejos.
Pero le costó su barco, unas cuantas lesiones por congelamiento dentro del equipo, estrés postraumático y le tuvieron que disparar a la gata del barco, porque el equipo no podía darle de su comida en su lucha por la supervivencia.
Bien, eso fue hace mucho tiempo, pero cuando preparaba esta charla, revisé algunas de las historias que había cubierto, donde estas colaboraciones tan inusuales marcaron una diferencia positiva.
Hablé con excazadores furtivos cuyo conocimiento de dónde solían cazar ilegalmente ahora es muy importante en proyectos de conservación en esos mismos lugares.
Y hablé con un artista maravilloso cuya propia experiencia en problemas de salud mental le ha allanado el camino para diseñar y crear una sala de salud mental nueva, muy innovadora y bella en un hospital.
Hace poco, trabajé aquí, en la zona de exclusión de Chernóbil, con científicos que estuvieron allí durante décadas.
Uno de sus experimentos con cultivos en esa área ahora se ha convertido en esto.
Es el primer vodka de Chernóbil.
(Risas)
¡También es bastante bueno! Lo he probado.
Y, en realidad, aunque parece un producto para minorías, está destinado a ser el primer bien de consumo producido en la zona de exclusión desde el accidente nuclear.
Y es el resultado de años de interacción con comunidades locales que aún viven en la periferia de esa tierra abandonada y que quieren saber cuándo pueden, y si es que pueden, producir alimentos de forma segura, construir negocios y reconstruir sus comunidades y sus vidas.
Esto fue producto de la humildad, del escuchar.
Y cuando visité Pátzcuaro vi mucho de eso.
Vi cómo un biólogo conservacionista con décadas de experiencia llamado Gerardo Garcia escuchaba y observaba atentamente cómo una monja con un hábito y guantes de látex le mostraba que si tocaban a un achoque en la cabeza con suavidad, abriría su boca para que podamos sacar una muestra de ADN con un hisopo.
(Risas)
Cuando los científicos se unen, observan y les preguntan a personas que tienen una perspectiva muy valiosa sobre lo que hacen, pero desde un ángulo diferente, algo muy especial puede ocurrir.
Hay un ejemplo verdaderamente global y sumamente ambicioso al respecto: la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas.
Un título largo, pero no se vayan.
Esta organización incluye más de 130 países, y su objetivo es nada menos que evaluar el estado del mundo natural en todo nuestro planeta.
Recientemente publicó una evaluación global del estado de la naturaleza, y esa podría ser la base para un acuerdo internacional donde todas esas naciones pudieran suscribirse y pasar a la acción para combatir la crisis de biodiversidad que está afectando a la Tierra ahora mismo.
Ahora bien, al tratar de comunicar informes como este, evaluaciones como esta para una audiencia amplia, sé que estos grandes grupos internacionales parecen de tan alto nivel, que están fuera del alcance y se presentan nebulosos, pero en el centro de ellos hay un grupo de seres humanos, los autores del informe, que tienen la formidable tarea de reunir toda esa información biológica y ecológica que pinta una imagen clara y precisa del estado del mundo natural.
E incluso 10 años antes de que este grupo se propusiera hacer eso para compaginar esa evaluación, crearon lo que se llama un «marco conceptual cultural».
Esto es básicamente un diccionario de conceptos culturales para todas las maneras en las que hablamos sobre el mundo natural.
Reconoce formalmente, por ejemplo, que «Madre Tierra» y «naturaleza» significan lo mismo.
Y eso significa que el conocimiento indígena y local puede incorporarse al mismo documento y se le puede dar el peso y el mérito que merece en esa evaluación sobre el estado de nuestro entorno natural.
Y es de absoluta importancia, porque un cazador inuit nunca podría publicar en una revista académica, pero apuesto a que sabe más sobre los cambios en su comunidad ártica por el cambio climático que un científico que dedicó años a entrar y salir de la región para tomar mediciones.
Y, colectivamente, se estima que los pueblos indígenas son los cuidadores de un 25 % de toda la superficie terrestre global, incluyendo algunos de los lugares más biodiversos en el planeta.
Así que imaginen cuánto nos estamos perdiendo si no cruzamos esos límites culturales, o al menos lo intentamos, al tratar de averiguar cómo funciona el mundo y cómo protegerlo.
Cada propuesta de investigación es una nueva oportunidad para hacerlo.
¿Y si cada vez que se propone un proyecto de investigación, tuviera que incluir la recomendación de una persona o grupo de personas —agricultores locales, líderes de la comunidad indígena, monjas— que los investigadores quisieran traer al redil invitarlos a su equipo y escucharlos?
Quiero que escuchen la explicación de la hermana Ofelia de por qué está particularmente motivada y dedicada a la supervivencia del achoque.
(Audio) VG: Hermana Ofelia,
¿Ud.
cree que salvar esta especie de la extinción es parte de su trabajo por Dios?
(Audio) HO: (habla en español) (Voz del intérprete): Es la responsabilidad de cada ser humano no dañar a aquellos que viven a nuestro alrededor, es decir, todos los seres vivos.
Todo fuimos creados no solo para sobrevivir, sino para ser felices y hacer felices a otros.
Todos los que estamos aquí brindamos felicidad protegiendo a este animal y también lo hacemos feliz a Él.
(Audio) (Monjas cantando) VG: Siento que debería retirarme y dejar que las monjas me canten porque suena muy bello.
Pero,
¿escucharon eso?
«Estamos brindando felicidad».
No es un protocolo que verían en una propuesta formal de investigación…
(Risas)
Pero fue el ímpetu lo que lo convirtió en el programa de reproducción más exitoso en el mundo de un animal que estaba a punto de ser aniquilado.
¿No es maravilloso?
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/victoria_gill_what_a_nun_can_teach_a_scientist_about_ecology/