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Qué puede enseñarnos un chatarrero en Ghana sobre innovación – Charla TEDGlobal 2017

Charla «Qué puede enseñarnos un chatarrero en Ghana sobre innovación» de TEDGlobal 2017 en español.

En Agbogbloshie, una comunidad en Accra, Ghana, la gente desciende a un depósito de chatarra para extraer residuos electrónicos de materiales reciclables. Sin entrenamiento formal, estos mineros urbanos a menudo autoaprenden el funcionamiento de la electrónica desmontándola y volviéndola a armar. El diseñador DK Osseo-Asare se planteó la pregunta: «¿Qué pasaría si conectamos a estos técnicos autodidactas con estudiantes y jóvenes profesionales en los campos de STEAM? El resultado: una creciente comunidad de creadores en la que las personas participan en la educación práctica entre compañeros y motivada por lo que desean crear. Aprenda más acerca de cómo este creador de espacios colaborativos africano es pionero en una economía circular de base.

  • Autor/a de la charla: DK Osseo-Asare
  • Fecha de grabación: 2017-08-27
  • Fecha de publicación: 2018-08-16
  • Duración de «Qué puede enseñarnos un chatarrero en Ghana sobre innovación»: 857 segundos

 

Traducción de «Qué puede enseñarnos un chatarrero en Ghana sobre innovación» en español.

Vengan conmigo a Agbogbloshie, un barrio en el corazón de Accra, llamado así por un dios que vive en el río Odaw.

Hay un barrio pobre, Old Fadama, construido en tierras recuperadas de la laguna de Korle, justo antes de que se abra hacia el Golfo de Guinea.

Aquí hay un depósito de chatarra donde la gente desmonta todo tipo de cosas, desde teléfonos celulares a computadoras, automóviles a, incluso, aviones enteros.

El depósito de chatarra de Agbogbloshie es famoso porque se ha convertido en un símbolo del lado malo de la tecnología: el problema de la obsolescencia planificada.

Se lo ve como un lugar donde dispositivos de todo el mundo terminan su vida, donde los datos mueren.

Estas son las imágenes que a los medios les encanta mostrar, de jóvenes y niños quemando cables y alambres para recuperar cobre y aluminio, usando espuma de poliestireno y llantas viejas como combustible, lastimándose seriamente a sí mismos y al medio ambiente.

Es un proceso supertóxico, que produce contaminantes que ingresan al ecosistema global, se acumulan en el tejido adiposo y amenazan la parte superior de la cadena alimentaria.

Pero esta historia es incompleta.

Hay muchas cosas que podemos aprender de Agbogbloshie, donde se lleva ahí la chatarra de la ciudad y de todo el país.

Para muchos de nosotros, nuestros dispositivos son cajas negras.

Sabemos qué hacen, pero no cómo funcionan o qué hay dentro.

En Agbogbloshie las personas convierten en su negocio al saber exactamente lo que hay dentro.

Los chatarreros recuperan cobre, aluminio, acero, vidrio y plástico y placas de circuito impreso.

Se llama «minería urbana».

Ahora es más eficiente para nosotros extraer materiales de nuestros residuos.

Hay 10 veces más oro, plata, platino y paladio en una tonelada de nuestros productos electrónicos que en una tonelada de mineral extraído de debajo de la superficie de la tierra.

En Agbogbloshie el peso es una forma de moneda.

Los dispositivos son diseccionados para recuperar materiales, partes y componentes con una increíble atención al detalle, hasta las puntas de aluminio de los enchufes eléctricos.

Pero los comerciantes de chatarra no destruyen componentes aún funcionales.

Los suministran para talleres de reparación como este en Agbogbloshie y decenas de miles de técnicos en todo el país que restauran los equipos eléctricos y electrónicos, y los venden como productos usados ​​a consumidores que quizás no puedan comprar un nuevo televisor o una computadora nueva.

No se equivoquen, hay jóvenes hackers en Agbogbloshie —y quiero decir en el mejor sentido de esa palabra— que saben no solo cómo desarmar computadoras, sino cómo volver a armarlas, cómo darles una nueva vida.

Agbogbloshie nos recuerda que hacer es un ciclo.

Se extiende a rehacer y deshacer para recuperar los materiales que nos permiten hacer algo nuevo.

Podemos aprender de Agbogbloshie, donde los zapateros rehacen las botas de trabajo, donde las mujeres recogen plástico de toda la ciudad, lo ordenan por tipo, trituran, lavan y finalmente lo vuelven a vender como materia prima a las fábricas para hacer ropa nueva, nuevos cubos de plástico y sillas.

El acero se almacena por separado, donde los cadáveres de automóviles, microondas y lavadoras se convierten en barras de hierro para una nueva construcción; donde las hojas de techo se convierten en estufas; donde los ejes de los automóviles se convierten en cinceles que se usan para eliminar más objetos; donde el aluminio que se recupera de los radiadores de las neveras y aires acondicionados se derrite y se usa arena fundida para hacer adornos para la industria de la construcción, para macetas que se venden en la calle en el mercado de Agbogbloshie con una amplia gama de hornos, estufas y ahumadores de fabricación local, que se usan todos los días para hacer la mayoría de las sopas de palmito, de panes de té y azúcar, de tilapia a la plancha en la ciudad.

Están hechos en talleres de carretera como este por soldadores como Mohammed, que recupera los materiales de la corriente de desechos y los usa para hacer todo tipo de cosas, como pesas para entrenar con partes viejas de autos.

Pero esto es lo realmente genial: las máquinas de soldar que usan se ven así, y están hechas especialmente enrollando cobre alrededor de acero eléctrico recuperado de chatarra de transformador viejo.

Hay toda una industria justo al lado de Agbogbloshie de máquinas de soldadura fabricadas localmente que impulsan la fabricación local.

Lo realmente genial también es que hay una transferencia de habilidades y conocimiento a través de generaciones de maestros a aprendices, pero a través del aprendizaje activo, a través del aprendizaje heurístico, aprender haciendo y haciendo.

Y esto está en agudo contraste a la experiencia de muchos estudiantes en la escuela, donde conferenciantes hablan y los estudiantes escriben cosas y las memorizan.

Es aburrido, pero el verdadero problema es que de alguna manera eso prevalece sobre su poder emprendedor latente o inherente.

Conocen los libros, pero no cómo hacer cosas.

Hace cuatro años, mi cofundadora Yasmine Abbas y yo preguntamos: ¿Qué pasaría si pudiéramos unir el conocimiento práctico de los fabricantes en el sector informal con el conocimiento técnico de estudiantes y jóvenes profesionales en los campos STEAM —ciencia, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas— para construir un motor de innovación impulsado por STEAM para conducir lo que llamamos «Innovación Sankofa», que explicaré.

Hicimos incursiones en el depósito de chatarra para buscar lo que podría ser reutilizado, como escritores de DVD que podrían convertirse en grabadoras láser, o fuentes de alimentación de servidores antiguos para un emprendimiento en Kumasi que hace impresoras 3D de basura electrónica.

La clave era reunir a jóvenes de diferentes orígenes que normalmente nunca tienen nada que ver unos con otros, con el fin de tener una conversación sobre cómo podrían colaborar y probar y desarrollar nuevas máquinas y herramientas que puedan permitir triturar y pelar cobre en lugar de quemarlo, moldear ladrillos y baldosas de plástico, construir nuevas computadoras con componentes recuperados de dispositivos electrónicos muertos, para construir un dron.

Y aquí pueden verlo volando por primera vez en Agbogbloshie.

(Aplausos) Yasmine y yo hemos colaborado con más de 1500 jóvenes, 750 de los campos de STEAM, y más de 750 fabricantes de base y comerciantes de chatarra de Agbogbloshie y más allá.

Han unido sus manos para desarrollar una plataforma que llaman Astronave, un espacio físico y digital híbrido para la elaboración artesanal, más un proceso que un producto una arquitectura abierta para hacer, que implica tres partes: un kiosco makerspace, que es prefabricado y modular; un conjunto de herramientas personalizadas en función de lo que los fabricantes quieren hacer; y una aplicación comercial.

Creamos la aplicación específicamente con las necesidades de los comerciantes de chatarra en primer lugar, porque nos dimos cuenta de que no era suficiente armarlos con información y tecnología actualizada si queríamos hacer sus procesos de reciclaje ecológicos; necesitaban incentivos.

Los comerciantes de chatarra siempre están buscando chatarra nueva y nuevos compradores y lo que les interesa es encontrar compradores que paguen más por cobre limpio que por quemar.

Nos dimos cuenta de que en todo el ecosistema, todos estaban buscando algo.

Los fabricantes buscan materiales, piezas, componentes, herramientas, planos para hacer lo que quieren hacer.

También están encontrando una manera de dejar que los clientes descubran que pueden reparar una licuadora o arreglar una plancha o, como aprendimos ayer, hacer una máquina de freír papas a la francesa.

Por otro lado, encontrará que hay usuarios finales buscando con desespero quien pueda convertir esto en máquina de freír a la francesa, y comerciantes de chatarra que buscan cómo pueden recolectar esta chatarra, procesarla y convertirla en una entrada para cosas nuevas.

Tratamos de desenredar ese nudo de no saber para que las personas encuentren lo que necesitan para hacer lo que quieren hacer.

Hicimos un prototipo del kiosco de espacio creativo en Agbogbloshie, concebido como lo contrario de una escuela: un portal hacia la experiencia y fabricación experimental que conecta local y global y conecta hacer con rehacer y deshacer.

Pusimos la regla de que todo tenía que hacerse desde cero usando solo materiales hechos en Ghana o procedentes del depósito de chatarra.

Las estructuras son esencialmente cerchas simples que se atornillan.

Lleva unas dos horas ensamblar un módulo con mano de obra semicalificada, y mediante el desarrollo de herramientas, plantillas y plataformas, pudimos construir estas piezas estandarizadas dentro de este ecosistema de soldadores artesanales con la precisión de un milímetro, por supuesto, usando máquinas de soldadura hechas en Agbogbloshie, así como las herramientas, que pueden bloquear, cajas de herramientas y pilas para hacer bancos de trabajo, y otra vez, personalizado en función de lo que se quiera hacer.

Hemos probado la aplicación en Agbogbloshie y se están preparando para abrirla a otros ecosistemas de fabricantes.

En seis meses, habremos terminado tres años de pruebas del quiosco makerspace, y tengo que admitir, que hemos sufrido algunos abusos bastante horribles.

Pero es por una buena causa, porque basado en los resultados de esa prueba, hemos podido rediseñar una versión mejorada de este makerspace.

Si un fab lab es grande, costoso y fijo en su lugar, piensen en esto como el contrapunto: algo de bajo costo, que puede ser fabricado localmente, que se puede expandir y equipar de forma incremental conforme los fabricantes adquieren recursos.

Pueden pensarlo como un cobertizo de herramientas, donde los fabricantes pueden venir y revisar las herramientas y llevarlas en carro de mano a donde quieran en la ciudad para hacer lo que quieran.

Y pasando a la siguiente fase, también estamos planeando agregar bots CNC montados en el techo, que permiten a los fabricantes cocrear junto con robots.

En definitiva, este es un conjunto de partes que se puede ensamblar localmente dentro del sector informal usando partes estandarizadas que se pueden actualizar colectivamente a través de un proceso de código abierto.

En total, todo este sistema makerspace trata de hacer cinco cosas: permitir a los fabricantes emergentes reunir los recursos que necesitan y las herramientas para hacer lo que quieren hacer; aprender haciendo y de los demás; producir más y mejores productos; poder comerciar a fin de generar ingresos estables; y, en última instancia, amplificar no solo su reputación como fabricante, sino su potencial como creador.

Sankofa es uno de los símbolos de Adinkra más poderosos de los pueblos Akan en Ghana y Costa de Marfil, y puede representarse como un pájaro que llega a su espalda para recoger un huevo, un símbolo de poder.

Se traduce literalmente del Twi como «regresar y obtenerlo» y lo que significa es que si un individuo o una comunidad o una sociedad quiere tener un futuro exitoso, tiene que recurrir al pasado.

Adquirir y dominar formas existentes de hacer, acceder al conocimiento de sus antepasados.

Y esto es muy relevante si queremos pensar hoy en un futuro incluyente para África.

Tenemos que empezar desde cero, minar lo que ya funciona para métodos y modelos, y pensar cómo podríamos conectarnos, en una especie de paradigma «ambos y», no «o uno u otro» la capacidad de innovación de esta creciente red de centros tecnológicos e incubadoras en todo el continente y repensar más allá de fronteras nacionales y políticas, pensar en cómo podemos rediseñar la innovación en África con el espíritu de Sankofa y la capacidad existente de los fabricantes en las bases.

Si, en el futuro, alguien les dice que Agbogbloshie es el vertedero de desechos electrónicos más grande del mundo, espero que puedan corregirlo y explicarle que un vertedero es un lugar donde uno tira cosas y las dejas para siempre; un depósito de chatarra es donde se desmontan las cosas.

El desperdicio es algo que ya no tiene ningún valor, mientras que la chatarra es algo que se recupera específicamente para usarla para rehacer algo nuevo.

Hacer es un ciclo, y los espacios de fabricantes africanos ya son pioneros y líderes en economía circular en las bases.

Hagamos más y mejor juntos.

Gracias.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/dk_osseo_asare_what_a_scrapyard_in_ghana_can_teach_us_about_innovation/

 

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