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¿Qué te hace especial? – Charla TEDxUniversityofNevada

Charla «¿Qué te hace especial?» de TEDxUniversityofNevada en español.

La periodista de NBC News Mariana Atencio, ha viajado por todo el mundo, desde Haití hasta Hong Kong. En su charla, Mariana nos habla sobre cómo la gente que ha conocido a lo largo de su camino y su propia experiencia como inmigrante, le han enseñado que lo único que todos tenemos en común, es ser humanos.

Esta charla fue dada en un evento de TEDx utilizando el formato de la conferencia TED, pero independientemente organizada por una comunidad local. Para más información ingresa a http://ted.com/tedx

  • Autor/a de la charla: Mariana Atencio
  • Fecha de grabación: 2017-04-27
  • Fecha de publicación: 2018-03-28
  • Duración de «¿Qué te hace especial?»: 1067 segundos

 

Traducción de «¿Qué te hace especial?» en español.

Muchísimas gracias.

Soy periodista.

Mi trabajo es hablar con personas de todas las condiciones sociales, en todo el mundo.

Hoy quiero contarles por qué decidí dedicarme a esto y lo que he aprendido.

Mi historia comienza en Caracas, Venezuela, en América del Sur, donde crecí…

un lugar que para mi estaba y siempre estará lleno de magia y maravillas.

Desde que era muy pequeña, mis padres querían que tuviera un concepto más amplio del mundo.

Recuerdo una vez cuando tenía unos siete años, mi papá se acercó a mí y dijo: «Mariana, voy a enviarlas a ti y a tu hermana pequeña…

– la cual tenía seis años en ese entonces – …

a un lugar donde nadie habla español.

Quiero que experimenten culturas diferentes.» Continúo hablando de los beneficios, de pasar un verano entero en un campamento en Estados Unidos, recalcando una pequeña frase, a la que no presté mucha atención en el momento: «Nunca se sabe lo que depara el futuro.» Mientras tanto, en mi mente de niña de siete años, estaba pensando en que ibamos a ir a un campamento de verano en Miami.


(Risas)
Tal vez iba a ser incluso mejor, e íbamos a ir un poco más al norte, a Orlando, donde vivía Mickey Mouse.


(Risas)
Me emocioné mucho.

Sin embargo, mi papá tenía un plan ligeramente diferente.

Desde Caracas, nos envió a Brainerd, Minessota.


(Risas)
Mickey Mouse no estaba allá arriba.


(Risas)
Y sin celular, ni Snapchat o Instagram, no podía buscar ninguna información.

Llegamos allí y una de las primeras cosas que noté, fue que el cabello de los otros niños, era de varios tonos de rubio y la mayoría tenían los ojos azules.

Mientras tanto, así era como nos veíamos.

La primera noche, el director del campamento reunió a todos alrededor de la fogata y dijo: «Niños, este año tenemos un campamento muy internacional.

Los Atencios vienen de Venezuela.»
(Risas)
Los otros niños nos miraban como si fuéramos de otro planeta.

Nos preguntaban cosas como: «

¿Saben lo que es una hamburguesa?

» ó, «

¿van a la escuela en burro o en canoa?

»
(Risas)
Yo intentaba responder en mi inglés chapurreado y ellos simplemente se reían.

Sé que no intentaban ser rudos, sólo estaban intentando entender quiénes éramos y hacer una correlación con el mundo que conocían.

Podíamos ser como ellos, o como los protagonistas de un libro de aventuras, como Aladdín o El Libro de la Selva.

Ciertamente no nos parecíamos a ellos, no hablábamos su idioma; eramos distintos.

Y cuando tienes siete años, eso lastima.

Pero tenía que cuidar de mi hermana pequeña y ella lloraba todos los días en el campamento de verano.

Así que decidí hacerme la valiente y abrazar todo lo que pudiera sobre el estilo de vida americano.

Más tarde, hicimos lo que llamamos, «El experimento del campamento,» por ocho años en diferentes ciudades, de las que muchos americanos no han ni siquiera escuchado.

Lo que más recuerdo de estos momentos, fue cuando por fin conocí a alguien que me entendía.

Hacer un amigo era una recompensa especial.

Todo el mundo quiere sentirse valorado y aceptado y creemos que eso debería suceder espontáneamente, pero no.

Cuando eres diferente, tienes que trabajar en ser aceptado.

Tienes que ser o muy amable, listo, gracioso…

cualquier cosa para ser genial para el grupo con el que quieres salir.

Más tarde, cuando estaba en la secundaria, mi papá extendió su plan de verano, y desde Caracas, me envió a Wallingford, Conneticut, para cursar el último año de secundaria.

Recuerdo esta vez, soñar despierta en el avión acerca de «la experiencia de la secundaria americana» – con un casillero – Iba a ser perfecto, igual que mi serie favorita: «Salvados por la campana.»
(Risas)
Llego allí y me dicen que mi compañera de habitación, está esperando ansiosamente.

Abrí la puerta y allí estaba, sentada en la cama, con un velo en la cabeza.

Se llamaba Fátima y era una musulmana de Bahrain y ella no era lo que yo esperaba.

Probablemente, ella sintió mi decepción cuando la miré, porque no hice mucho para esconderlo.

Verán, como adolescente, quería incluso encajar más, quería ser popular, a lo mejor tener un novio para la graduación y sentía que Fátima se interponía en todo eso, con su timidez y su estricto código de vestir.

No me dí cuenta de que la estaba haciendo sentir, como los niños del campamento de verano me hicieron sentir.

Este era el equivalente en secundaria a preguntarle: «

¿Sabes lo que es una hamburguesa?

» Estaba consumida por mi egoismo y era incapaz de ponerme en sus zapatos.

Tengo que ser honesta con ustedes, sólo duramos un par de meses juntas, porque la enviaron más tarde a vivir con una orientadora, en lugar de otros estudiantes.

Recuerdo que pensaba: «Ah, estará bien.

Ella sólo es diferente.» Cuando etiquetamos a alguien como diferente, esto le deshumaniza de alguna manera.

Pasan a ser «el otro.» No merecen nuestro tiempo, – no es nuestro problema – y de hecho ellos, «los otros» son probablemente la causa de nuestros problemas.

Así que,

¿cómo reconocemos nuestros puntos ciegos?

Se empieza por entender lo que te hace diferente, por apreciar esos rasgos.

Sólo así, podrán empezar a apreciar lo que hace a otros especiales.

Recuerdo cuando esto me afectó.

Fue un par de meses después de eso.

Había encontrado un novio para la graduación, y hecho un grupo de amigos y prácticamente olvidado a Fátima, hasta que todo el mundo se inscribió en un concurso de talentos para la caridad.

Se debía ofrecer un talento para una subasta y parecía que todos tenían algo especial para ofrecer.

Algunos niños iban a tocar el violín, otros iban a recitar un monólogo teatral y recuerdo haber pensado: «Nosotros no practicamos este tipo de talentos en casa.» Pero estaba decidida a encontrar algo de valor.

El día del concurso llega y me subo al escenario con mi pequeño radiocasete, lo pongo a un lado y presiono «reproducir» y una de las canciones de mi artista favorita emergente, Shakira, suena.

Y empiezo: «Donde sea, cuando sea, estamos destinados a estar juntos…

y digo: «mi nombre es Mariana y voy a subastar una clase de baile.» Y parecía que toda la escuela levantaba la mano para ofertar.

Mi clase de baile se destacó entre las diez clases de violín, que se ofrecieron aquél día.

Y al volver a mi dormitorio, no me sentí diferente.

Me sentí muy especial.

Y ahí fue cuando empecé a pensar sobre Fátima, una persona a la que no vi especial, cuando la conocí por primera vez.

Ella era de Oriente Medio, tal y como la familia de Shakira era de Oriente Medio.

Quizá me hubiese podido haber enseñado una o dos cosas sobre la danza de vientre, si hubiese estado dispuesta a ello.

Ahora, quiero que tomen el adhesivo que les dieron al inicio de la sesión de hoy, donde escribieron aquello que los hace especiales y quiero que lo miren.

Si nos están viendo desde casa, tomen un trozo de papel y escriban lo que los hace diferentes.

Puede que se sientan vigilados al mirarlo, quizás un poco avergonzados, o tal vez incluso orgullosos.

Pero necesitan empezar a aceptarlo.

Recuerden que es el primer paso para apreciar, lo que hace especiales a los demás.

Cuando regresé a mi casa en Venezuela, empecé a entender cómo estas experiencias me estaban cambiando.

Ser capaz de hablar diferentes idiomas, de explorar todas estas personas y lugares distintos…

me dio una sensibilidad única.

Por fin estaba empezando a entender, la importancia de ponerme en los zapatos de los demás.

Y esa una gran parte de la razón, del por qué decidí ser periodista.

Especialmente, al ser de una parte del mundo que es frecuentemente etiquetada como: «el patio trasero,» «los extranjeros ilegales,» «el tercer mundo,» «los otros.» Quería hacer algo para cambiar eso.

Sin embargo, por aquel entonces el gobierno venezolano decidió cerrar la mayor cadena de televisión de nuestro país.

La censura estaba creciendo y una vez más mi papá se me acercó y dijo: «

¿Cómo vas a ser una periodista aquí?

Tienes que irte.» Y ahí me di cuenta, que eso era para lo que él me había estado preparando.

Eso era lo que el futuro me deparaba.

Así que en el 2008, empaqué mis maletas y vine a Estados Unidos.

Esta vez sin un boleto de regreso.

Dolorosamente, me daba cuenta de que a los 24 años, me estaba convirtiendo en una refugiada, en una inmigrante, en el otro, nuevamente y esta vez para siempre.

Pude venir con una beca para estudiar periodismo.

Recuerdo cuando me dieron mi primera tarea: cubrir las históricas elecciones del presidente Barack Obama.

Me sentía muy afortunada y esperanzada.

Pensaba: «Sí, esto es.

He llegado a una América post-racial, en donde la noción de nosotros y ellos, está siendo reducida y probablemente será erradicada durante mi vida.» Qué equivocada estaba,

¿verdad?

¿Por qué la presidencia de Obama no alivió las tensiones raciales en nuestro país?

¿Por qué algunas personas aún se sienten amenazadas por inmigrantes, LGBT y grupos minoritarios, que sólo están intentando encontrar un espacio, en este Estados Unidos que debería de ser para todos nosotros?

No tenía las respuestas en ese entonces, pero el 8 de noviembre de 2016, cuando Donald Trump se convirtió en nuestro presidente, se hizo evidente de que una gran parte del electorado, los ve a ellos como «los otros.» Algunos ven gente que viene a quitarles su trabajo, o terroristas en potencia que hablan otro idioma.

Mientras que los grupos minoritarios, con frecuencia sólo ven odio, intolerancia y gente con mente cerrada al otro lado.

Es como si estuviéramos atrapados, en estas burbujas que nadie quiere estallar.

y la única forma de hacerlo, la única forma de salirse de eso, es darse cuenta de que ser diferente, también significa pensar diferente.

Hace falta valor para mostrar respeto.

En palabras de Voltaire: «Podré no estar de acuerdo con lo que tienes que decir, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.» Ser incapaz de ver algo bueno en el otro lado, hace que el diálogo sea imposible.

Sin un diálogo, continuaremos repitiendo los mismos errores, porque no aprenderemos nada nuevo.

Cubrí las elecciones del 2016 para NBC News.

Fue mi primer tarea importante, en esta red principal de medios a la que había saltado, desde la televisión hispana.

Y quería hacer algo diferente.

Vi el resultado de las elecciones con familias indocumentadas.

Pocos pensaron en compartir ese momento, con personas que no eran ciudadanos, pero de hecho, ellos eran los que tenían más cosas que perder aquella noche.

Cuando se hizo evidente que Donald Trump estaba ganando, una niña de ocho años llamada Angelina, corrió hacia mí llorando.

Estaba sollozando y me preguntó que si su madre iba a ser deportada.

La abracé y le dije: «Todo va a a estar bien.» Pero en verdad no lo sabía.

Esta es la foto que tomamos aquella noche; para siempre arraigada en mi corazón.

Aquí estaba esta pequeña niña, más o menos de la misma edad que yo tenía cuando fui al campamento de Brainerd.

Ella ya sabe que es de «los otros.» Regresa del colegio a casa, con el temor cada día de que se hayan llevado a su madre.

Así que,

¿cómo nos ponemos en los zapatos de Angelina?

¿Cómo la hacemos entender que es especial y que se merece tener a su familia unida?

Al darle tiempo de cámara y a familias como la suya, intento que la gente los vea como seres humanos, y no sólo como «extranjeros ilegales.» Sí, infringieron una ley y deben de ser sancionados por ello, pero ellos también lo han dado todo por este país, tal como muchos inmigrantes, lo han hecho antes que ellos.

Ya les he contado, cómo mi camino hacia el crecimiento personal inició.

Para terminar, quiero contarles el peor golpe que he tenido hasta el momento, uno que me llegó hasta el corazón.

Fue el 10 de abril de 2014.

Estaba conduciendo hacia el estudio, cuando recibí una llamada de mis padres.

Me preguntaron, «

¿estás en directo?

» Inmediatamente supe que algo estaba mal.

Contesté, «

¿qué pasó?

» «Es tu hermana, ha tenido un accidente en el auto.» Fue como si mi corazón hubiera dejado de latir.

Mis manos se aferraron al volante y recuerdo escuchar las palabras: «Es poco probable que vuelva a caminar.» Dicen que la vida puede cambiar en una fracción de segundo.

La mía lo hizo en ese momento.

Mi hermana pasó de ser mi exitosa otra mitad, tan sólo un año menor que yo, a no poder mover las piernas, sentarse, o vestirse sola.

Y esto no era como el campamento de verano, donde mágicamente podía mejorar las cosas.

Esto era aterrador.

En el transcurso de dos años, mi hermana fue sometida a 15 cirugías y pasó la mayor parte de ese tiempo en una silla de ruedas.

Pero esto no era ni siquiera era la peor parte de ello.

Lo peor era algo tan doloroso, que es difícil expresarlo, incluso ahora.

Era la manera en la que la gente la miraba, nos miraba…

Cambió.

La gente era incapaz de ver una abogada exitosa, o a una joven con un ingenio agudo y un corazón amable.

A todos los lugares que íbamos, me daba cuenta de que sólo veían, a una pobre chica en una silla de ruedas.

Eran incapaces de ver más allá de eso.

Tras luchar como una guerrera, puedo decirles agradecidamente, que hoy mi hermana puede caminar y que se ha recuperado más allá de las expectativas de todos.


(Aplausos)
Gracias.


(Aplausos)
Pero durante esa prueba traumática, aprendí que hay diferencias que simplemente son un asco y es difícil encontrar algo positivo en ellas.

Mi hermana no es mejor por lo que sucedió.

Pero ella me enseñó, que no puedes dejar que esas diferencias te definan.

Ser capaz de reinventarse a sí mismo, más allá de lo que los demás vean…

esa es la tarea más difícil de todas, pero también la más bella.

Lo ven, todos venimos al mundo con un cuerpo.

Hay personas con dificultades físicas o neurológicas, comunidades impactadas ambientalmente, inmigrantes, chicos, chicas, chicos que quieren vestirse como chicas, chicas con velos, mujeres que han sido abusadas sexualmente, atletas que doblan la rodilla como signo de protesta, negros, blancos, asiáticos, nativos americanos, mi hermana, ustedes o yo.

Todos queremos lo mismo: soñar y alcanzar objetivos.

Pero algunas veces, la sociedad y nosotros mismos nos decimos que no encajamos en el molde.

Bueno, si observan mi historia…

he pasado de nacer en un sitio distinto, a hacer danza de vientre en secundaria, a contar historias, que no se ven con frecuencia en la televisión.

Lo que me hace diferente, es lo que me ha hecho destacar y tener éxito.

He viajado por el mundo y he hablado con personas de todas las clases sociales.

¿Y saben lo que he aprendido?

Lo único que todos tenemos en común es ser humanos.

Así que tomen la posición de defender su raza, la raza humana.

Recurramos a ella.

Seamos humanistas, antes y después de cualquier otra cosa.

Para terminar, quiero que tomen el adhesivo; ese trozo de papel en el que escribieron lo que los hace diferentes y quiero que lo celebren hoy y todos los días, grítenlo a los cuatro vientos.

También los animo a ser curiosos y a preguntarse:

¿Qué hay en el papel de los demás?

¿qué es lo que les hace diferentes?

Celebremos esas imperfecciones que nos hacen especiales.

Espero que les enseñe que la palabra «normal,» no le pertenece a nadie.

Todos somos diferentes.

Todos somos peculiares y únicos.

Y eso es lo que nos hace increíblemente humanos.

Muchas gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/mariana_atencio_what_makes_you_special/

 

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