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Reflexiones de una vida luchando para acabar con la pobreza infantil – Charla TEDWomen 2018

Charla «Reflexiones de una vida luchando para acabar con la pobreza infantil» de TEDWomen 2018 en español.

¿Qué hace falta para construir un movimiento nacional? En una conversación cautivadora con la conservadora de TEDWomen Pat Mitchell, Marian Wright Edelman recuerda su camino hasta fundar el Children’s Defense Fund en 1973 — desde la influencia temprana de crecer en el segregado sur estadounidense hasta su activismo con el Dr. Martin Luther King Jr. — y comparte cómo el hacerse mayor no ha hecho otra cosa que volverla más radical.

  • Autor/a de la charla: Marian Wright Edelman
  • Fecha de grabación: 2018-11-28
  • Fecha de publicación: 2019-01-30
  • Duración de «Reflexiones de una vida luchando para acabar con la pobreza infantil»: 909 segundos

 

Traducción de «Reflexiones de una vida luchando para acabar con la pobreza infantil» en español.

Pat Mitchell: Sé que no le gusta eso de «leyenda».

Marian Wright Edelman: Pues no.


(Risas)
PM:

¿Por qué no, Marian?

Porque lo es, en cierto modo.

Lleva haciendo esto mucho tiempo y sigue ahí, como fundadora y presidenta.

MWE: Pues porque nuestros padres nos criaron para servir, en mi familia somos «siervos-líderes».

No se trata de causas ajenas o etiquetas, y me siento la persona más afortunada del mundo por haber nacido en el cruce entre grandes necesidades e injusticias y grandes oportunidades para cambiarlas.

Así que estoy muy agradecida de poder servir y marcar la diferencia.

PM: Qué manera más bonita de decirlo.


(Aplausos)
Creció en el sur de EE.UU.

y, como todos los niños, una gran parte de lo que es fue moldeada por sus padres.

Dígame:

¿Qué le enseñaron sobre la creación de movimientos?

MWE: Tuve la suerte de tener unos padres extraordinarios.

Mi madre era la mejor administradora que he conocido, y siempre insistía, incluso entonces, en tener su propio dinero; abrió una lechería para tener sus propios ahorros y esa noción de independencia, sin duda, me llegó a mí.

Mi padre era pastor y estaban muy compenetrados; mi hermana mayor es monja, yo soy la más joven, y hay tres chicos entre medias.

Siempre supe que era igual de lista que mis hermanos, siempre fui un marimacho y siempre tuve las mismas aspiraciones que ellos.

Pero, sobre todo, éramos tremendamente afortunados, a pesar de criarnos en un pequeño pueblo muy segregado de Carolina del Sur.

Sabíamos que estaba mal, supe desde que tenía cuatro años que no iba a aceptar que me encasillaran, pero mis padres siempre insinuaron que no éramos nosotros, era el mundo exterior, y teníamos la oportunidad de crecer para cambiarlo, así que empecé a hacerlo desde muy joven.

Lo más importante es que fueron los mejores modelos a seguir.

Nos decían: «Si ven una necesidad, no pregunten por qué nadie actúa, vean qué pueden hacer Uds.».

Donde vivíamos no había una residencia para mayores y el Reverendo Reddick, que tenía lo que, 50 años después, llamamos Alzheimer, empezó a deambular por las calles.

Mis padres vieron que necesitaba un sitio donde ir y creamos un hogar para ancianos.

Los niños teníamos que cocinar, limpiar y servir, y entonces no nos gustaba, pero así aprendimos que nuestra obligación era cuidar de aquellos que no podían cuidar de sí mismos.

Tenía 12 hermanos y hermanas adoptivos, mi madre los acogió tanto antes como después de que nosotros nos fuéramos.

De nuevo, siempre que veas una necesidad, intenta solventarla.

Mi padre solía decir que Dios dirige una economía de pleno empleo.


(Risas)
Así que, si sigues la necesidad, nunca te faltarán cosas que hacer o un propósito en la vida.

Y cualquier problema que trata el «Children’s Defense Fund» surge de mi infancia de una forma muy personal.

El pequeño Johnny Harrington, que vivía a tres casas de la mía con su abuela, pisó un clavo; tuvo tétanos, fue al hospital, no le vacunaron y murió.

Tenía 11 años.

Lo recuerdo.

Un accidente frente a nuestra carretera; resultaron ser dos camioneros blancos y una familia inmigrante que casualmente eran negros, y todos fuimos corriendo a ayudar, pues ocurrió frente a la iglesia.

Llegó la ambulancia, vio que los dos camioneros blancos no estaban heridos y los trabajadores negros sí lo estaban, se dio la vuelta y los dejó ahí.

Nunca lo he olvidado.

Y la inmunización fue una de las primeras cosas en las que trabajé con el «Children’s Defense Fund» para asegurarme de que los niños reciban vacunas frente a enfermedades evitables.

La desigualdad escolar…


(Aplausos)
Separados y desiguales, cosas usadas de los colegios blancos…

Pero siempre tuvimos libros en casa; mi padre era un gran lector.

Solía hacerme leer con él cada noche durante 15 o 20 minutos.

Un día puse una «True Confessions» dentro de una revista «Life» y me pidió que lo leyera en alto.

Nunca volví a leer «True Confessions».


(Risas)
Eran grandes lectores, teníamos libros antes incluso que un segundo par de zapatos, y eso era muy importante; aunque en los colegios para negros teníamos libros usados y casi todo era de segunda mano, eran una gran necesidad.

Mi padre tenía claro que leer era una ventana al mundo exterior y ese fue un gran regalo de parte de mis padres.

Pero la lección que se reafirmaba era que Dios dirige una economía de pleno empleo y que si uno sigue la necesidad nunca le faltará un propósito en la vida, y para mí ha sido así.

Teníamos un pueblito muy segregado y fui una rebelde desde que tenía cuatro o cinco años.

Un día fui a unos grandes almacenes y en las fuentes había carteles para blancos y negros, pero yo no lo sabía y no le hice mucho caso.

Estando con una profesora de la escuela dominical, bebí de la fuente equivocada y ella me apartó de un tirón.

Yo no sabía qué pasaba, y ella me explicó que había agua para negros y agua para blancos.

Yo no lo sabía y me fui a casa con mi pequeña alma herida, les conté a mis padres lo ocurrido y dije: «

¿Cuál es mi problema?

«.

Ellos dijeron: «Tú no tienes un problema, más bien lo tiene el sistema».

Y comencé a cambiar en secreto los carteles de las fuentes por donde iba.


(Risas)
Era muy satisfactorio.


(Aplausos)
PM: No hay duda de que esta leyenda es un poco rebelde y lo lleva siendo un tiempo.

Empezó a trabajar como abogada y con el Movimiento por los Derechos Civiles, y trabajó con el Dr.

King en la primera Campaña por los Pobres, y luego, hace 45 años, tomó la decisión de crear una campaña nacional en defensa de los niños.

¿Por qué eligió el campo concreto de la infancia?

MWE: Porque muchas de las cosas que vi en Misisipi y por todo el sur tenían que ver con los niños.

Vi niños con la tripa hinchada al borde de la desnutrición, que tenían hambre, que no tenían ropa, y nadie quería creer que hubiera niños hambrientos en este país; es un proceso lento y nadie deseaba escuchar.

Le decía a cada congresista que venía a Misisipi que fuera a verlo, y la mayoría no quería hacer nada, pero yo veía una pobreza sofocante.

El estado de Misisipi quería, durante el registro de votantes con voluntarios blancos que venían para ayudar a los negros a registrarse, quería que todos se fueran del estado e intentaban matarlos de hambre.

Cambiaron de alimentos básicos gratuitos a bonos de comida de 2 dólares.

La gente no tenía ingresos y nadie quería creer que en EE.UU.

hubiera alguien sin un salario; yo conocí a cientos, a miles de ellos, y la malnutrición se estaba convirtiendo en un gran problema.

Uno de esos días, el Dr.

King se unió a nuestra lucha para que el programa «Head Start», rechazado por el estado de Misisipi, fuera refinanciado.

Fue a un centro que la comunidad pobre llevaba sin ninguna ayuda, vio a un profesor que repartía una manzana entre 8 o 10 niños, y tuvo que irse de la clase llorando, no se lo podía creer.

Solo cuando Robert Kennedy se decidió a venir…

Yo había ido a testificar sobre el programa «Head Start», porque lo estaban atacando, y le dije: «Por favor, venga y véalo Ud.

mismo, y cuando lo haga, encontrará gente hambrienta y niños malnutridos».

Entonces vino y trajo a la prensa, y eso puso en marcha el movimiento, pero querían que la gente pobre se fuera para el norte, para alejarlos de las urnas.

Y yo estoy orgullosa de Mike Espy, que, aunque perdió ayer, ganará uno de estos días.


(Aplausos)
Había una pobreza sofocante, y los voluntarios blancos venían para ayudar a los votantes a registrarse durante la campaña «Verano de la Libertad» de 1964, donde perdimos a tres jóvenes, pero cuando se fueron, la prensa también lo hizo; la necesidad era apremiante e intentaban deshacerse de los pobres.

Entonces llegó el programa «Head Start» y nosotros lo solicitamos, ya que el estado lo había rechazado, al igual que otros muchos estados que hoy en día no tienen Medicaid.

Dirigíamos el programa «Head Start» más grande del país, y cambió sus vidas; los niños tenían ahora libros con imágenes de niños que se parecían a ellos.

Nos atacaron por todas partes, pero el resultado final fue que Misisipi dio origen al «Children’s Defense Fund», de muchas maneras.

También se me ocurrió que la inversión en medidas preventivas — prevenir la atención costosa, el fracaso y la negligencia — eran formas más estratégicas de actuar en defensa del menor.

El «Children’s Defense Fund» nació de la Campaña por los Pobres, pero estaba claro que lo denominado movimiento independentista «de color» iba a tener menos votantes.

¿Y a quién le puede molestar un bebé de dos meses, o un niño de dos años?

A mucha gente, por lo que hemos visto, no quieren ni darles de comer.

Pero nosotros hicimos lo correcto.

Tuve el privilegio de servir por dos años como coordinadora de políticas en la Campaña por los Pobres, y no fue un fracaso, porque se plantaron las semillas del cambio; había que tener gente que hiciera el trabajo sucio y el seguimiento, y a mí se me da bien el trabajo sucio y soy persistente, y como resultado, creo que quienes hoy tienen bonos de comida deberían agradecérselo a aquella gente en el campamento de «Resurrection City».

Hace falta mucho seguimiento, trabajo a conciencia y estar siempre ahí.

PM: Ud.

lleva haciéndolo 45 años y ha visto resultados increíbles.

¿De qué se siente más orgullosa dentro del «Children’s Defense Fund»?

MWE: Creo que ahora los niños son una cuestión importante y tenemos muchas leyes nuevas.

Millones de niños reciben comida y tienen un buen comienzo, millones de niños salen adelante gracias al programa «Head Start», se benefician también del Programa de Seguro Médico Infantil y se ha ampliado el Medicaid para niños.

Llevamos décadas intentando reformar el sistema de bienestar infantil y este año hemos conseguido por fin un gran avance, el tener preparadas las propuestas para cuando llegue el momento del cambio; a veces lleva cinco, diez o veinte años, pero seguimos ahí.

He intentado mantener a los niños fuera del cuidado tutelar e instituciones, con sus familias y con servicios preventivos.

Eso se aprobó.

Pero hay millones de niños que tienen esperanza y acceso a educación en la primera infancia.

Todavía no hemos terminado, y no vamos a sentir que hemos terminado hasta que acabemos con la pobreza infantil en el país más rico del mundo.

Es ridículo que tengamos que pedir eso.


(Aplausos)
PM: Hay muchos problemas, a pesar de los logros, y gracias por haber mencionado algunos de esos logros: los colegios libres, las generaciones de niños beneficiados por el programa del «Children’s Defense Fund».

Pero, cuando observas el mundo, tanto a este país como a otros países, siguen habiendo muchos problemas.

¿Qué es lo que más le preocupa?

MWE: Me preocupa lo irresponsables que hemos sido los adultos con poder a la hora de legar una tierra más sana.

Y me preocupa cuando leo el «Boletín de Científicos Atómicos» y declara que, a día de hoy, estamos «a dos minutos de la medianoche».

El minutero ha avanzado.

Hemos puesto nuestro futuro, y el futuro y la seguridad de nuestros hijos, en riesgo en un mundo que todavía sigue muy dominado por la violencia.

Tenemos que acabar con eso.

Tenemos que dejar de invertir en guerras e invertir en los jóvenes y la paz y estamos muy lejos de conseguirlo.


(Aplausos)
Y no quiero que mis nietos tengan que librar esas batallas de nuevo, así que cada vez soy más radical.

Cuanto más mayor me hago, más radical me vuelvo, porque hay cosas que, como adultos, tenemos que hacer por las generaciones futuras.

Y vi los sacrificios de la Sra.

Hamer y de toda esa gente en Misisipi que arriesgaron sus vidas para mejorar las nuestras.

Pero EE.UU.

tiene que asumir su fracaso a la hora de invertir en los niños; es el talón de Aquiles de este país.

¿Cómo puede ser que una de las mayores economías del mundo permita que 13,2 millones de niños vivan en la pobreza, o no tengan casa, cuando tiene recursos para proveer por ello?

Tenemos que reflexionar sobre quiénes somos como personas y ser un ejemplo para el mundo.

No debería haber pobreza, de hecho, si queremos acabar con la pobreza en el mundo, debemos empezar aquí.

Hemos progresado mucho pero es un trabajo muy duro, y va a ser nuestro talón de Aquiles.

Deberíamos dejar de recortar los impuestos a multimillonarios, en vez de a los niños y su atención médica.

Deberíamos tener claras nuestras prioridades.


(Aplausos)
Eso no está bien y no es rentable.

Lo fundamental para este país va a ser educar a la población infantil, todavía hay muchos niños que no saben leer ni escribir a un nivel básico.

Estamos invirtiendo en las causas equivocadas, y no me molestaría que alguien tuviera mil, o 10 mil millones de dólares, si no hubiera niños hambrientos, si no hubiera niños sin hogar, si no hubiera niños sin educación.

Todo gira en torno al sentido de la vida y a lo que significa vivir.

¿Para qué estamos en el mundo?

Estamos en el mundo para mejorar las cosas para las generaciones futuras.

Nos preocupa el cambio climático y el calentamiento global, y lo vuelvo a citar: sigo cada año el «Boletín de Científicos Atómicos» que está a día de hoy «a dos minutos de la medianoche».

¿Es una locura el querer dejar un mundo mejor a nuestros hijos?

Ese es nuestro propósito, dejar un mundo mejor para todos, y el concepto de que haya suficiente para todos.

No debería haber niños hambrientos en el mundo con la riqueza que tenemos.

Así que no se me ocurre una causa mejor.

Creo que me guía mi fe y ha sido un privilegio servir, pero siempre tuve los mejores modelos a seguir.

Mi padre siempre decía que Dios dirige una economía de pleno empleo, y que, si sigues la necesidad, siempre tendrás un propósito en la vida.

Fui testigo de su compenetración con mi madre, que era su aliada, siempre supe que era, como mínimo, tan lista como mis hermanos, y siempre supimos que no solo se trataba de nosotros, sino que estábamos aquí para servir.

PM: Marian, quiero decir, en nombre de todos los niños del mundo, gracias por tu pasión, por tu tenacidad y por tu defensa.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/marian_wright_edelman_reflections_from_a_lifetime_fighting_to_end_child_poverty/

 

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