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Terminemos con el edadismo – Charla TED2017

Charla «Terminemos con el edadismo» de TED2017 en español.

No es el paso del tiempo lo que hace que sea tan difícil envejecer. Es la discriminación, un prejuicio que nos enfrenta a nuestro yo futuro… y a unos contra otros. Ashton Applewhite nos insta a desmantelar el temor y movilizarnos contra el último prejuicio socialmente aceptable. «El envejecimiento no es un problema a corregir ni una enfermedad a curar», dice. «Es un proceso natural, potente y duradero que nos une a todos».

  • Autor/a de la charla: Ashton Applewhite
  • Fecha de grabación: 2017-04-24
  • Fecha de publicación: 2017-08-09
  • Duración de «Terminemos con el edadismo»: 697 segundos

 

Traducción de «Terminemos con el edadismo» en español.

¿Qué es eso en lo que todos nos vamos a convertir?

Mayores.

A la mayoría nos aterra la idea.

¿Qué sienten al oír esa palabra?

Yo solía ​​sentirme así

¿Qué era lo que más me preocupaba?

Terminar babeando en el sombrío pasillo de alguna institución.

Y luego supe que solo el 4 % de los mayores estadounidenses viven en hogares de ancianos, y el porcentaje está cayendo.

¿Qué otra cosa me preocupaba?

La demencia.

Resulta que la mayoría puede pensar bien hasta el final.

La tasa de demencia está cayendo también.

La verdadera epidemia es la ansiedad por la pérdida de memoria.


(Risas)
También pensaba que los ancianos estaban deprimidos porque eran viejos y pronto iban a morir.


(Risas)
Resulta que cuanto más vive la gente, menos teme morir, y que las personas son más felices al inicio y el final de sus vidas.

Se llama la curva U de la felicidad, y decenas de estudios lo han confirmado en todo el mundo.

No hay que ser budista ni multimillonario.

La curva es una función de la forma en que el envejecimiento afecta al cerebro.

Así que empecé a sentirme mucho mejor con el hecho de envejecer, me obsesioné por entender por qué tan pocas personas saben estas cosas.

La razón es el edadismo: la discriminación y estereotipificación por cuestiones de edad.

Lo experimentamos cuando alguien asume que es demasiado viejo para algo, en lugar de encontrar quién es y de qué cosas es capaz, o que es demasiado joven.

El edadismo afecta ambos extremos.

Los -ismos son construcciones sociales como racismo, sexismo o homofobia.

es decir, que los inventamos, y pueden cambiar con el tiempo.

Todos estos prejuicios nos enfrentan para mantener el statu quo, como trabajadores de la automoción en EE.UU.

contra trabajadores en México en lugar de organizarnos por mejores salarios.


(Aplausos)
Sabemos que no está bien asignar recursos por etnia o género.

¿Por qué debería estar bien enfrentar a jóvenes contra ancianos?

Todo prejuicio yace en «el otro»…

en ver a un grupo de personas como ajenos a nosotros: otra etnia, otra religión, otra nacionalidad.

Lo extraño del edadismo es que el otro soy yo.

El edadismo se alimenta de la negación; nuestra renuencia a reconocer que vamos a ser esa persona mayor.

Es negación al intentar pasar por más jóvenes o al creer en productos antienvejecimiento, o cuando sentimos que nuestros cuerpos nos están traicionando, simplemente porque están cambiando.

¿Por qué dejamos de celebrar la capacidad de adaptarnos y crecer conforme transitamos la vida?

¿Por qué envejecer bien debería implicar la lucha por vernos y movernos como versiones más jóvenes de nosotros mismos?

Es vergonzoso ser llamado «mayor» hasta que dejamos de avergonzarnos por ello, y no es saludable ir por la vida temiendo por nuestros futuros.

Cuanto antes salgamos de la rueda de hámster de la negación de la edad, mejor estaremos.

Los estereotipos son siempre un error, por supuesto, pero especialmente si se trata de edad, porque cuanto más vivimos, más diferentes nos volvemos unos de otros.

¿Sí?

Piénsenlo.

Sin embargo, solemos pensar a todos en una casa de retiro con la misma edad: viejos.


(Risas)
cuando pueden abarcar cuatro décadas.

¿Se imaginan pensando así respecto de un grupo de personas de entre 20 y 60 años?

Cuando llegan a una fiesta,

¿van hacia personas de su edad?

¿Alguna vez se quejaron de los millennials?

¿Alguna vez rechazaron un corte de pelo o una relación, o una salida, por no ser apropiados para la edad?

Para los adultos, no hay tal cosa.

Todos estos comportamientos son edadistas.

Todos lo hacemos, y no podemos cuestionar el sesgo a menos que seamos conscientes de ello.

Nadie nace edadista, pero la actitud empieza en la primera infancia, a la misma edad que empiezan a formarse actitudes hacia la etnia y el género, porque nos bombardean con mensajes sobre la vida de mayor en los medios y en la cultura popular, en todos lados.

¿Sí?

Las arrugas son feas.

Los viejos son patéticos.

Es triste ser viejo.

Veamos Hollywood.

Una encuesta para las nominaciones a mejor película encontró que solo el 12 % de los personajes tenía 60 años o más, y a muchos se los retrataba como discapacitados.

Las personas mayores podemos ser las más edadistas de todos, porque hemos internalizado estos mensajes durante toda una vida y nunca hemos pensado en cuestionarlos.

Yo tuve que reconocerlo para dejar de hacerlo.

Frases de «momento senil», por ejemplo: Dejé de decirlas cuando advertí que al perder las llaves del auto en la secundaria, no lo llamé «momento juvenil».


(Risas)
Dejé de culpar a mi rodilla dolorida por tener 64 años.

Mi otra rodilla no me duele, y tiene la misma edad.


(Risas)

(Aplausos)
A todos nos preocupa algún aspecto de envejecer, sea quedarnos sin dinero, enfermar, terminar solos, y son temores legítimos y reales.

Pero nunca se nos ocurre que la experiencia de llegar a la vejez puede ser mejor o peor según la cultura en la que ocurre.

No es la vagina lo que dificulta la vida de las mujeres.

Es el sexismo.


(Aplausos)
No es amar a un hombre lo que dificulta la vida de los homosexuales.

Es la homofobia.

Y no es el paso del tiempo lo que hace que envejecer sea mucho más difícil de lo que tiene que ser.

Es el edadismo.

Cuando las etiquetas son difíciles de leer, o no hay pasamanos, o no podemos abrir el maldito tarro, nos autoculpamos por no envejecer con éxito, y no culpamos al edadismo que hace que nos avergüencen las transiciones naturales y no culpamos a la discriminación que hace de esas barreras algo aceptable.

No se gana dinero con la satisfacción, pero la vergüenza y el miedo sí crean mercados, y el capitalismo siempre necesita nuevos mercados.

¿Quién dice que las arrugas son feas?

Los miles de millones de dólares de la industria del cuidado de la piel.

¿Quién dice que la perimenopausia, la baja T y el deterioro cognitivo leve son enfermedades?

La industria farmacéutica del billón de dólares.

(Ovación) Cuanto más claramente vemos estas fuerzas en acción, más fácil es presentar alternativas más positivas y narrativas más precisas.

El envejecimiento no es un problema a corregir, ni una enfermedad a curar.

Es un proceso de toda la vida, natural, potente, que nos une.

Cambiar la cultura es una tarea difícil, lo sé, pero la cultura es fluida.

Veamos cuánto ha cambiado la posición de las mujeres durante mi vida o los grandes pasos del movimiento por los derechos homosexuales en solo en unas décadas,

¿sí?


(Aplausos)
Veamos el género.

Solíamos pensarlo en binario, masculino o femenino, y ahora entendemos que es un espectro.

Es hora de zanjar la brecha anciano-joven, también.

No hay una división clara entre ancianos y jóvenes, tras la cual todo es cuesta arriba.

Y cuanto más esperemos para cuestionar esa idea, mayor daño nos haremos y le haremos a nuestro lugar en el mundo, como en el mercado laboral, donde el edadismo es desenfrenado.

En Silicon Valley, los ingenieros se aplican Botox y cabello antes de entrevistas clave…

Y estos son hombres expertos, blancos, de treinta y tantos años, imaginen cómo será hacia abajo en la cadena alimenticia.


(Risas)
Las consecuencias personales y económicas son devastadoras.

No se sostiene ningún estereotipo sobre los trabajadores de más edad.

Las empresas no son adaptables y creativas porque sus empleados sean jóvenes; son adaptables y creativos a pesar de eso.

Las empresas…


(Risas)

(Aplausos)
Sabemos que las empresas diversas no solo son mejores lugares para trabajar; trabajan mejor.

Y así como la etnia y el género, la edad es un criterio de diversidad.

Un corpus creciente de investigaciones fascinantes muestran que las actitudes ante el envejecimiento afectan el funcionamiento de la mente y el cuerpo a nivel celular.

Al hablar con personas mayores de este modo (Habla más alto) o las llamamos «cariño» o «señorita», lo que se denomina «habla edadista», parecen envejecer al instante, y caminar y hablar de manera menos competente.

Las personas con sentimientos más positivos ante el envejecimiento caminan más rápido, pasan mejor las pruebas de memoria, se curan más rápido y viven más tiempo.

Incluso en cerebros llenos de placas y ovillos, algunas personas se mantienen con agudeza hasta el final.

¿Qué tenían en común?

Un sentido de propósito.

¿Y cuál es el mayor obstáculo de tener un sentido de propósito en la vejez?

Una cultura que nos dice que envejecer implica perder protagonismo.

Por eso la Organización Mundial de la Salud está desarrollando una iniciativa antiedadismo para extender no solo la vida, sino también la salud.

Las mujeres experimentamos el doble golpe del edadismo y del sexismo, por eso experimentamos el edadismo de manera diferente.

Hay un doble estándar laboral — sorpresa desagradable —
(Risas)
la noción de que envejecer mejora a los hombres y devalúa a las mujeres.

Las mujeres reforzamos este doble estándar cuando competimos para permanecer jóvenes, otra proposición punitiva y perdedora.

¿Alguna mujer en esta sala cree realmente que ella es una versión menor — menos interesante, menos divertida en la cama, menos valiosa — de la mujer que una vez fue?

Esta discriminación afecta nuestra salud, nuestro bienestar y nuestros ingresos, y los efectos se suman con el tiempo.

Se agravan más por etnia y clase, razón por la cual, en todo el mundo, los más pobres entre los pobres son mujeres ancianas de color.

¿Qué conclusión sacamos de ese mapa?

Para 2050, uno de cada cinco de nosotros, casi 2000 millones de personas, tendrá 60 años o más.

La longevidad es un sello fundamental del progreso humano.

Todas estas personas mayores representan un mercado sin explotar, sin precedentes.

Y el capitalismo y la urbanización han propulsado el sesgo de edad en cada rincón del planeta, desde Suiza, donde los ancianos son los mejores, hasta Afganistán, que está en la parte inferior del índice Global AgeWatch.

La mitad de los países del mundo no aparecen en esa lista porque no nos molestamos en recopilar datos de millones de personas porque ya no son jóvenes.

Casi dos tercios de las personas de más de 60 años en todo el mundo dicen tener problemas para acceder a la asistencia de salud.

Casi tres cuartos dicen que sus ingresos no cubren los servicios básicos como comida, agua, electricidad, y vivienda decente.

¿Es este el mundo que queremos que hereden nuestros hijos, que quizá vivan 100 años?

Todos — todas las edades, todos los géneros, todas las nacionalidades — somos ancianos o futuros ancianos, y a menos que le pongamos fin, el edadismo nos oprimirá a todos.

Y eso lo convierte en un objetivo perfecto para la defensa colectiva.

¿Por qué añadir otro -ismo a la lista si hay tantos, el racismo en particular, que demandan una acción?

Esto es así: No tenemos que elegir.

Si hacemos del mundo un lugar mejor para envejecer, hacemos que sea mejor para cualquier persona, sea que tiene una discapacidad, sea homosexual, pobre o de color.

Y si incluimos a todas las edades en cualquier causa que nos importe — salvar las ballenas, salvar la democracia — no solo hacemos que el esfuerzo sea más eficaz, sino que desarticulamos el edadismo en el proceso.

La longevidad está aquí para quedarse.

Y está en marcha un movimiento para poner fin al edadismo.

Estoy en eso, y espero que se sumen a mí.


(Aplausos)
(Vítores) Gracias.

¡Hagámoslo! ¡Hagámoslo!
(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/ashton_applewhite_let_s_end_ageism/

 

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