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Charla ««Todo ocurre por una razón»… y otras mentiras que amaba» de TEDMED 2018 en español.
En los momentos más duros de la vida, ¿cómo sigues adelante? Kate Bowler ha estado estudiando esta cuestión desde que le diagnosticaron cáncer en estadio IV con 35 años. En una profunda, descorazonadora y inesperadamente divertida charla nos ofrece algunas respuestas, desafiando la idea de que «todo ocurre por una razón» y compartiendo la sabíduria duramente adquirida sobre cómo buscarle el sentido al mundo después de que tu vida haya cambiado por completo. «Creo que en la oscuridad, incluso ahí, habrá belleza y habrá amor», dice Kate.
- Autor/a de la charla: Kate Bowler
- Fecha de grabación: 2018-12-14
- Fecha de publicación: 2019-06-04
- Duración de «»Todo ocurre por una razón»… y otras mentiras que amaba»: 889 segundos
Traducción de «»Todo ocurre por una razón»… y otras mentiras que amaba» en español.
Hay ciertas noticias médicas que nadie, absolutamente nadie, está preparado para escuchar.
Yo desde luego no lo estaba.
Fue hace tres años cuando recibí una llamada en mi oficina con los resultados de un escáner.
Tenía 35 años y la vida con la que siempre había soñado.
Me casé con mi amor de la secundaria y por fin estaba embarazada tras varios años de infertilidad.
De repente teníamos un Zach, un pequeño y perfecto niño de un año, barra dinosaurio, dependiendo de su estado de ánimo.
Tener a Zach fue perfecto.
Había conseguido mi primer trabajo en el ámbito académico, tierra de mil sueños destrozados.
Y allí estaba, en el trabajo de mis sueños con mi pequeño bebé y el hombre que había importado de Canadá.
(Risas)
Pero meses atrás, empecé a sentir unos dolores en el estómago y fui a todos los especialistas para saber por qué.
Nadie podía decírmelo.
Y entonces, así de la nada, un médico adjunto me llama al trabajo y me dice que tengo cáncer en estadio IV, y que tenía que ir al hospital inmediatamente.
Lo único que se me pasaba por la cabeza era: «Pero tengo un hijo.
No puede ser el final.
No puede ser el final.
Acaba de empezar».
Después llamé a mi marido y vino corriendo a buscarme y le dije las cosas más sinceras que sentía.
Le dije: «Te he amado desde siempre, te amé desde el primer día.
Lo siento mucho.
Por favor, cuida de nuestro hijo».
Más tarde, mientras iba de camino al hospital, por primera vez, se me pasó por la cabeza, «Vaya.
Qué irónico».
Justo acabo de escribir un libro titulado «Blessed», Bendita.
(Risas)
Soy historiadora y una experta en la idea de que a la gente buena le pasan cosas buenas.
Investigo una doctrina del cristianismo conocida como «evangelio de prosperidad», por su atrevida promesa de que Dios quiere que prosperen.
Nunca me consideré una seguidora de este evangelio.
Yo era una simple observadora.
El evangelio de prosperidad cree que Dios quiere premiarte si tienes la fe correcta.
Si son buenos y fieles, Dios les dará salud y riqueza y felicidad ilimitada.
La vida es como un búmeran: si son buenos, las cosas buenas siempre volverán a ti.
Piensa positivamente.
Habla positivamente.
Nada es imposible si tienes fe.
Comencé a interesarme por esta teología tan estadounidense a los 18 años más o menos, y con 25 viajaba por el país entrevistando a sus celebridades.
Pasé una década hablando con televangelistas con garantías espirituales para dinero divino.
Entrevisté a innumerables párrocos de megaiglesias con un pelazo increíble sobre cómo estaban en su mejor momento.
Charlé con gente en salas de espera de hospital y en lujosas oficinas.
Me tomé de la mano con gente en silla de ruedas, rezando para que los curasen.
Me gané la reputación de destructora de vacaciones familiares por insistir en parar en las megaiglesias más sofisticadas de la ciudad.
Si pasaba un río por el santuario, un águila volando libremente en el auditorio, o un enorme globo dorado giratorio, yo estaba allí.
Cuando empecé a estudiar esto, toda esta idea de estar «bendito» no era lo que es hoy.
No había, como sí hay hoy, toda una línea de artículos del hogar con el #bendito.
Todavía no había montones de placas, camisetas y murales de neón con el #bendito.
No tenía ni idea de que «bendito» se convertiría en un cliché cultural, uno de los hashtags más usados en Instagram, para ponerlo en fotos en bikini, como diciendo: «He sido bendecida.
Gracias, Señor, por este cuerpo».
(Risas)
Todavía no entendía del todo cómo el evangelio de prosperidad se había convertido en la gran religión civil, que ofrecía otra transcendente explicación del corazón del sueño americano.
En vez de venerar la propia fundación de EE.UU., el evangelio de prosperidad venera a los estadounidenses.
Desafía y ritualiza sus deseos, el trabajo arduo y la fuerza moral.
Los estadounidenses creen en un evangelio de optimismo, y ellos mismos son la prueba.
Pero a pesar de decirme a mí misma, «Tan solo lo estoy estudiando, yo no soy para nada como ellos», cuando recibí mi diagnóstico, de repente entendí lo comprometida que estaba en mi propia teología de Horatio Alger.
Si viven en esta cultura, sean religiosos o no, es extremadamente difícil evitar caer en la trampa de creer que la virtud y el éxito van de la mano.
Cuanto más pensaba en mi diagnóstico, más era consciente de que tenía mi propia versión de la idea de que a la gente buena le pasan cosas buenas.
¿Yo no soy buena?
¿No soy especial de alguna manera?
Nunca había matado a nadie hasta la fecha.
(Risas)
(Aplausos)
Así que
¿por qué me estaba pasando eso?
Quería que Dios me hiciese bondadosa y premiara mi fe con unos cuantos premios.
Bueno, vale, muchos premios.
(Risas)
Creía que las adversidades no eran más que simples desvíos de lo que estaba segura sería una vida muy, muy larga.
Al igual que a muchos de nosotros esta era una mentalidad que me funcionaba.
El evangelio del éxito me llevaba a tener éxito, a soñar a lo grande, a abandonar el miedo.
Era una mentalidad que me funcionaba.
Hasta que dejó de hacerlo.
Hasta que me enfrenté a algo de lo que no podía escapar; hasta que me vi diciendo por teléfono: «Pero tengo un hijo», porque fue lo único que se me ocurrió decir.
Ese fue el momento más difícil de aceptar: la llamada, el viaje al hospital, cuando fui consciente de que mi evangelio personal de prosperidad me había fallado.
Todo lo bueno y especial que tenía, no podía salvarme…
mi trabajo arduo, mi personalidad, mi sentido del humor, mi perspectiva.
Tuve que enfrentar el hecho de que mi vida no era más que castillos en el aire, al igual que la de todo el mundo.
Es muy duro pensar, y aceptar, que tan solo un aliento nos separa de un problema que podría destruir algo irremplazable o cambiar nuestras vidas por completo.
Sabemos que en la vida existen los antes y después.
Todo el tiempo, me piden que diga que no volvería atrás, o que he ganado mucha perspectiva.
Y les digo, no, antes estaba mejor.
Escribí sobre esto pocos meses tras enfermar y después, se lo envié al editor de The New York Times.
En retrospectiva, tomar un momento de los más vulnerables de su vida y convertirlo en una página de opinión no es la mejor manera de sentirse menos vulnerable.
(Risas)
Recibí miles de cartas y correos.
Todavía los recibo cada día.
Creo que es por las preguntas que hice.
Pregunté:
¿Cómo viven sin explicaciones para todas las cosas malas que ocurren?
Pregunté:
¿No sería mejor vivir sin fórmulas extravagantes de por qué a la gente le pasa lo que le pasa?
Y lo más divertido y, por supuesto, lo más terrible, fue que pensé que les estaba pidiendo calma, que no tenía que existir un motivo para las cosas malas que ocurren.
Así que,
¿qué hicieron miles de lectores?
Sí, me escribieron para defender la idea de que tenía que existir un motivo para lo que me ocurrió.
Y de verdad deseaban que entendiese el motivo.
La gente quería que les asegurase que mi cáncer era todo parte de un plan.
Algunas cartas incluso sugirieron que tener cáncer era el plan de Dios para que ayudase a la gente escribiendo sobre el tema.
La gente está segura de que es una prueba de mi carácter o prueba de que he hecho algo terrible.
Quieren que sepa, sin lugar a dudas, que hay una lógica oculta tras este aparente caos.
Le dicen a mi marido, mientras todavía estoy en el hospital, que todo pasa por algún motivo, y se quedan sin palabras cuando les dice: «Me encantaría escucharlo.
Me encantaría escuchar el motivo por el que mi mujer se está muriendo».
Y lo entiendo.
Todos queremos un motivo.
Queremos fórmulas para saber si el trabajo arduo merecerá la pena, si nuestro amor y apoyo hará siempre felices a nuestras parejas y a nuestros hijos amarnos.
Queremos vivir en un mundo donde ni una milésima de nuestro trabajo o dolor o más profundas esperanzas sean por nada.
Queremos vivir en un mundo donde nada se pierde para siempre.
Pero lo que he aprendido, viviendo con cáncer en estadio IV, es que no hay correlación fácil entre lo mucho que lo intento y lo larga que será mi vida.
En los últimos tres años, he experimentado más trauma y dolor del que jamás pensé que podría aguantar.
El otro día me di cuenta de que me han hecho tantas cirugías abdominales que voy por mi quinto ombligo, y es el que menos me gusta.
(Risas)
Pero al mismo tiempo, he experimentado amor muchísimo amor, tanto que me cuesta explicarlo.
El otro día, estaba leyendo sobre los descubrimientos de la Fundación para la Investigación de Experiencias Cercanas a la Muerte, y sí, esas cosas existen.
Se entrevistó a gente sobre sus encontronazos con la muerte en todo tipo de circunstancias: accidentes de coche, partos, suicidios.
Muchos dijeron lo mismo, una cosa extraña: amor.
Estoy segura de que lo hubiera ignorado si no me hubiese recordado a algo que yo misma viví, algo que no me sentía cómoda contando: cuando estaba segura de que iba a morir, no estaba enfadada.
Me sentí amada.
Fue una de las cosas más surrealistas que he experimentado.
En un momento en el que me debería sentir abandonada por Dios, No me sentí reducida a cenizas.
Me sentí como si estuviera flotando, flotando en el amor, las plegarias de todos aquellos que zumbaban a mi alrededor como abejas, trayéndome artículos y calcetines y flores y colchas bordadas con palabras de ánimo.
Pero cuando se sentaron a mi lado, mi mano en sus manos, comencé a sentir que mi sufrimiento me había revelado el sufrimiento de los demás.
Estaba entrando en un mundo de gente igual que yo, gente tambaleándose entre los escombros de los sueños a los que creían que tenían derecho y planes que no sabían que habían hecho.
De algún modo me sentí más conectada con otra gente que pasaba por la misma situación.
Y me sentí así durante meses.
De hecho, me acostumbré tanto que empecé a asustarme ante la posibilidad de perderlo.
Así que le pregunté a amigos, teólogos, historiadores, monjas que me caían bien: «
¿Qué voy a hacer cuando este sentimiento de amor desaparezca?
» Y ellos sabían exactamente de lo que estaba hablando, porque o ellos mismos lo habían experimentado o habían leído sobre ello en grandes obras de teología cristiana.
Y dijeron: «Sí, desaparecerá.
El sentimiento desaparecerá.
Y no hay ninguna forma de recuperarlo».
Pero me ofrecieron esta pequeña consolación, y me aferré a ella.
Me dijeron: «Cuando los sentimientos retrocedan como la marea, dejarán huella».
Y lo hicieron.
Y no es prueba de nada, y no es para alardear.
Solo es un regalo.
Así que no puedo responder a todos los correos que recibo con mi propio plan de cinco pasos para una divina salud y sentimientos mágicos.
Veo que el mundo se sacude con eventos que son maravillosos y terribles, preciosos y trágicos.
No puedo reconciliar la contradicción, pero quizás comienzo a creer que estos opuestos no se cancelan el uno al otro.
La vida es bella, y la vida es dura.
Hoy, estoy bastante bien.
Los medicamentos de inmunoterapia parece que están funcionando, y estamos viendo y esperando los escáneres.
Espero vivir mucho tiempo.
Espero vivir lo suficiente para avergonzar a mi hijo y para ver a mi marido perder su precioso pelo.
Y creo que quizás pueda.
Pero estoy aprendiendo a vivir y a amar sin medir las consecuencias, sin razones ni garantías de que jamás perderé nada.
La vida te romperá el corazón, y quizás te quite todo lo que tienes y todo lo que anhelas.
Pero hay un tipo de evangelio de prosperidad en el que creo.
Creo que en la oscuridad, incluso ahí, habrá belleza, y habrá amor.
Y de vez en cuando, parecerá más que suficiente.
Gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/kate_bowler_everything_happens_for_a_reason_and_other_lies_i_ve_loved/