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Todos deberíamos ser feministas – Charla TEDxEuston

Charla «Todos deberíamos ser feministas» de TEDxEuston en español.

Enseñamos a las niñas que pueden tener ambición, pero no demasiada… que pueden tener éxito, pero no demasiado, pues eso amenaza a los hombres, dice la autora Chimamanda Ngozi Adichie. En esta charla que abre una conversación en todo el mundo sobre el feminismo, Adichie pide que comencemos a soñar y planificar para un mundo diferente, más justos, de hombres y mujeres más felices y más auténticos.

  • Autor/a de la charla: Chimamanda Ngozi Adichie
  • Fecha de grabación: 2012-12-01
  • Fecha de publicación: 2017-04-14
  • Duración de «Todos deberíamos ser feministas»: 1768 segundos

 

Traducción de «Todos deberíamos ser feministas» en español.

Me gustaría empezar hablándoles de uno de mis grandes amigos, Okoloma Maduewesi.

Okoloma vivía en mi calle y cuidaba de mí como un hermano mayor.

Si me gustaba un chico, me gustaba pedir la opinión a Okoloma.

Okoloma murió en el conocido accidente aéreo de Sosoliso en Nigeria en diciembre de 2005.

Hace casi exactamente siete años.

Okoloma era una persona con la que podía discutir, reír y verdaderamente hablar.

También fue la primera persona que me llamó feminista.

Yo tenía unos 14 años, estábamos en su casa discutiendo.

Ambos inspirados por los libros que habíamos leído.

No recuerdo sobre qué era la discusión en particular, pero recuerdo que discutía y discutía, Okoloma me miró y dijo: «Tú eres una feminista».

No era un cumplido.


(Risas)
Me di cuenta por su tono, el mismo tono que usaba para decir: «Eres un defensor del terrorismo».


(Risas)
No sabía exactamente, qué significaba «feminista», y no quería que Okoloma supiera que yo no lo sabía.

Así que le eché a un lado, y continué discutiendo.

Y lo primero que quería hacer al llegar a casa era a buscar la palabra «feminista» en el diccionario.

Ahora dando un salto rápido, algunos años más tarde, escribí una novela sobre un hombre que entre otras cosas golpea a su esposa y cuya historia no termina muy bien.

Mientras yo promocionaba la novela en Nigeria, un periodista agradable, un hombre bien intencionado, me dijo que quería darme un consejo.

Y para los nigerianos presentes, estoy segura de que todos estamos familiarizados con lo rápida que es nuestra gente dando consejos no solicitados.

Me dijo que la gente decía que mi novela era feminista y su consejo para mí, y sacudía la cabeza con tristeza mientras hablaba, era que nunca debería decir que soy feminista porque las feministas son mujeres descontentas porque no pueden encontrar marido.


(Risas)
Así que decidí autodenominarme «feminista feliz».

Entonces, una mujer nigeriana académica me dijo que el feminismo no pertenecía a nuestra cultura y que el feminismo no era africano, y que me autodenominaba feminista porque estar corrompida por «libros occidentales».

Lo que me divirtió, porque muchas de mis primeras lecturas fueron decididamente no feministas.

Creo haber leído cada novela publicada de Mills y Boon antes de tener 17 años.

Y cada vez que intentaba leer esos libros llamados «los clásicos feministas» me aburría y tenía que esforzarme para terminar de leerlos.

Pero como de todos modos el feminismo no era africano, decidí que ahora me denominaría «feminista africana feliz».

En un momento era una feminista africana feliz que no odiaba hombres y a quien le gustaba el carmín en los labios y los zapatos altos por gusto propio y no para los hombres.


(Risas)
Por supuesto, mucho de esto era en broma pero esa palabra feminista está muy connotada, tiene una connotación negativa.

Odias a los hombres, odias los sostenes, odias la cultura africana, ese tipo de cosas.

Ahora una historia de mi infancia.

Cuando estaba en la primaria, mi maestra dijo al principio de curso que haría una prueba a la clase y que quien tuviera la puntuación más alta sería el delegado de la clase.

Ser delegado de clase era muy importante.

Si uno era delegado de clase, tenía que apuntar los nombres de los revoltosos,
(Risas)
lo que daba bastante poder.

Pero mi maestra también le daría un bastón para sostener en su mano mientras patrulla por la clase en busca de objetos ruidosos.

Por supuesto, no estaba realmente permitido el uso del bastón.

Pero fue una actividad muy interesante para mis nueve años.

Tenía muchas ganas de ser la delegada de la clase.

Y tuve la puntuación más alta en la prueba.

Para mi sorpresa, la profesora dijo que el monitor tenía que ser un niño.

Se había olvidado de aclararlo antes porque supuso que era…

obvio.


(Risas)
Un niño tuvo la segunda puntación más alta en la prueba, y él sería el monitor.

Lo que es aún más interesante es que el niño era un alma dulce y suave sin ningún interés en el patrullaje de la clase con el bastón, mientras yo estaba llena de ganas de hacerlo.

Pero yo era mujer y él era hombre y así se convirtió en el delegado de la clase.

Y nunca he olvidado ese incidente.

A menudo cometo el error de pensar que algo que es obvio para mí es obvio para todos los demás.

Ahora, tomemos a mi querido amigo Louis como ejemplo.

Louis es un hombre brillante, progresista, y en nuestras conversaciones él me decía: «No sé qué quieres decir con que para las mujeres las cosas son diferentes o más difíciles Tal vez en el pasado, pero no ahora».

Y yo no entendía cómo Louis no podía ver lo que parece tan evidente.

Entonces, una tarde, en Lagos, Louis y yo salimos con amigos.

Y para la gente de aquí que no están familiarizados con Lagos, hay en Lagos ese hábito maravilloso de hombres enérgicos que están fuera de los establecimientos y de manera muy dramática «ayudan» a aparcar tu auto.

Estaba impresionada con el teatro particular del hombre que nos encontró una plaza de aparcamiento por la noche.

Y así, cuando nos íbamos, decidí dejarle una propina.

Abrí mi bolsa, metí la mano en mi bolsa, saqué el dinero que había ganado con mi trabajo y se lo di al hombre.

Y él, este hombre que estaba muy agradecido y muy feliz, tomó mi dinero, miró a Louis y dijo: «¡Gracias, señor!»
(Risas)
Louis me miró sorprendido, y le preguntó: «

¿Por qué me lo agradeces a mí?

Yo no te di el dinero».

Entonces vi en la cara de Louis que empezaba a ser consciente.

El hombre se creía que todo el dinero que yo tenía en última instancia, provenía de Louis.

Porque Louis es hombre.

Los hombres y las mujeres somos diferentes.

Tenemos diferentes hormonas, tenemos diferentes órganos sexuales, tenemos diferentes capacidades biológicas.

Las mujeres pueden tener bebés, los hombres no pueden.

Al menos no todavía.


(Risas)
Los hombres tienen testosterona y, en general, son físicamente más fuertes que las mujeres.

Hay levemente más mujeres que hombres en el mundo, alrededor del 52 % de la población mundial es de sexo femenino.

Pero la mayoría de las posiciones de poder y prestigio están ocupadas por hombres.

La fallecida premio Nobel de la Paz de Kenia, Wangari Maathai, lo dijo en pocas palabras: «Cuanto más se asciende, menos mujeres hay».

En las últimas elecciones estadounidenses escuchamos sobre la ley Lilly Ledbetter, y si vamos más allá del nombre bien aliterativo de dicha ley, en realidad se trataba de un hombre y una mujer haciendo el mismo trabajo, siendo igualmente calificados, y el hombre recibía más dinero por ser un hombre.

Así, en el sentido literal, los hombres gobiernan el mundo, y esto tenía sentido hace más de mil años porque los humanos vivían en un mundo donde la fuerza física era el atributo más importante para la supervivencia.

La persona físicamente más fuerte era la más probable de liderar y los hombres, en general, son físicamente más fuertes.

Por supuesto que hay muchas excepciones.


(Risas)
Pero hoy vivimos en un mundo muy diferente.

La persona más probable de liderar no es la persona físicamente más fuerte; es la persona más creativa, la persona más inteligente, la persona más innovadora, y no hay hormonas para esos atributos.

Un hombre tiene tanta probabilidad como una mujer de ser inteligente, creativo e innovador.

Hemos evolucionado, pero me parece que nuestras ideas de género no han evolucionado.

Hace unas semanas entré en el vestíbulo de uno de los mejores hoteles de Nigeria.

Pensé en nombrar el hotel, pero pensé que quizá no debería.

Y un guardia en la entrada me detuvo y me hizo preguntas molestas, debido a su suposición automática de que una mujer nigeriana en un hotel solo puede ser una trabajadora sexual.

Y por cierto,

¿por qué estos hoteles se centran en el suministro ostensible en lugar de la demanda de los profesionales del sexo?

En Lagos no puedo ir sola a muchos bares y clubes de «buena reputación».

Simplemente no te dejan entrar si eres mujer y estás sola, tienes que ir acompañada de un hombre.

Cada vez que entro en un restaurante de Nigeria con un hombre, el camarero saluda al hombre y me ignora.

Los camareros son producto…


(Risas)
— por esto algunas mujeres sienten: «¡Sí, estoy aquí!» — Los camareros son producto de una sociedad que les ha enseñado que los hombres son más importantes que las mujeres.

Y sé que los camareros no tienen malas intenciones.

Pero una cosa es saberlo intelectualmente y otra muy distinta es sentirlo.

Cada vez que me ignoran, me siento invisible.

Me siento molesta, quiero decirles que yo soy tan humana como el hombre, que yo soy digna de reconocimiento.

Estas son pequeñas cosas, pero a veces son las pequeñas cosas las que duelen aún más.

Y no hace mucho tiempo escribí un artículo sobre lo que significa ser joven y mujer en Lagos, y las editoriales me dijeron: «Estabas muy enojada».

¡Por supuesto que estaba enojada!
(Risas)
Estoy enojada.

El género como funciona hoy es una grave injusticia.

Todos debemos estar enojados.

La ira tiene un largo historial de lograr un cambio positivo; pero, además de estar enojada, también tengo esperanza.

Porque creo profundamente en la capacidad de los humanos para hacer y rehacerse a sí mismos para mejor.

El género importa en todo el mundo, pero me quiero centrar en Nigeria y en África en general, porque es de lo que sé, y porque es donde está mi corazón.

Y me gustaría hoy pedir que empecemos a soñar y planificar para un mundo diferente, un mundo más justo, un mundo de hombres y mujeres más felices y más fieles consigo mismos.

Y así debemos empezar: debemos educar de manera diferente a nuestras hijas.

También debemos educar a nuestros hijos de forma diferente.

Hacemos un flaco favor a los niños con la educación que les damos, ahogamos la humanidad de los niños.

Definimos la masculinidad de una manera muy estrecha, la masculinidad se vuelve esta pequeña jaula y encerramos a los niños en la jaula.

Enseñamos a los niños a tener miedo al miedo.

Enseñamos a los niños a tener miedo a la debilidad, a la vulnerabilidad.

Les enseñamos a enmascarar su verdadero ser, porque tienen que ser, como se dice en Nigeria, «¡hombre duro!» En la secundaria, un chico y una chica, ambos adolescentes, ambos con la misma cantidad de dinero en el bolsillo, saldrán y se espera que el chico siempre pague, para demostrar su masculinidad.

Y nos preguntamos por qué los niños son más propensos a robar dinero a sus padres.

¿Qué pasaría si se planteara a los niños y las niñas no vincular la masculinidad con el dinero?

¿Qué pasaría si la actitud no fuera «el niño tiene que pagar» sino más bien «el que tenga más debe pagar?

» Por supuesto, debido a que la ventaja histórica, en su mayoría son los hombres que tienen más hoy, pero si se educa a los niños de manera diferente, en 50 años, en 100 años, los chicos ya no tendrán la presión de tener que probar esta masculinidad.

Pero, con mucho, lo peor que hacemos a los varones, haciéndoles sentir que tienen que ser duros, es que los dejamos con egos muy frágiles.

Cuanto más «hombre duro» se siente obligado a ser un hombre, más débil es su ego.

Y luego hacemos un flaco favor a las niñas porque las educamos a atender los frágiles egos de los hombres.

Enseñamos a las niñas a encogerse, a empequeñecerse, decimos a las niñas: «Puedes tener ambición, pero no demasiada».


(Risas)
«Puedes intentar tener éxito, pero no demasiado, de lo contrario serías una amenaza para el hombre».

Si una es el sostén de su relación con un hombre, tiene que fingir que no lo es, sobre todo en público, de lo contrario se le va a castrar.

Pero

¿y si ponemos en duda la premisa en sí misma?

¿Por qué debe el éxito de una mujer ser una amenaza para un hombre?

¿Qué pasa si decidimos simplemente tener voz?

Y no creo que haya una palabra en inglés que me guste menos que «castración».

Un conocido nigeriano me preguntó una vez si me preocupaba que los hombres se sintieran intimidados por mí.

No estaba preocupada en absoluto.

De hecho, no se me había ocurrido estar preocupada porque un hombre se sintiera intimidado por mí; es exactamente el tipo de hombre por el que no tendría ningún interés.


(Risas)

(Aplausos)
Aún así, yo estaba realmente sorprendida por esto.

Porque soy mujer, esperan que aspire al matrimonio.

Esperan que tome mis decisiones de vida siempre teniendo en cuenta que el matrimonio es lo más importante.

Un matrimonio puede ser algo bueno; puede ser una fuente de alegría, amor y apoyo mutuo.

Pero

¿por qué enseñamos a las niñas a aspirar al matrimonio y no enseñamos a los niños lo mismo?

Conozco a una mujer que decidió vender su casa porque no quería intimidar a un hombre que quisiera casarse con ella.

Conozco una mujer soltera en Nigeria que cuando va a conferencias lleva un anillo de bodas, porque, según ella, quiere que los otros participantes en la conferencia la respeten.

Conozco a mujeres jóvenes que están bajo tanta presión de la familia, de los amigos, incluso de trabajo para casarse, que son obligadas a tomar terribles decisiones.

Una mujer de cierta edad que no esté casada en nuestra sociedad se enseña a verlo como un fracaso personal profundo.

Y un hombre a una cierta edad que no está casado, se ve que no ha llegado su momento para tomar su decisión.


(Risas)
Es fácil para nosotros decir: «Pero las mujeres pueden simplemente decir no a todo esto».

Pero la realidad es más difícil y más compleja.

Todos somos seres sociales.

Interiorizamos ideas de nuestra socialización.

Incluso el lenguaje que usamos al hablar sobre el matrimonio y las relaciones ilustra esto.

El lenguaje del matrimonio es a menudo el lenguaje de la propiedad en lugar del lenguaje de la asociación.

Usamos la palabra «respeto» en el sentido de algo que una mujer muestra a un hombre pero a menudo no es algo que un hombre muestra a una mujer.

Tanto hombres como mujeres en Nigeria dirán, es una expresión que me divierte mucho: «Lo hice por la paz de mi matrimonio».

Pero cuando los hombres lo dicen, es, por lo general, algo que no están obligados de hacer de todos modos.


(Risas)
A veces dicen a sus amigos que es algo que decir a sus amigos en una especie exasperada de cariño, algo que en última instancia demuestra lo masculinos que son, lo necesarios y amados que son.

«Mi mujer dijo que no puedo ir al club todas las noches, así que por la paz de mi matrimonio, lo hago los fines de semana».


(Risas)
Cuando una mujer dice: «Lo hice por la paz de mi matrimonio» está generalmente hablando de renunciar a un puesto de trabajo, un sueño, una carrera.

Enseñamos a las mujeres que en las relaciones, el compromiso lo hacen las mujeres.

Educamos a las niñas a verse entre ellas como competidoras, no para puestos de trabajo o sus logros, que creo que puede ser algo bueno, sino para cuidar a los hombres.

Enseñamos a las niñas que no pueden ser seres sexuales como son los niños.

Si tenemos hijos, no nos importa conocer a las novias de nuestros hijos.

Pero

¿y los novios de nuestras hijas?

Dios no lo quiera.


(Risas)
Pero, por supuesto, cuando sea el momento adecuado, esperamos que esas chicas traigan al hombre perfecto para ser su marido.

Controlamos a las chicas, alabamos chicas por su la virginidad, pero no alabamos a los chicos por su virginidad, y siempre me pregunto cómo exactamente esto se supone que funciona porque…


(Risas)

(Aplausos)
Es decir, la pérdida de la virginidad es, por lo general, un proceso que implica…

Recientemente, una mujer joven fue violada en una universidad en Nigeria, creo que algunos de nosotros sabemos eso.

Y la respuesta de muchos jóvenes nigerianos, tanto hombres como mujeres, era algo por el estilo: «Sí, la violación está mal.

Pero

¿qué hace una muchacha en una habitación con cuatro chicos?

» Ahora bien, si podemos olvidar la inhumanidad terrible de esa respuesta, a estos nigerianos los educaron para pensar que las mujeres son inherentemente culpables, y que fueron educadas a esperar muy poco de los hombres pues la idea de los hombres como seres salvajes sin ningún control está de alguna manera aceptada.

Enseñamos a las niñas vergüenza.

«Cierra las piernas».

«Tápate».

Les hacemos sentir que por haber nacido mujer ya son culpables de algo.

Y así, las niñas crecen para ser mujeres que no pueden ver que tienen deseos.

Se convierten en mujeres que se autosilencian.

Se convierten en mujeres que no pueden decir lo que realmente piensan, y se hacen mayores.

Y esto es lo peor que hacemos a las niñas, que crecen y se convierten en mujeres cuya pretensión es ser un objeto de arte.


(Aplausos)
Conozco a una mujer que odia el trabajo doméstico, ella simplemente lo odia, pero finge que le gusta, porque ha sido educada para ser una buena esposa».

Ella tiene que ser, usando esa palabra de Nigeria, muy «hogareña».

Y luego se casó, y después de un tiempo la familia de su marido comenzó a quejarse de que ella había cambiado.


(Risas)
En realidad, ella no había cambiado, simplemente se cansó de fingir.

El problema con el género, es que prescribe cómo debemos ser en vez de reconocer cómo somos.

Ahora imaginen cuánto más felices seríamos, cuánto más libres para nuestro verdadero ser individual, si no tuviéramos el peso de las expectativas de género.

Los niños y niñas son sin duda diferentes biológicamente, pero la socialización exagera las diferencias y entonces se vuelve una profesía autocumplida.

Tomemos el cocinar, por ejemplo.

Hoy las mujeres, en general, son más propensas que los hombres a hacer tareas domésticas, como cocinar y limpiar.

Pero

¿por qué?

¿Es porque las mujeres nacen con un gen de la cocina?


(Risas)

¿O porque durante años han sido socializadas para ver la cocina como su papel?

En realidad, iba a decir que tal vez las mujeres nacen con un gen de cocina, pero recuerdo que la mayoría de los cocineros famosos del mundo, a quienes damos el título estupendo de «chefs» son hombres.

Solía ​​mirar con devoción a mi abuela que era una mujer brillante, brillante, y me pregunto cómo habría sido ella, si hubiese tenido las mismas oportunidades que los hombres cuando era pequeña.

Hoy hay muchas más oportunidades para las mujeres que las existentes en la época de mi abuela debido a cambios en la política y en la ley, todos ellos muy importantes.

Pero lo que más importa aún es nuestra actitud, nuestra forma de pensar, lo que creemos y lo que valoramos sobre el género.

¿Qué pasa si al educar a los hijos nos centramos en la capacidad en lugar del género?

¿Qué pasaría si al educar a los niños nos centráramos en intereses en lugar de género?

Conozco a una familia con un hijo y una hija, ambos brillantes en la escuela, son maravillosos, niños encantadores.

Cuando el niño tiene hambre, los padres dicen a la niña: «Ve y cocina fideos para su hermano».


(Risas)
Ahora, a la hija particularmente no les gusta cocinar fideos, pero ella es una chica y por eso tiene que hacerlo.

Ahora,

¿qué pasaría si los padres, desde el principio, enseñaran tanto al niño como a la niña a cocinar fideos?

Cocinar, por cierto, es una habilidad muy útil para los niños.

Nunca he pensado que tenía sentido dejar una cosa tan crucial, como la capacidad de alimentarse
(Risas)
en manos de otros.


(Aplausos)
Conozco a una mujer con el mismo grado y el mismo trabajo que su marido.

Cuando vuelven del trabajo, ella hace la mayor parte de las tareas del hogar, lo que creo que aplica a muchos matrimonios.

Pero lo que me llama la atención de ellos es que cada vez que su marido cambiaba el pañal del bebé, ella le decía «gracias».

Ahora bien,

¿y si ella viera esto como algo perfectamente normal y natural que, de hecho, se encargue del cuidado de su hijo?


(Risas)
Estoy tratando de olvidar muchas de las lecciones de género que he interiorizado durante mi infancia.

Pero todavía me siento muy vulnerable frente a las expectativas de género.

La primera vez que impartí una clase de escritura en la universidad, estaba preocupada.

No estaba preocupada por la materia a impartir, porque yo estaba bien preparada, e iba a enseñar lo que me gustaba enseñar.

En su lugar, estaba preocupada en cómo vestirme.

Quería que me tomaran en serio.

Yo sabía que por ser mujer, tendría automáticamente que demostrar mi valía.

Y estaba preocupada por si tenía una apariencia demasiado femenina, de no ser tomada en serio.

Realmente quería usar mi carmín de labios brillante y mi falda femenina, pero decidí no hacerlo.

En su lugar, me puse algo muy serio, un traje muy masculino y muy feo.


(Risas)
Pues la triste verdad es que, cuando se trata de apariencia partimos de los hombres como el estándar, como la norma.

Si un hombre se prepara para una reunión de negocios, no se preocupa por tener un aspecto demasiado masculino y por lo tanto no se da por sentado.

Si una mujer se prepara para la reunión de negocios, tiene que preocuparse por si tiene un aspecto demasiado femenino lo que significa si será o no tomada en serio.

Ojalá no me hubiese puesto ese traje tan feo ese día.

De hecho, lo he desterrado de mi armario, por cierto.

De haber tenido entonces la confianza que tengo ahora de ser yo misma, mis estudiantes se habrían beneficiado aún más de mi enseñanza, porque habría estado más cómoda y más plena y auténtica.

He optado por no disculparme más por tener sexo femenino y por mi feminidad.


(Aplausos)
Y quiero ser respetada en toda mi feminidad porque me lo merezco.

El género no es un tema de conversación fácil.

Para ambos, tanto para hombres como para mujeres, cuando aparece el tema de género significa resistencia casi inmediata.

Me puedo imaginar que algunas personas aquí, en realidad, piensan: «Las mujeres también lo hacen».

Algunos de los hombres aquí podrían estar pensando: «Está bien, todo esto es interesante, pero yo no pienso así».

Y eso es parte del problema.

Que muchos hombres no piensen de forma activa sobre el género o que no perciban que el tema del género es parte del problema de género.

Como que muchos hombres digan, como mi amigo Louis, que todo está bien ahora.

Y que muchos hombres no hagan nada para cambiarlo.

Si Ud.

es un hombre y entra en un restaurante con una mujer y el camarero solo le saluda a Ud., se le ocurre preguntar al camarero: «

¿Por qué no la has saludado a ella?

» Puede ser por su género.


(Risas)
Podríamos hacer una versión larga de esta charla.

Así, porque el género puede ser una conversación muy incómoda, hay maneras muy fáciles de cerrarla, de cerrar la conversación.

Así, algunas personas abrirán el tema por la biología evolutiva y los simios, cómo, ya saben, las monas hembras se inclinan por los simios machos y ese tipo de cosas.

Pero el punto es que no somos simios.


(Risas)

(Aplausos)
Los simios también viven en los árboles y comen lombrices para el desayuno, y nosotros no lo hacemos.

Algunos dirán: «Bueno, pobres hombres, ellos tampoco lo tienen fácil».

Y esto es cierto.

Pero de eso no…


(Risas)
Pero de eso no trata esta conversación.

El género y la clase son diferentes formas de opresión.

En realidad, he aprendido mucho sobre los sistemas de opresión y cómo se puede ser ciego ante ellos al hablar con hombres de raza negra.

Una vez estaba hablando con un hombre negro sobre el género y él me dijo: «

¿Por qué tienes que decir ‘mi experiencia como mujer’?

¿Por qué no puede ser ‘tu experiencia como ser humano’?

» Ahora bien, este era el mismo hombre que a menudo hablaba de su experiencia como hombre negro.

Las cuestiones de género importan.

Los hombres y las mujeres experimentan el mundo de manera diferente.

El género tiñe la manera de experimentar el mundo.

Pero podemos cambiar eso.

Algunas personas dirán: «Pero las mujeres, en realidad, tienen el poder, el poder desde abajo».

Y para los no nigerianos, el poder desde abajo es una expresión que supongo significa algo así como una mujer que usa su sexualidad para obtener favores de los hombres.

Pero el poder desde abajo no es poder en absoluto.

El poder desde abajo significa que una mujer simplemente tiene buena mano para aprovecharse, de vez en cuando, del poder de otra persona.

Y luego, por supuesto, tenemos que preguntarnos qué sucede cuando alguien está de mal humor, enfermo, o es impotente.


(Risas)
Algunos dicen que la subordinación de la mujer al hombre es nuestra cultura.

Pero la cultura está cambiando constantemente.

Tengo hermosas sobrinas gemelas de 15 años que viven en Lagos.

De haber nacido hace 100 años, habrían sido usurpadas de la familia y matado.

Porque en nuestra cultura se solía matar a los gemelos.

Entonces,

¿cuál es el punto de la cultura?

Quiero decir, está lo folclórico, el baile…

pero, en realidad, la cultura trata de la preservación y continuidad de un pueblo.

En mi familia, soy la que que está más interesada en la historia de lo que somos, en nuestras tradiciones, en el conocimiento sobre las tierras ancestrales.

Mis hermanos no están tan interesados ​​como yo.

Pero no puedo participar.

No puedo ir a las reuniones, no puedo expresar una opinión porque soy mujer.

La cultura no hace a la gente, la gente hace la cultura.

Así que esto es de hecho cierto…


(Aplausos)
Si esto es de hecho cierto, es que la entera humanidad de las mujeres no es nuestra cultura, por eso tenemos que hacerla nuestra cultura.

Pienso muy a menudo en mi querido amigo Okoloma Maduewesi.

Que él y todos los demás que murieron en el accidente de Sosoliso sigan descansando en paz.

Siempre será recordado por aquellos que lo amábamos.

Y tenía razón ese día, hace muchos años cuando me llamó feminista.

Soy feminista.

Y cuando busqué la palabra en el diccionario aquel día, rezaba lo siguiente: «Feminista: una persona que cree en la vida social, política y la igualdad económica de los sexos».

Mi bisabuela, a partir de las historias que he oído, era feminista.

Ella se escapó de la casa del hombre con el que no quería casarse y terminó por casarse con el hombre de su elección.

Ella se negó, ella protestó, ella tomó la palabra cuando sintió que la privaban de acceso, de tierra, ese tipo de cosas.

Mi bisabuela no sabía qué era la palabra «feminista» pero eso no quiere decir que no lo fuera.

Muchos de nosotros debemos recuperar esa palabra.

Mi propia definición de feminista es: «Feminista es un hombre o una mujer que dice…


(Risas)

(Aplausos)
Feminista es un hombre o una mujer que dice: «Sí, hay un problema con el género tal como existe hoy, y hay que solucionarlo.

Tenemos que hacerlo mejor».

El mejor feminista que conozco es mi hermano Kene.

Él es también un tipo guapo, hombre encantador y es muy masculino.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/chimamanda_ngozi_adichie_we_should_all_be_feminists/

 

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