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Un museo de arte bajo el agua, lleno de vida – Charla Mission Blue II

Charla «Un museo de arte bajo el agua, lleno de vida» de Mission Blue II en español.

Para el escultor Jason de Caires Taylor, el océano es más que una musa, es un espacio de exposición y un museo. Taylor crea esculturas con formas humanas y de la vida mundana en la tierra y las sumerge en el fondo del océano, donde son subsumidas por el mar transformando la piedra inerte en hábitats vibrantes para corales, crustáceos y otras criaturas. El resultado: comentarios enigmáticos, inquietantes y coloridos sobre nuestra existencia transitoria, sobre la sacralidad del océano y su impresionante poder de regeneración.

  • Autor/a de la charla: Jason deCaires Taylor
  • Fecha de grabación: 2015-10-10
  • Fecha de publicación: 2015-12-22
  • Duración de «Un museo de arte bajo el agua, lleno de vida»: 669 segundos

 

Traducción de «Un museo de arte bajo el agua, lleno de vida» en español.

Hace 10 años, tuve mi primera exposición aquí.

No tenía idea de si iba a funcionar o de si era posible, pero dando pequeños pasos y con una curva de aprendizaje muy empinada, hice mi primera escultura llamada «El corresponsal perdido».

Trabajando en equipo con un biólogo marino y un centro de buceo local, sumergí el trabajo en la costa de Granada, en una zona diezmada por el huracán Iván.

Y luego ocurrió algo increíble.

Se transformó.

Una escultura se transformó en dos.

Dos rápidamente se hicieron 26.

Y antes de darme cuenta, teníamos el primer parque de esculturas subacuático.

En 2009, me mudé a México y empecé a buscar pescadores locales.

Pasamos de una pequeña comunidad, a casi un movimiento de personas en defensa del mar.

Y, finalmente, a un museo subacuático, con más de 500 esculturas vivientes.

La jardinería, al parecer, no es solo para los invernaderos.

Desde entonces hemos ampliado los diseños: «El atlas del océano», en las Bahamas, se eleva 5 m hasta la superficie y pesa más de 40 toneladas.

Y ahora en Lanzarote, estoy haciendo un jardín botánico subacuático, el primero en su tipo en el Océano Atlántico.

En cada proyecto usamos materiales y diseños que ayudan a fomentar la vida; cemento de pH neutro de larga duración, una plataforma estable y permanente.

La textura permite que se adhieran pólipos de coral.

Las colocamos debajo de los arrecifes naturales actuales para que tras el desove, haya zonas para que se asienten.

Las formaciones están configuradas para congregar peces a muy gran escala.

Hasta este escarabajo VW tiene un hábitat en su interior para alentar a crustáceos como langostas y erizos de mar.

¿Por qué exhibir mi trabajo en el océano?

Porque, sinceramente, no es muy fácil.

Uno está en medio del mar bajo una grúa de 30 m, tratando de bajar ocho toneladas al fondo del mar, y se pregunta por qué no habré usado acuarela de fondo.


(Risas)
Pero al final, los resultados siempre me fascinan.

(Música) El océano es el espacio de exposición más increíble que un artista pueda desear.

Hay efectos de iluminación que cambian cada hora, explosiones de arena que cubren esculturas en una nube de misterio, una cualidad atemporal única y la procesión de visitantes curiosos, cada uno aportando su toque especial al lugar.

(Música) Pero con los años, me he dado cuenta de que lo mejor de lo que hacemos, lo maravilloso de este trabajo, es que tan pronto sumergimos las esculturas, estas ya no nos pertenecen, porque, ni bien las sumergimos, las esculturas pertenecen al mar.

Conforme se forman los arrecifes, literalmente se crea un nuevo mundo, un mundo que me sorprende continuamente.

Es un poco un cliché, pero nada artificial podrá nunca igualar la imaginación de la naturaleza.

Las esponjas parecen venas que surcan rostros.

El coral cuerno de ciervo transforma la forma.

Los gusanos de fuego garabatean líneas blancas conforme se alimentan.

Los tunicados explotan desde los rostros.

Los erizos de mar se arrastran alimentándose por la noche.

Las algas coralinas aplican una especie de pintura púrpura.

El rojo más profundo que he visto en mi vida, vive bajo el agua.

Las gorgonias oscilan con las olas.

Las esponjas púrpuras respiran agua como si fuera aire.

Y el pez ángel gris se desliza silenciosamente por encima.

La respuesta increíble que hemos tenido con estas obras me dice que hemos logrado conectar con algo realmente fundamental, porque parece que estas imágenes se traducen en todo el mundo, y eso me ha hecho centrarme en mi responsabilidad como artista y en lo que trato de lograr.

Hoy estoy aquí en este barco en el medio del océano, y no podría ser un mejor lugar para hablar del efecto realmente más importante de mi obra.

Porque, como todos sabemos, los arrecifes están muriendo, y los océanos tienen problemas.

Esta es la cuestión: la imagen más usada, buscada y compartida de toda mi obra es con diferencia esta.

Y creo que esto es por una razón, o al menos eso espero.

Realmente espero que las personas hayan empezado a entender que al pensar en el ambiente y en la destrucción de la naturaleza, tenemos que empezar a pensar en nuestros océanos, también.

Desde que construimos estos sitios, hemos visto algunos resultados fenomenales inesperados.

Además de crear más de 800 m2 de nuevos hábitats y arrecifes vivientes, los visitantes del parque marino en Cancún pasan la mitad del tiempo entre el museo y los arrecifes naturales, brindando descanso significativo a las zonas naturales estresadas.

Los visitantes de «El atlas del océano» en las Bahamas señalaron una fuga de una refinería de petróleo cercana.

Los medios internacionales obligaron al gobierno local a prometer USD 10 millones para la limpieza de la costa.

El parque de esculturas en Granada fue clave para que el gobierno designara un punto…

un área marina protegida.

Las entradas al parque ahora ayudan a financiar a los guardaparques para administrar las cuotas de turismo y pesca.

El sitio es una «Maravilla del mundo» para National Geographic.

Entonces,

¿por qué estamos aquí hoy en esta sala?

¿Qué tenemos todos en común?

Creo que todos compartimos el temor de no proteger lo suficiente los océanos.

Y una manera de pensarlo es que no consideramos sagrados nuestros océanos, y deberíamos hacerlo.

Cuando vemos lugares increíbles como los Himalayas, La Sagrada Familia, o la Mona Lista, incluso…

cuando vemos a estas cosas y lugares increíbles, entendemos su importancia.

Los llamamos sagrados, y hacemos todo lo posible para valorarlos, para protegerlos, y para mantenerlos a salvo.

Pero para hacer eso, tenemos que asignarles ese valor; de lo contrario, serán profanados por alguien que no entienda ese valor.

Por eso quiero terminar esta noche hablando de las cosas sagradas.

Cuando pensábamos el nombre del lugar en Cancún, lo llamamos museo por una razón muy simple e importante: los museos son lugares de preservación, de conservación y de educación.

Son lugares en los que guardamos objetos de gran valor para nosotros, donde simplemente los atesoramos para que sean ellos mismos.

Si alguien arrojara un huevo en la Capilla Sixtina, nos pondríamos como locos.

Si alguien quisiera construir un hotel de siete estrellas en el fondo del Gran Cañón, nos reiríamos de ellos.

Sin embargo, cada día dragamos, contaminamos y sobrepescamos los océanos.

Y pienso que nos resulta fácil hacerlo porque cuando vemos el océano, no vemos los estragos que estamos causando.

Porque para la mayoría de la gente, el océano es así.

Y es muy difícil pensar que algo tan plano y enorme, sea tan frágil.

Es simplemente demasiado grande, demasiado vasto, demasiado interminable.

¿Y qué ven aquí?

Creo que la mayoría realmente mira el horizonte.

Creo que hay un peligro real y es que nunca miramos el mar, y si no lo vemos realmente, si no tiene su propia iconografía, si perdemos su majestuosidad, corremos el gran peligro de darlo por sentado.

Cancún es famoso por las vacaciones de primavera, el tequila y las fiestas de espuma.

En sus aguas se pasean los chicos de la fraternidad en sus motos acuáticas y sus botes banana.

Pero debido a nuestro trabajo allí, ahora hay un pequeño rincón de Cancún simplemente precioso por sí mismo.

Y no queremos parar en Granada, en Cancún o las Bahamas.

El mes pasado, instalé estos cuatro jinetes del apocalipsis en el río Támesis, en el centro de Londres, frente de las Cámaras del Parlamento, con un duro mensaje sobre el cambio climático, frente a quienes tienen el poder para ayudar a cambiar las cosas.

Porque para mí, esto es solo el comienzo de la misión.

Queremos hacer equipo con otros inventores, creadores, filántropos, educadores, biólogos, para ver un mejor futuro para nuestros océanos.

Y queremos ver más allá de la escultura, más allá del arte, incluso.

Digamos que eres un chico de 14 años, de la ciudad, y nunca has visto el océano.

Y en vez de que te lleven al museo de historia natural o a un acuario, te llevan al océano, al Arca de Noé submarina, y que puedes acceder mediante un túnel de vidrio, y ver toda la fauna de la tierra colonizada por la fauna del océano.

Claramente, te resultaría genial.

Pensemos en grande y profundamente.

¿Quién sabe a dónde pueden llevarnos la imaginación y la fuerza de voluntad?

Yo espero que al traer nuestro arte al océano, no solo aprovechemos la increíble creatividad y el impacto visual del entorno, sino que también estemos dando algo a cambio, y que fomentemos que prosperen nuevos ambientes, y de alguna manera abramos uno nuevo, o tal vez una forma muy antigua de ver los mares: como lugares preciosos y delicados que vale la pena proteger.

Nuestros océanos son sagrados.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/jason_decaires_taylor_an_underwater_art_museum_teeming_with_life/

 

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