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Una carta a todos los que han perdido en esta época – Charla TEDSummit

Charla «Una carta a todos los que han perdido en esta época» de TEDSummit en español.

Verano de 2016, en medio de las revueltas populistas, los resentimientos enfrentados y el miedo, el escritor Anand Giridharadas no da una charla, sino que lee una carta. Es una carta de los que han ganado en esta era de cambio, destinada a los que han perdido o sienten que han perdido. En la carta confiesa haber ignorado el dolor hasta que se convirtió en ira. Y reprende a una élite idealista pero distante por su futurismo egoísta, que intenta salvar el mundo a puertas cerradas, y que a veces se preocupa más por enviar personas a Marte que por ayudarles en la Tierra. Y rechaza los dogmas excluyentes a los que nos aferramos, invitándonos a «atrevernos al compromiso por el sueño compartido».

  • Autor/a de la charla: Anand Giridharadas
  • Fecha de grabación: 2016-06-29
  • Fecha de publicación: 2016-08-18
  • Duración de «Una carta a todos los que han perdido en esta época»: 997 segundos

 

Traducción de «Una carta a todos los que han perdido en esta época» en español.

29 de junio de 2016.

Mi querido ciudadano: Te escribo hoy a ti que has perdido en esta época.

En este momento de nuestra vida en común, cuando el mundo está lleno de fracturas, pesares y miedo.

Te dirijo esta carta simplemente para que, a pesar de que los dos sabemos hay muchos «tús» detrás de este «tú» y muchos «yoes» detrás de este «yo».

Te escribo porque en la actualidad, este mundo estremecedor que compartimos, me asusta.

Tengo entendido que también a ti te asusta.

Algo a lo que tememos, sospecho, que es común.

Pero gran parte de lo que tememos parece que es uno del otro.

Temes el mundo en el que quiero vivir, y a su vez temo tu perspectiva.

¿Conoces la sensación que se tiene al saber que va a estallar la tormenta antes de la propia tormenta? ¿También lo sientes ahora, conciudadano? Ese malestar y preocupación que algunos conocen recuerda a la década de 1930.

O tal vez no, porque nuestros miedos no están sincronizados.

En esta ronda, tengo la sensación de que tu temor a mí, y al mundo que he insistido que es el adecuado para ambos, nos ha reunido a más de una generación.

Llevó tiempo a tus miedos desencadenar los míos, entre otras cosas porque en un primer momento, nunca pensé que tenía que temerte.

Te oí pero no escuché, todos estos años cuando dijiste que este increíble nuevo mundo no era alucinante para ti, para muchos de Uds.

en el mundo industrializado; el mundo abierto y líquido que yo disfrutaba, de personas y bienes y tecnologías que fluían libremente, yendo a donde quisieran, en todo el mundo, no era, para ti una emancipación.

He caminado a través de tus ciudades y, mientras miraba, dejé de ver.

Me di cuenta en Stephenville, Texas, de que la plaza de la ciudad estaba dominada por la oficina de un abogado tras otro, debido a las personas dentro y fuera de la prisión.

Me di cuenta de las tiendas estériles en Wagner, Dakota del Sur, y de que el salón del VFW era el escarnio del sueño de una comunidad que padecía.

Me di cuenta en Wal-Mart Lancaster, Pennsylvania, que demasiadas personas en sus 20s y 30s miraban una o dos décadas de la muerte, con manchas en la piel, y con pelo fibroso y delgado y los dientes de coloración marrón, y un estado de pérdida en los ojos.

Me di cuenta de que los jóvenes con los que me encontré en París, en Florencia, en Barcelona, tenían títulos, pero no un lugar adonde llevarlos, viviendo en prácticas hasta bien entrados los 30, sus vidas impidieron el lanzamiento, debido a una economía que crea riqueza, pero no puestos de trabajo.

Me di cuenta de noticias sobre partes de Londres convertidas en fantasmas, donde los súper ricos convirtieron el dinero corrupto en apartamentos vacíos y los precios de los residentes de toda la vida, las parejas jóvenes que empiezan, estaban fuera de su propia casa.

Y oí que el tejido de su vida fue rasgado.

Tú solías contar con trabajo, y ahora ya no.

Tú podías alimentar a tus hijos, y garantizar que mejorarían un poco más la vida que tenían, y ahora ya no.

Tú podías sentir la dignidad en tu trabajo, y ahora ya no.

Lo que solía ser normal para la gente como tú, ser propietario de una casa, ahora ya no lo era.

No puedo decir que no supiera estas cosas, pero yo estaba distraído creando un futuro donde poder vivir en Marte, incluso mientras tú luchabas aquí en la Tierra.

Estaba distraído innovando la inmortalidad, incluso cuando muchos comenzaron a vivir vidas más cortas que las de sus padres.

Oí todo esto, pero no hice caso.

Miré, pero no vi.

Leí, pero no entendí.

Presté atención solo cuando empezaste a votar y gritar, y cuando tu voto y tus gritos, la sustancia de eso, comenzaron a amenazarme.

Escuché solo cuando empezaron a romperse las uniones continentales y votaron a demagogos vulgares.

Solo entonces tu dolor empezó a interesarme.

Yo sé que el sentimiento herido a menudo es el prólogo para tratar el dolor.

Me pregunto ahora si estarías menos dispuesto a bregar por esto si yo hubiera estado contigo cuando simplemente lo sentías.

Me pregunto por qué no estuve contigo entonces.

Una de las razones es que estaba en trance por los gurús del cambio, me convertí en un devoto de la religión de lo intrascendente, de las fronteras abiertas, de la globalización y de la diversidad caleidoscópica.

Una vez que el cambio se convirtió en mi fe totalizadora, me cegué.

Dejé de ver las consecuencias del cambio.

Pasé por alto la importancia de las raíces, las tradiciones, los rituales, la estabilidad, y la pertenencia.

Y cuanto más fundamentalista me hice en mi culto al cambio y la apertura, más me conduje hacia la polaridad, para adherirme, para detenerme, para cerrar, para pertenecer.

Ahora veo, como nunca antes, que el no tener la piel u órgano adecuado no es la única variable para la desventaja.

Hay una, la desventaja más callada y sutil de tener esos rasgos privilegiados y, sin embargo, sentir que la historia se está alejando de ti, que, si bien el pasado era hospitalario para personas como tú, el futuro será más hospitalario para otros; que el mundo se vuelve menos familiar, menos tuyo cada día.

No voy a admitir por un momento que los viejos privilegios no deben disminuir.

No pueden disminuir lo suficientemente rápido.

Debes aprender a vivir en un nuevo siglo en el que no hay primas por tener la piel y los órganos adecuados.

Si tu ira se convierte en odio, por favor debes saber que no hay espacio para eso en nuestro hogar compartido.

Pero tengo que admitir, conciudadano, que he descontado la carga de enfrentarte a la pérdida de tus privilegios.

He olvidado que lo que es socialmente necesario también puede ser personalmente agotador.

Algo similar sucedió con la economía que tú y yo compartimos.

Del mismo modo que no puedo y no deseo dar marcha atrás al reloj en la igualdad y la diversidad, y, sin embargo, hay que entender la sensación de pérdida que pueden inspirar.

Así, también, me niego y no puedo, si quisiera retroceder el reloj en un mundo interdependiente y cada vez más estrechamente unido, y sobre inventos que no dejen de ser inventados.

Y, sin embargo, debo entender tus experiencia con ellos.

Durante años me has dicho que tus experiencias con ellos no son tan buenas como pronostican mis teorías.

Sin embargo, antes de poder terminar una frase de queja sobre la dificultad de vivir con horarios erráticos, pagas volátiles, oportunidades evanescentes, sobre el dolor de abandonar a tus hijos en la guardería 24 horas para hacer tu jornada a las 3 am, dirijo a ti, antes de que puedas terminar tu frase, mi dogma, de cómo lo que estás pasando en realidad era flexibilidad y libertad.

El lenguaje es una de las únicas cosas que realmente compartimos, y a veces usé esta herencia conjunta para confundir, desviar y justificarme; volver a la marca de lo que era bueno para mí como algo que es bueno para los dos, cuando me aboco a términos como «economía compartida», «ruptura» y «gestión mundial de recursos globales».

Ahora veo que lo que hacía, en realidad, a veces, era comprar tu dolor barato, arreglarlo e intentar vendértelo de nuevo como libertad.

He querido creer y quería creer que el sistema que ha sido bueno para mí, que ha hecho mi vida cada vez más transparente, también es el mejor sistema para ti.

He sido condescendiente contigo con la idea de que votabas en contra de tus intereses económicos, votando en contra de tus intereses, como si yo conociera tus intereses.

Esto es solo mi discurso dogmático y economicista.

Tengo una debilidad al tratar los intereses económicos de las personas como su único interés, ignorando cosas como pertenencia y orgullo y el deseo de enviar un mensaje a los que te ignoran.

Aquí estamos, en un momento de miedo, pero no un momento inexplicable de demagogia, de fractura, de xenofobia, de resentimiento y de miedo.

Y me preocupa por ambos, si seguimos por este camino, yo al no escuchar, y tú sintiéndote no escuchado, tú gritando para que te escuche.

Me preocupa cuando todos estamos seducidos por las visiones del futuro que no ofrecen lugar para el otro.

Si esto sigue así, si esto sigue así, puede haber sangre.

Ya hay indicios de esta sangre en los periódicos todos los días.

Es posible que haya redadas, allanamientos, deportaciones, campos, secesiones.

Y no, no creo exagerar.

Puede incluso que se hable de guerra en lugares donde seguro se había terminado.

Siempre existe la esperanza de la redención.

Pero no va a ser una redención barata, poco profunda, proveniente de tonterías sobre estar juntos nosotros.

Esto implicará algo más.

Supondrá aceptar que ambos abracemos la opción de estar aquí.

De crear nuestros «otros».

Como padres, como vecinos, como ciudadanos, somos testigos y, a veces ignoramos mutuamente la existencia.

No naciste vengativo.

Desempeño un papel en cualquier sed de venganza que sientes ahora, y esa sed ahora me tienta para escapar cada vez más de nuestra vida en común, de las escuelas y los barrios, los aeropuertos y parques de atracciones que solíamos compartir.

Nos enfrentamos, pues, a un problema no de estas fuerzas grandes e impersonales.

Nos enfrentamos a un problema de tus y mis relaciones.

Elegimos formas de relacionarnos que nos trajeron hasta aquí.

Podemos elegir formas de relacionarnos que nos incluyan.

Pero hay cosas que deberíamos dejar de lado, conciudadano, empezando por nuestras propias versiones preciadas de la realidad.

Imagínate si dejas las fantasías de una sociedad depurada de unas u otras personas.

Imagino que si me dejo llevar por mi costumbre de salvar al mundo detrás de tu espalda, de deliberar sobre el futuro de tu trabajo, tu comida, tus escuelas, en lugares donde no hay seguridad.

Podemos hacer esto solo si aceptamos primero que nos hemos ignorando mutuamente.

Si existe la esperanza de hacer una llamada en esta hora siniestra, es esto.

Mucho tiempo hemos perseguido varios sueños brillantes a costa de atender los sueños fundamentales del otro, el sueño de cuidar el uno al otro, de desatar maravillas de cada uno, de movernos juntos a través de la historia.

Podríamos atrevernos a comprometernos con el sueño de cada uno como lo importante sobre todo lo demás.

Osemos.

Sinceramente tuyo, un conciudadano.

(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/anand_giridharadas_a_letter_to_all_who_have_lost_in_this_era/

 

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