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Charla «William Ury: el camino del «no» al «sí»» de TEDxMidwest en español.
William Ury, autor de «Getting to Yes» (El camino hacia el sí), ofrece una manera elegante y simple (pero no fácil) de llegar a un acuerdo incluso en las situaciones más difíciles; desde los conflictos familiares hasta, tal vez, Oriente Medio.
- Autor/a de la charla: William Ury
- Fecha de grabación: 2010-10-17
- Fecha de publicación: 2010-11-30
- Duración de «William Ury: el camino del «no» al «sí»»: 1125 segundos
Traducción de «William Ury: el camino del «no» al «sí»» en español.
Bueno, el tema de la dificultad en las negociaciones me recuerda una de mis historias favoritas de Oriente Medio.
La de un hombre que le dejó 17 camellos a sus 3 hijos.
Al primer hijo le dejó la mitad de los camellos; al segundo le dejó un tercio de los camellos; y al más joven le dejó un noveno de los camellos.
Bueno, los tres hijos comenzaron a negociar.
17 no es divisible por 2.
No es divisible por 3.
No es divisible por 9.
Los ánimos fraternales comenzaron a caldearse.
Por último, en la desesperación, fueron a consultar a una anciana sabia.
La sabia anciana pensó durante mucho tiempo hasta que finalmente regresó y dijo: «Bueno, no sé si puedo ayudarles pero al menos, si lo desean, les ofrezco mi camello».
De ese modo tenían 18 camellos.
El primer hijo tomó la mitad; la mitad de 18 es 9.
El segundo hijo tomó su tercio; el tercio de 18 es 6.
Y el más joven tomó su noveno; un noveno de 18 es 2.
Eso daba 17.
Sobraba un camello.
Se lo devolvieron a la sabia anciana.
(Risas)
Si piensan un momento en esta historia creo que se parece mucho a las negociaciones difíciles en las que participamos.
Empiezan con 17 camellos; no hay manera de resolverlo.
En cierta manera necesitamos apartarnos de la situación, como lo hizo la sabia anciana, encarar el problema con una mirada fresca y proponer lo del camello 18.
Encontrar ese camello 18 en los conflictos mundiales ha sido la pasión de mi vida.
En esencia, veo a la Humanidad como a estos tres hermanos; somos todos una familia.
Sabemos eso científicamente; gracias a la revolución de las comunicaciones todas las tribus del planeta, las 15.000 tribus, están en contacto unas con otras.
Y hay una gran reunión familiar.
Y como en toda reunión familiar no es todo paz y amor.
Hay un montón de conflictos.
Y la pregunta es:
¿Cómo resolver nuestras diferencias?
¿Cómo resolver nuestras diferencias más profundas dada la propensión humana a los conflictos y del ingenio humano para pergeñar armas de destrucción?
Esa es la cuestión.
He pasado tres décadas largas, casi cuatro, viajando por el mundo tratando de trabajar, de involucrarme en conflictos que van desde Yugoslavia a Oriente Medio a Chechenia, a Venezuela, en algunos de los conflictos más difíciles sobre la faz de la Tierra me he planteado esa cuestión.
Y creo que he encontrado, de algún modo, el secreto de la paz.
En realidad es sorprendentemente simple.
No es fácil, pero es simple.
Ni siquiera es algo nuevo.
Es quizá una de nuestras herencias humanas más antiguas.
El secreto de la paz somos nosotros.
Somos nosotros, como comunidad circundante en torno a los conflictos, quienes podemos desempeñar un papel constructivo.
Les voy a contar una historia, un ejemplo.
Hace 20 años yo estaba en Sudáfrica trabajando con las partes en conflicto y tenía un mes adicional así que pasé un tiempo viviendo con varios grupos bosquimanos.
Sentía curiosidad sobre ellos y sobre su modo de resolver conflictos.
Porque, después de todo, que se recuerde, ellos eran cazadores y recolectores que vivían más o menos como nuestros antepasados durante quizá el 99% de la historia humana.
Todos los hombres tenían flechas envenenadas para la caza; absolutamente fatal.
Entonces,
¿cómo resolvían sus diferencias?
Bueno, por lo que supe, cuando los ánimos se caldean en esas comunidades, alguien va y esconde las flechas envenenadas en el monte y entonces todos se sientan en círculo, se sientan a hablar y hablan.
Puede llevar 2 días, 3 días, 4 días, pero no descansan hasta que encuentran una resolución o, mejor aún, una reconciliación.
Y si los ánimos siguen crispados entonces envían a alguien a visitar algún pariente para bajar la tensión.
Bueno, ese sistema creo, probablemente sea el que nos ha mantenido vivos hasta ahora habida cuenta de las tendencias humanas.
Llamo a ese sistema el «tercer lado».
Porque si lo pensamos por lo general, si pensamos en un conflicto, al describirlo, siempre hay dos lados.
Son árabes contra israelíes, trabajo contra gerencia, esposo contra esposa, republicanos contra demócratas, pero lo que no vemos a menudo es que siempre hay un tercer lado.
Y el tercer lado del conflicto somos nosotros, es la comunidad circundante, son los amigos, los aliados, la familia, los vecinos.
Y podemos desempeñar un papel muy constructivo.
Tal vez la manera fundamental en que puede ayudar el tercer lado es recordar a las partes qué es lo que se encuentra en juego.
Por el bien de los niños, por el bien de la familia, por el bien de la comunidad, en aras del futuro, paremos de luchar un momento y empecemos a hablar.
Porque la cosa es que cuando estamos en medio del conflicto es muy fácil perder la perspectiva.
Es muy fácil reaccionar.
Los seres humanos somos máquinas de reaccionar.
Y como dice el dicho: habla enojado y harás el mejor discurso que tengas que lamentar Por eso el tercer lado nos recuerda esto.
El tercer lado nos ayuda a ir al balcón, como metáfora de un lugar con perspectiva, para fijar la mirada en el premio.
Ahora les voy a contar una historia breve de mi experiencia en negociación.
Hace unos años participé como facilitador en algunas conversaciones muy duras entre los líderes de Rusia y los líderes de Chechenia.
Como saben, había una guerra en curso.
Y nos reunimos en La Haya, en el Palacio de la Paz, en la misma sala del Tribunal Penal Internacional donde se trataba la guerra de Yugoslavia.
Y las conversaciones tuvieron un comienzo difícil con el vicepresidente de Chechenia señalando a los rusos mientras decía: «Deberían permanecer aquí, en sus asientos, porque van a ser juzgados por crímenes de guerra».
Y luego continuó, giró hacia mí y me dijo: «Ud.
es estadounidense.
Mire lo que los estadounidenses están haciendo en Puerto Rico».
Y empecé a pensar: «Puerto Rico,
¿qué sé sobre Puerto Rico?
» Empecé a reaccionar pero luego intenté recordar volver al balcón.
Y cuando él hizo una pausa, y todos me miraban esperando una respuesta, desde la perspectiva del balcón, pude agradecerle por sus comentarios y le dije: «Le agradezco su crítica a mi país, y lo tomo como una señal de que estamos entre amigos que pueden hablarse francamente.
Y aquí no estamos para hablar de Puerto Rico o del pasado.
Estamos aquí para ver si podemos encontrar una forma de detener el sufrimiento y el derramamiento de sangre en Chechenia».
La conversación volvió a su carril.
Ese es el papel del tercer lado: ayudar a las partes a ir al balcón.
Y ahora los llevaré un momento a lo que se considera ampliamente el conflicto más difícil del mundo o el conflicto más imposible, el de Oriente Medio.
La pregunta es:
¿dónde está el tercer lugar allí?
¿Cómo podemos ir al balcón?
Bueno, no pretendo tener una respuesta al conflicto de Oriente Medio pero creo que tengo un primer paso, literalmente un primer paso, algo que cualquiera podría hacer desde un tercer lugar.
Pero primero déjenme hacerles una pregunta.
¿Cuántos de Uds en los últimos años se han preocupado alguna vez por Oriente Medio y se han preguntado qué se podría hacer?
Sólo por curiosidad,
¿cuántos de Uds?
Bueno, la gran mayoría.
Y aquí estamos muy lejos.
¿Por qué prestar tanta atención a este conflicto?
¿Por la cantidad de muertes?
Hay cientos de veces más gente que muere en conflictos en África que en Oriente Medio.
No, es por la historia, porque nos sentimos identificados en lo personal con esa historia.
Seamos cristianos, musulmanes o judíos, religiosos o no, sentimos que tenemos un interés en eso.
Las historias importan.
Como antropólogo, lo sé.
Transmitimos conocimiento mediante las historias.
Las historias le dan sentido a nuestras vidas.
Eso hacemos aquí en TED: contamos historias.
Las historias son la clave.
Por eso la cuestión es sí, tratemos de resolver la política allí en Oriente Medio pero también revisemos la historia.
Tratemos de llegar al meollo de la cuestión.
Veamos si se le puede aplicar el tercer lado.
¿Eso qué significa?
¿Cuál es la historia allí?
Como antropólogos sabemos que cada cultura tiene una historia de origen.
¿Cuál es la historia de origen de Oriente Medio?
En una frase: hace 4.000 años un hombre y su familia atravesó Oriente Medio y el mundo nunca ha sido el mismo desde entonces.
Ese hombre, por supuesto, fue Abraham.
Él representaba la unidad, la unidad de la familia.
Él es el padre de todos nosotros.
Pero no se trata sólo de lo que representaba, sino de su mensaje.
Su mensaje esencial también era la unidad la interconexión de todos y la unidad de todos.
Su valor esencial era el respeto, la amabilidad hacia el desconocido.
Era conocido por eso, por su hospitalidad.
Así que, en ese sentido, él es un tercer lugar simbólico de Oriente Medio.
Él es quien nos recuerda que somos parte de un todo más grande.
Ahora, cómo…
piensen en eso un momento.
Hoy enfrentamos el flagelo del terrorismo.
¿Qué es el terrorismo?
El terrorismo es básicamente tomar un desconocido inocente y tratarlo como a un enemigo a quien se puede matar para infundir temor.
¿Qué es lo contrario del terrorismo?
Es tomar un desconocido inocente y tratarlo como a un amigo a quien recibimos en casa para crear y fomentar entendimiento, o respeto, o amor.
Entonces qué pasaría si tomamos la historia de Abraham, que es una historia del tercer lugar, qué pasaría si, dado que Abraham representa la hospitalidad,
¿qué tal si eso fuera un antídoto contra el terrorismo?
¿Qué tal si pudiera ser una vacuna contra la intolerancia religiosa?
¿Cómo darle vida a esa historia?
No es suficiente con contar una historia, eso es impactante, pero las personas necesitan experimentar la historia.
Tienen que poder vivir la historia.
¿Cómo haríamos eso?
Este fue el razonamiento que yo hice al respecto.
Eso es lo que aparece en primer lugar aquí.
Porque la manera simple de hacerlo es yendo a caminar.
Uno va a caminar siguiendo los pasos de Abraham.
Seguimos las huellas de Abraham.
Porque caminar tiene un poder real.
Como antropólogo sé que caminar es lo que nos hizo humanos.
Es curioso, cuando uno camina, camina lado a lado, en la misma dirección común.
Si yo viniera y me pongo cara a cara así cerca se sentirían amenazados.
Pero si camino hombro con hombro, aunque toquemos los hombros, no hay problema.
¿Quién pelea mientras camina?
Por eso a menudo en las negociaciones, cuando las cosas se complican, la gente va a caminar al bosque.
Así, se me ocurrió la idea de lo inspirador que puede ser un camino, una ruta -piensen en la Ruta de la Seda, el Sendero de los Apalaches- que siga los pasos de Abraham.
La gente dijo: «Es una locura.
No se puede.
No se puede seguir la huella de Abraham.
Es demasiado inseguro.
Hay que cruzar todas esas fronteras.
Pasa por 10 países diferentes de Oriente Medio porque los une a todos».
Entonces estudiamos la idea en Harvard.
Trabajamos arduamente.
Hace unos años, un grupo de nosotros, unos 25 de 10 países diferentes decidimos ver si podíamos desandar los pasos de Abraham partiendo de su lugar de nacimiento en la ciudad de Urfa al sur de Turquía, norte de la Mesopotamia.
Y luego tomamos un autobús y caminamos y fuimos a Harran donde, en la Biblia, él inicia su recorrido.
Después cruzamos la frontera a Siria, fuimos a Aleppo, que toma su nombre de Abraham.
Fuimos a Damasco que tiene una larga historia asociada con Abraham.
Después fuimos al norte de Jordania, a Jerusalén, donde todo tiene que ver con Abraham, a Belén, y finalmente al lugar donde está enterrado en Hebrón.
Así que, efectivamente, fuimos desde el vientre a la tumba.
Demostramos que se podía hacer.
Fue un viaje asombroso.
Déjenme hacerles una pregunta.
¿Cuántos han pasado por la experiencia de estar en un barrio extraño, o una tierra extraña, y un total desconocido, un perfecto desconocido, se acercó a Uds y mostró signos de amabilidad, y los invitó quizá a su casa, les dio un trago, les ofreció café, o una comida?
¿Cuántos han experimentado eso alguna vez?
Esa es la esencia del camino de Abraham.
Eso es lo que uno descubre, es ir a estas aldeas de Oriente Medio, esperar hostilidad, y obtener la más asombrosa hospitalidad, todo relacionado con Abraham.
«En nombre del padre Abraham, déjame ofrecerte algo de comida».
Descubrimos que para esas personas Abraham no es sólo una figura de los libros; que está vivo, que es una presencia viva.
Y para abreviar la historia, desde hace un par de años miles de personas han empezado a recorrer partes del camino de Abraham en Oriente Medio, disfrutando la hospitalidad de la gente de allí.
Han empezado a caminar en Israel y en Palestina, en Jordania, en Turquía, en Siria.
Es una experiencia increíble.
Hombres, mujeres, jóvenes, ancianos…
más mujeres que hombres, en realidad, es interesante.
Para los que no pueden caminar, para los que no pueden llegar allí ahora, se están empezando a organizar caminatas en las ciudades, en sus comunidades.
En Cincinnati, por ejemplo, se organizó una caminata desde un templo, a una mezquita, a una sinagoga y todos juntos compartieron una comida.
Era el día del camino de Abraham.
En São Paulo, Brasil, se ha convertido en un evento anual para miles de personas correr en un camino virtual de Abraham uniendo las diferentes comunidades.
A los medios les encanta, realmente lo adoran.
Le prodigan atención porque es algo visual y difunde la idea, esta idea de hospitalidad de Abraham, de amabilidad hacia los extraños.
Y hace un par de semanas hubo un programa en la radio al respecto.
El mes pasado salió un artículo en el Guardian en el Manchester Guardian sobre eso.
Dos páginas enteras.
Y citaban a un aldeano que decía: «Esta caminata nos conecta con el mundo».
Decía que era como una luz que se encendió en nuestras vidas.
Nos trajo esperanza.
Y de eso se trata.
Pero no sólo se trata de psicología, se trata de economía, porque a medida que la gente camina gasta dinero.
Y esta mujer de aquí, Um Ahmad, es una mujer que vive en un camino en el norte de Jordania.
Es extremadamente pobre.
Es parcialmente ciega, su marido no puede trabajar, tiene siete hijos.
Pero puede cocinar.
Así que empezó a cocinar para unos grupos de caminantes que venían a la aldea y comían en su casa.
Se sentaban en el piso.
Ella ni siquiera tiene mantel.
Prepara la comida más deliciosa con las hierbas frescas de los campos de los alrededores.
Y así vinieron cada vez más caminantes.
Y últimamente ha empezado a ganar un ingreso para mantener a su familia.
Y le dijo a nuestro equipo de allí: «Uds me han hecho visible en una aldea en la que antes la gente se avergonzaba al verme».
Esa es la importancia del camino de Abraham.
Hay literalmente cientos de ese tipo de comunidades en todo Oriente Medio, en todo el camino.
El potencial es básicamente el cambio de juego.
Y para cambiar el juego hay que cambiar el marco de referencia, el modo de ver las cosas, para cambiar el marco de la hostilidad a la hospitalidad, del terrorismo al turismo.
Y, en ese sentido, el camino de Abraham es lo que cambia el juego.
Déjenme mostrarles algo.
Aquí tengo una pequeña bellota que recolecté durante el recorrido en el camino a principios de año.
La bellota está relacionada con el roble, por supuesto, crece en el roble, que está asociado con Abraham.
El camino, ahora mismo, es como una bellota; todavía está en una fase inicial.
¿Cómo será el roble?
Bueno pienso en mi infancia, buena parte de la cual la pasé, después de nacer aquí en Chicago, la pasé en Europa.
Si estuvieran en las ruinas de, digamos, Londres de 1945, o Berlín, y dijeran: «Dentro de 60 años este va a ser el lugar más pacífico y próspero del planeta».
las personas hubiesen pensado que estaban rematadamente locos.
Pero lo lograron gracias a una identidad común, Europa, y a una economía común.
Entonces, mi pregunta es:
¿Si se pudo en Europa por qué no en Oriente Medio?
Por qué no, gracias a una identidad en común, la historia de Abraham, y gracias a una economía en común que podría basarse en buena parte en el turismo.
Déjenme terminar entonces diciendo que en los últimos 35 años he trabajado en algunos de los conflictos más peligrosos, difíciles e intrincados del planeta y todavía veo un conflicto que sentía que no se podía transformar.
No es fácil, por supuesto, pero es posible.
Se logró en Sudáfrica.
Se logró en Irlanda del Norte.
Se puede lograr en cualquier lado.
Sólo depende de nosotros.
Depende de que tomemos el tercer lugar.
Así que déjenme invitarlos a que consideren adoptar el tercer lugar aunque sea un pequeño paso.
Estamos a punto de tomar un descanso en un momento.
Elijan a alguien de una cultura diferente, de un país diferente, de un grupo étnico diferente, con alguna diferencia, y conversen; escúchenlos.
Eso es un acto del tercer lugar.
Eso es recorrer el camino de Abraham.
Después de una TEDTalk
¿por qué no una caminata TED?
Les dejo tres cosas.
Una, el secreto de la paz es el tercer lugar.
El tercer lugar somos nosotros, cada uno, con un paso simple puede poner al mundo, correrlo, un paso más cerca de la paz.
Hay un viejo dicho africano que dice: «Cuando se unen las telarañas pueden detener incluso al león».
Si somos capaces de unirnos nuestras redes de paz del tercer lugar pueden detener incluso al león de la guerra.
Muchas gracias.
(Aplausos)
https://www.ted.com/talks/william_ury_the_walk_from_no_to_yes/