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¿Y si la gentrificación sirviera para ayudar a las comunidades en lugar de desplazarlas? – Charla TEDWomen 2017

Charla «¿Y si la gentrificación sirviera para ayudar a las comunidades en lugar de desplazarlas?» de TEDWomen 2017 en español.

Liz Ogbu es una arquitecta que trabaja con la justicia espacial, esto es, con la idea de que la justicia tiene una geografía y que la distribución equitativa de los recursos y servicios es un derecho humano. En San Francisco, Ogbu cuestiona la ya conocida historia de la gentrificación, es decir, que los pobres serán expulsados por el desarrollo y el progreso. Y pregunta «¿Por qué parecen inevitables la supresión cultural y la exclusión económica?», dirigiéndose a los desarrolladores, arquitectos y diseñadores de políticas públicas para que, en cambio, «se comprometan a construir la posibilidad de que la gente permanezca en su hogar, en su comunidad y en el lugar que le da sensación de plenitud».

  • Autor/a de la charla: Liz Ogbu
  • Fecha de grabación: 2017-11-01
  • Fecha de publicación: 2018-03-20
  • Duración de «¿Y si la gentrificación sirviera para ayudar a las comunidades en lugar de desplazarlas?»: 901 segundos

 

Traducción de «¿Y si la gentrificación sirviera para ayudar a las comunidades en lugar de desplazarlas?» en español.

Crecí en el seno de una familia de sociólogos pero yo era la niña rara que dibujaba.


(Risas)
Hacía desde bosquejos de modelos de los catálogos ‘Sears’ de mi mamá hasta un montón de manualidades que llenaban mi habitación, que era como mi galería de arte personal.

Vivía para hacer.

No fue una sorpresa para la familia cuando me gradué como arquitecta.

Pero, en realidad, la verdadera base de mi vocación no estaba en la galería de arte que era mi cuarto, sino en las charlas que discurrían en torno a la mesa familiar.

Hablábamos de cómo vivía la gente y de cómo se relacionaba, desde el impacto de la migración urbana en una aldea de Zambia, a las complejas necesidades sanitarias de los indigentes en las calles de San Francisco.

Ahora bien, sería lógico preguntarse «

¿Qué diablos tiene que ver eso con la arquitectura?

» Pues bien, todas estas historias tenían que ver con el espacio y con la forma en que ese espacio nos contenía, o no.

Lo cierto es que nuestras conexiones más profundas se comparten dentro de un espacio físico.

Y nuestras historias transcurren, aun en esta alocada era de los tuits y de los mensajes de texto, dentro de un espacio físico.

Lamentablemente, la arquitectura no nos ha hecho el favor de contar todas las historias de manera equitativa.

Con demasiada frecuencia, se construyen monumentos como el Gherkin o incluso la Torre Trump …


(Risas)
que cuentan la historia de quienes tienen y no la historia de quienes no tienen.

A lo largo de mi profesión, me he resistido activamente a la práctica de construir monumentos en honor a la historia de ciertas personas en general, hombres, blancos y ricos, y desechar la historia de otras personas normalmente de color, o con pocos recursos.

He intentado crear una práctica que rinda homenaje a la historia de quienes fueron tantas veces silenciados.

Ese trabajo fue una misión de justicia espacial.


(Aplausos)
La justicia espacial entiende que la justicia tiene una geografía y que la distribución equitativa de recursos, servicios y accesos es un derecho humano básico.

¿Qué es entonces la justicia espacial?

Compartiré una historia con Uds.

Desde hace años trabajo en el vecindario históricamente afroamericano de ‘Bayview Hunters Point’ en San Francisco, en un terreno donde hubo una vez una central eléctrica.

Allá por la década del 90, un grupo liderado por madres que habitaban las viviendas sociales en la colina que daba sobre esta central se manifestaron pidiendo el cierre.

Lo lograron.

La empresa de servicios públicos finalmente la demolió, limpió el terreno y asfaltó gran parte del lugar para proteger el suelo de la erosión.

Suena a historia con final feliz,

¿verdad?

Pues bien, no nos precipitemos.

Por distintas cuestiones, como la titularidad de la tierra, los contratos de arrendamiento, etc., el terreno no pudo ser reurbanizado por un período de entre 5 y 10 años.

Esto significa que esta comunidad que durante décadas vivió cerca de una central eléctrica ahora tenía como patio trasero unos 12 000 m2 de asfalto.

Para ponerlo en contexto, esa superficie equivale a unos 30 campos de fútbol.

La empresa de servicios públicos no quería hacer de villano.

Reconociendo que se debían a la comunidad, hicieron una convocatoria entre diseñadores que propusieran un destino temporario a ese terreno, con la idea de transformarlo en un beneficio para la comunidad y no en un perjuicio.

Yo soy parte de ese equipo diverso de diseñadores que respondieron a la convocatoria, y desde hace cuatro años trabajamos en conjunto con esas madres y otros vecinos, y también con organizaciones locales y la empresa de servicios públicos.

Hemos organizado todo tipo de eventos para tratar de solucionar el tema de la justicia espacial: desde talleres de capacitación laboral a un circo anual, a un nuevo y bello sendero por la costa.

Durante los cuatro años que llevamos trabajando, más de 12 000 personas participaron e hicieron algo en este terreno, algo que esperamos haya transformado la relación entre ellos y el lugar.

Pero en el último tiempo empecé a notar que no alcanza con los eventos.

Hace unos meses, hubo en este barrio una reunión vecinal.

La empresa de servicios públicos por fin estaba dispuesta a hablar concretamente de la urbanización a largo plazo.

Esa reunión fue más bien desastrosa.

Hubo gritos y mucha indignación.

Los vecinos preguntaban, «Si lo van a vender a un desarrollador,

¿no construirán zonas residenciales de lujo como han hecho otros?

» Y «

¿Dónde ha estado la ciudad?

» «

¿Por qué no hay más puestos de trabajo y más recursos en este vecindario?

» No es que nuestros eventos no hayan llevado alegría.

Pero a pesar de eso, aún había dolor.

Dolor por una historia de injusticia medioambiental, que fueron las consecuencias derivadas de los usos industriales, condenando a los vecinos a vivir cerca de desechos tóxicos y, literalmente, cerca de la mierda.

Hay dolor en el hecho de que este barrio aún tiene uno de los ingresos per cápita más bajos, y la tasa más alta de desempleo y de cantidad de reclusos en una ciudad que ha recibido a gigantes de la tecnología como Twitter, Airbnb y Uber.

Y estas grandes empresas mm …

han contribuido a iniciar el proceso de gentrificación que está redefiniendo este barrio de manera acelerada, tanto en su identidad como en su población.

Haré aquí una pausa para referirme a la gentrificación.

Intuyo que a muchos nos resulta una especie de mala palabra.

Se ha transformado en sinónimo de desplazamiento de vecinos pobres de su propio barrio para dar lugar a otros más adinerados.

Si Uds.

fueron alguna vez desplazados, entonces conocen la agonía de perder un lugar que contiene la propia historia.

Y si nunca lo vivieron, entonces les pediré que intenten imaginarse en ese lugar.

Piensen en lo que sentirían al ver que su sitio favorito del barrio, ese lugar donde pasaban el tiempo con viejos conocidos o con amigos, desapareció.

Y luego vuelven a su casa, y encuentran una carta del propietario que los notifica de un aumento de la renta al doble.

La elección de quedarse no depende de Uds.

Ya no pertenecen a su casa.

Y lo que sienten en este momento, sería lo mismo, aun si la persona que los perjudicó no lo hizo con intención.

En una oportunidad, la desarrolladora Majora Carter me dijo: «Los pobres no odian la gentrificación.

Simplemente, odian el no poder permanecer el tiempo suficiente para disfrutar de sus beneficios».

¿Por qué parecen inevitables la supresión cultural y la exclusión económica?

» Se puede aceptar el desarrollo reconociendo las injusticias del pasado, dándole valor no solo a las historias nuevas sino también a las viejas.

Y comprometiéndose a construir la posibilidad de que la gente se quede, permanezca en su casa, en su comunidad, en el lugar que les da sensación de plenitud.

Pero este replanteo nos obliga a reflexionar sobre esas injusticias del pasado y sobre el dolor y la angustia que conllevan.

Cuando empecé a pensar en mi propio trabajo, noté que la pena y la angustia eran temas recurrentes.

Ya lo había escuchado en el proyecto de ‘Bayview Hunters Point’ cuando un hombre llamado Daryl dijo: «Siempre fuimos dejados de lado como si fuéramos una isla, tierra de nadie».

También lo escuché en Houston cuando trabajaba en un proyecto con jornaleros.

Juan me contó de las muchas veces que le habían robado el jornal en la esquina donde todos los días se ganaba el sustento para mantener a su familia, y entonces preguntó: «

¿Por qué nadie ve el carácter sagrado de este lugar?

» Estoy segura de que Uds.

también vieron este dolor: desde las campañas por la remoción de estatuas en Charlotsville y Nueva Orleáns hasta ciudades que perdieron su vida industrial y que hoy están desapareciendo, como Lorain en Ohio y Bolton en Inglaterra.

Generalmente, nos apresuramos a reconstruir estos lugares creyendo que así aliviaremos ese dolor.

Pero con nuestro deseo ilimitado de hacer el bien, de olvidar todos los errores, de construir sitios que abran oportunidades, solemos pecar de absoluta ignorancia por desconocer la larga lista de promesas incumplidas y de sueños pisoteados.

Es construir sobre las ruinas.

¿Es de sorprender, entonces, que los cimientos no sean sólidos?

Hacer un espacio para el dolor y la angustia nunca fue parte de mi tarea como arquitecta; después de todo, no corresponde: no tiene que ver con la estética y ni siquiera es una exigencia de mis clientes.

Pero vi lo que ocurre cuando hay espacio para el dolor.

Puede ser transformador.

Volviendo a nuestra historia, cuando recién empezamos a trabajar en el vecindario, una de las primeras cosas que hicimos fue entrevistar a los activistas que habían liderado la lucha para cerrar la central eléctrica.

Una y otra vez manifestaban la sensación de pérdida inminente.

El vecindario estaba en proceso de cambio, aun en ese momento.

Los vecinos iban yéndose o muriendo por edad avanzada y, con esas partidas, las historias se iban perdiendo.

Para esos activistas, nadie se iba a enterar de las cosas maravillosas que habían sucedido en esa comunidad, porque para los de afuera era un ghetto.

En el peor de los casos, un lugar violento; en el mejor, una hoja en blanco.

Ninguna de las dos cosas era cierto, claro está.

Entonces, con mis colegas nos contactamos con StoryCorps y, con ese apoyo y el de la empresa de servicios públicos, instalamos una cabina de grabación en el barrio.

E invitamos a los vecinos a contar sus historias y dejarlas grabadas para la posteridad.

Luego de varios días de grabación, hicimos una reunión para ver esos clips, como esas transmisiones radiales de los viernes por la mañana.

Ese evento fue una de las reuniones más maravillosas de las que me tocó participar en la comunidad.

En parte porque no solo hablamos de las alegrías sino también del dolor.

Hay dos historias que recuerdo muy bien.

Una fue la de A.

J., quien contó cómo fue criarse en el vecindario.

Siempre había un niño con quien jugar.

Pero también habló con tristeza de la primera vez en que un policía lo interceptó para interrogarlo cuando tenia 11 años.

G.

L.

también habló de los niños, y de lo bueno y lo malo de vivir en este vecindario.

Pero también habló con orgullo de las organizaciones que se crearon para darles apoyo y poder de decisión.

Él quería más cosas de este tipo.

Y así, creando primero el espacio para que puedan expresar el dolor y la angustia, pudimos luego intercambiar ideas para un nuevo lugar, ideas maravillosas que más tarde fueron la semilla de lo que hicimos los cuatro años siguientes.

¿Por qué esa reunión fue tan radicalmente distinta a las otras?

Pues bien …

el dolor y la angustia que se generan en estos espacios no aparecen en un día.

Sanar también lleva tiempo.

Después de todo,

¿quién pretendería curarse en una sola sesión de terapia?


(Risas)

¿Alguien lo cree?

Diría que no.

En retrospectiva, lamento no haber organizado más reuniones para escucharlos, y no solo ocasiones para el entretenimiento.

Por mi trabajo he viajado por todo el mundo, y aún me falta llegar a un lugar donde no exista el dolor ni el potencial para sanar.

Y así como me he dedicado a perfeccionarme como arquitecta, caigo en la cuenta de que también cumplo un rol sanador.

Se supone que a esta altura de mi charla debería explicar los cinco pasos para lograr esa sanación, pero no tengo la solución …

todavía.

Es solo un camino.

Dicho esto, hay algunas cosas que he aprendido en el camino.

Primero, no podemos crear ciudades para todos, a menos que primero estemos dispuestos a escuchar a todos.

No solo lo que esperan que se construya en el futuro sino también lo que se ha perdido o ha quedado sin cumplir.

Segundo, la sanación no es solo para «esa gente».

Quienes tenemos privilegios debemos hacernos cargo de nuestras propias culpas, de nuestro malestar y de nuestras complicidades.

Como dijo una vez una líder en gestión no lucrativa, «La gente herida hiere a los demás; la gente curada cura a los demás».

Y tercero, curar no significar borrar el dolor.

En general, tendemos a querer borrar el dolor y empezar de cero, como con el asfalto en el terreno de ‘Bayview Hunters Point’.

Pero no es así como funciona.

Para curarse hay que reconocer el dolor y hacer las paces con ese dolor.

Una de mis frases favoritas es que la sanación renueva nuestra fe en el proceso de transformación.

Estoy hoy aquí como arquitecta sanadora porque estoy lista para ver mi propia transformación, la transformación de mi comunidad y de las personas con las que trabajo, y la transformación de este país y de este mundo.

Y no es un viaje que deba hacer yo sola.

Imagino que muchos de Uds.

están disconformes con el actual estado de cosas.

Piensen que puede ser distinto.

Creo que Uds.

son más fuertes de lo que creen.

Pero el primer paso requiere de valentía.

La valentía de ver el dolor propio y ajeno, y de estar dispuestos a resistir ese dolor aun cuando parezca insoportable.

Solo imaginen el cambio que podemos generar si todos juntos nos lo proponemos.

Gracias.


(Aplausos)

https://www.ted.com/talks/liz_ogbu_what_if_gentrification_was_about_healing_communities_instead_of_displacing_them/

 

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