Ver sin ser vistos: Este es uno de los viejos deseos humanos. Esta expresado en las antiguas leyendas y los cuentos de hadas, como en la historia del famoso asno de Giges, e incluso en la novela moderna el hombre invisible, por no decir de los cientos de películas que tratan del tema.
La realización de este deseo la tenemos aquí, cómodamente, en nuestra casa, y lo satisfacemos a costa de gentes de fuera: visillos, persianas, cortinas, espejos inclinados colocados al borde de la ventana, y tanto sencillos medios nos permiten vigilar al prójimo sin que éste se entere. Entre estos medios figura también la mirilla, esa abertura practicada en una puerta. Y mejor aún la mirilla óptica, y consiste una pequeña lente que nos proporciona una imagen reducida de todo el rellano de la escalera.
Esta lente no es más que una especie de lupa invertida, que lo que hace es simplemente aumentar el campo de visión a casi 180°. Con esto podemos ver por un pequeño agujero absolutamente todo lo que hay al otro lado de la mirilla.
Siempre me ha resultado curioso ver como funcionan las mirillas. ¿Seré un mirón? 😉