La harina destinada a la alimentación es un polvo que se obtiene moliendo granos que contiene la parte más alimenticia de ciertas plantas. El hombre, desde los tiempos más remotos, emplea harina para fabricar pan, tortas, galletas y elementos que constituyen la base para su alimentación o acompañan a otros alimentos.
Los diferentes granos, bajo su cáscara, contiene sustancias como el almidón, el gluten, la glucosa incluso ciertas materias grasas. Convertir estos granos en polvo mediante la acción de la mano de mortero o de la piedra de molino es una tradición antiquísima. La calidad de un harina se juzga principalmente por su pureza. El cernido de la harina de trigo permite obtener la harina de flor blanca y fina. La harina superior se obtiene moliendo y cerniendo por segunda vez el polvo de trigo.
Las últimas cernidas proporcionan harinas tintadas, ricas en salvado, que se emplean para la alimentación del ganado.
Localmente, y en parte debido a la tradición, se consumen las más diversas harinas. Así, con la harina de centeno se elabora el pan integral, de gran consumo en Centroeuropa, con el maíz, bendición de los países pobres, se obtiene la harina de la que los italianos hacen la polenta y los mexicanos sus tortitas, con la harina de las castañas se elaboran en ciertos medios rurales gachas, tortas y galletas.
Las Salinas de cereales han hallado en la industria alimentaria múltiples aplicaciones.
Para alimentación de los lactantes existe un gran surtido de papillas preparadas, en las cuales se encuentran determinada proporción de harina de leguminosas, que favorecen el crecimiento. La industria de las sopas preparadas y de los pesos para animales también emplea gran variedad de harinas.
El trigo y la harina es una materia prima indispensable en las dietas de todos los seres humanos tanto orientales como occidentales