Recopilación de citas y frases célebres de GUY DEBORD
El espectáculo no es una colección de imágenes, es una relación entre las personas mediatizada por las imágenes
GUY DEBORD
El tiempo general del no-desarrollo humano existe también bajo el aspecto complementario de un tiempo consumible que vuelve hacia la vida cotidiana de la sociedad, a partir de esta producción determinada, como un tiempo seudocíclico. El tiempo seudo-cíclico no es de hecho más que el disfraz consumible del tiempo-mercancía de la producción. Contiene sus rasgos esenciales de unidades homogéneas intercambiables y de supresión de la dimensión cualitativa. Pero siendo el subproducto de este tiempo destinado al retraso la vida cotidiana concreta -y al mantenimiento de este retraso- debe cargarse de seudo-valorizaciones y aparecer en una sucesión de momentos falsamente individualizados
GUY DEBORD
«Quienes quieren superar el viejo orden establecido en todos sus aspectos no pueden ligarse al desorden presente, ni siquiera en la esfera de la cultura. Deben luchar sin demora, también en el campo cultural, por la aparición concreta del orden móvil del futuro. Esta posibilidad, presente ya entre nosotros, desacredita toda expresión dentro de las formas culturales conocidas. Todas las formas de pseudo-comunicación deben llevarse hasta su completa destrucción, para llegar un día a la comunicación real y directa (al uso, en nuestra hipótesis, de medios culturales superiores: la situación construida). La victoria será para quienes sepan crear el desorden sin amarlo
GUY DEBORD
El arte de la conversación está muerto, y pronto lo estarán casi todos los que saben hablar.
GUY DEBORD
Lo que es nuevo, es que la economía haya venido a hacer abiertamente la guerra a los humanos; no solamente a las posibilidades de su vida, sino a las de su supervivencia.
GUY DEBORD
El azar juega en la deriva un papel tanto más importante cuanto menos esté todavía la observación psicogeográfica
GUY DEBORD (1958)
Cuando el mundo real se transforma en imágenes, éstas se convierten en seres reales y en eficaces motivaciones de un comportamiento hipnótico
GUY DEBORD (1967)
El espectáculo es el autorretrato del poder en la época de su gestión totalitaria de las condiciones de existencia
GUY DEBORD (1967)
Las oposiciones dentro del espectáculo esconden la unidad de la miseria. Las distintas formas de la misma alienación se erigen sobre la ocultación de las contradicción reales
GUY DEBORD (1967)
La sociedad moderna ha invadido espectacularmente la superficie de todos los continentes. Igual que presenta los seudobienes que han de codiciarse, ofrece a los revolucionarios locales falsos modelos de revolución
GUY DEBORD (1967)
Esta industrialización de la época estalinista revela la realidad última de la burocracia: es la continuación del poder de la economía, el salvamiento de lo esencial de la sociedad mercantil mediante el mantenimiento del trabajo-mercancía. Es la prueba de la economía independiente que domina la sociedad hasta el punto de recrear para sus propios fines la dominación de clase que le es necesaria: lo que equivale a decir que la burguesía ha creado un poder autónomo que, mientras subsista esta autonomía, puede hasta llegar a prescindir de la burguesía.
GUY DEBORD (1967)
La propiedad privada del capitalismo decadente es reemplazada por un sub-producto simplificado, menos diversificado, concentrado en propiedad colectiva de la clase burocrática. Esta forma subdesarrollada de clase dominante es también la expresión del subdesarrollo económico; y no tiene otra perspectiva que superar el retraso de este desarrollo en ciertas regiones del mundo. El partido obrero, organizado según el modelo burgués de la separación, ha proporcionado el cuadro jerárquico-estatal a esta edición suplementaria de la clase dominante.
GUY DEBORD (1967)
La ideología revolucionaria, la coherencia de lo separado de la que el leninismo constituye el más alto esfuerzo voluntarista, que detenta la gestión de una realidad que la rechaza, con el stalinismo reencontrará su verdad en la incoherencia. En este momento la ideología ya no es un arma, sino un fin. La mentira que ya no es contradicha se convierte en locura. Tanto la realidad como el fin son disueltos en la proclamación ideológica totalitaria: todo lo que ella dice es todo lo que es. Es un primitivismo local del espectáculo, cuyo papel es sin embargo esencial en el desarrollo del espectáculo mundial. La ideología que aquí se materializa no ha transformado económicamente el mundo, como el capitalismo que ha alcanzado el estadio de la abundancia; solo ha transformado políticamente la percepción.
GUY DEBORD (1967)
La clase ideológica-totalitaria en el poder es el poder de un mundo invertido: cuanto más fuerte es, más afirma que no existe, y su fuerza le sirve antes que nada para afirmar su inexistencia. Es modesta sólo en este punto, pues su inexistencia oficial debe coincidir también con el nec plus ultra del desarrollo histórico, que simultáneamente se debería a su dominio infalible. Expuesta por todas partes, la burocracia debe ser la clase invisible para la conciencia, de forma que toda la vida social se vuelve demente. La organización social de la mentira absoluta dimana de esta contradicción fundamental.
GUY DEBORD (1967)
El urbanismo es esta toma de posesión del medio ambiente natural y humano por el capitalismo que, desarrollándose lógicamentre como dominación absoluta, puede y debe ahora rehacer la totalidad del espacio como su propio decorado
GUY DEBORD (1967)
El espectáculo es el capital en un grado tal de acumulación que se transforma en imagen.
GUY DEBORD (1967)
El bienestar nunca estará lo bastante bien para dejar satisfechos a quienes buscan lo que no está en el mercado, lo que el mercado precisamente elimina.
GUY DEBORD (1971)
Esa obligación de la mercancía -y, por ende, del espectáculo que informa el mundo de la mercancía- de ser a la vez universal y jerárquica conduce a la jerarquización universal. Pero como esa jerarquización debe permanecer inconfesa, se traduce en valoraciones jerárquicas inconfesables por irracionales, en un mundo de la racionalización sin razón. (…) Los negros no tienen nada suyo que asegurar; tienen que destruir todas las formas de seguridad y de seguros privados hasta ahora conocidas. Ellos aparecen como lo que realmente son: los enemigos irreconcilliables, no ciertamente de la gran mayoría de los americanos, sino del modo de vida alienado de toda la sociedad moderna: el país industrialmente más avanzado no hace sino mostrarnos el camino que se seguirá en todas partes si no se echa abajo el sistema
GUY DEBORD (1971)
¿Qué es un policía? Es el servidor activo de la mercancía
GUY DEBORD (1971)
La sociedad de la abundancia halla su respuesta natural en el saqueo
GUY DEBORD (1971)
El espectáculo es una droga para esclavos
GUY DEBORD (1971)
La supervivencia misma de la burocracia es la causa suprema ante la cual las diversas opciones políticas, como meros medios que son, deben pasar a segundo plano
GUY DEBORD (1971)
La sedicente lucha contra la contaminación, en su vertiente estatal y reglamentaria, va a crear ante todo nuevas especializaciones, servicios ministeriales, puestos de trabajo y ascensos burocráticos
GUY DEBORD (1971)
Los dueños de la sociedad se ven ahora obligados a hablar de la contaminación, tanto para combatirla (pues ellos viven, a fin de cuentas, en el mismo planeta que nosotros: he aquí el único sentido en que se puede admitir que el desarrollo del capitalismo ha realizado efectivamente una cierta fusión de las clases) como para disimularla: pues la simple verdad de las «nocividades» y de los riesgos actuales es suficiente para constituir un inmenso factor de revuelta, una exigencia materialista de los explotados, tan vital como fue en el siglo XIX la lucha de los proletarios por poder comer. Tras el fracaso fundamental de todos los reformismos del pasado —que aspiraban todos a la solución definitiva del problema de las clases—, se está esbozando un nuevo reformismo, que obedece a las mismas necesidades que los anteriores: engrasar la maquinaria y abrir nuevas posibilidades de ganancia a las empresas punteras. El sector más moderno de la industria se lanza sobre los diversos paliativos de la contaminación como sobre un nuevo mercado, tanto más rentable por el hecho de que podrá usar y manejar gran parte del capital monopolizado por el Estado. Pero si ese nuevo reformismo tiene de antemano la garantía de su fracaso, por exactamente las mismas razones que los reformismos del pasado, lo separa de éstos la diferencia radical de que ya no tiene tiempo por delante.
GUY DEBORD (1971)
La época que posee todos los medios técnicos para alterar absolutamente las condiciones de toda la vida sobre la tierra, es también la época que, en virtud del mismo desarrollo técnico y científico separado, dispone de todos los medios de control y previsión matemáticamente incuestionables para medir por adelantado adónde lleva —y hacia qué fecha— el crecimiento automático de las fuerzas productivas alienadas de la sociedad de clases: es decir, para medir el rápido deterioro de las condiciones mismas de la supervivencia, en el sentido más general y más trivial de la palabra.
GUY DEBORD (1971)
Mientras los imbéciles pasadistas siguen disertando todavía sobre (y contra) una crítica estética de todo eso, creyéndose lúcidos y modernos porque fingen adaptarse a su siglo, declarando que (…) las autopistas poseen una belleza peculiar, preferible a la incomodidad de los «pintorescos» barrios antiguos, u observando seriamente que el conjunto de la población come mejor que antes, por más que digan los nostálgicos de la buena cocina, el problema del deterioro de la totalidad del medio natural y humano ha dejado ya completamente de presentarse en el plano de la supuesta calidad antigua, estética o no, para convertirse radicalmente en el problema mismo de la posibilidad material de la existencia del mundo embarcado en tal movimiento. De hecho, la imposibilidad ha quedado ya perfectamente demostrada por todo el conocimiento científico separado, que ya no discute sino el plazo que queda y los paliativos que, de aplicarse con firmeza, podrían alargarlo un poco. Una ciencia semejante no puede hacer otra cosa que acompañar en su camino hacia la destrucción al mundo que la ha producido y a cuyo servicio está; pero ella se ve obligada a recorrer ese camino con los ojos abiertos: con lo que muestra en grado caricaturesco la inutilidad del conocimiento sin empleo.
GUY DEBORD (1971)
Se está midiendo y extrapolando con excelente precisión el rápido aumento de la contaminación química de la atmósfera respirable, del agua de los ríos, los lagos y los océanos; el aumento irreversible de la radiactividad acumulada por el desarrollo pacífico de la energía nuclear; de los efectos del ruido; de la invasión del espacio por productos de materias plásticas que aspiran a una eternidad de vertedero universal; de la natalidad demencial; de la falsificación insensata de los alimentos; de la lepra urbanística que viene ocupando cada vez más el lugar de lo que fueron la ciudad y el campo, así como de las enfermedades mentales —incluidos los temores neuróticos y las alucinaciones, que no tardarán en multiplicarse a propósito de la contaminación misma, cuya imagen alarmante se exhibe en todas partes— y del suicidio, cuyas tasas de expansión coinciden ya exactamente con la de la urbanización de semejante ambiente (por no hablar de los efectos de la guerra nuclear o bacteriológica, para la cual ya están ahí los medios, cual espada de Damocles, aunque sigue siendo evidentemente evitables).
GUY DEBORD (1971)
(…) Si el alcance y aun la realidad de los «terrores del año mil» son todavía materia de controversia entre los historiadores, el terror del año dos mil es tan patente como bien fundado; a partir de ahora, es una certeza científica. Y, sin embargo, lo que está pasando no es en el fondo nada nuevo: sólo es el fin forzado del antiguo proceso. Una sociedad cada vez más enferma, pero cada vez más poderosa, ha recreado en todas partes el mundo concretamente como entorno y decorado de su enfermedad, como planeta enfermo. Una sociedad que no ha llegado aún a hacerse homogénea y que no se determina por sí misma, sino que está determinada cada vez más por una parte de si misma que se sitúa por encima y al margen de ella, ha desarrollado un movimiento de dominación de la naturaleza que no se ha dominado a si mismo. El capitalismo ha aportado finalmente, por su propio movimiento, la prueba de que ya no puede seguir desarrollando las fuerzas productivas; y no cuantitativamente, como muchos habían creído comprender, sino cualitativamente.
GUY DEBORD (1971)
(…) Para el pensamiento burgués sólo lo cuantitativo es, metodológicamente, lo serio, lo medible, lo efectivo; lo cualitativo no es más que el incierto decorado subjetivo o artístico de lo verdaderamente real tasado en su verdadero peso. Para el pensamiento dialéctico, por el contrario, y, por tanto, para la historia y para el proletariado, lo cualitativo es la dimensión más decisiva del desarrollo real. He aquí lo que el capitalismo y nosotros hemos acabado por demostrar.
GUY DEBORD (1971)
La función última, declarada y esencial de la economía desarrollada actual, en todo el mundo en que impera el trabajo-mercancía que asegura todo el poder a sus patronos, es la producción de empleo. Bien lejos estamos, pues, de las ideas «progresistas» del siglo pasado, acerca de la posible reducción del trabajo humano gracias a la multiplicación científica y técnica de la productividad que, según se creía, iba a asegurar con cada vez mayor facilidad la satisfacción de las necesidades hasta entonces reconocidas como reales por todo el mundo, y eso sin ninguna alteración fundamental de la calidad de los bienes disponibles. Ahora, en cambio, se trata de «crear puestos de trabajo» hasta en el campo huérfano de campesinos, es decir, de usar el trabajo humano en cuanto trabajo alienado, en cuanto trabajo asalariado: para eso se hace todo lo demás; y en consecuencia se están amenazando estúpidamente las bases, (…) de la vida de la especie.
GUY DEBORD (1971)
Cuando los pobres amos de la sociedad cuyo penoso resultado estamos presenciando —resultado mucho peor que cualquier condena que antaño pudiera fulminar a los más radicales utopistas— se ven ahora forzados a admitir que nuestro entorno se ha hecho social y que la gestión de todo deviene un asunto directamente político, hasta la hierba de los campos y la posibilidad de beber, de dormir sin demasiados somníferos o de lavarse sin sufrir demasiadas alergias; en un momento como éste se está viendo a las claras que también la vieja política tiene que confesar que está completamente acabada. Está acabada en la forma suprema de su voluntarismo: el poder burocrático totalitario de los regímenes llamados socialistas, porque los burócratas que ostentan el poder no se han mostrado capaces ni siquiera de gestionar el estadio anterior de la economía capitalista. Si contaminan mucho menos (Estados Unidos produce él solo el 50% de la contaminación mundial) es porque son mucho más pobres.
GUY DEBORD (1971)
Tanta pobreza material y mental, sostenida por tanto terrorismo, condena a las burocracias que ostentan el poder. Lo que condena al poder burgués más modernizado es el resultado insoportable de tanta riqueza efectivamente envenenada.
GUY DEBORD (1971)
La gestión llamada democrática del capitalismo, sea en el país que sea, no ofrece más que sus elecciones-dimisiones que, como se ha visto siempre, no han cambiado nunca nada en el conjunto —y muy poca cosa en los detalles— de una sociedad de clases que se imaginaba que iba a durar indefinidamente. Tampoco van a cambiar mucho más cuando esa misma gestión pierde la cabeza y finge esperar de su electorado alienado e idiotizado algunas vagas directrices para resolver ciertos problemas secundarios aunque urgentes (…).
GUY DEBORD (1971)
Todos los observadores especializados han señalado siempre —aunque sin tomarse la molestia de explicarlo— el hecho de que el elector no cambia casi nunca de «opinión»: pues para eso justamente es elector, esto es, aquel que asume, por un breve instante, el papel abstracto que está destinado precisamente a impedirle que sea por sí mismo y que cambie (el mecanismo ha sido desmontado mil veces, tanto por el análisis político desmistificado como por las explicaciones del psicoanálisis revolucionario). El elector tampoco cambia cuando el mundo a su alrededor está cambiando cada vez más precipitadamente; y, en cuanto elector, no cambiará ni en vísperas del fin del mundo. Todo sistema representativo es esencialmente conservador, aunque las condiciones de existencia de la sociedad capitalista no han podido conservarse nunca: se modifican sin interrupción y cada vez más deprisa, aunque la decisión —que viene a ser siempre, a fin de cuentas, la decisión de dejar hacer al proceso mismo de la producción mercantil— se deja enteramente en manos de los especialistas publicitarios, ya sea que se presenten a la carrera solos o en competición con quienes quieren hacer lo mismo y además lo declaran abiertamente.
GUY DEBORD (1971)
La supuesta «lucha contra la contaminación», en su vertiente estatal y reglamentaria, va a crear ante todo nuevas especializaciones, servicios ministeriales, puestos de trabajo y ascensos burocráticos. Su eficacia será exactamente la que a tales medios corresponde. No puede convertirse en voluntad real sino transformando el sistema productivo actual en sus raíces mismas, ni puede llevarse a cabo con firmeza sino en el instante en que todas las decisiones, tomadas democráticamente y con pleno conocimiento de causa por los productores, sean en todo momento controladas y ejecutadas por los productores mismos (los buques petroleros, por ejemplo, seguirán infaliblemente vertiendo el petróleo en los mares hasta que no manden en ellos unos verdaderos soviets de marineros). Para decidir y ejecutar todo eso, hace falta que los productores se hagan adultos: hace falta que se hagan con el poder entre todos.
GUY DEBORD (1971)
El optimismo científico del siglo XIX se ha desmoronado en tres puntos esenciales. En primer lugar, la pretensión de garantizar la revolución como solución feliz de los conflictos existentes (la ilusión hegeliano-izquierdista y marxista; la menos compartida por la intelectualidad burguesa, pero la más rica y, después de todo, la menos ilusoria); segundo, la visión coherente del universo y aun simplemente de la materia; y tercero, el sentimiento eufórico y lineal del desarrollo de las fuerzas productivas. Si llegamos a dominar el primer punto, habremos resuelto el tercero; más adelante sabremos hacer del segundo nuestro asunto y nuestro juego. No hay que curar los síntomas, sino la enfermedad misma. Hoy en día el miedo está en todas partes, y no vamos a salir de él más que confiándonos a nuestras propias fuerzas, a nuestra capacidad de destruir toda alienación existente y toda imagen del poder que se nos haya escapado. Sometiéndolo todo, exceptuando a nosotros mismos, al solo poder de los consejos de trabajadores que posean y reconstruyan en cada instante la totalidad del mundo; es decir, a la verdadera racionalidad, a una legitimidad nueva.
GUY DEBORD (1971)
Es preciso trascender el mero escándalo. Una vez que ha pasado hace tiempo la época de la negación de la concepción burguesa del arte y del genio, los bigotes de la Gioconda no resultan más interesantes que la versión original de esta pintura. Hay que llevar este proceso hasta la negación de la negación
GUY DEBORD y GIL JWOLMAN (1956)
El viejo océano es, en sí mismo, indiferente a la contaminación; pero no así la historia. La historia no se puede salvar más que por la abolición del trabajo-mercancía. Y nunca antes la conciencia histórica había tenido tan urgente necesidad de dominar su mundo, porque el enemigo que está a las puertas ya no es la ilusión sino su muerte.
GUY DEBROD (1971)