No sólo es difícil comprender la historia, sino también vivirla; no sólo resulta complicado interpretar el pasado, procurando intuir el futuro, sino también darnos cuenta de lo que ocurre alrededor y el porqué.
Tampoco nuestros condiciones actuales nos ayudan a comprender lo ocurrido anteriormente; nuestros antepasados actuaban en condiciones completamente distintas, las generaciones remotas tenían pensamientos y sensibilidades diferentes a las nuestras, la ciencia está muy lejos del progreso actual y la medicina no imaginaba siquiera las metas alcanzadas. En el siglo XVI, por ejemplo, la duración de la vida de un campesino inglés o francés no superaba los 40 años.
Nosotros acostumbramos a conocer el papel interpretado por los protagonistas; durante largo tiempo se nos ha explicado detalladamente las victorias de Luis XIV el esplendor de su corte, pero se nos ha dicho muy poco acerca de las dificultades financieras en que dejó al país, que cayó al borde de la bancarrota, con los banqueros regateando su crédito al rey sol.
En los manuales habla prolijamente del final de la Guerra de los 30 años, de apenas se menciona el invento de la collera de caballos, gracias al cual fue posible recorrer en un solo día tres veces el camino de antes.
¿Qué es más importante para la evolución de la humanidad, la llegada de los hombres a la luna o el descubrimiento de la penicilina, del nylon, la televisión,…?
La historia es un hacerse a base de una sucesión de fechas, batallas, nacimientos y muertes de soberanos y héroes, pero ¿qué se nos dice de aquellos que sufrieron las iniciativas de los poderosos, o sea de los pobres, que por ser analfabetos no pudieron dejar ni tan siquiera el testimonio de sus a menudo desgraciadas empresas?
También se ha dicho que la historia la hacen los vencedores, y si bien es cierto que hubo una época en la cual los pieles rojas siempre a los malos, después se pusieron en claro las culpas y las prepotencias de los rostros pálidos. Los indios eran sencillos e ingenuos, creían en la palabra dada, es seña van a los niños que siempre que decir la verdad y nunca coger la mujer con las cosas ajenas sin pagarlas. Para vivir, les basta una mujer, una tienda y una caballería, el bisonte proporcionaba la carne para comer y la piel para hacer capas, canoas, zapatos y cuerdas para los arcos.
Se ha hablado muy mal de los conquistadores españoles, que sin duda tenían sus culpas, pero en compensación se ha descubierto que tampoco los aztecas eran demasiado cordiales: hacían sacrificios humanos, la arrancaban el corazón a la pobre víctima y se lo comían.
Nadie puede decir cómo ocurrieron exactamente las cosas porque no existe imparcialidad, porque todo el mundo busca un apoyo sus propias convicciones o sus ideas políticas.
Al valorar los hechos, un católico, un liberal, un comunista, etcétera tienen puntos de vista distintos, incluso hay regímenes que según la orientación de sus jefes imponen revisiones periódicas, siendo esa la razón por la cual debes en cuando desaparecen ciertos retratos de los museos o se sustituyen determinadas páginas de las enciclopedias.
Muchos niegan también que la historia enseña que, y los resultados confirman este pesimismo.
Sabemos que a menudo las minorías dedicadas y fanáticas derrocan un sistema; eso fue lo que ocurre en Alemania. Cuando Hitler se reunió por primera vez con sus camaradas alrededor de una mesa de una cervecería, eran sólo siete; más tarde arrastró al consenso a 70 millones de ciudadanos; esto puede ayudarnos a comprender la mecánica de otros movimientos revolucionarios, pero de todas formas siempre quedan por explicar el peso de las frustraciones artístico sexuales de Hitler, o la influencia que ejerció en el destino de Lenin el ahorcamiento de un hermano, condenado por los tribunales del zar.
Y, por supuesto, deben tenerse presente los factores económicos, las luchas populares, las notas de los cronistas y los libros de nóminas de las industrias; pero seguramente también la nariz de Cleopatra influyó en la suerte de Roma y Egipto. La historia constituye una guía en la búsqueda del hombre. La historia del alma humana en la historia del mundo.
A mi me pasó todo lo contrario, gracias a mi primer profesor de historia que nos inculcó la importancia del conocimiento del pasado de una forma amena y divertida hoy en día soy un gran aficionado a la historia. Profesionalmente estudió una carrera de ciencias porque también me apasiona, pero la historia bien contada es, como decían en otro comentario, la mejor de las novelas.
Estoy contigo totalmente. Yo creo que a la gente que no le gusta estudiar historia es porque se la han enseñado mal. Malos profesores poco motivados en los primeros años de enseñanza de la asignatura de historia pueden desembocar en que los alumnos acaben aburriéndose de la asignatura.
Nunca me lo había planteado así, pero creo que llevas toda la razón.
La historia es básica, imprescindible para preservar el conocimiento de las generaciones pasadas y transmitirlo a las generaciones futuras.
Para mí la historia es una pasión, una fuente inagotable de conocimiento. No entiendo la gente que dice que la historia le aburre pero, sin embargo, leen novelas o ven películas.
La historia bien contada es, en muchas ocasiones, mucho más apasionante e increíble que el guión más elaborado de la mejor película.
Estudiamos historia porque, conociendo el pasado, no cometeremos los mismos errores en el futuro. En todos los ámbitos de la vida se aprende con experiencia, y, para mí, la historia es principalmente esto: el recopilatorio de las experiencias de la humanidad.
No creo que la historia deba estudiarse por motivos de oportunidad. La respuesta es sencillamente que la historia se estudia porque resulta fascinante.
Es un arte, y de la misma forma que estudiamos la pintura o la música que obtenemos de ello un gran placer estético o intelectual, nos sentimos igualmente atraídos por la investigación histórica.
También se dice que la historia nos enseña conocer mejor la naturaleza humana, pero a decir verdad no estoy nada seguro de que los historiadores sean mas sabios que el resto de personas; todo lo más, son más expertos y quizás por ello no se dejan coger fácilmente por sorpresa.
La historia nos enseña, o eso espero, por lo menos, cierta modestia formular nuestras ideas; nos acostumbra a no estar absolutamente seguros de tener razón y de que los demás carezcan totalmente de ella.