La Guerra química consiste en la utilización de gases para destruir al enemigo.
Estos compuestos se dividen en irritantes, inhabilitantes, vomitatorios, asfixiantes, tóxicos, corrosivos y neurotóxicos.
Los tres primeros no son mortales y sólo reducen temporalmente la capacidad del enemigo para reaccionar ante un ataque convencional.
Los defoliantes son sustancias empleadas para eliminar la vegetación y poder descubrir al enemigo agazapado en la espesura.
El uso de gases tóxicos como arma de destrucción masiva fue concebido por los alemanes, quienes lo utilizaron por primera vez en 1915 contra los franceses en el frente de Ypres.
Inicialmente, los aliados quedaron desconcertados y aterrorizados por los efectos mortales del cloro, pero rápidamente confeccionaron las primeras máscaras antigás, dotadas de carbón activado. Esta prenda se convirtió en un complemento básico del equipo de los soldados durante el resto de la I Guerra Mundial.
A pesar de sus efectos devastadores, la imposibilidad de controlar la dirección de la nube de gas una vez arrojada redujo notablemente su efectividad, y su empleo no determinó el resultado de ninguna batalla importante. No obstante, el gas adquirió enorme importancia estratégica durante el período de entreguerras y la iperita fue empleada por Italia en Etiopía (1935-1936) y por Japón en la ocupación de China (1937-1944).
Alemania fabricó gran cantidad de gases militares durante la II Guerra Mundial, si bien no llegó a emplearlos. Una vez finalizado el conflicto, el desarrollo del armamento nuclear los relegó a una segunda posición como arma de destrucción masiva, aunque fueron empleados durante la guerra civil del Yemen (1967), por los Estados Unidos en Vietnam y por Irak contra Irán (1980-1988).
La definición general y tradicional de un arma química es un producto químico tóxico contenido en un sistema de suministro, como una bomba.
El término arma química se aplica a cualquier sustancia química tóxica que puede causar la muerte, lesiones, incapacidad temporal o irritación sensorial a través de su acción química. Las municiones u otros dispositivos diseñados para entregar las armas químicas, ya sea carga o sin carga, también se consideran armas mismas.
Los productos químicos tóxicos que se han utilizado como armas químicas, o que han sido desarrollados para su uso como armas químicas, se pueden categorizar como agentes que prodicen asfixia, ampollas, y que se infiltran en la sangre o en el sistema nervioso.
Existen organismos de suprvision creados para asegurar que los productos químicos tóxicos solamente son desarrollados y producidos con fines no relacionados con las armas químicas. La tecnología química no debe ser mal utilizada, y la OPAQ tiene el mandato de vigilar la industria química para asegurarse de que este es el caso.
A lo largo de la historia se han usado en distintas ocasiones las armas quimicas tanto contra objetivos militares en guerra como contra la pobación civil, por eso es importantisemo la destrucción y los tratados de no proliferación de este tipo de armamento.