SONETO XXXV de Garcilaso de la Vega
Mario, el ingrato amor, como testigo
de mi fe pura y de mi gran firmeza,
usando en mí su vil naturaleza,
que es hacer más ofensa al más amigo;
teniendo miedo que si escribo o digo
su condición, abato su grandeza;
no bastando su fuerza a mi crüeza
ha esforzado la mano a mi enemigo.
Y ansí, en la parte que la diestra mano
gobierna. y en aquella que declara
los conceptos del alma, fui herido.
Mas yo haré que aquesta ofensa cara
le cueste al ofensor, ya que estoy sano,
libre, desesperado y ofendido.
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