¿Quién no ha oído hablar alguna vez de las aventuras de Robinsón Crusoe, que supo superarse a sí mismo y resistir la soledad durante más de veinte años, en una isla desierta?
Resumen de Robinson Crusoe
La historia, según nos la explica el propio Robinsón, ocurrió del modo siguiente: tras realizar numerosos viajes y trabajar como colono en Brasil, Robinsón siente la nostalgia de su Inglaterra natal y se embarca hacia Europa.
Una gran tormenta hace naufragar su barco y las olas le arrastran hasta una isla desierta.
Al día siguiente advierte que es el único superviviente, pero no se entrega a la desesperación.
El barco, que en realidad no se ha hundido, ha embarrancado en unos arrecifes próximos a la isla.
Después de once viajes, que Robinsón realiza nadando, el náufrago rescata algunas armas y provisiones. Se prepara entonces para afrontar valientemente su penosa situacióny lo primero que hace es levantar su tienda:
Antes de armar la tienda tracé delante del hueco del peñasco un semicírculo, cuyo radio tenía cerca de diez varas y, por consiguiente, veinte de diámetro.
Clavé sobre aquel semicírculo dos hileras de fuertes estacas, metiéndolas en el suelo hasta que adquirieron la firmeza de pies derechos, de suerte que su extremidad más gruesa quedara fuera unos cinco pies y medio desde el suelo.
Las dos empalizadas estaban a una distancia de seis pulgadas una de otra.
Para penetrar en el recinto construí no una puerta, sino una pequeña escalera de mano, con la cual pasaba por encima de mis fortificaciones y que después de estar dentro la retiraba.Defendido de aquella manera contra todos los peligros -yo lo creí al menos-, dormí seguro durante la noche, aunque, como vi más adelante, aquellas preocupaciones fueron inútiles para librarme de los enemigos que temía.
A aquella trinchera o fortaleza transporté mis víveres, mis municiones, y, en una palabra, todas mis riquezas.
Armé una amplia tienda que, para estar al abrigo de las abundantes lluvias de aquella región durante cierta temporada del año, hice doble; es decir, construí otra más grande encima de ella y cubrí la exterior con un lienzo embreado que había salvado con el velamen.
Desde entonces cesé de acostarme en la cama que había traído del buque y preferí dormir en una hamaca muy buena que perteneció al segundo del barco.
Coloqué en la tienda todos mis víveres y las cosas que podían echarse a perder con la lluvia; cerré la entrada de mi recinto, que hasta entonces había tenido abierta y ya no salí ni entré más que por la escalera pequeña.
Hecho esto, empecé a excavar la roca; la tierra y las piedras que saqué me sirvieron para formar delante de la empalizada una especie de terraplén que se elevaba cerca de pie y medio del suelo.
Así, hice también detrás de mi tienda una especie de cueva que me sirvió como de bodega para mi casa…
Se dice que la extraordinaria aventura de un marino llamado Alejandro Selkirk que sobrevivió durante algunos años en una isla desierta, inspiró a Daniel Defoe para escribir las Aventuras de Robinsón Crusoe.
Lo cierto es que, cuando apareció esta novela, estaban de moda en Inglaterra las novelas de aventuras, en las que el hombre volvía a encontrarse con la naturaleza.
Rousseau, el gran pensador ginebrino, fue admirador de Robinsón Crusoe no sólo por el interés del relato en sí, sino también por la admirable lección que nos enseña, al afirmar que la voluntad de sobrevivir del hombre es más fuerte que cualquier obstáculo que pueda oponérsele.
Daniel Defoe nació en Londres en 1660.
Viajó durante algunos años y en 1683 regresó a Inglaterra, donde abrió una tienda de mercería y sombreros.
Además de Robinsón Crusoe, escribió Memorias de un caballero, El capitán Singleton, Aventuras de la famosa Moll Flanders, etc.
Falleció en el año 1731.
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