¿Por qué hay día y noche?

Hace casi cinco siglos que el hombre conoce que es la tierra la que gira alrededor del astro rey, la estrella más cercana nuestro planeta y de la que viene nuestra luz y calor.

Sin embargo, cada día esperamos que salga el sol, cuando lo cierto es que si se hace de día o de noche no es porque el sol salga o se ponga, sino por la tierra le de la espalda o deje de dársela. En efecto, que haya día y noche se debe al movimiento que efectuar la tierra sobre sí misma, llamado de rotación. La tierra gira sobre sí misma de oeste a este en sentido directo, es decir, al contrario que las agujas del reloj, y por ello cada día la tierra llega al encuentro del sol por el este. La velocidad de rotación es la que determina la duración de un día: si viviéramos en Mercurio, un minúsculo planeta ardiente que gira alrededor del sol, nuestro día equivaldría a 59 días terrestres, pues eso es lo que tarda es el planeta en girar una vez sobre sí mismo.

Y el punto cardinal por donde sale el sol depende del sentido de giro de la rotación del planeta: si viviéramos en Venus, cuyos días por cierto equivalen a 243 días terrestres, el sol saldría por el oeste, pues gira de izquierda derecha. Volviendo a la tierra, para rotar sobre sí misma nuestro planeta tarda 24 horas, que son las que conforman un día completo. Durante la rotación, una mitad del planeta permanece iluminada y la otra mitad se queda oscuras, y entre ambas zonas, o sea entre el día y la noche, se forman zonas de transición entre luz y sombra. Hasta zonas de penumbra las llamamos amanecer si vamos al encuentro del sol, o atardecer si vamos dejando el sol detrás.

La duración del día y de la noche va cambiando según el transcurso del año: a partir del solsticio de invierno, cuando las noches duran mucho más que 12 horas, el día va creciendo hasta el día más largo, también mucho más de 12 horas, del solsticio de verano.