En este momento, estas leyendo estas palabras sin mucho esfuerzo consciente.
En ráfagas rápidas, tus ojos se lanzan de izquierda a derecha a través de tu pantalla, dando significado a lo que de otra manera sería una serie de garabatos negros.
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La lectura para tí no sólo es fácil, es automática.
Mirar una palabra y no leerla es casi imposible, porque los engranajes del procesamiento del lenguaje escrito se ponen en marcha tan pronto como los lectores observan las letras.
Es facil pensar que la lectura es intrínseca a nosotros pero no es así. Aprender a leer no es fácil. Ni siquiera es natural.
Los primeros ejemplos de lenguaje escrito datan de hace unos 5.000 años, que es una pequeña fracción de los 60.000 años o más que los seres humanos han estado usando el lenguaje hablado.
Esto significa que nuestra especie no ha tenido tiempo suficiente para evolucionar las redes cerebrales que nos predisponen a la alfabetización. Es sólo a través de años de práctica y educación como hemos forjado esas conexiones neuronales para que la lectura nos resulte tán fácil e intuitiva.
Cómo aprende a leer el cerebro.
Los cerebros se están reorganizando constantemente.
Cada vez que adquirimos una nueva habilidad, las conexiones entre las neuronas que nos permiten realizar esa habilidad se hacen más fuertes.
Esta flexibilidad se acentúa durante la infancia, antes de la adolescencia.
Cuando un niño llega a ser alfabetizado, no hay un «centro de lectura» que se materialice mágicamente en el cerebro.
En su lugar, una red de conexiones se desarrolla para vincular las áreas existentes que no estaban previamente vinculadas.
La lectura se convierte en una forma de acceder al lenguaje por la vista, lo que significa que se basa en la arquitectura que ya se utiliza para el reconocimiento de patrones visuales y la comprensión del lenguaje hablado.
Las palabras y las letras se almacenan inicialmente en el cerebro como símbolos.
Cuando un lector encuentra una palabra impresa, esa información viaja de sus ojos a su lóbulo occipital (en la parte posterior del cerebro), donde se procesa como cualquier otro estímulo visual.
Desde allí, viaja hacia un lugar conocido como el «buzón» del cerebro. Aquí es donde los garabatos negros son reconocidos como letras en una palabra.
El buzón es una parada especial en el viaje de la palabra porque sólo se desarrolla como resultado de aprender a leer.
No existe en niños muy pequeños o adultos analfabetos, y se activa menos en las personas con dislexia, que tienen una diferencia biológica en la manera en que sus cerebros procesan el texto escrito.
Las palabras y las letras se almacenan en el buzón -no como formas o patrones individualmente memorizados, sino como símbolos.
Esta es la razón por la cual un lector experto puede reconocer una palabra rápidamente, independientemente de la fuente, que sea mayuscula o minuscula o el tipo de letra .
La información entonces viaja del buzón a los lóbulos frontales y temporales del cerebro, para elaborar el significado y la pronunciación de la palabra.
Estas mismas áreas se activan cuando oímos una palabra, por lo que están especializados para el lenguaje, en lugar de solo leer y escribir.
Debido a que la información puede viajar tan rápidamente a través de las carreteras sinápticas del lector experto, todo el viaje dura menos de medio segundo .
Pero, ¿qué ocurre en el cerebro de un niño de cinco años de edad, cuyas carreteras todavía están en construcción?
La lectura en el cerebro en crecimiento
Para los niños pequeños, el proceso de aprendizaje de la lectura es lento y requiere mucho esfuerzo.
Esto se debe en parte a que los lectores principiantes aún no han acumulado una cantidad de palabras familiares que puedan reconocer a simple vista, por lo que deben «sonar» cada secuencia de letras.
Cada vez que los niños practican el desciframiento de palabras, crean nuevas conexiones entre las áreas del lenguaje visual y del lenguaje hablado del cerebro, añadiendo gradualmente nuevas letras y palabras a este importante «buzón del cerebro».
Cuando un lector reconoce una palabra por la vista, procesa las letras de esa palabra es su totalidad, más bien que su forma.
Por lo tanto, la alfabetización puede apoyar el aprendizaje de los niños poniendo de relieve la naturaleza simbólica de las letras, es decir, llamando la atención sobre las relaciones entre las letras y los sonidos del habla.
La instrucción fonética temprana puede ayudar a construir una red de lectura eficiente en el cerebro.
¿Cuál podría ser el futuro para el desarrollo de la alfabetización?
Como la tecnología evoluciona, también debe evolucionar nuestra definición de lo que significa ser «alfabetizado».
Los cerebros jóvenes ahora necesitan adaptarse no sólo al lenguaje escrito, sino también a los medios de comunicación rápidos a través de los cuales se presenta el lenguaje escrito.