La historia del ferrocarril es larga y está plagada de sucesos historicos importantisimos para la formación del mundo tal y como hoy lo conocemos.
Es un medio de transporte formado por dos rieles paralelos sobre los cuales se desplazan vehículos de ruedas impulsados por una locomotora.
Los egipcios ya utilizaron carriles para disminuir el rozamiento y durante el siglo XVII los carriles de madera se extendieron por todas la explotaciones mineras europeas.
A mediados del siglo XVII aparecieron los carriles de madera forrados de hierro, así como la rueda con llanta.
El primer ferrocarril público se construyó en Gran Bretaña en 1801. Recorría un trayecto de 16 kilómetros y era arrastrado por un coche de caballos.
El norteamericano Oliver Evans fue el primero en intentar construir una locomotora basada en la máquina de vapor, pero los primeros en lograrlo fueron los británicos Vivian y Trevithick, que en 1804 realizaron el primer recorrido con su invento, arrastrando vagonetas cargadas de mineral de hierro. El ferrocarril se extendió lentamente, inaugurándose las primeras líneas férreas francesa y norteamericana en 1827.
Ese mismo año, el francés Marc Seguin inventó la caldera tubular, en la que se basó el británico Stephenson para construir el modelo con el que se haría famoso en 1929, al lograr remolcar 12.942 kilogramos a una velocidad de 38 kilómetros por hora. Se habían resuelto definitivamente los problemas técnicos asociados a la tracción de vapor y nacía el ferrocarril moderno.
En 1859, el norteamericano G.M. Pullman inventó el coche-cama, que hacía más cómodos los viajes largos.
En 1869, su compatriota G. Westinghouse desarrolló el freno aerodinámico, lo que aumentó la seguridad de los trenes.
La locomotora eléctrica fue ideada por el alemán W. von Siemens en 1879 y en 1883 entraron en servicio las primeras líneas electrificadas.
La primera locomotora diesel entró en funcionamiento en 1912.
Francia inauguró la era de los trenes de alta velocidad en 1955, cuando se alcanzaron los 300 kilómetros por hora.