El Misil es un Cohete utilizado con fines militares. Un cohete es un vehículo que no necesita –al contrario que el reactor de un avión– tomar del exterior aire para funcionar, sino que lleva consigo todo lo que le hace falta, y que se mueve –conforme al tercer principio de Newton– por reacción a la acción de un chorro de materia lanzado a gran velocidad por una tobera en sentido opuesto al de avance del cohete.
La gran mayoría de los cohetes son motores de combustión interna que actúan por medio de la mezcla explosiva de un combustible y un comburente; a ambas sustancias (líquidas o sólidas) se las llama propergoles, y la materia expulsada es un chorro de gases de combustión. Es balístico el misil que adquiere una trayectoria arqueada por el impulso de sus motores y luego desciende (o su carga) en caída libre (es decir, balísticamente).
Un misil podría no tener otra guía que el haberle apuntado hacia el objetivo, como haría un artillero, en el momento del lanzamiento; pero normalmente poseen sistemas que permiten corregir las desviaciones de la ruta pretendida. El método estabilizador más simple es la caña de los cohetes pirotécnicos; las aletas son una solución más refinada. Pero los misiles suelen llevar además mecanismos activos que actúan sobre la dirección del chorro de gases para modificar el movimiento (deflectores del chorro, aberturas de la tobera, motores secundarios, suspensión de los motores principales de forma que puedan girar).
Estos sistemas de dirección están controlados por un sistema director inercial, un conjunto de giróscopos y acelerómetros interiores; el cohete debe llevar programado un recorrido, que una unidad de cálculo comparará con las medidas de los instrumentos inerciales (que no son sensibles a los cambios del campo gravitatorio a lo largo del recorrido; para enmendar las variaciones que tengan esa causa el cohete ha de tener un modelo del campo gravitatorio terrestre).
Se llama dirigidos a los misiles que cuentan con un sistema de dirección, pero entre ellos hay que distinguir los que no se limitan a seguir una ruta prefijada, o misiles guiados. Entre éstos, a su vez, algunos son guiados desde un centro de control exterior por radio, o siguen una huella –la radiación infrarroja desprendida por los gases calientes de un reactor, por ejemplo–; otros, los misiles inteligentes, van determinando su camino en vuelo por sí mismos. Entre los misiles guiados hay desde armas antitanque a misiles tácticos de alcance intermedio, con cabeza convencional o nuclear. Los primeros cohetes de este tipo que tuvieron un grado de eficacia apreciable se guiaban mediante un cable, que transmitía las órdenes que impartía manualmente, con un joystick, el artillero. En los sistemas de guía semiautomáticos éste, en cambio, sólo ha de encargarse de mantener la mira apuntando al objetivo; un sensor instalado en la mira recibe una señal localizadora procedente del misil, y la unidad de lanzamiento emite automáticamente –por el cable en las primeras versiones, luego sustituido por señales de radio en distintas frecuencias– una señal que corrige las desviaciones que sufra el misil. Estos dispositivos de los años setenta fueron superados por los sistemas de guía automáticos, que se empezaron a desarrollar en esa misma década y se generalizaron en el siguiente.
El artillero se limita a disparar el cohete, y puede buscar otro objetivo inmediatamente. La guía automática se basa en un sistema de telemetría incorporado al cohete, que realiza continuamente medidas de la posición, velocidad y aceleración del objetivo. Entre los de guía automática están los cohetes que siguen la trayectoria gracias a la energía emitida por el blanco, la radiación infrarroja de las toberas de un avión enemigo, por ejemplo. Los misiles de crucero –es decir, guiados, que no abandonan la atmósfera y que mantienen una velocidad constante– Tomahawk poseen un sistema de guía mucho más complejo que los anteriores.
Siguen una guía inercial hasta que alcanzan un punto prefijado en el cielo; descienden entonces a poca altura, para eludir cazas y radares, y avanzan hacia un blanco lejano sorteando los obstáculos del terreno gracias al sistema de guía TERCOM –acrónimo en inglés de «guía por coincidencia repetida con el terreno»–. TERCOM rastrea el terreno, que previamente ha sido cartografiado por satélite, analiza los datos con un ordenador, a fin de actualizar la base a partir de la cual el sistema inercial aplica correcciones, y comprueba que se dé un número determinado de coincidencias entre la información previa acerca de ciertos hitos y la registrada sobre la marcha.Un misil balístico de alcance medio (IRBM) es un cohete capaz de llegar a unos 4.000 kilómetros de distancia.
Un misil balístico intercontinental (ICBM) es un cohete de gran potencia capaz de recorrer más diez mil kilómetros; es el tipo de misil estratégico que constituye la parte más importante y devastadora –junto con los SLBM, disparados desde submarinos– de los grandes ejércitos nucleares. No es el cohete en sí el que cae sobre el blanco: lanza un MIRV, un vehículo de reentrada múltiple, que aloja numerosas cabezas nucleares; liberadas, bombardean puntos distintos.La primera mención de un cohete es militar: el asedio a una ciudad china en 1232. Enseguida hay otras menciones similares en Europa.
William Congreve creó a principios del siglo XIX un cohete con un alcance de más de dos kilómetros. Se utilizaron misiles en las guerras napoleónicas, en Sebastopol, en Solferino, por los franceses en la primera guerra mundial desde los aviones. Pero el misil sólo se convierte en un arma importante en la segunda guerra mundial con los órganos de Stalin, los Panzerfaust alemanes o los bazuca estadounidenses, y muy especialmente con las V-1 y V-2 alemanas diseñadas por von Braun.
Al trabajar éste para el ejército estadounidense desde el fin de la segunda guerra mundial, la V-2 se convirtió en el prototipo para el desarrollo de los primeros misiles de largo alcance estadounidenses. El primero fue el Viking, una mejora de la V-2 que subió hasta 240 kilómetros de altura y tomó la primera fotografía de la curvatura de la Tierra. El Wac Corporal fue el primer cohete de dos fases (1949) y ascendió a 402 kilómetros de altura.
El Navaho –un reactor en realidad– tenía un alcance de 8.000 kilómetros, y sería reemplazado por el Snark, el primer ICBM propiamente dicho. En los diez años siguientes la expansión del uso del cohete fue rapidísima. A finales de los años cincuenta empiezan las pruebas de los cohetes que durante muchos años constituirían el núcleo de la fuerza nuclear estadounidense y que también tendrían usos civiles: los ICBM Atlas y Titán (que, remozados, siguen en uso como cohetes comerciales, así los Titán III y Titán IV). Al disponerse de estos lanzadores tan potentes se pudo aumentar el peso de la carga transportada, lo que llevó a la creación de los MIRV. Los Titán serían sustituidos en las fuerzas estratégicas nucleares estadounidenses terrestres; sólo quedarían los Minuteman, creados a finales de los años cincuenta pero actualizados (los proyectos de nuevos misiles, como el Peacemaker, han sido suspendidos).
A finales de los años cincuenta y principios de los sesenta había ya también varios IRCM (Júpiter, Thor, el Polaris, que se lanzaba desde los submarinos), y numerosos misiles tierra-tierra, tierra-aire, aire-aire, etc. Ya volaba el Sidewinder, misil aire-aire que seguía la estela infrarroja de un avión enemigo. El primer misil tierra-tierra de alcance largo (320 kilómetros) fue el Redstone de 1956, que lanzaría después el primer satélite tripulado americano.
En la Unión Soviética hubo un desarrollo paralelo de los misiles, con, entre otros, los de las largas series denominadas en occidente con las letras SS (superficie-superficie) y un número, muy conocidos por los desfiles de la Plaza Roja –en general, la URSS optó por unos lanzadores especialmente poderosos, como los cohetes espaciales Vostok, Soyuz o Proton–, lo que condujo a los tratados de limitación de armas estratégicas SALT I y II de los años setenta.
En los años ochenta, hacia el final de la guerra fría, el despliegue de misiles tácticos, de alcance medio, en Europa por parte del Pacto de Varsovia y de la OTAN produjo una gran polémica; los contrarios a este despliegue preconizaron la llamada iniciativa cero-cero de desarme nuclear. La otra gran novedad relacionada con los misiles a principios de los años ochenta fue la Iniciativa de Defensa Estratégica del presidente estadounidense R. Reagan, un programa antimisiles basado en el disparo de rayos láser de gran potencia.