Tesis doctoral de Nuria Calafell Sala
Este trabajo es el fruto de un cúmulo de pasiones: por la literatura, por lo que ésta representa en mi imaginario personal y, sobre todo, por la posibilidad de ejercer un posicionamiento crítico que tan pronto alimenta su objeto de análisis como se deja alimentar por él. Al mismo tiempo, pienso que es necesario decir también que este ensayo es el producto de cinco años de aprendizaje vital e intelectual, así como la culminación de dos años marcados por un intenso diálogo con el extranjero. cuando en el año 2007 presenté mi trabajo de investigación, sujeto, cuerpo y lenguaje: los diarios de alejandra pizarnik, el tribunal aportó una serie de ideas y cambios que, junto a la experiencia de una estancia breve en la universidad nacional de córdoba (argentina), constituyeron la base de la tesis que aquí presento: la convulsión orgiástica del orden: sujeto, cuerpo y escritura en armonía somers y alejandra pizarnik. La diferencia puede parecer, a todas luces, evidente: lo que en uno es concreción temática y análisis de una individualidad, en el otro parece ser una abstracción desdoblada en dos mujeres escritoras. Y sin embargo, un nexo une ambos ensayos: mi ya lejano interés por indagar en aquellas subjetividades que, desde el trabajo con el lenguaje, la escritura y, sobre todo, el cuerpo, construyen algunos de los universos más difíciles y contradictorios a los que he podido acercarme desde que adquirí el hábito perverso de la lectura. en su análisis sobre la construcción subjetiva de la madre castillo, sor úrsula suárez y la madre maría de san josé, heredar la palabra: cuerpo y escritura de mujeres, beatriz ferrús antón desbrozaba la configuración de unas escrituras todavía despojadas de su condición de sujeto en las que el cuerpo adelantaba al yo y la letra a la vida. La idea, sumamente interesante a la hora de abordar una serie de textualidades marginales y marginadas del siglo xviii, siempre me ha llamado la atención: en primer lugar, porque afirmar que el cuerpo está por delante del sujeto del mismo modo que lo está la escritura con respecto a la vida, supone reivindicar un vínculo entre ambos que es necesario no olvidar. Y en segundo lugar, y derivado de aquí, porque reclamar el cuerpo como eje de construcción identitaria y escritural implica recolocarlo en una dinámica rizomática de sentidos heterogéneos y significaciones múltiples que no escapa, además, a una articulación genérica de la lectoescritura. partiendo de estos presupuestos (el potente binomio cuerpo / escritura y la articulación del cuerpo como pivote fundacional) y teniendo muy presente el abismo que separa estos modelos (monjas que habitan la colonia en el siglo xviii) respecto a los que conforman mi imaginario personal (mujeres escritoras en la latinoamérica del siglo xx), fui dejando en un segundo plano el enfoque analítico que había pautado el trabajo de investigación inicial y establecí un diálogo interdisciplinar que me permitiera abordar y revisar estos conceptos desde metodologías distintas, pero estrechamente ligadas entre sí. Si la escritura, en palabras de philippe sollers, no es más que un proceso de autocita desdoblada o, mejor, la continuidad oculta de todas las lenguas, historias o producciones, qué mejor manera de adentrarme en las nociones arriba mencionadas que desde una mirada estrábica pero potencialmente trasgresora. con este objetivo, decidí comenzar la tesis con una reflexión general acerca de los discursos a los que iba a enfrentarme: recuperando las nociones kristevianas de «revuelta» y «goce» y relacionándolas con las de «texto» de roland barthes y, muy especialmente, con la de «rizoma» de félix guattari y gilles deleuze, en «ex-centrismos textuales» me detuve en lo que para mí sigue siendo la unidad mínima del campo literario: la página en blanco, el texto que se dibuja en ella y que, como todos ellos señalaron en su momento, no tendría razón de ser sin la interacción problemática y casi siempre peligrosa del sujeto con la palabra (o, si se quiere, el lenguaje). De esta manera, añadí una nueva mirada al estudio realizado con anterioridad a propósito de los diarios pizarnikianos, al tiempo que entreví la línea de fuga por la que podían compararse con cierta obra de ficción de la maestra y escritora uruguaya armonía somers. ejemplos de lo que aquí denomino «una escritura ex-céntrica», ambas ponen de manifiesto la dificultad de una creación hecha desde la diferencia y el exceso: porque su andadura al margen de la normativa canónica favoreció que llevaran la experimentación hasta el límite de sus posibilidades; pero también, y sobre todo, porque esta misma libertad las conduciría a un encorsetamiento que, además, se vería incrementado por su condición genérica. No por casualidad, alejandra pizarnik ha discurrido durante muchos años por el filo de su propia marginalidad como escritora maldita, mientras que armonía somers fue quedando relegada a ser un nombre más en la larga lista de «raros» que, desde ángel rama, forman parte del otro canon de la literatura uruguaya. Por otro lado, es en este sentido también como hay que comprender el estudio pormenorizado de una serie de voces que, a modo de discontinuidades que las atraviesan(por decirlo en las palabras de michel foucault que cierran el capítulo de la tesis), tejen a su alrededor una red de similitudes y diferencias que las contextualizan y, al mismo tiempo, las singularizan. en esta línea nació «(ex)-timidades al descubierto: el diario y la carta como lenguajes de lo desconocido», un capítulo que aprovechaba la idea de continuidad esbozada al principio y que, sin dejar de reconocer la importancia de la palabra y del texto escrito, había de servirme para enfrentar uno de los principales problemas que ambas autoras repiten: la configuración de sus subjetividades en tanto que mujeres escritoras en la argentina y el uruguay de los veinte primeros años de la segunda mitad del xx . nada menos apropiado, creo, para alguien como alejandra pizarnik, cuya desaparición, desdoblamiento o transformación se había producido ya a una edad muy temprana: a flora alejandra pizarnik se le amputa el nombre de pila a partir del segundo poemario (la última inocencia, 1956) y con ello se inicia un largo periplo en el que el personaje desplaza a la persona y la identificación a la identidad. Que ello habría de afectar a sus anotaciones personales dan muestra la reseñas y estudios que han ido apareciendo en los últimos años, fruto de la imposibilidad de aceptar la realidad de un borde paradójico apropiado para estudiar estos casos. Y lo mismo en el caso de armonía somers, nacida armonía liropeya etchepare locino y desdoblada, desde la publicación de su primera novela, en «la torturada armonía somers» o «armonía etchepare de henestrosa, autora de varios importantes estudios de pedagogía», según las definiciones de ángel rama. por otro lado, la propia naturaleza de estos textos dificulta un poco más, si cabe, su correcta interpretación, por lo que me propuse reconstruirlas a la luz de tres posibilidades: de un lado, la de michel foucault y su genealogía de la confesionalidad; del otro, la de félix guattari y gilles deleuze y su teoría de la rostrificación; y, por último, la de sylvia molloy y su preciosa imagen sobre la escena de lectura. en «el sujeto en proceso», julia kristeva hablaba de laglosolalia y los eructos de antonin artaud como formas de manifestar las pulsiones corporales de un sujeto en proceso de recuperación de su cuerpo. A su vez, philippe sollers, en otro ensayo de la época, proponía entender los cantos de maldoror de isidore ducasse como una corporalidad latente en sus estados más orgánicos, pulsionales y mortales. Atenta a ello y recordando algunas de mis primeras lecturas de la obra pizarnikiana y somersiana, llegué a la conclusión de que el vínculo era tan necesario como imprescindible: si bien en los capítulos anteriores mi preocupación se había centrado en las genealogías textuales, había que detenerse ahora en cierta genealogía vital que pudiera añadir un nuevo componente interpretativo a la vida y la obra de ambas. Resultado directo de esto, el cuarto capítulo «una genealogía de lo maldito: antonin artaud, issidore ducasse y la construcción poliédrica de un cuerpo» es el paso previo de una profundización que habría de culminar con la redacción del quinto, «ese lugar de extrañeza tercera: el devenir del cuerpo femenino». por lo que respecta al primero de ellos, con las menciones a antonin artaud y el conde de lautréamont quise crear un recorrido de lectura que ayudara a comprender la relación que alejandra pizarnik, de un lado, y armonía somers, del otro, mantuvieron con ambas figuras. Para ello, me apropié de los que, a día de hoy, siguen pareciéndome los pensamientos más trasgresores, imprescindibles y necesarios que existen para ejercer una crítica novedosa: el de philippe sollers y el del filósofo alemán friedrich nietszche. La interpretación del primero de un tema tan problemático como la materialidad, entendida como una dialéctica sin resolución no sólo me pareció acertada para el caso del francés, sino que me ayudó a entender por qué alejandra pizarnik apuesta por la carnalización del texto y la verbalización del cuerpo. Asimismo, la defensa nietzscheana de una afirmación que transformara los viejos valores y liberara al pensamiento de las constricciones a las que es sometido constantemente, favoreció que mi lectura de armonía somers se orientara hacia el escrutinio de aquellos aspectos ontológicos y políticos que ella misma había reclamado en sus comentarios personales como parte de su obra. desde aquí, articulé el siguiente capítulo explorando las distintas significaciones que el cuerpo de ambas podía tener en la esfera escritural. Para ello, decidí que uno de los enfoques más interesantes a estas alturas del ensayo era, precisamente, aquel que concernía a la cuestión del género. Al fin y al cabo, las dos son mujeres que, además, se permiten hablar de otras mujeres, ya sea para criticarlas, ya para identificarse, ya para diferenciarse. Lo importante, pues, era delimitar el concepto para, desde ahí, poder iniciar un análisis pormenorizado de las dos pautas escogidas de (autor)representación corporal, a saber: la erotización y el misticismo de un cuerpo puesto en el escenario de la página en blanco. En este sentido, el acercamiento novedoso de teresa de lauretis, para quien la cuestión del género debe ser abordada desde una «tensión de la contradicción» y «un movimiento alterno» me sirvió, en primer lugar, para seguir tejiendo la red de intertextualidades que había iniciado en las primeras páginas del trabajo; y, en segundo lugar, para adentrarme en la corporalidad pizarnikiana y somersiana desde la lógica rizomática de la multiplicidad, la heterogeneidad y, en especial, la asignificancia. de un lenguaje hecho cuerpo a un lenguaje del cuerpo, «ficciones de suplencia: una semántica del cuerpo pizarnikiano y somersiano» vendría a ser, así, la otra cara de la moneda, que ahora se me revelaba rica en significaciones. Aceptando ya que ambas escrituras habitan los dominios de un lenguaje excluido (semiótico y envuelto en un movimiento inconcluso), preferí adentrarme en los intersticios de unos cuerpos que, tal y como había podido descubrir en los capítulos anteriores, se habían convertido en metáforas de un sujeto y su palabra.
Datos académicos de la tesis doctoral «La convulsión orgiástica del orden: sujeto, cuerpo y escritura en armoníasomers y alejandra pizarnik«
- Título de la tesis: La convulsión orgiástica del orden: sujeto, cuerpo y escritura en armoníasomers y alejandra pizarnik
- Autor: Nuria Calafell Sala
- Universidad: Autónoma de barcelona
- Fecha de lectura de la tesis: 23/02/2010
Dirección y tribunal
- Director de la tesis
- Beatriz Ferrus Anton
- Tribunal
- Presidente del tribunal: nuria Girona fibla
- Rafael Mérida jimenez (vocal)
- (vocal)
- (vocal)