El pan puede presentarse en formas y aspectos muy diferentes, según se trate de un pan familiar, pan redondo, pan de barra, pan de molde, pan inglés, pan de Viena, pan francés, panecillos… Independientemente del tipo de pan, hay que amasar la masa, dejarla fermentar y, después, cocer las piezas en el horno, calentando con leña o eléctricamente.
Amasar la masa ha dejado de ser una operación penosa desde el momento en que las amasado las mecánicas han venido a sustituir el rodillo de madera y los brazos del panadero. Para obtener la masa correspondiente a cada tipo de pan basta con mezclar las cantidades adecuadas de cada ingrediente: harinas, agua, sal y levadura.
Así, se elaboró una masa rica en agua para los panes de fantasía, menos rica en agua para los panes corrientes; aún más seca para los panecillos…
La fermentación de la pasta se efectúa en dos tiempos. El panadero introduce en la artesa masa procedente de la planificación de la víspera, levadura química o pasta líquida. Esta edición provocada en la masa una fermentación parecida a la que se produce en el vino. Aparecen burbujas de gas carbónico, que integran la masa, la cual se encuentra en reposo en la artesa; después, esta masa recortada en trozos de medida conveniente que son colocados en canastillos. Una vez terminada la fermentación, el panadero introduce en el horno las piezas, después de haberlas espolvoreado de harina para poder manipularlas mejor y de haber hecho, en cada pieza, en su parte superior, unas incisiones decorativas que son indispensables para favorecer el «levantado», que continuó en el interior del horno debido a la acción del calor. Por último, el panadero de vigilar la cocción, para poder retirar el pan en el momento oportuno.
Tenemos que decir que esta es la forma tradicional de hacer pan. Hoy por hoy venden masas congeladas que introduces en tu horno casero y puedes conseguir una especie de pan recién hecho, pero de ínfima calidad.