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INTRODUCCIÓN AL ROMANTICISMO
El romanticismo fue un movimiento artístico que tuvo lugar en Europa alrededor de 1800, en la literatura y la filosofía, para luego llegar a las artes plásticas. Frente al racionalismo anterior a la revolución, propuso la elevación de los sentimientos por encima del pensamiento. Curiosamente, no se puede hablar de una estética típicamente romántica, ya que ninguno de los artistas se ha alejado completamente del academicismo, sino más bien de una homogeneidad conceptual por el tema de las obras.
La iconografía romántica se caracterizaba por su estrecha relación con la literatura y la poesía, especialmente con las leyendas heroicas medievales y los dramas de amor, así como con las historias recogidas en países exóticos, metaforizando temas políticos o filosóficos de la época y resaltando el espíritu nacional. No hay que olvidar que el romanticismo ha revalorizado los conceptos de patria y república. Jugaron un papel especial en la muerte heroica en la guerra y en el suicidio por amor.
La arquitectura y la escultura romántica se caracterizaron por su lenguaje nostálgico y su poca originalidad. Cuando no se mezclaron los estilos históricos, obteniendo obras mucho más eclécticas, se reprodujeron fielmente castillos e iglesias medievales, un estilo que se llamó neogótico. En la escultura, imitando el lenguaje pictórico, se produjeron figuras de naturaleza y energía dramática comparables sólo a las presentes en los lienzos de Delacroix, aunque también dentro de un fuerte academicismo.
PINTURA ROMÁNTICA
La pintura era la disciplina más representativa del romanticismo. Era el vehículo que definitivamente consolidaría el ideal de una época. Los colores fueron liberados y fortalecidos, dando la impresión, a veces, de ser más importantes que el contenido de la obra en sí. El paisaje comenzó a desempeñar el papel principal, ya no como escenario de la composición, sino en estrecha relación con los personajes de las obras y como su medio de expresión.
Esto es lo que sucede con las tormentas de Turner, cuya fuerza expresiva permitió al pintor prescindir intencionadamente de toda presencia humana; o las montañas brumosas, solitarias y místicas de Friedrich. En Francia y España, el romanticismo produjo una pintura de gran fuerza narrativa y un cromatismo audaz, a la vez dramático y tenebroso. Este es el caso de las pinturas de los asesinatos de Delacroix, o del Coloso de Goya, que anticiparon, en cierto modo, la pincelada truncada del impresionismo.
Paralelamente al romanticismo, surgió el realismo social. Este movimiento nació en Francia después de las revueltas de 1848 y como respuesta a la estética novedosa y ficticia del romanticismo. La vida de los trabajadores del campo, de las minas, es decir, de las clases menos privilegiadas, era por antonomasia el tema de este cuadro, que tenía por objeto la toma de conciencia de la sociedad y que, lógicamente, fue rechazado por la alta burguesía. Sus máximos representantes fueron Courbet, Daumier y Millet.
Un párrafo aparte merece en este período de arte los avances en los métodos de reproducción de las obras pictóricas: la litografía (mejorada) y la xilografía (novedad). Además de ser utilizados para reproducir obras originales de Delacroix, Fuseli o Gericault, estos métodos también se desarrollaron como disciplinas artísticas. Las más de 4.000 litografías de Daumier hicieron una caricatura y documentaron la vida social de Francia, de la misma manera que los grabados de Doré o los personajes de Grandville.
ESCULTURA ROMÁNTICA
La escultura romántica no brilló precisamente por su originalidad, ni por la maestría de sus artistas. Tal vez se puede pensar en este período como un momento necesario de calma antes de la batalla que más tarde vendría a combatir el impresionismo y las vanguardias modernas. Desde el punto de vista funcional, la escultura romántica no se ha alejado de los monumentos funerarios, la estatua ecuestre y la decoración arquitectónica, en un estilo indefinido a medio camino entre el clasicismo y el barroco.
La gran novedad de la escultura romántica era la representación de animales de tierras exóticas en escenas de caza o de lucha feroz, al mejor estilo de las exuberantes escenas de Rubens. Los motivos heroicos y los tributos solemnes en forma de estatuas sobredimensionadas de reyes y soldados no fueron abandonados. Por otro lado, los temas religiosos se han vuelto más raros. Los escultores más destacados de este período fueron Rude y Barye en Francia, Bartolini en Italia y Kiss en Alemania.
ARQUITECTURA ROMÁNTICA
La arquitectura del romanticismo fue definitivamente historicista. A principios del siglo XIX, se produjo el movimiento de resurgimiento de las formas clásicas, llamado neoclasicismo; más tarde, aparecieron manifestaciones neogóticas, consideradas ideales para iglesias y castillos y, en ciertos casos, como en Inglaterra, incluso para edificios gubernamentales. Esta reaparición de estilos más antiguos estaba relacionada con la recuperación de la identidad nacional.
En París hubo un renacimiento del barroco, como ocurrió en Viena. Un caso aparte fue el de Alemania, que bajo la dirección de Luis II de Baviera, experimentó con arquitecturas neotónicas, neorrománicas y neogóticas, además de las neoclásicas existentes. Europa se centró en la construcción de edificios públicos y, olvidando el fin último de la arquitectura, abandonó a las clases menos favorecidas en barrios cuyas condiciones eran calamitosas.
Entre los arquitectos más reconocidos de este período historicista o ecléctico, cabe mencionar a Garnier, responsable del teatro de la Ópera de París; Barry y Puguin, que reconstruyeron el Parlamento de Londres; y Waesemann, en Alemania, responsable del distrito neogótico de Berlín. En España hubo un curioso renacimiento del arte mudéjar en la construcción de conventos e iglesias, y en Inglaterra surgió el llamado neogótico hindú. Este último, en algunos casos, reveló más mal gusto que el arte.