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Los cuentos de Hoffmann

Ernst Theodor Amadeus Hoffmann nació en 1776 en la ciudad alemana de Konigsberg y falleció en Berlín en 1822. El propio Hoff­mann dijo de sí mismo:

Yo soy como esos niños nacidos en domingo, que son capaces de ver cosas invisibles para los demás hombres.

 

He aquí un hombre, Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, que fue a la vez pintor, dibujante, hombre de leyes, músico y escritor.
Compuso una ópera, basada en un drama de Calderón, y fue nombrado director musical de un teatro de Dresde.
Admiró tanto a Mozart que cambió su nombre de pila por el del genial compositor.

Hoffmann, sin embargo, debe su celebridad a sus maravillosos cuentos de Hoffmann, con los que levantó un hermoso universo de realidades y ensueños, repleto de seres de carne y hueso, autómatas, fantasmas, cabezas parlantes, etc.

 

Los cuentos de Hoffmann

Los cuentos de Hoffmann

 

Se considera a Hoffmann como creador del llamado cuento fantástico, precediendo a Poe y otros novelistas.

 

El puchero de oro de Hoffmann

Entre sus cuentos merece destacarse El puchero de oro, cuyo protagonista, el estudiante Anselmo, tropieza en cierta ocasión con una vieja vendedora de manzanas.

Las manzanas ruedan por el suelo y a partir de ese instante empiezan a ocurrirle al protagonista las aventuras más extrañas y fantasmagóricas, en una serie de capítulos que el propio Hoffmann llama veladas.

He aquí el principio de ese hermoso y fantástico cuento:

El día de la Ascensión, a las tres, en­traba un joven en la ciudad de Dresde por la Puerta Negra, metiéndose, sin advertirlo, en un cesto de manzanas y de bollos que vendía una vieja, de modo que toda la mercancía salió rodando y los chiquillos de la calle se apresuraron a apoderarse del botín que tan generosamente les proporcionara aquel señor.
Ante el griterío que armó la vieja abandonaron las comadres sus puestos de bollos y aguardiente, rodearon al joven y lo llenaron de soeces insultos; tanto, que el infeliz, mudo de vergüenza y de susto, sólo pensó en entregar su no muy bien provisto bolsillo a la vieja, que lo cogió ávidamente, haciéndolo desaparecer.

Entonces abrióse el círculo; pero cuando el joven salió huyendo, la vieja le gritó: « ¡Corre … , corre .. , hijo de Satanás, que pronto te verás preso entre cristales!»
La voz chillona y agria de la mujer tenía algo de horrible; los presentes quedáronse parados en silencio y la risa de todos desapareció.

El estudiante Anselmo sintióse, aunque no comprendía el sentido de las palabras de la vieja, sobrecogido por un involuntario estremecimiento, y él presuró más y más el paso para escapar a la curiosidad de las gentes. Conforme se abría camino entre la multitud oía murmurar: «¡Pobre muchacho! …
¡La maldita vieja!»

El caballero Gluck de Hoffmann

Otro cuento muy famoso de Hoffmann es El caballero Gluck: en el banco de un jardín público se le aparece a Hoffmann Gluck, el gran músico, que había fallecido algunos años antes, y es invitado por éste a su casa, donde ejecuta al piano fragmentos de sus sublimes partituras, leyendo las notas en un cuaderno en blanco…

 

 

 

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