En 1571, un noble francés se retira a su castillo para entregarse a la lectura, la meditación y el trabajo. Salvo breves paréntesis impuestos por los acontecimientos y por sus deberes oficiales (es consejero del Parlamento de Burdeos y gentilhombre de la corte del rey de Navarra), Michel de Montaigne -éste es el nombre del escritor- perseverará en esa existencia, rodeado de libros, durante un período de veinte años.
Fruto de ello será su única obra, que titulará, escuetamente, «Ensayos«.
Estos ensayos tratan de numerosos temas. Por ejemplo, he aquí algunas de las ideas de Montaigne sobre la educación de los adolescentes:
Por lo demás, esta educación debe ser presidida por un rigor comprensivo, y no como se practica habitualmente, de modo que, en vez de atraer a los niños hacia las bellas obras literarias, no se les ofrece, en verdad, sino horrores y crueldad.
Suprímase, pues, la violencia y la fuerza; en mi opinión, no hay cosa que trastorne y vicie más hondamente a todo natural honesto.
Si deseáis que un jovencito tema la vergüenza y el castigo, no le habituéis a ellos; habituadle a que sude y a que pase frío, al viento y al sol; a que las veleidades del azar no cuenten para él.
No le consintáis molicie alguna, ni refinamientos en el vestirse, en el comer y el beber, y que no duerma en lecho de plumas; no le convirtáis en un lindo muchachito afeminado, sino en un adolescente sano y vigoroso.
Michel de Montaigne, que vivió entre 1533 y 1592, nació y murió en el castillo de su nombre.
Desempeñó diversos cargos públicos, entre otros el de alcalde de Burdeos.
La filosofía de sus Ensayos no es pesimista.
Montaigne estima que el «arte de vivir» debe fundarse en una conducta prudente, inspirada en el buen sentido y en el espíritu de tolerancia.
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