Un Arado es una herramienta agrícola empleada para abrir surcos en el suelo gracias a la fuerza de un animal o de un tractor. La parte que se introduce en la tierra se denomina reja.
La primera herramienta agrícola fue el palo cavador, empleado para realizar pequeños hoyos en suelos blandos.
Lo substituyó la azada, formada por una hoja metálica sujeta a un mango de madera, que permitía trabajar suelos más duros y realizar hoyos más profundos.
El arado surgió en Mesopotamia a partir de la azada, cuando alguien tuvo la idea de utilizar un buey para estirarla y así abrir surcos continuos. Aquel invento permitió aumentar la superficie cultivada y permitió el desarrollo de las primeras culturas urbanas de Oriente Próximo. A partir del siglo III a.C., el arado romano se impuso en la cuenca mediterránea. Se deslizaba directamente sobre el suelo y realizaba una labor superficial, gracias a lo cual podía trabajar en terrenos pedregosos y poco profundos. En cambio, en la Europa septentrional no romanizada se impuso el arado de ruedas. Se trataba de una herramienta más pesada, cuya reja se clavaba profundamente en el terreno y resultaba muy adecuada para trabajar suelos húmedos y profundos.
Durante el siglo XIII se produjo una gran revolución agrícola gracias al invento del arado con vertedera. Esta nueva herramienta disponía de una lámina de metal curvada que se soldaba a la base de la reja. De este modo, el arado no sólo abría un surco, sino que revolvía la tierra, lo que permitía que los nutrientes inorgánicos regresaran a la superficie y aumentar la fertilidad de la tierra. Trescientos años después se inventó el arado polisurco, capaz de reducir a la cuarta parte el tiempo necesario para arar un campo. Sin embargo, la falta de un sistema de tracción adecuado hizo que permaneciera en el olvido hasta el siglo XX.
El invento del tractor agrícola, durante la década de 1920, permitió el desarrollo de nuevos tipos de arados, como los subsoladores y los de discos.